Cuando hay demasiado compremetido de por medio, la incomodidad la dejamos de lado, nos escapamos de ella por miedo a tomar desiciones que nunca jamas pensaste tomar. Pero en realidad aquellas desiciones, en la totalidad de los casos, parecen ser las mejores. Ya ha pasado una semana y un poco más y no he sabido absolutamente nada de su existencia.
En Marzo del año pasado comenzaría la suseción de una serie de cambios importantes en mi vida. Con Pablo, despues del viaje a Argentina, libramos una fuerte discusión, que casi nos dejó como enemigos. Él sentía que me había alejado demasiado de la vida de todos, que ya no era el mismo de antes, que mi mundo era Daniela y un montón de estupideces más. Yo ya tenía dieciocho, él veinte y los demás iban por las mismas edades. Estabamos en aquella etapa en que los juegos y las largas caminatas nocturnas ya no eran nuestra vida. En ese entonces estaba por comenzar el camino de nuestros sueños y propositos hacia la existencia misma. Fueron meses difíciles para los dos.
Ese mismo mes, mis padres habían alcanzado el sueño de la casa propia, adquiriendo una vivienda en Puente Alto. Bueno, era el sueño de todos, pero creo es momentaneo para mis hermanos y para mí.
Tambien entré estudiar al DUOC. Proyecto que no me convencía mucho, ya que mi gran anhelo es ser un reconocido director de cine. Sin embargo, lo remunerable de la carrera me atrajo con vista al financiamiento de mis proyectos.
Y por último, junto a mi novia comencé a experimentar un leve decaimiento en la relación. Siendo sinceros, un extraño sentimiento de rechazo comenzó a nacer en mi interior, aún así, no era desconocido, ya que era el mismo sentimiento que había comenzado a experimentar con Alejandría, pensando que iba a ocurrir lo mismo. El problema era que no tenía el mismo origen, el cual se encontraba alojado al principio de la relación. Sin embargo, era algo que yo no quise ver, actitud aplastada por la fuerza de sentir que quería estar con ella para siempre. Así que comencé escapar de aquella incomodidad, tratando de hacer cosas que me mantuvieran la mente despejada de aquel sentimiento. Pero a corto plazo aquello no tendría buenos frutos.
Una tarde, en una plaza cerca de su casa, fuimos participes de una fuerte discusión. Estabamos entrando al penumbroso camino que nos llevaría al fin.
"¡¿Qué mas quiere que te dé?!" fue la pregunta que a mí me dejó totalmente desdoblado de la vida.
Olía a rendición, a no poder más. Prefería discutir y hacerse la fuerte frente a la desenfrenada caída que estábamos experimentando.
El aniversario de los diez meses, ocasión que serviría para marcar un repunte en la relación, lo quiso celebrar con un almuerzo en el departamento de Sebastían. Ya todo comenzaba a tomar una tonalidad diferente. Nunca, pero nunca había tranzado un día de aniversario. Siempre habían sido para los dos; una tarde en el Santa Lucia, una caminata por el Forestal, cualquier estupidez que para nosotros era algo tan romántico y exquisito. No quise arruinar aquel día con mi molestia, así que cuando la fui a dejar a la micro, buscando tapar la asquerosa jornada, le regalé un chocolate que compré en Ahumada. Aún así, bastaron otros treinta días más para que nuestro aniversario número once se viera interrumpido por un compromiso de ella, algo que de lo cual no la culpa, pero no evitó ser una gota más en el colmado vaso de las equivocaciones.
Veinte días después decidí terminar con ella. Le pedí que nos reuniéramos en Manuel Montt, estación que ocupabamos con frecuencia para reunirnos. Creo que la hora para llegar era a las tres de la tarde de aquel frío día de Julio. Ella nunca llegó.
No recuero bien, pero parece que fue al sábado siguiente que decidimos dejar todo hasta donde estaba, por Messenger.
lunes, 31 de agosto de 2009
sábado, 29 de agosto de 2009
Capítulo 10: Crecer
Ella tiene ojos de una gatita recien nacida. La piel tercia como la planicie de un desierto. Carol me abrazó con sus dos largos brazos. Es casi de mi porte.
"Tengo pena" me dijo "Siento que voy a llorar"
Yo no sabía que cliché mandarme, sólo podía sonreirle y mirarla con la vista torcida hacia la izquierda.
"Uno necesita de estas cosas" comencé a decirle con frases teñidas de querer que se queden en su memoria colectiva, hasta el momento en que cierre sus ojos y los abra para despertar "Sólo hazlo y no mires atrás. Quizás va a ser mejor que te vallas para allá..."
"Sí, pero igual llevo tiempo aquí" me interrumpió, dando una pincelada con sus ojos hacia el rededor "Es dificíl"
Carol era propinera en el Tottus. El fin de semana uno de sus compañeros cometió un grave error al ser complice del robo de unos insignifacantes audifonos ¿Las concecuencias? Don Luis decidió despedir a todos los los propineros que tuvieran como familiar a otro empleado. Carol es hermana de Paulina, una supervisora de cajas. Y así muchos propineros más se encontraban en la misma situación.
"Sí sé que puede ser difícil, pero..." y se me ocurrió mi espectacular frase filosófica "... las cosas pasan por algo" le dije arqueando las cejas.
Se quedó pensando. Muy inteligente no es, pero me hacía demasiado reír cuando trabájabamos juntos Hace una semana dejé de lado el deseo de mis sueños y te juro que no derramé ninguna lágrima le quise decir, pero no iba al caso. Claro, no podía comparar dejar dos años de ilusiones y amor con el traslado de local en un trabajo. Me miró y sonrió rendida.
"Tení razón" me dijo al final.
"¡Ven para darte un beso!" le dije. Ella es como mi hija regalona para mí.
Me envolvió de nuevo con su imponente cuerpo y nos quedamos unos segundos así.
"Nathalia me dijo que quería hablar contigo" me dijo de repente.
Yo me mostré un poco incomodo por la noticia.
"Si quiere hablar, ella sabe a que horas salgo" le dije.
Cuando Daniela lloraba, algo que casi siempre ocurría, me sentía inútil. Tenía aquella sensación de que mis palabras, las caricias y mi amor por ella no eran suficientes. Fue por eso que me encargué, antes de partir a Buenos Aires, que no le quedara duda alguna de lo que yo sentía por ella. Albergaba peligrosas actitudes de autoestima y eso me preocuba mucho. Ella era espectacular, infinitamente hermosa e inteligente, incluso tenía que celarla demasiado. Era mi orgullo. Mi niñita de ojos pardos. Así que corté el hilo que me unía a mis prioridades. Mi mundo se había convertido en su voz, y estaba dispuesto a cambiar todo por ella. Conoció a mis padres, yo a los de ella. La inserté en mis ideas y ella a mí en sus locuras. Eramos las dos mitades de algo demasiado grandioso.
Junto a ella decidí crecer y tener responsabilidades en las cuales tenía que rendir al maximo.
Con Monica salimos con rapidez del supermercado. Me tomó del brazo y llegamos hasta el semaforo en rojo. Miró hacia atrás, y se quedó ahí como si su mirada se hubiera encontrado con un rostro conocido. Se giró y me dijo:
"Te vas a encontrar con alguien" hizo un pausa, mientras mi cerebro procesaba la íronica frase "¿Cierto?"
"Nooo" negué.
"¿Seguro?" me preguntó sonriendo con aquel gesto de pensar que yo le mentía.
Miré hacia atrás, como buscando las respuestas que no llegaban a mi cabeza. No sabía de que mierda hablaba Monica. A veces llegaba a irritarme.
"No, Monica" le expresé palabras cargadas y pesadas, demostrándole que no sabía de qué hablaba.
Dio verde y como siempre quiso quedarse con la última palabra.
