Estoy totalmete seguro de que el humano nunca logra ajustarse de modo adecuado a los momentos que está viviendo. Siempre hay, detrás de todo el panorama, algo que hace clic en el fondo de la mente, revolviendo pensamientos y miedos. Entonces es cuando me pregunto cómo borrar del trasfondo de la vida la presencia del fin. Todo llega a su fin. Sea algo bueno o malo. Siempre está ahí, esperando a aparecer, dispuesto a detener de forma bella o destructiva cualquier situación o momento.
¨Tení apagao el móvil?" me preguntó.
Miré el aparato y efectivamente estaba apagado.
"Sí" contesté con una risita de culpabilidad atravesada.
"Yo ya estoy aquí" me dijo y colgó.

Claudia y Erika me miraron atentas. Sabían que habia dialogado con ella. Alzé mi ceja izquierda en señal de afirmación
Si, es ella la que me llamó.
Tomé mi bandeja y me retiré del comedor.
"El gueón supo todo" me dijo con voz angustiada.
Me senté y me tomé la frente. Traté de pensar y de asimilar la situación. Y creyendo que haciendolo ideas podrían surgir, deslicé los dedos entre mis cabellos. Respiré y hondo y me dispuse a escuchar.
"Creo que alguien lo llamó y le dio todas las indicaciones para lograr llegar al historial de conversaciones del messenger..."
Era Jack, ahogado y preocupado al otro lado del teléfono. Felipe, el pololo, ahora ex, de Isabella, descubrió todo acerca de la relación paralela que mi amigo y ella mantenían. Viendo las conversaciones en donde alguna vez se amaron, se desearon y discutieron, de forma dolorosa y en los más parecido a una pesadilla, supo que ambos estaban juntos desde hace dos años.
Que valiente. Estoy seguro que, como él, quizá habría hecho más que emborracharme y haberle dicho una par de cosas. Imaginate sentarte y recorrer dos años de una historia en donde fuiste un completo imbecil, creyendo a cada momento que tu mujer era completamente tuya, y que los fin de semanas que dijo haberse quedado en casa o haber ido a la casa de alguna amiga, en realidad estaba con otro. Y por un momento me dibujé sentado en la silla en donde el uniformado estuvo, observando cada letra escrita por mi mujer a otro hombre.
"Estaba pa la cagaá Isabella" me contaba "Su voz estaba así como apagada"
"Quizás que cosas le dijo el otro culiao" le dije, tratando de escuchar el alma en pena de amiga.
Mierda! Tal vez no era bueno lo que estaban haciendo, pero qué importa ya. Isabella tenía que estar sufriendo de la peor forma el fin de la historia. El vuelco había sido sorpresivo y cataclismico. Simplemente estaba donde nunca lo imaginó.
"La voy a llamar"
"No, no la llames. No debe querer hablar con nadie" me dijo Jack.
"Espero que al otro no se le haya ocurrido hacer ninguna estupidez" dije.
"No, no creo"
Crucé el límite. De golpe, como un flashback forzado, aparecieron frente a mi imagenes de las escenas que quería borrar, pero fingí y continué. Ser hombre no significa no tener sentimientos o aparentar que situaciones especificas importan poco. Durante el día se sonrie. Las lágrimas quedan para el submundo dentro de la pieza.
Subí la escalera y me topé con el Vara, un guatón flaite bueno para reirse.
"Choro ¿Tení las mermas?" me preguntó.
"Las tengo listas hace tres horas" le contesté irónico.
Ingresé la clave de acceso a la oficina de informática y entré. El guardia me antecedió el paso por el pasillo de tres metros, el cual termina en el cajón de computadores y servidores. Sabía que Joselyn me estaría esperando sentada en la silla del ordenador que compartimos, viendo algún correo o analizando una que otra venta. Lo supuse. Ese es mi problema. Suponer de las cosas cotidianas. Y cuando llego al centro de la oficina, veo a mi jefa donde pensé que estaría, sentada, pero no estaba leyendo ningún correo. Estaba llorando, inclinada sobre sus rodillas, pidiendo con la tenue luz de sus ojos algo de ayuda.
"Devuelvete" le dije a Varas.
"Chaaaaa"
"Devuelvete al tiro, gueón" le dije serio.
Pensó que sería mejor acerme caso y se devolvió. Tomé los informes de merma y se los entregué.
"Qué pasó?" me preguntó, sabiendo que algo pasaba.
"Qué te importa. Chaito" le dije y le cerré en la cara la puerta.
El silencio se comió la atmosfera. Pensé por un momento que no podría ser capaz de ver aquella escena otra vez. Joselyn sobre sus rodillas llorando, sufriendo. No. Era el doble de mi jefa. Estaba seguro. Pero no, era ella tratando de secarse las lágrimas, pasandose por donde mejor le quepaba todo el orgullo. Me había llamado temprano diciendome que no la encontraría al llegar. Su voz no era la misma. Tenía que llevar a su hijo a hacerse una serie de examenes y volvería cuando se desocupara. Oka. Yo haré lo mío.
Inconcientemente esquivé el momento. Ella no se levantaba. Algo dentro de mí me decía que se pondría de pies, pero no lo hizo, se quedó ahí, cubriendose el rostro. Y yo seguía sin asimilar la situación. Dejé el movil en su cargador, me giré y caminé hasta la otra silla. Levantó la mirada y se acercó a saludarme. Por inercia, me acercé que yo y la abracé fuertemente. Ella devolvió el gesto. Y ahí nos quedamos. No podía soltarla. Ella no pudo aguantar. Se cobijó en mi hombro y se quebró en un llanto repremido. Y fue cuando pasó lo que tenía que pasar. Logré sentir la absorvente angustia de su alma ahogandose en un mar turbio y gigantesco, en donde se le hacía imposible poder ver tierra o alguna pequeña isla para caer en su orilla y respirar. No, no veía absolutamente nada. Todo era oscuridad.
No sé por qué, pero recorde la última y la única vez que lloré frente a ella. Le pedí disculpas. Ella me dijo que no me preocupara, que me entendía. Ahora ella prefería no decir nada. Tan sólo trataba de ahogar el dolor que la estaba apuñalando.
"Omar, la semana del 18(de Octubre) me voy a ir con vacaciones por tres semanas. Tengo que operar a mi hijo. Ya hablé con don Luis y esas semanas te van a quedar como hora extras. Los horarios los ordenaremos la semana que viene. Ya?. Para ver como lo vamos a hacer con tus días libres"
"Ningun problema" le contesté.
"Al Franci le empeoró la cuestión de las aneroides, y hay riesgo de que pueda quedar sordo" hizo una pausa. Quizá su mente jugaba con ella a imaginar como sería su hijo sordo, viendose haciendo señas con sus manos y cara para que se sentara a la mesa a almorzar "Así que le harán tres operaciones para quitarle la mucosidad que la aneroide inflamada está obstruyendo"
Pude entender que más allá de pena por la situación que estaba a punto de vivir, era omnipotente el miedo y el dolor de saber que la felicidad de su hijo estaba en juego por un vuelco de la vida. Algo en algún momento quiso que las cosas derepente fueran así, y ahí estaba Joselyn, llorando aterrada por todo lo que podría ocurrir. Entonces sólo hay que hacerse el valiente y decir "Hay que seguir nomas po" Pero quién le dice a uno que las cosas tenían que acabar, cosas tan cotidianas como la tranquilidad en casa.