sábado, 29 de agosto de 2009

Capítulo 10: Crecer

Ella tiene ojos de una gatita recien nacida. La piel tercia como la planicie de un desierto. Carol me abrazó con sus dos largos brazos. Es casi de mi porte.
"Tengo pena" me dijo "Siento que voy a llorar"
Yo no sabía que cliché mandarme, sólo podía sonreirle y mirarla con la vista torcida hacia la izquierda.
"Uno necesita de estas cosas" comencé a decirle con frases teñidas de querer que se queden en su memoria colectiva, hasta el momento en que cierre sus ojos y los abra para despertar "Sólo hazlo y no mires atrás. Quizás va a ser mejor que te vallas para allá..."
"Sí, pero igual llevo tiempo aquí" me interrumpió, dando una pincelada con sus ojos hacia el rededor "Es dificíl"
Carol era propinera en el Tottus. El fin de semana uno de sus compañeros cometió un grave error al ser complice del robo de unos insignifacantes audifonos ¿Las concecuencias? Don Luis decidió despedir a todos los los propineros que tuvieran como familiar a otro empleado. Carol es hermana de Paulina, una supervisora de cajas. Y así muchos propineros más se encontraban en la misma situación.
"Sí sé que puede ser difícil, pero..." y se me ocurrió mi espectacular frase filosófica "... las cosas pasan por algo" le dije arqueando las cejas.
Se quedó pensando. Muy inteligente no es, pero me hacía demasiado reír cuando trabájabamos juntos Hace una semana dejé de lado el deseo de mis sueños y te juro que no derramé ninguna lágrima le quise decir, pero no iba al caso. Claro, no podía comparar dejar dos años de ilusiones y amor con el traslado de local en un trabajo. Me miró y sonrió rendida.
"Tení razón" me dijo al final.
"¡Ven para darte un beso!" le dije. Ella es como mi hija regalona para mí.
Me envolvió de nuevo con su imponente cuerpo y nos quedamos unos segundos así.
"Nathalia me dijo que quería hablar contigo" me dijo de repente.
Yo me mostré un poco incomodo por la noticia.
"Si quiere hablar, ella sabe a que horas salgo" le dije.

Cuando Daniela lloraba, algo que casi siempre ocurría, me sentía inútil. Tenía aquella sensación de que mis palabras, las caricias y mi amor por ella no eran suficientes. Fue por eso que me encargué, antes de partir a Buenos Aires, que no le quedara duda alguna de lo que yo sentía por ella. Albergaba peligrosas actitudes de autoestima y eso me preocuba mucho. Ella era espectacular, infinitamente hermosa e inteligente, incluso tenía que celarla demasiado. Era mi orgullo. Mi niñita de ojos pardos. Así que corté el hilo que me unía a mis prioridades. Mi mundo se había convertido en su voz, y estaba dispuesto a cambiar todo por ella. Conoció a mis padres, yo a los de ella. La inserté en mis ideas y ella a mí en sus locuras. Eramos las dos mitades de algo demasiado grandioso.
Junto a ella decidí crecer y tener responsabilidades en las cuales tenía que rendir al maximo.

Con Monica salimos con rapidez del supermercado. Me tomó del brazo y llegamos hasta el semaforo en rojo. Miró hacia atrás, y se quedó ahí como si su mirada se hubiera encontrado con un rostro conocido. Se giró y me dijo:
"Te vas a encontrar con alguien" hizo un pausa, mientras mi cerebro procesaba la íronica frase "¿Cierto?"
"Nooo" negué.
"¿Seguro?" me preguntó sonriendo con aquel gesto de pensar que yo le mentía.
Miré hacia atrás, como buscando las respuestas que no llegaban a mi cabeza. No sabía de que mierda hablaba Monica. A veces llegaba a irritarme.
"No, Monica" le expresé palabras cargadas y pesadas, demostrándole que no sabía de qué hablaba.
Dio verde y como siempre quiso quedarse con la última palabra.
"¡Ah! yo pensé que alguien te esperaría a la salida" me dijo riendo con aquella maldita sonrisa que me gustaría borrársela de un combo, pero traté de buscar su objetivo. Y sólo el recuerdo de la voz de Carol me hizo saber a dónde quería llegar Nathalia me dijo que quería hablar contigo dijo neutra. Yo no tomé en cuenta las palabras de una mujer que aún no sabía lo que quería. Pero Monica había logrado que en aquel momento, cruzando la oscura calle, las tomara en serio. Me giré, pero mi miopía sólo me permitió ver figuras alargas, mezcladas de colores, a la entrada del Tottus, moviendose de acá allá, persuadiendo que algunas miradas me seguían el caminar. Me volteé y seguí caminando.
No me importó el hecho de que, si así hubiera sido, hubiera estado ahí. Que cresca con un poco de sufrimiento e indiferencia.