Dicen que las pesadillas son las inconcientes manifestaciones de los miedos reprimidos. A pesar de tener todo el tema superado, aún está el pavor de que la historia se vuelva a repetir. Hace unos días una persona logró tocar ese recondito cuarto en lo más oscuro y hondo de mi alma. De vez en cuando para olvidarme un poco de la rutina de la vida, viajaba en taxi hasta el extremo sur de la ciudad. Paseaba por la plaza de armas y luego caminaba hasta la catedral, y ahí me encantaba de las pinturas en el gigantesco techo de la casa santa. Fue en ese momento que la suave voz de Isabella irrumpió en el templo.
"¡Amigo!" exclamó. Yo me giré y no pude evitar su escandoloso pero silencioso abrazo. Luego un apretado beso en la mejilla y su sonrisa de niña chica.
"¿Qué haces aquí?" le pregunté susurrando.
"Vine a rezar un poco" dijo, observando la imagen de Cristo crucificado, con aquel mirar que busca respuestas.
"¿Aún crees que Él te va a dar respuestas?" le pregunté observandolo tambien.
"Este lugar sólo logra darme tranquilidad" dijo rendida "Pero más allá de eso, en mi cabeza aún no hay respuestas"
Sin decirle nada, sabiendo que sería una larga charla, comencé a desplazarme lento hacia el frente de la catedral, buscando la oscuridad de alguna sombra abordando alguna banca para poder sentarnos a hablar. Ella me siguió en silencio, tratando de no hacer ruido con el roce de sus zapatillas con el encerado piso. Nos sentamos siempre mirando la imagen del grandisimo y en ese momento me pregunté ¿Qué tan santo hay que ser para saber tomar las exactas decisiones?
"¿Cómo has estado?"
"Mejor que tú" le contesté.
Estoy seguro que se giró a mirarme.
"¿Cómo están las cosas con él?" le pregunté yo.
"Todo está muy bien" dijo con un tono de tranquilidad que hace tiempo no persivía en su voz "Ayer fuimos donde mi abuelo y él me acompañó"
"Entonces..."
"¿Entonces qué?" me preguntó.
"¿Todo va a acabar?"
"No puedo" me dijo como siempre "Me es tan dificíl dejar todo atrás"
"¡Pero es que Isabella, ya ha pasado mucho tiempo y yo...!" le estaba diciendo cuando interrumpió mi hablar posando su mano sobre mis labios.
"Yo sabía que vendrías para acá" me dijo seria, quizás un poco grave "Te llamé durante la tarde a tu casa y tu hermana me dijo que vendrías hacia el sur. Así que decidí encontrarme contigo aquí, porque te conosco lo suficiente como para saber que estarías acá" me dijo.
Sólo la observé rogandole que no tuviera nada malo que decirme, y es que todo iba tan bien, que algo malo podría embarrar de suciedad todo el buen momento.
"¿Qué pasó?" le pregunté.
Y me contó su macabra hipotesis.
"¿Crees que él está con ella?" le pregunté extrañado, jurandome no dejar que las dudas me invadieran.
"No sé. Ella siempre quiere sobresalir por nosotros, y él le sigue el estupido juego. He visto situaciones muy dudosas. No sé que pensar" dijo.
Yo sólo pude suspirar y rezar con los ojos cerrados para que la historia no se volviera a repetir.