"¡Ah! yo pensé que alguien te esperaría a la salida" me dijo riendo con aquella maldita sonrisa que me gustaría borrársela de un combo, pero traté de buscar su objetivo. Y sólo el recuerdo de la voz de Carol me hizo saber a dónde quería llegar Nathalia me dijo que quería hablar contigo dijo neutra. Yo no tomé en cuenta las palabras de una mujer que aún no sabía lo que quería. Pero Monica había logrado que en aquel momento, cruzando la oscura calle, las tomara en serio. Me giré, pero mi miopía sólo me permitió ver figuras alargas, mezcladas de colores, a la entrada del Tottus, moviendose de acá allá, persuadiendo que algunas miradas me seguían el caminar. Me volteé y seguí caminando.
No me importó el hecho de que, si así hubiera sido, hubiera estado ahí. Que cresca con un poco de sufrimiento e indiferencia.
"Tengo pena" me dijo "Siento que voy a llorar"
Yo no sabía que cliché mandarme, sólo podía sonreirle y mirarla con la vista torcida hacia la izquierda.
"Uno necesita de estas cosas" comencé a decirle con frases teñidas de querer que se queden en su memoria colectiva, hasta el momento en que cierre sus ojos y los abra para despertar "Sólo hazlo y no mires atrás. Quizás va a ser mejor que te vallas para allá..."
"Sí, pero igual llevo tiempo aquí" me interrumpió, dando una pincelada con sus ojos hacia el rededor "Es dificíl"
Carol era propinera en el Tottus. El fin de semana uno de sus compañeros cometió un grave error al ser complice del robo de unos insignifacantes audifonos ¿Las concecuencias? Don Luis decidió despedir a todos los los propineros que tuvieran como familiar a otro empleado. Carol es hermana de Paulina, una supervisora de cajas. Y así muchos propineros más se encontraban en la misma situación.
"Sí sé que puede ser difícil, pero..." y se me ocurrió mi espectacular frase filosófica "... las cosas pasan por algo" le dije arqueando las cejas.
Se quedó pensando. Muy inteligente no es, pero me hacía demasiado reír cuando trabájabamos juntos Hace una semana dejé de lado el deseo de mis sueños y te juro que no derramé ninguna lágrima le quise decir, pero no iba al caso. Claro, no podía comparar dejar dos años de ilusiones y amor con el traslado de local en un trabajo. Me miró y sonrió rendida.
"Tení razón" me dijo al final.
"¡Ven para darte un beso!" le dije. Ella es como mi hija regalona para mí.
Me envolvió de nuevo con su imponente cuerpo y nos quedamos unos segundos así.
"Nathalia me dijo que quería hablar contigo" me dijo de repente.
Yo me mostré un poco incomodo por la noticia.
"Si quiere hablar, ella sabe a que horas salgo" le dije.
Cuando Daniela lloraba, algo que casi siempre ocurría, me sentía inútil. Tenía aquella sensación de que mis palabras, las caricias y mi amor por ella no eran suficientes. Fue por eso que me encargué, antes de partir a Buenos Aires, que no le quedara duda alguna de lo que yo sentía por ella. Albergaba peligrosas actitudes de autoestima y eso me preocuba mucho. Ella era espectacular, infinitamente hermosa e inteligente, incluso tenía que celarla demasiado. Era mi orgullo. Mi niñita de ojos pardos. Así que corté el hilo que me unía a mis prioridades. Mi mundo se había convertido en su voz, y estaba dispuesto a cambiar todo por ella. Conoció a mis padres, yo a los de ella. La inserté en mis ideas y ella a mí en sus locuras. Eramos las dos mitades de algo demasiado grandioso.
Junto a ella decidí crecer y tener responsabilidades en las cuales tenía que rendir al maximo.
Con Monica salimos con rapidez del supermercado. Me tomó del brazo y llegamos hasta el semaforo en rojo. Miró hacia atrás, y se quedó ahí como si su mirada se hubiera encontrado con un rostro conocido. Se giró y me dijo:
"Te vas a encontrar con alguien" hizo un pausa, mientras mi cerebro procesaba la íronica frase "¿Cierto?"
"Nooo" negué.
"¿Seguro?" me preguntó sonriendo con aquel gesto de pensar que yo le mentía.
Miré hacia atrás, como buscando las respuestas que no llegaban a mi cabeza. No sabía de que mierda hablaba Monica. A veces llegaba a irritarme.
"No, Monica" le expresé palabras cargadas y pesadas, demostrándole que no sabía de qué hablaba.
Dio verde y como siempre quiso quedarse con la última palabra.
"¡Ah! yo pensé que alguien te esperaría a la salida" me dijo riendo con aquella maldita sonrisa que me gustaría borrársela de un combo, pero traté de buscar su objetivo. Y sólo el recuerdo de la voz de Carol me hizo saber a dónde quería llegar Nathalia me dijo que quería hablar contigo dijo neutra. Yo no tomé en cuenta las palabras de una mujer que aún no sabía lo que quería. Pero Monica había logrado que en aquel momento, cruzando la oscura calle, las tomara en serio. Me giré, pero mi miopía sólo me permitió ver figuras alargas, mezcladas de colores, a la entrada del Tottus, moviendose de acá allá, persuadiendo que algunas miradas me seguían el caminar. Me volteé y seguí caminando.
No me importó el hecho de que, si así hubiera sido, hubiera estado ahí. Que cresca con un poco de sufrimiento e indiferencia.
viernes, 28 de agosto de 2009
Capítulo 9: Cancer
Una vez Brunilda nos dijo que el cancer se producía por la irregular división de células madres, las cuales comenzaban a apoderarse del órgano en donde se está llevando a cabo dicho nacimiento de células. Fue una noche de Octubre cuando Roberto llegó en un jeep a la casa de Jack. Ya no trabajaba más con su padre en la panadería, había regresado a la mecánica, a la ilegalidad. Así que llamé a Isabella y le pregunté si podíamos ir a visitarla. Esa vez fuimos Jack, Pablo, Paty, Roberto y yo. Aquella noche fue en la que, después de unos vasos de ron, Isabella y Jack se dieron cuenta que se gustaban. Esas células comenzarón a desarrollarse de forma anormal en aquellas horas de la madrugada y ninguno de los dos fueron capaces de tomar las pastillas para evitar que lo siguieran haciendo, tan sólo se siguieron observando fijo, dejando que eso dentro de ellos creciera.
Estaba en clases cuando una ventana de mensajeria instantanea se abrió en la parte derecha inferior de la pagina de Facebook. Era Carol. Le contesté el saludo y de inmediato me dijo que había hablado con ella el otro día "¿Qué te dijo?" le pregunte "Preguntó por ti" "¿Nada más?" "No" me dijo. ¿Nada más? ¿Tan sólo un "cómo está"? En ese momento me pregunté qué más podía esperar de ella. Si en realidad deseara algo me habría llamado o por lo menos un mensaje interno, pero desde el domingo todo entre nosotros volvía a ser nada.
Pablo me contó una noche que su amada del trabajo se había metido con otro. Estaba destruido, pero estaba empeñado en seguir buscando a aquel complemento. Yo ya estaba en compañía de ese complemento, así que en realidad no lograba interesarme mucho en los problemas que estaban acarreando mis amigos. Había llegado mi era y necesitaba volcarme en un cien porciento hacia mi relación, actitud que tomé tiempo después de darme cuenta que lo nuestro iba en serio.
Sebastían decidió celebrar su fiesta de cumpleaños un día sábado ¿O un día viernes? ¡No! fue un día sábado, porque un año más tarde lo celebró un viernes. La cuestión es que el viernes anterior a ese sábado recibí una extraña llamada de Paty.
"Necesito contarte algo" fue lo único que me dijo y colgó.
