"Bien" comenzó a mirar los mandos, ordenando las ideas "Primero debes presionar hasta el fondo el embriague. Luego, bajas el freno de mano, pasas a primera y comienzas de a poquito a pisar el acelerador, mientras vas soltando el embriague"
Miré hacia el frente y estrangulé al manubrio entre mis manos sudadas. Respiré hondo y comencé a ejecutar las ordenes. El pedal del embriague cedió hasta atrás, bajé el pesado freno de mano y pasé el cambio a primera.
"Ahora empieza, de a poco, a pisar el acelerador" me dijo, observando atenta mis pies en los mandos.
De a poco tantié la sensibilidad del pedal acelerador. La aguja de la revoluciones subió hasta veinte e ingenutamente pensé que ya era el momento. Solté de un tiro el embriague y el vehiculo dío una fuerte acelerada y luego un remezón. Ella cayó del asiento del copiloto. El automovil se detuvo y todo fue silencio.
"¡Disculpa!" le dije asustado.
"Filo" me dijo muerta de la risa "Hacelo otra vez"
¿Otra vez?
Miré hacia la calle desocupada, la cual se perdía en la espesa oscuridad de la noche. Volvió el cambio a neutro y activó el freno de mano. Pisé hasta el fondo el embriague, pasé el cambio a primera, desactivé el freno y comencé, con miedo, a pisar levemente el acelerador, mientras que con recelo iba soltando el embriague. El vehiculo no se movía. Ella miraba el lector de las revoluciones.
"Suelta un poco el embriague" me dijo.
Solté un poco el embriague y bajo un leve, casi imperceptible, movimiento el auto comenzó a avanzar. Me puse alerta y mi vista se fijó en el frente. El vehiculo comenzó a tomar un pequeña, pero para mí era una considerable velocidad.
"Dale. Maneja" me dijo mirando hacia el frente.
"¿Cómo freno?" le pregunté ya nervioso. Había avanzado demasiado.
"Pisa el embriague. Vuelve a neutro. Suelta todos los pedales y empieza a pisar de a poquito el freno"
Como automata empecé a ejecutar las ordenes y el vehiculo se detuvo. La miré nervioso y tenso. Ella tan sólo reía.
"Vas bien, Omar. Nunca nadie en la primera clase logra encederlo"
Yo, bajo mi nerviosismo, sólo podía asintir el elogio.
La cuestión fue que después de unas cinco vueltas, logré llegar hasta el tercer cambio, a unos sesenta kilometros por hora.
Nunca, nunca en la vida, y sé que esto lo he dicho muchas veces, pero esto me tiene sorprendido... nunca con palabras o letras había logrado describir lo que pasa. Le dije que podiamos detenernos en unas calles que aún no están habilitadas para la circulación vehicular. Estabamos en medio del paso de torres eléctricas, alejados un poco de la civilzación, siendo rodeados por miles de héctareas de pasto esteril y silencioso, custodiados por el filmamento palpante de destellos distantes. A veces el pasar de desesperados autos rompía el silencio de nuestras miradas ¿Por qué llena tanto el sólo mirarnos? Es que sé que las miradas siempre me han cautivado, pero ¿Qué es ese brillo en sus ojos? ¿Tan simple es la vida y el amor? No dice nada y me abosorbe hacia el centro de su corazón; de su querer. Me acaricia que como si fueran las últimas horas de una vida prestada, apunto de ser de vuelta. Y a veces se duerme entre mis brazos y afuera el tiempo corre agitado, enfurecido al nosotros ser inmunes a él. Me quita la importancia de que al otro día sigue todo de nuevo, y no me obliga a vivir un martirio para llegar a ser algo. Ya somos lo que somos y así somos felices ¿Cuesta tanto entenderlo? No sé. Las personas buscan de un cuidado o las satisfacciones corporales. Nosotros tan sólo nos reímos. No tengo más palabras para decir qué es o cómo es. Lo único que puedo deducir es que si no entiendes estas palabras, que pena por ti.
Nos quedamos hasta las cinco de la madrugada en su auto, no tan sólo mirandonos, obviamente.
domingo, 29 de noviembre de 2009
domingo, 22 de noviembre de 2009
Capítulo 33: Exquisita Rutina
Estaba terminandome el completo cuando el celular en mi bolsillo comenzó a vibrar.
"¿Aló?"
"Hola" me contestó su tersa voz "¿Vienes?"
"Obvio"
"¿En cuanto más o menos estás acá?"
"Como en media hora. Pero ahora estoy tomando once. Yo te llamo cuando valla saliendo"
"Ya"
"Nos vemos"
"Bueno. Te quiero"
"Yo igual, mi amor"
Las causas y concecuencias me han enseñado que con ella me es imposible pensar en cosas malas. Nada pasa. Es sólo el miedo de que el pasado se vuelva un bis en esta melódica canción. El sábado llegó un tanto cansada, agotada de una semana de estragos ¿Había hablado de que tenemos que fingir?... No, no en la cama. En la pega. Y somos buenos simuladores. Fingimos ser compañeros de trabajo.
"Al principio es chistoso" le digo mientras me acaricia el rostro, mirandome en silencio.
"A mí me cuesta" me declara.
Y cuesta. Es verdad. No podemos ir de aquí allá sin poder aguantarnos las ganas de atravesarnos el alma con una mirada, una arqueada de ceja o una tímida sonrisa. Frente a los ojos de los demás debemos ser esos entrañables supervisores e impidir que duden de nuestra complicidad al trabajar. Porque después de una noche juntos, sabiendo maliciosamente que al otro día tenemos la pesada responsabilidad de hacer la apertura del supermercado. Es divertido saber que los clientes ni siquieran imaginan que la jefa de cajas y el encargado de informática la noche anterior se quedaron hasta las cuatro de la madrugada en una oscura plaza, sintiendo como la vida y los segundos se escapaban tras cada beso que los quería congelar. Nadie, aparte de Monica y Joselyn, sabe de esto que no puede ir mejor. Y es extraño. Mary lo sabe.
