Con Pedro discutimos fuertemente. Recuerdo que estabamos todos, menos Pablo y Roberto, y fue fuerte el contenido de las palabras que intercambiamos. Por suerte, del viaje hacia las penumbrias de mi alma guardada, ya emprendía el lento regreso, y fui capaz de enteder que ellos no tenían mayor culpa, existiendo sólo la equivocación de haber ocultado el hecho. Esa misma noche arreglamos las cosas y todo siguió bien.
En ese entonces miles de cosas habían sucedido. Jack estaba en una relación con una compañera del liceo en donde estudiaba. Pablo había sido víctima de una venganza por parte de Tamara, la misteriosa estudiante del liceo comercial. Roberto nos confesó pertenecer a una red de desbarataje de vehiculos robados dentro de la mecánica en donde había realizado su practica laboral. Y Alejandría había escapado un día de su casa para nunca más volver a aparecer.
Por mi lado, ya no estaba con la prima de Pablo, sin embargo, una compañera de curso de Paty estaba rondando por mi vida.
Fue una tarde que la llevé a pasear al cerro Santa Lucía, con la idea de formalizar los encuentros fortuitos que habíamos tenido. Ella me gustaba demasiado, a pesar de ser una hermosa chica.
"Creo que sería cinica si te dijera eso" me escribió "¿Qué tal si nos vemos después que me recupere?"
No supe que responder ¿Había, sin intención, resultado el juego de no verla? Y me quedé pensando arduamente. Si bien ella es humana, tiene el regalado derecho a equivocarse y a enmendar sus decisiones.
"Bien, juntemonos" le respondí.
Bajaba con una bolsa de 14 panes con chanco y mantequilla, menos los dos de Romina, porque a ella no le gustaba la mantequilla. Bajaba los escalones de la oscura escalera y a lo lejos pude escuchar el rapido y singular venir de unos tacos altos. Reduje adrede la velocidad en mi ir y me la encontré a la bajada, justo en el pasillo.
"Le traigo sus panes" le dije.
Me miró sonriendo y me dijo "Andai pa' los mandao"
"Pero si es la once de nosotros"
"No, yo no quiero" me dijo mirandome con esa maldita vista fija en mis ojos de niño "Acompañame a marcar" me ordenó y tomandome del brazo me hizo devolverme escalera arriba.
"¿Y no va a comer?" le pregunté nervioso, tratando de escapar del tema que nos competía.
"No" me volvió a repetir "Estoy a dieta"
"¿Más dieta?" le pregunté mirandola de pies a cabeza.
Se rió y me negó con la cabeza
"Lo que pasa es que quedé bien con el almuerzo" me dijo.
Eran las ocho de la noche.
Marcó su salidad y nos devolvimos.
"Estos son los pantalones nuevos" le dije mostrandole como me quedaban "Pero son 50. No habían 48 y la niña de oficina de personal me dijo que no le llegarían de mi talla hasta el proximo año"
"Tan antipatica la gueona" me dijo "Pero se te ven bien. Haber, date vuelta. Sí, se te ven bien de atrás. No se te ven grandes"
"¿No?"
"No. Para nada"
Llegamos a romeo y el guardia de turno le revisó su cartera. Escudrió entre su cosmetiquero y sus cigarros.
"Ya" la autorizó
"Quería saber si este sábado me puedes venir a apoyar" me pidió el favor con esa mirada de confianza y amistad que me dio la vez que salimos en la noche "Lo que pasa es que voy a tener a poca gente y este fin de semana..."
"Es quincena" la interrumpí "Sí, claro, no tengo ningún problema en venir"
"¿Sí?"
"Sí, si no tengo nada que hacer en la mañana"
"Ya" me dijo "Chao" se despedió y me dio aquel abrazo. Pucha que extrañaba ese abrazo.
Y en el oído le dije "Cuidate"
Me miró y se rió. Siempre se ríe.
Me miraba como a un bicho raro. Sus manos temblaban y yo no sabía que decirle.
"Me voy a donde Paty" me dijo.
"¿Te acompaño?" le pregunté.
"No" me respondió seca, sin mirarme. En realidad estaba aterrada.
Yo no sabía como explicarle a la chica que me gustaba que había logrado ver lo que iba a ocurrir esa tarde. Una señora se lanzó al metro y, minuto antes, yo ya sabía que eso iba a ocurrir.