Partí, increíblemente, sabiendo que era lo que sucedía. Cuando llegué a su departamento al este de la comuna, estaba en compañía de su hermano comiéndose una caliente cazuela de vacuno. Yo me senté en su sillón y sólo la observé. Sus ojos ya eran las de una progenitora Tan sólo dimelo
"Estoy embarazada" me dijo y estalló en llanto. Dejó caer la cuchara con sopa y se tapó el rostro con su pequeña manito, mientras trataba de reprimir las lágrimas. Su hermano la miraba en silencio, sintiendo pena también.
"Valla para la pieza" le dije al pequeño poniendome de pies, llegando a su lado.
¿Qué quería? ¿Qué la reprendíera y le dijera que era una puta? No, aquel yo ya se estaba ahogando en alguna parte de mi orgullo. La abrasé con fuerzas y dandole un eterno beso en la mejilla, tragándome todas sus lágrimas, le dije que la felicitaba.
Martín hoy ya tiene más de un año.
A Jack le conté la noche que fuimos a la fiesta de Sebastían. A Daniela cuando llegamos allá. Y a los chicos cuando llegaron al cumpleaños. Todos íbamos a ser tíos.
Con ella nada podía ir mal. Obviamente estaban aquellas estúpidas discusiones de enamorados, pero más allá de eso todo era genial. Aquellos primeros meses nos encantaba frecuentar el parque Forestal después de una mañana de liceo. Buscábamos un pedazo de tierra con pasto abundante y nos besábamos como si fuera la primera vez que nos encontrábamos. Recuerdo que nos gustaba tomarnos fotografías y capturarlas como recuerdo. Hasta que una tarde, sin previo aviso, me dijo que me amaba. Estaba sobre mí, como asegurandose de que no me escapara de sus garras, pero lo único que quería era que me atrapara para siempre. No tuve nada que decirle, porque no tenía que decirle. La queria mucho, pero no lo suficiente para sentir que la amaba, aún.
Estaba en clases cuando una ventana de mensajeria instantanea se abrió en la parte derecha inferior de la pagina de Facebook. Era Carol. Le contesté el saludo y de inmediato me dijo que había hablado con ella el otro día "¿Qué te dijo?" le pregunte "Preguntó por ti" "¿Nada más?" "No" me dijo. ¿Nada más? ¿Tan sólo un "cómo está"? En ese momento me pregunté qué más podía esperar de ella. Si en realidad deseara algo me habría llamado o por lo menos un mensaje interno, pero desde el domingo todo entre nosotros volvía a ser nada.
Pablo me contó una noche que su amada del trabajo se había metido con otro. Estaba destruido, pero estaba empeñado en seguir buscando a aquel complemento. Yo ya estaba en compañía de ese complemento, así que en realidad no lograba interesarme mucho en los problemas que estaban acarreando mis amigos. Había llegado mi era y necesitaba volcarme en un cien porciento hacia mi relación, actitud que tomé tiempo después de darme cuenta que lo nuestro iba en serio.
Sebastían decidió celebrar su fiesta de cumpleaños un día sábado ¿O un día viernes? ¡No! fue un día sábado, porque un año más tarde lo celebró un viernes. La cuestión es que el viernes anterior a ese sábado recibí una extraña llamada de Paty.
"Necesito contarte algo" fue lo único que me dijo y colgó.
Partí, increíblemente, sabiendo que era lo que sucedía. Cuando llegué a su departamento al este de la comuna, estaba en compañía de su hermano comiéndose una caliente cazuela de vacuno. Yo me senté en su sillón y sólo la observé. Sus ojos ya eran las de una progenitora Tan sólo dimelo
"Estoy embarazada" me dijo y estalló en llanto. Dejó caer la cuchara con sopa y se tapó el rostro con su pequeña manito, mientras trataba de reprimir las lágrimas. Su hermano la miraba en silencio, sintiendo pena también.
"Valla para la pieza" le dije al pequeño poniendome de pies, llegando a su lado.
¿Qué quería? ¿Qué la reprendíera y le dijera que era una puta? No, aquel yo ya se estaba ahogando en alguna parte de mi orgullo. La abrasé con fuerzas y dandole un eterno beso en la mejilla, tragándome todas sus lágrimas, le dije que la felicitaba.
Martín hoy ya tiene más de un año.
A Jack le conté la noche que fuimos a la fiesta de Sebastían. A Daniela cuando llegamos allá. Y a los chicos cuando llegaron al cumpleaños. Todos íbamos a ser tíos.
Con ella nada podía ir mal. Obviamente estaban aquellas estúpidas discusiones de enamorados, pero más allá de eso todo era genial. Aquellos primeros meses nos encantaba frecuentar el parque Forestal después de una mañana de liceo. Buscábamos un pedazo de tierra con pasto abundante y nos besábamos como si fuera la primera vez que nos encontrábamos. Recuerdo que nos gustaba tomarnos fotografías y capturarlas como recuerdo. Hasta que una tarde, sin previo aviso, me dijo que me amaba. Estaba sobre mí, como asegurandose de que no me escapara de sus garras, pero lo único que quería era que me atrapara para siempre. No tuve nada que decirle, porque no tenía que decirle. La queria mucho, pero no lo suficiente para sentir que la amaba, aún.
miércoles, 26 de agosto de 2009
Capítulo 8: Amor
Me inscribí en la biblioteca de Puente Alto antes de ayer, procurando buscar una de las novelas más largas que podía encontrar en la pobre estanteria. Fue el único remedio que se me ocurrió para que en esos momento en que tan sólo se mira el cielo mi mente no se llenara de los recuerdos de sus labios y del deseo de haberla besado. Es por eso que saque una obra de King, Insomnia, de casi novecientas exquisitas páginas de misterio y suspenso. Tambien le saqué un libro a mi madre para que leyera.
Al otro día, sábado, fui con Pablo donde Paty. Recuerdo que en la cara de los tres había esplendidas sonrisas de amistad, una rica nostalgia de ir bien, de que los días de lluvia habían pasado(que pobre metafora) y que nunca iba a acabar. Recuerdo que escuchabamos reggeton o regeaton, da lo mismo, y estabamos tendidos sobre la cama de Paty, mirando el techo mientras conversabamos. Pablo estaba con alguien en su trabajo. Una mujer esplendida y todo lo que se puede decir de alguien que a uno lo ilusionaba desde el primer momento en que la ve. Aquello duraría poco. Paty pololeaba con el entrenador de futbol de su hermano menor, un tal Danilo. Y yo, yo el día anterior había dado un beso que nunca podré olvidar. Recuerdo que ese día lo catalogamos como el día feliz. Pero para ellos dos duraría poco.
Al otro jueves, antes de regresar a clases, Sebastían organizó una junta con Marcelo, su hermana y ella. Ella había estado incrustada en mi mente toda la semana, y en la conversación de tarde con Jack y en el Messenger con mi prima Dominique. Había estado en mis sueños y en las memorias de un beso que no me podía sacar de los labios. La extrañé toda la semana hasta ese jueves, en que apareció caminando después de bajarse de la micro troncal en compañía de Marcelo y su hermana. Que hermosa era, es, perdón, con aquella sonrisa que me hacía emocionarme de felicidad. Pero nos saludamos de beso en la mejilla y juramos buscarnos con la mirada.
Después del pool, vino un pub en Republica, unos besos más y nuestras manos entrelasadas bajo la mesa. Fue cuando me di cuenta que me gustaba de verdad y que en sus ojos podía ver estabilidad. Tambien fue en ese momento cuando me di cuenta que su nerviosismo se manifestaba con una fuerte sudoración en sus pequeñas y finas manos, que al rato se enfriaban y yo las podía entibiar con el calor de las mías. Le pedí que estuvieramos juntos.
Nos vimos el domingo y la acompañé a ver pinturas de arte a un museo al frente del parque Forestal, parque que nunca en mi vida había visto. Caminamos tomados de la mano, disfrutando como parejas de hace años los trabajos de pintores que no conocía.
