Cuando hay demasiado compremetido de por medio, la incomodidad la dejamos de lado, nos escapamos de ella por miedo a tomar desiciones que nunca jamas pensaste tomar. Pero en realidad aquellas desiciones, en la totalidad de los casos, parecen ser las mejores. Ya ha pasado una semana y un poco más y no he sabido absolutamente nada de su existencia.
En Marzo del año pasado comenzaría la suseción de una serie de cambios importantes en mi vida. Con Pablo, despues del viaje a Argentina, libramos una fuerte discusión, que casi nos dejó como enemigos. Él sentía que me había alejado demasiado de la vida de todos, que ya no era el mismo de antes, que mi mundo era Daniela y un montón de estupideces más. Yo ya tenía dieciocho, él veinte y los demás iban por las mismas edades. Estabamos en aquella etapa en que los juegos y las largas caminatas nocturnas ya no eran nuestra vida. En ese entonces estaba por comenzar el camino de nuestros sueños y propositos hacia la existencia misma. Fueron meses difíciles para los dos.
Ese mismo mes, mis padres habían alcanzado el sueño de la casa propia, adquiriendo una vivienda en Puente Alto. Bueno, era el sueño de todos, pero creo es momentaneo para mis hermanos y para mí.
Tambien entré estudiar al DUOC. Proyecto que no me convencía mucho, ya que mi gran anhelo es ser un reconocido director de cine. Sin embargo, lo remunerable de la carrera me atrajo con vista al financiamiento de mis proyectos.
Y por último, junto a mi novia comencé a experimentar un leve decaimiento en la relación. Siendo sinceros, un extraño sentimiento de rechazo comenzó a nacer en mi interior, aún así, no era desconocido, ya que era el mismo sentimiento que había comenzado a experimentar con Alejandría, pensando que iba a ocurrir lo mismo. El problema era que no tenía el mismo origen, el cual se encontraba alojado al principio de la relación. Sin embargo, era algo que yo no quise ver, actitud aplastada por la fuerza de sentir que quería estar con ella para siempre. Así que comencé escapar de aquella incomodidad, tratando de hacer cosas que me mantuvieran la mente despejada de aquel sentimiento. Pero a corto plazo aquello no tendría buenos frutos.
Una tarde, en una plaza cerca de su casa, fuimos participes de una fuerte discusión. Estabamos entrando al penumbroso camino que nos llevaría al fin.
"¡¿Qué mas quiere que te dé?!" fue la pregunta que a mí me dejó totalmente desdoblado de la vida.
Olía a rendición, a no poder más. Prefería discutir y hacerse la fuerte frente a la desenfrenada caída que estábamos experimentando.
El aniversario de los diez meses, ocasión que serviría para marcar un repunte en la relación, lo quiso celebrar con un almuerzo en el departamento de Sebastían. Ya todo comenzaba a tomar una tonalidad diferente. Nunca, pero nunca había tranzado un día de aniversario. Siempre habían sido para los dos; una tarde en el Santa Lucia, una caminata por el Forestal, cualquier estupidez que para nosotros era algo tan romántico y exquisito. No quise arruinar aquel día con mi molestia, así que cuando la fui a dejar a la micro, buscando tapar la asquerosa jornada, le regalé un chocolate que compré en Ahumada. Aún así, bastaron otros treinta días más para que nuestro aniversario número once se viera interrumpido por un compromiso de ella, algo que de lo cual no la culpa, pero no evitó ser una gota más en el colmado vaso de las equivocaciones.
Veinte días después decidí terminar con ella. Le pedí que nos reuniéramos en Manuel Montt, estación que ocupabamos con frecuencia para reunirnos. Creo que la hora para llegar era a las tres de la tarde de aquel frío día de Julio. Ella nunca llegó.
No recuero bien, pero parece que fue al sábado siguiente que decidimos dejar todo hasta donde estaba, por Messenger.