Jack e Isabella ya no se hablan. Aquello de ellos ya era como un vicio destructivo. Cada uno era un cancer en la vida del otro, teniendo ambos las tijeras para cortar el tumor, pero aún no son capaces de hacerlo. Que mal que se dieron las cosas entre ellos. Como las mía con Nathalia. Un día todo cayó y nunca supe por qué, sólo se derrumbo todo y no pude hacer nada por volver a edificarlo. Ahora estoy escribiendo mientras hablo con Jack de la idea de partir de cero, aunque cueste, esperando que Nathalia vuelva y me de una explicación, una convincente y aceptable explicación.
Uno nunca sabe en que momento todo puede cambiar, y existiendo esta ley de la vida ¿Sirve de algo vivir preparado para ser arrollado por un tren? Ser un paranoico nos privaría de tantas cosas.
A Daniela le pedí pololeo el miercoles uno de Agosto, una tarde nublada como la de ayer, en el oeste de la ciudad. Que tarde más maravillosa fue esa.
Al otro día, sábado, fui con Pablo donde Paty. Recuerdo que en la cara de los tres había esplendidas sonrisas de amistad, una rica nostalgia de ir bien, de que los días de lluvia habían pasado(que pobre metafora) y que nunca iba a acabar. Recuerdo que escuchabamos reggeton o regeaton, da lo mismo, y estabamos tendidos sobre la cama de Paty, mirando el techo mientras conversabamos. Pablo estaba con alguien en su trabajo. Una mujer esplendida y todo lo que se puede decir de alguien que a uno lo ilusionaba desde el primer momento en que la ve. Aquello duraría poco. Paty pololeaba con el entrenador de futbol de su hermano menor, un tal Danilo. Y yo, yo el día anterior había dado un beso que nunca podré olvidar. Recuerdo que ese día lo catalogamos como el día feliz. Pero para ellos dos duraría poco.
Al otro jueves, antes de regresar a clases, Sebastían organizó una junta con Marcelo, su hermana y ella. Ella había estado incrustada en mi mente toda la semana, y en la conversación de tarde con Jack y en el Messenger con mi prima Dominique. Había estado en mis sueños y en las memorias de un beso que no me podía sacar de los labios. La extrañé toda la semana hasta ese jueves, en que apareció caminando después de bajarse de la micro troncal en compañía de Marcelo y su hermana. Que hermosa era, es, perdón, con aquella sonrisa que me hacía emocionarme de felicidad. Pero nos saludamos de beso en la mejilla y juramos buscarnos con la mirada.
Después del pool, vino un pub en Republica, unos besos más y nuestras manos entrelasadas bajo la mesa. Fue cuando me di cuenta que me gustaba de verdad y que en sus ojos podía ver estabilidad. Tambien fue en ese momento cuando me di cuenta que su nerviosismo se manifestaba con una fuerte sudoración en sus pequeñas y finas manos, que al rato se enfriaban y yo las podía entibiar con el calor de las mías. Le pedí que estuvieramos juntos.
Nos vimos el domingo y la acompañé a ver pinturas de arte a un museo al frente del parque Forestal, parque que nunca en mi vida había visto. Caminamos tomados de la mano, disfrutando como parejas de hace años los trabajos de pintores que no conocía.
Jack e Isabella ya no se hablan. Aquello de ellos ya era como un vicio destructivo. Cada uno era un cancer en la vida del otro, teniendo ambos las tijeras para cortar el tumor, pero aún no son capaces de hacerlo. Que mal que se dieron las cosas entre ellos. Como las mía con Nathalia. Un día todo cayó y nunca supe por qué, sólo se derrumbo todo y no pude hacer nada por volver a edificarlo. Ahora estoy escribiendo mientras hablo con Jack de la idea de partir de cero, aunque cueste, esperando que Nathalia vuelva y me de una explicación, una convincente y aceptable explicación.
Uno nunca sabe en que momento todo puede cambiar, y existiendo esta ley de la vida ¿Sirve de algo vivir preparado para ser arrollado por un tren? Ser un paranoico nos privaría de tantas cosas.
A Daniela le pedí pololeo el miercoles uno de Agosto, una tarde nublada como la de ayer, en el oeste de la ciudad. Que tarde más maravillosa fue esa.
domingo, 23 de agosto de 2009
Capítulo 7: La Revolución (Parte 2)
Tres meses antes apareció detras de la hermana de Marcelo, sonriendo levemente, con ojos de niña perdida, tan fragil como una paloma aprendiendo a volar. Sinceramente no me llamó la atención su constante sonrisa y sus aires de grandeza, así que su presencia duró poco aquellos días del aniversario. Pero poco a poco sus saludos y las presiones de Sebastían por hablar de ella comenzarón a asentuarse semanas antes que terminara el semestre. Fue por eso que un extraño interes dentro de mí comenzó a crecer, sin embargo en aquellos días no lo tomé mucho en cuenta.
Andrea había entrado conmigo a trabajar como empaque, comenzando así a escribir el final de su amistad conmigo, ya que producto de aquel hecho, se hizo muy amiga de Isabella, situación que hace muy poco marcó un quiebre entre nosotros y ella. Volviendo a esos días, Andrea había empezado una relación con un tal Bob, capítulo iniciado de su vida que no compartí mucho, ya que lo había conocido recíen hace un fin de semana.
"Es extraño" fue la única impresión que le puede expresar.
Con Isabella comenzamos a escribir el principio de nuestra irrompible relación de amistad, aquella tarde que la tuve que consolar por casi una hora cuando me declaró ser víctima de abuso fisico por parte de su enfermizo pololo. Es de aquellas mujeres sensibles y rompibles, exponibles a cualquier tipo de dolor, siendo seguro el llanto desconsolador. Recuerdo que fueron tardes enteras en aquel cuarto de aconsejarla y ayudarla a salir de donde estaba. Sin embargo, tanto tiempo con ella inserta en esa relación, no me dejó entender por qué las mujeres, la mayoría, no son capaces de escapar del novio agresor.
No recuerdo bien, pero fue paulatinamente que Víctor se fue alejando del grupo. Ya no lo veíamos todos los fines de semana, y no iba a todos los carretes. Quizás era el sentimiento de repudio que había insertado en la mente de todos en el grupo, o tal vez un sentimiento compartido. A Pablo se lo fue consumiendo su trabajo en el call center. Trabaja de madrugada a mañana, en el que era, y aún es, un extraño horario. Roberto estaba trabajando en la panadería de su padre y mantenía una esporádica relación con Lorena, mi amiga cajera. Y ese fue el comienzo del presente del grupo. En las noches calidas de viernes salía con Jack a dar extensas vueltas, y luego de hablar de filosofía, íbamos a visitar a Paty, compartiendo con ella hasta tarde.
Respecto a las movilizaciones, ya quedaba poco. Los liceos en sus respectivas comunas, comenzaron a ser desalojados por la orden publica, enviado como centinelas por los alcaldes de cada localidad. Sin embargo, y como última bala, los del borgoño idearon un perfecto y burlesco plan para terminar con broche de oro el poder ocupar el pase escolar todo el año. La casona roja de San Diego ocupaba de ancho una cuadra entera, siendo poseedora de una entrada delantera (principal) y otra trasera (de salida). Así que aquella noche de julio del 2007, al momento de la llegada de la fuerza publica, los últimos okupas ya no merodeaban los interiores penumbrosos del liceo. Horas antes, habían tomado la decisión de escapar por la oculta puerta trasera, impidiendo que los espías de carabineros advirtieran la ejecución del plan.
Hasta el día de hoy es recordada la famosa "Toma Fantasma"
Fue así que despedimos al primer semestre del que sería un excelente 2007 con los que ya eran los frecuentes carretes de tarde. Aquellas vez fuimos a la casa de Marcelo, y yo con la mente en la cabeza de tirar con alguien, ya que con Carolina había terminado todo e iba a estar en aquel carrete. La víctima perfecta era la amiga de Marcelo, la cual aún baboseaba tras de mí. Para mi suerte, el choque de nuestros labios fue el comienzo de lo que para mí fue un amor extraordinario. Mi primer gran amor.
Al terminar de escribir estas líneas, quedo convencido de que el título debería haber sido "El Comienzo"
Andrea había entrado conmigo a trabajar como empaque, comenzando así a escribir el final de su amistad conmigo, ya que producto de aquel hecho, se hizo muy amiga de Isabella, situación que hace muy poco marcó un quiebre entre nosotros y ella. Volviendo a esos días, Andrea había empezado una relación con un tal Bob, capítulo iniciado de su vida que no compartí mucho, ya que lo había conocido recíen hace un fin de semana.
"Es extraño" fue la única impresión que le puede expresar.
Con Isabella comenzamos a escribir el principio de nuestra irrompible relación de amistad, aquella tarde que la tuve que consolar por casi una hora cuando me declaró ser víctima de abuso fisico por parte de su enfermizo pololo. Es de aquellas mujeres sensibles y rompibles, exponibles a cualquier tipo de dolor, siendo seguro el llanto desconsolador. Recuerdo que fueron tardes enteras en aquel cuarto de aconsejarla y ayudarla a salir de donde estaba. Sin embargo, tanto tiempo con ella inserta en esa relación, no me dejó entender por qué las mujeres, la mayoría, no son capaces de escapar del novio agresor.
No recuerdo bien, pero fue paulatinamente que Víctor se fue alejando del grupo. Ya no lo veíamos todos los fines de semana, y no iba a todos los carretes. Quizás era el sentimiento de repudio que había insertado en la mente de todos en el grupo, o tal vez un sentimiento compartido. A Pablo se lo fue consumiendo su trabajo en el call center. Trabaja de madrugada a mañana, en el que era, y aún es, un extraño horario. Roberto estaba trabajando en la panadería de su padre y mantenía una esporádica relación con Lorena, mi amiga cajera. Y ese fue el comienzo del presente del grupo. En las noches calidas de viernes salía con Jack a dar extensas vueltas, y luego de hablar de filosofía, íbamos a visitar a Paty, compartiendo con ella hasta tarde.
Respecto a las movilizaciones, ya quedaba poco. Los liceos en sus respectivas comunas, comenzaron a ser desalojados por la orden publica, enviado como centinelas por los alcaldes de cada localidad. Sin embargo, y como última bala, los del borgoño idearon un perfecto y burlesco plan para terminar con broche de oro el poder ocupar el pase escolar todo el año. La casona roja de San Diego ocupaba de ancho una cuadra entera, siendo poseedora de una entrada delantera (principal) y otra trasera (de salida). Así que aquella noche de julio del 2007, al momento de la llegada de la fuerza publica, los últimos okupas ya no merodeaban los interiores penumbrosos del liceo. Horas antes, habían tomado la decisión de escapar por la oculta puerta trasera, impidiendo que los espías de carabineros advirtieran la ejecución del plan.
Hasta el día de hoy es recordada la famosa "Toma Fantasma"
Fue así que despedimos al primer semestre del que sería un excelente 2007 con los que ya eran los frecuentes carretes de tarde. Aquellas vez fuimos a la casa de Marcelo, y yo con la mente en la cabeza de tirar con alguien, ya que con Carolina había terminado todo e iba a estar en aquel carrete. La víctima perfecta era la amiga de Marcelo, la cual aún baboseaba tras de mí. Para mi suerte, el choque de nuestros labios fue el comienzo de lo que para mí fue un amor extraordinario. Mi primer gran amor.
Al terminar de escribir estas líneas, quedo convencido de que el título debería haber sido "El Comienzo"
viernes, 14 de agosto de 2009
Capítulo 6: La Revolución
Sin decir nada bajamos por un pasillo que iba hacia el norte y luego se devolvía hasta el sur. Llegamos sin decir nada hasta un espacioso estacionamiento subterraneo, un lugar silencioso y oscuro. Nerviosa introdujo la llave en el candando y luego de un chasquido, abrió la pesada puerta de madera. Me hizo entrar a un cuarto oscuro, de vidrios polarizados. Se escondía bajo la vicera del gorro que ocupaba y el movimiento de la cola de sus pelos castaños claros.
"Soy Isabella" me saludó "Aquí dejamos nuestros bolsos y bajamos a descansar cuando la cajera va a colación ¿Ya?"
Quizás creía que era un estupido o un deficiente mental.
"Ya"
Pablo me había conseguido trabajo con su tía en el supermercado en donde ella trabajaba, y en donde tambien estaba a punto de conocer a dos personas que harían volcar historias dentro del grupo. A la primera ya la había conocido, cuando subí a trabajar conocí a la segunda. Su nombre era Lorena. Llevaba unos seis meses trabajando como cajera, tenía 26 años, una hija de 5 y un departamento en avenida Colón, San Bernardo, fue todo lo que me contó en mi primera tarde como empaque.
Por esos meses, a mediados de Mayo del 2007, estuve con mi última aventura antes de entrar a una nueva relación estable. Ella era Carolina, estudiaba en el Liceo 7 de Santiago Centro y la había conocido en la fiesta de aniversario de nuestro liceo. Tambien, por esos días se vivía la recordada revolución pingüina. Fue mi primera vez dentro de una marcha, situaciones que sólo veía en los archivos que mostraban en televisión para el 11 de Septiembre. Eras participe de una sóla voz, una gigansteca voz, que se movía con fuerza por toda La Alameda, alzando el brazo con el puño fuertemente cerrado, gritando por el cambio de una ley que ni siquiera tenía conocimiento. Sólo caminaba con rumbo nebuloso, deteniendome a veces por situaciones que ocurrían al principio. Y derrepete a lo lejos se escuchaba un grito, y la lengua de estudiantes se detenía y podíamos oir, junto a Sebastían y Marcelo, las patrullas de los carros lanza aguas de carabineros "¡Corran!" y todos se abrían paso sobre el otro para escapar. Tus riñones vierten la adrenalina sobre tu torrente sanguineo y no logras sentir las piernas, mientras corres despavorido imaginandote el rostro de tus padres retandote al momento de salir de la comisaría después de haber sido capturado. Y no paras de escapar, al segundo que una joven se te cruza, entre riendose y gritando de miedo por algo que no veíamos venir, y al ver que Sebastían se quedaba atrás, a Marcelo nunca más lo vi ese día, lo tomé del brazo y lo alenté a seguir corriendo, mientras llegabamos, orillados por la inmensa multitud, hacía la vereda norte de la Alameda. Me giré para ver si el chorro de agua estaba cerca de nosotros, pero ni siquiera el carro podía ver y me volteé hacia el frente para seguir corriendo, viendo como los que nos antecedían comenzaban, con agilidad, a esquivar algo "Un grifo o un quiosco" pensé, hasta que nos encontramos con una anciana tratando de levantar, mientras maldecía a los que pasaban a su lado, a su esposo que yacía en el suelo. A Sebastían se le ablandó el corazón y comenzó a bajar la velocidad para ayudar a la señora a recoger a su desvalido marido, pero yo lo tomé de ambos hombros y lo obligué a seguir corriendo. Y los ancianos se perdieron tras el gentío de escolares, cuando vi nuestra primera oportunidad de oportuno escape: una calle.
"¡Dobla!" le dije a Sebastían, y así lo hizo.
Con nosotros otros quince pingüinos más doblaron, corriendo sin dar ventaja a los tres carabineros que entraron a la misma calle. Tampoco dejaban metros que pasar, dando como resultado la captura de dos escolares. A mí una puntada en el abdomen me quitaba velocidad, pero no podía parar. Sebastían se giró a mirar y al ver a los uniformados inyectó más rapidez en su correr.
Otra calle apareció y otra vez doblamos, ahora hacia la cordillera. Ahora fueron sólo seis los desconocidos que nos acompañaron, obligando a los dos carabineros que nos seguían a dividirse. Fue así que sólo uno corría sin detenerse tras nosotros. No podía entender de donde sacaba las energías para correr tan rapidamente bajo ese pesado casco y el duro chaleco antibalas. Y no me di cuenta cuando mi compañero había doblado en otra calle, hacía el norte otra vez. El único detalle, el único gran detallate era que la calle no tenía salida, y con rapidez nos acercabamos al final de esta.
"¡Cresta!" exclamé.
"Tranquilo" me dijo Sebastían jadeante, al parecer sabiendo que era lo que hacía.
Derrepente bajó la velocidad, es más, se detuvo y entró en un edificio. Yo lo seguí, sin antes mirar hacia atrás, viendo como los seis escolares nos seguían en el escape. Entré hacia el oscuro hall del edificio, en donde ni una alma penaba, precensiando como mi compañero de curso llamaba desesperado al ascensor. Fueron unos eternos seis segundos, cuando la puerta de metal se abrió hacia la derecha y entramos en el ascensor.
Dos semanas después de esa espectacular escapada, se tomaron el liceo. El Instituto Nacional ya había sido tomado, al igual que El Lastarria y otros emblematicos liceos de la capital. Faltaba el Borgoño, y no pensamos en quedarnos atrás.
"Soy Isabella" me saludó "Aquí dejamos nuestros bolsos y bajamos a descansar cuando la cajera va a colación ¿Ya?"
Quizás creía que era un estupido o un deficiente mental.
"Ya"
Pablo me había conseguido trabajo con su tía en el supermercado en donde ella trabajaba, y en donde tambien estaba a punto de conocer a dos personas que harían volcar historias dentro del grupo. A la primera ya la había conocido, cuando subí a trabajar conocí a la segunda. Su nombre era Lorena. Llevaba unos seis meses trabajando como cajera, tenía 26 años, una hija de 5 y un departamento en avenida Colón, San Bernardo, fue todo lo que me contó en mi primera tarde como empaque.
Por esos meses, a mediados de Mayo del 2007, estuve con mi última aventura antes de entrar a una nueva relación estable. Ella era Carolina, estudiaba en el Liceo 7 de Santiago Centro y la había conocido en la fiesta de aniversario de nuestro liceo. Tambien, por esos días se vivía la recordada revolución pingüina. Fue mi primera vez dentro de una marcha, situaciones que sólo veía en los archivos que mostraban en televisión para el 11 de Septiembre. Eras participe de una sóla voz, una gigansteca voz, que se movía con fuerza por toda La Alameda, alzando el brazo con el puño fuertemente cerrado, gritando por el cambio de una ley que ni siquiera tenía conocimiento. Sólo caminaba con rumbo nebuloso, deteniendome a veces por situaciones que ocurrían al principio. Y derrepete a lo lejos se escuchaba un grito, y la lengua de estudiantes se detenía y podíamos oir, junto a Sebastían y Marcelo, las patrullas de los carros lanza aguas de carabineros "¡Corran!" y todos se abrían paso sobre el otro para escapar. Tus riñones vierten la adrenalina sobre tu torrente sanguineo y no logras sentir las piernas, mientras corres despavorido imaginandote el rostro de tus padres retandote al momento de salir de la comisaría después de haber sido capturado. Y no paras de escapar, al segundo que una joven se te cruza, entre riendose y gritando de miedo por algo que no veíamos venir, y al ver que Sebastían se quedaba atrás, a Marcelo nunca más lo vi ese día, lo tomé del brazo y lo alenté a seguir corriendo, mientras llegabamos, orillados por la inmensa multitud, hacía la vereda norte de la Alameda. Me giré para ver si el chorro de agua estaba cerca de nosotros, pero ni siquiera el carro podía ver y me volteé hacia el frente para seguir corriendo, viendo como los que nos antecedían comenzaban, con agilidad, a esquivar algo "Un grifo o un quiosco" pensé, hasta que nos encontramos con una anciana tratando de levantar, mientras maldecía a los que pasaban a su lado, a su esposo que yacía en el suelo. A Sebastían se le ablandó el corazón y comenzó a bajar la velocidad para ayudar a la señora a recoger a su desvalido marido, pero yo lo tomé de ambos hombros y lo obligué a seguir corriendo. Y los ancianos se perdieron tras el gentío de escolares, cuando vi nuestra primera oportunidad de oportuno escape: una calle.
"¡Dobla!" le dije a Sebastían, y así lo hizo.
Con nosotros otros quince pingüinos más doblaron, corriendo sin dar ventaja a los tres carabineros que entraron a la misma calle. Tampoco dejaban metros que pasar, dando como resultado la captura de dos escolares. A mí una puntada en el abdomen me quitaba velocidad, pero no podía parar. Sebastían se giró a mirar y al ver a los uniformados inyectó más rapidez en su correr.
Otra calle apareció y otra vez doblamos, ahora hacia la cordillera. Ahora fueron sólo seis los desconocidos que nos acompañaron, obligando a los dos carabineros que nos seguían a dividirse. Fue así que sólo uno corría sin detenerse tras nosotros. No podía entender de donde sacaba las energías para correr tan rapidamente bajo ese pesado casco y el duro chaleco antibalas. Y no me di cuenta cuando mi compañero había doblado en otra calle, hacía el norte otra vez. El único detalle, el único gran detallate era que la calle no tenía salida, y con rapidez nos acercabamos al final de esta.
"¡Cresta!" exclamé.
"Tranquilo" me dijo Sebastían jadeante, al parecer sabiendo que era lo que hacía.
Derrepente bajó la velocidad, es más, se detuvo y entró en un edificio. Yo lo seguí, sin antes mirar hacia atrás, viendo como los seis escolares nos seguían en el escape. Entré hacia el oscuro hall del edificio, en donde ni una alma penaba, precensiando como mi compañero de curso llamaba desesperado al ascensor. Fueron unos eternos seis segundos, cuando la puerta de metal se abrió hacia la derecha y entramos en el ascensor.
Dos semanas después de esa espectacular escapada, se tomaron el liceo. El Instituto Nacional ya había sido tomado, al igual que El Lastarria y otros emblematicos liceos de la capital. Faltaba el Borgoño, y no pensamos en quedarnos atrás.
jueves, 13 de agosto de 2009
Capítulo 5: Ver
Con Pedro discutimos fuertemente. Recuerdo que estabamos todos, menos Pablo y Roberto, y fue fuerte el contenido de las palabras que intercambiamos. Por suerte, del viaje hacia las penumbrias de mi alma guardada, ya emprendía el lento regreso, y fui capaz de enteder que ellos no tenían mayor culpa, existiendo sólo la equivocación de haber ocultado el hecho. Esa misma noche arreglamos las cosas y todo siguió bien.
En ese entonces miles de cosas habían sucedido. Jack estaba en una relación con una compañera del liceo en donde estudiaba. Pablo había sido víctima de una venganza por parte de Tamara, la misteriosa estudiante del liceo comercial. Roberto nos confesó pertenecer a una red de desbarataje de vehiculos robados dentro de la mecánica en donde había realizado su practica laboral. Y Alejandría había escapado un día de su casa para nunca más volver a aparecer.
Por mi lado, ya no estaba con la prima de Pablo, sin embargo, una compañera de curso de Paty estaba rondando por mi vida.
Fue una tarde que la llevé a pasear al cerro Santa Lucía, con la idea de formalizar los encuentros fortuitos que habíamos tenido. Ella me gustaba demasiado, a pesar de ser una hermosa chica.
"Creo que sería cinica si te dijera eso" me escribió "¿Qué tal si nos vemos después que me recupere?"
No supe que responder ¿Había, sin intención, resultado el juego de no verla? Y me quedé pensando arduamente. Si bien ella es humana, tiene el regalado derecho a equivocarse y a enmendar sus decisiones.
"Bien, juntemonos" le respondí.
Bajaba con una bolsa de 14 panes con chanco y mantequilla, menos los dos de Romina, porque a ella no le gustaba la mantequilla. Bajaba los escalones de la oscura escalera y a lo lejos pude escuchar el rapido y singular venir de unos tacos altos. Reduje adrede la velocidad en mi ir y me la encontré a la bajada, justo en el pasillo.
"Le traigo sus panes" le dije.
Me miró sonriendo y me dijo "Andai pa' los mandao"
"Pero si es la once de nosotros"
"No, yo no quiero" me dijo mirandome con esa maldita vista fija en mis ojos de niño "Acompañame a marcar" me ordenó y tomandome del brazo me hizo devolverme escalera arriba.
"¿Y no va a comer?" le pregunté nervioso, tratando de escapar del tema que nos competía.
"No" me volvió a repetir "Estoy a dieta"
"¿Más dieta?" le pregunté mirandola de pies a cabeza.
Se rió y me negó con la cabeza
"Lo que pasa es que quedé bien con el almuerzo" me dijo.
Eran las ocho de la noche.
Marcó su salidad y nos devolvimos.
"Estos son los pantalones nuevos" le dije mostrandole como me quedaban "Pero son 50. No habían 48 y la niña de oficina de personal me dijo que no le llegarían de mi talla hasta el proximo año"
"Tan antipatica la gueona" me dijo "Pero se te ven bien. Haber, date vuelta. Sí, se te ven bien de atrás. No se te ven grandes"
"¿No?"
"No. Para nada"
Llegamos a romeo y el guardia de turno le revisó su cartera. Escudrió entre su cosmetiquero y sus cigarros.
"Ya" la autorizó
"Quería saber si este sábado me puedes venir a apoyar" me pidió el favor con esa mirada de confianza y amistad que me dio la vez que salimos en la noche "Lo que pasa es que voy a tener a poca gente y este fin de semana..."
"Es quincena" la interrumpí "Sí, claro, no tengo ningún problema en venir"
"¿Sí?"
"Sí, si no tengo nada que hacer en la mañana"
"Ya" me dijo "Chao" se despedió y me dio aquel abrazo. Pucha que extrañaba ese abrazo.
Y en el oído le dije "Cuidate"
Me miró y se rió. Siempre se ríe.
Me miraba como a un bicho raro. Sus manos temblaban y yo no sabía que decirle.
"Me voy a donde Paty" me dijo.
"¿Te acompaño?" le pregunté.
"No" me respondió seca, sin mirarme. En realidad estaba aterrada.
Yo no sabía como explicarle a la chica que me gustaba que había logrado ver lo que iba a ocurrir esa tarde. Una señora se lanzó al metro y, minuto antes, yo ya sabía que eso iba a ocurrir.
lunes, 10 de agosto de 2009
Capítulo 4: Am/stad
Lo bueno de ellas es que su puede oler a kilometros de distancia los cambios de estado que experimentan. Fue un jueves que el saludo no fue igual y no me costó mucho saber que algo sucedía. Obviamente, algo malo. Así que hoy, con el pretexto de ir a comprar una crema para afeitar, la fui a visitar. De entrada le pedí que me resolviera un problema que me urgía desde el fin de semana, no existiendo aquel fortificante abrazo de entrada, como cuidandose de la mirada de los demás. Su mirar era cabizbajo y resguardado, fortificando siempre una muralla frente a mí. Y al pasar de los segundos, algo me decía que el causante de aquella cortante actitud era por algo que yo había hecho. Me hizo pasar a aquella pequeña, sofocante y desordenada oficina. Se sentó en su silla y me observó con aquella mirada acusadora.
"Estoy molesta con todos" empezó a rodear.
"Pero mayormente conmigo" corté su escape.
"De ti estoy desilusionada" dijo, descargando sobre el ambiente un negro y pesado veneno que me dificultó la respiración. Sólo me dispuse a escuchar todo lo que tenía que decir.
Alejandría había desaparecido de nuestras vidas a fines del 2006. Lleno de ira y rencor me encargué de que Víctor no viviera tranquilo los momentos que estaba con nosotros, porque para mí había muerto como amigo. Nunca fui capaz de apagar la desilusión causada por el acto de estar con ella. Nunca fui capaz de aceptar todo lo que sucedió. Así que como tenía el credito de ser el menor del grupo, muchas de las decisiones comenzaron a pasar por mí, poder que utilicé para encargame de que él no fuera feliz con nosotros. Su tiempo dentro de clan se agotaba día a día.
Ese mismo año, en Enero, había llegado Pedro. Él era un amigo de verano, sobrino de una de las fundadoras de la población, el cual venía desde Puerto Montt todos los fines de año. Su abuelo había muerto en el 2005, a causa de un paro cardiaco, y tal situación los obligó a él y su madre a mudarse acá, a Santiago. Yo, dentro del lapsus de principios del 2006 y principios del 2007, había estado con la ya mencionada hermana de Roberto y la extraña prima de Pablo, dos relaciones que me sirvieron para quitarme a Alejandría de la cabeza. Sumado a la no menos inolvidable actitud de critico que tomé frente a la vida. Había, según yo, sido pasar por un tren y no iba a dejar que algo así sucediera otra vez, menos el acto de deshonradez entre nosotros mismos. Me había propuesto evitar que el grupo estuviera de nuevo al borde del quiebre, buscando estar con personas que nunca se equivocaran. El problema era que en tiempos futuros no iba a saber separar las cosas, acarreandome esto espantosas situaciones.
La desilusión por su parte era por algo que le habían dicho. Eso tambien odiaba de las mujeres: siempre se quedaban con la primera imagen. Sin embargo, no me imaginaba el rechazo que había causado en ella el comenterio que yo había generado, el cual no había sido recepcionado por ella como yo lo había dicho originalmente. Lo peor de todo, y para mi angustiante frustación, ya era demasiado tarde como para remediar la situación, ya que su posición, al momento, no era cambiable "Tú sabes como son las cosas" me dijo, recargando sus palabras sobre su agudizado mirar "Entonces me extraño que tú lo hayas dicho" "Yo no iba a llegar a preguntarte acerca de lo que decían, sólo iba a contartelo para que tú supieras la situación que estaba ocurriendo" me defendí.
"Pero se lo contaste a ella primero" me atacó "¿Por qué no hablaste conmigo primero?" me preguntó, encargandose de que yo notara su rabia y pena.
"Ese fue el error" dije, aceptando en parte la culpa del hecho "Pero.."
"Pero nada" me interrumpió "Ya pasó y no hay nada que hacer"
La última frase me derrumbó por completo ¿Qué tan cerca estábamos de perder todo lo que habíamos logrado?
El tema de conversación con Paty en las cálidas noches del verano del 2007 se habían teñido de practicas y espectativas de trabajo, ya que Pedro buscaba donde ganarse la vida y Pablo y Roberto se habían graduado del cuarto medio. Así que, gradualmente, comencé a acercarme mucho más a Paty. Sin embargo, tal cercanía traería una tragica concecuencia.Fue un día en junio, quizás una noche de viernes, estabamos sentados, como siempre, en la escalinata del jardín de mi casa.
"Tengo algo que contarte, algo que sé no te va a gustar" me dijo.
Le di todo el espacio para que hablara, pero por otra parte, yo no era capaz de darme cuenta que las nuevas actitudes que había tomado frente a la vida causaban tanto temor en los demás.La cosa era que estaba con alguien.
"Estoy molesta con todos" empezó a rodear.
"Pero mayormente conmigo" corté su escape.
"De ti estoy desilusionada" dijo, descargando sobre el ambiente un negro y pesado veneno que me dificultó la respiración. Sólo me dispuse a escuchar todo lo que tenía que decir.
Alejandría había desaparecido de nuestras vidas a fines del 2006. Lleno de ira y rencor me encargué de que Víctor no viviera tranquilo los momentos que estaba con nosotros, porque para mí había muerto como amigo. Nunca fui capaz de apagar la desilusión causada por el acto de estar con ella. Nunca fui capaz de aceptar todo lo que sucedió. Así que como tenía el credito de ser el menor del grupo, muchas de las decisiones comenzaron a pasar por mí, poder que utilicé para encargame de que él no fuera feliz con nosotros. Su tiempo dentro de clan se agotaba día a día.
Ese mismo año, en Enero, había llegado Pedro. Él era un amigo de verano, sobrino de una de las fundadoras de la población, el cual venía desde Puerto Montt todos los fines de año. Su abuelo había muerto en el 2005, a causa de un paro cardiaco, y tal situación los obligó a él y su madre a mudarse acá, a Santiago. Yo, dentro del lapsus de principios del 2006 y principios del 2007, había estado con la ya mencionada hermana de Roberto y la extraña prima de Pablo, dos relaciones que me sirvieron para quitarme a Alejandría de la cabeza. Sumado a la no menos inolvidable actitud de critico que tomé frente a la vida. Había, según yo, sido pasar por un tren y no iba a dejar que algo así sucediera otra vez, menos el acto de deshonradez entre nosotros mismos. Me había propuesto evitar que el grupo estuviera de nuevo al borde del quiebre, buscando estar con personas que nunca se equivocaran. El problema era que en tiempos futuros no iba a saber separar las cosas, acarreandome esto espantosas situaciones.
La desilusión por su parte era por algo que le habían dicho. Eso tambien odiaba de las mujeres: siempre se quedaban con la primera imagen. Sin embargo, no me imaginaba el rechazo que había causado en ella el comenterio que yo había generado, el cual no había sido recepcionado por ella como yo lo había dicho originalmente. Lo peor de todo, y para mi angustiante frustación, ya era demasiado tarde como para remediar la situación, ya que su posición, al momento, no era cambiable "Tú sabes como son las cosas" me dijo, recargando sus palabras sobre su agudizado mirar "Entonces me extraño que tú lo hayas dicho" "Yo no iba a llegar a preguntarte acerca de lo que decían, sólo iba a contartelo para que tú supieras la situación que estaba ocurriendo" me defendí.
"Pero se lo contaste a ella primero" me atacó "¿Por qué no hablaste conmigo primero?" me preguntó, encargandose de que yo notara su rabia y pena.
"Ese fue el error" dije, aceptando en parte la culpa del hecho "Pero.."
"Pero nada" me interrumpió "Ya pasó y no hay nada que hacer"
La última frase me derrumbó por completo ¿Qué tan cerca estábamos de perder todo lo que habíamos logrado?
El tema de conversación con Paty en las cálidas noches del verano del 2007 se habían teñido de practicas y espectativas de trabajo, ya que Pedro buscaba donde ganarse la vida y Pablo y Roberto se habían graduado del cuarto medio. Así que, gradualmente, comencé a acercarme mucho más a Paty. Sin embargo, tal cercanía traería una tragica concecuencia.Fue un día en junio, quizás una noche de viernes, estabamos sentados, como siempre, en la escalinata del jardín de mi casa.
"Tengo algo que contarte, algo que sé no te va a gustar" me dijo.
Le di todo el espacio para que hablara, pero por otra parte, yo no era capaz de darme cuenta que las nuevas actitudes que había tomado frente a la vida causaban tanto temor en los demás.La cosa era que estaba con alguien.
"¿Quién es?" le pregunté.
"Alguien prohibido" me dijo.
A dos años de escucharla decir eso, no puedo creer que yo allá calificado a algunas personas de ser las prohibidas ¿Quién era yo para prohibirle ser feliz? ¿Dónde había quedado el alentador de luchar por alcanzar las cosas que queríamos?
Fue así como inicié el juego de adivinar quién era el hombre con quien estaba. Nombré a los chicos del grupo, pero no, incluso a sus primos, pero nada. Entonces me vi con las ideas agotadas.
"Con Pedro" dijo
Sali del super, pateando piedras que no habían, sintiendo que la perdía, recordando esa noche que crucifiqué a Paty por un hecho en el cual tendría que haberle dado todo mi apoyo. Le dije que cómo era capaz de haberse metido con alguien del grupo después de lo que había pasado con Alejandría y Víctor, sabiendo lo que Roberto sentía por ella, que era igual que Alejandría, que era el último ser que quería ver en el planeta.
Ojalá algún día me perdone.
lunes, 3 de agosto de 2009
Capítulo 3: Ahora
Dicen que las pesadillas son las inconcientes manifestaciones de los miedos reprimidos. A pesar de tener todo el tema superado, aún está el pavor de que la historia se vuelva a repetir. Hace unos días una persona logró tocar ese recondito cuarto en lo más oscuro y hondo de mi alma. De vez en cuando para olvidarme un poco de la rutina de la vida, viajaba en taxi hasta el extremo sur de la ciudad. Paseaba por la plaza de armas y luego caminaba hasta la catedral, y ahí me encantaba de las pinturas en el gigantesco techo de la casa santa. Fue en ese momento que la suave voz de Isabella irrumpió en el templo.
"¡Amigo!" exclamó. Yo me giré y no pude evitar su escandoloso pero silencioso abrazo. Luego un apretado beso en la mejilla y su sonrisa de niña chica.
"¿Qué haces aquí?" le pregunté susurrando.
"Vine a rezar un poco" dijo, observando la imagen de Cristo crucificado, con aquel mirar que busca respuestas.
"¿Aún crees que Él te va a dar respuestas?" le pregunté observandolo tambien.
"Este lugar sólo logra darme tranquilidad" dijo rendida "Pero más allá de eso, en mi cabeza aún no hay respuestas"
Sin decirle nada, sabiendo que sería una larga charla, comencé a desplazarme lento hacia el frente de la catedral, buscando la oscuridad de alguna sombra abordando alguna banca para poder sentarnos a hablar. Ella me siguió en silencio, tratando de no hacer ruido con el roce de sus zapatillas con el encerado piso. Nos sentamos siempre mirando la imagen del grandisimo y en ese momento me pregunté ¿Qué tan santo hay que ser para saber tomar las exactas decisiones?
"¿Cómo has estado?"
"Mejor que tú" le contesté.
Estoy seguro que se giró a mirarme.
"¿Cómo están las cosas con él?" le pregunté yo.
"Todo está muy bien" dijo con un tono de tranquilidad que hace tiempo no persivía en su voz "Ayer fuimos donde mi abuelo y él me acompañó"
"Entonces..."
"¿Entonces qué?" me preguntó.
"¿Todo va a acabar?"
"No puedo" me dijo como siempre "Me es tan dificíl dejar todo atrás"
"¡Pero es que Isabella, ya ha pasado mucho tiempo y yo...!" le estaba diciendo cuando interrumpió mi hablar posando su mano sobre mis labios.
"Yo sabía que vendrías para acá" me dijo seria, quizás un poco grave "Te llamé durante la tarde a tu casa y tu hermana me dijo que vendrías hacia el sur. Así que decidí encontrarme contigo aquí, porque te conosco lo suficiente como para saber que estarías acá" me dijo.
Sólo la observé rogandole que no tuviera nada malo que decirme, y es que todo iba tan bien, que algo malo podría embarrar de suciedad todo el buen momento.
"¿Qué pasó?" le pregunté.
Y me contó su macabra hipotesis.
"¿Crees que él está con ella?" le pregunté extrañado, jurandome no dejar que las dudas me invadieran.
"No sé. Ella siempre quiere sobresalir por nosotros, y él le sigue el estupido juego. He visto situaciones muy dudosas. No sé que pensar" dijo.
Yo sólo pude suspirar y rezar con los ojos cerrados para que la historia no se volviera a repetir.
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