"¿Siempre tienes que ser el superheroe de tu historia?" me reta... como siempre.
"A veces me siento descolocado al sentir que esto ha sido tan fácil" le explico.
"Estás haciendo las cosas bien. Yo me siento orgullosa de ti. Sólo tienes que seguir así y conseguirás mucho más"
Pucha que la adoro.
Sin embargo, ayer hubo un antes y un después. Fue en nuestro juego de dar y no dar que nos topamos con algo que no habíamos tocado. Y no sé cómo explicarlo, pero fue algo totalmente maravilloso y desconocido. Es tan universalemente simple como decir que fue tan sólo una caricia. Absolutamente nada más ¿Y al final? Las respiraciones un poquito pasadas de revolución y aquella penetrante mirada. Y recuerdo cuando estamos en la pega, y sólo podemos reír. Que exquisita rutina
Cuando uno de los dos termina su jornada laboral, es sagrado que el otro lo valla a dejar. Hoy ella se retiró a las cuatro de la tarde. Se despidió de Monica y de Erica, mientras yo la esperaba en la entrada a una de las cajas.
"Cuidala" bromea Monica.
Nos vamos por los pasillos hasta el fondo del Tottus. Nos desplazamos por un pasillo hasta la escalera y la subimos con demasiada paciencia. Llega a su casillero. Saca su bolso y se coloca el poleron. Se quita los tacos y se pone las zapatillas. Pasa uno que otro empleado y ni siquiera se dan cuenta que existimos. Llegamos a Romeo. El guardia le revisa el bolso y le da el pase para retirarse.
"Te voy a dejar a la puerta" le dije hoy.
"Bueno" me sonrió.
Más lento que nunca, buscando un pedazo de cada segundo, caminamos hasta la salida. Que ganas de tomarle la mano, la cintura, el rostro y besarla. Pero detrás un guardia celoso y copuchento nos franquea el caminar, sumada la cámara de vigilancia. Abre la puerta y me abraza.
"Hablamos mañana"
Baja los escalones y no vuelve a aparecer.
Jack realmente se llama John. Y hoy develo su verdadero nombre porque quizás en los proximos capítulos no aparecerá más.
"¿Aló?"
"Hola" me contestó su tersa voz "¿Vienes?"
"Obvio"
"¿En cuanto más o menos estás acá?"
"Como en media hora. Pero ahora estoy tomando once. Yo te llamo cuando valla saliendo"
"Ya"
"Nos vemos"
"Bueno. Te quiero"
"Yo igual, mi amor"
Las causas y concecuencias me han enseñado que con ella me es imposible pensar en cosas malas. Nada pasa. Es sólo el miedo de que el pasado se vuelva un bis en esta melódica canción. El sábado llegó un tanto cansada, agotada de una semana de estragos ¿Había hablado de que tenemos que fingir?... No, no en la cama. En la pega. Y somos buenos simuladores. Fingimos ser compañeros de trabajo.
"Al principio es chistoso" le digo mientras me acaricia el rostro, mirandome en silencio.
"A mí me cuesta" me declara.
Y cuesta. Es verdad. No podemos ir de aquí allá sin poder aguantarnos las ganas de atravesarnos el alma con una mirada, una arqueada de ceja o una tímida sonrisa. Frente a los ojos de los demás debemos ser esos entrañables supervisores e impidir que duden de nuestra complicidad al trabajar. Porque después de una noche juntos, sabiendo maliciosamente que al otro día tenemos la pesada responsabilidad de hacer la apertura del supermercado. Es divertido saber que los clientes ni siquieran imaginan que la jefa de cajas y el encargado de informática la noche anterior se quedaron hasta las cuatro de la madrugada en una oscura plaza, sintiendo como la vida y los segundos se escapaban tras cada beso que los quería congelar. Nadie, aparte de Monica y Joselyn, sabe de esto que no puede ir mejor. Y es extraño. Mary lo sabe.
"¿Siempre tienes que ser el superheroe de tu historia?" me reta... como siempre.
"A veces me siento descolocado al sentir que esto ha sido tan fácil" le explico.
"Estás haciendo las cosas bien. Yo me siento orgullosa de ti. Sólo tienes que seguir así y conseguirás mucho más"
Pucha que la adoro.
Sin embargo, ayer hubo un antes y un después. Fue en nuestro juego de dar y no dar que nos topamos con algo que no habíamos tocado. Y no sé cómo explicarlo, pero fue algo totalmente maravilloso y desconocido. Es tan universalemente simple como decir que fue tan sólo una caricia. Absolutamente nada más ¿Y al final? Las respiraciones un poquito pasadas de revolución y aquella penetrante mirada. Y recuerdo cuando estamos en la pega, y sólo podemos reír. Que exquisita rutina
Cuando uno de los dos termina su jornada laboral, es sagrado que el otro lo valla a dejar. Hoy ella se retiró a las cuatro de la tarde. Se despidió de Monica y de Erica, mientras yo la esperaba en la entrada a una de las cajas.
"Cuidala" bromea Monica.
Nos vamos por los pasillos hasta el fondo del Tottus. Nos desplazamos por un pasillo hasta la escalera y la subimos con demasiada paciencia. Llega a su casillero. Saca su bolso y se coloca el poleron. Se quita los tacos y se pone las zapatillas. Pasa uno que otro empleado y ni siquiera se dan cuenta que existimos. Llegamos a Romeo. El guardia le revisa el bolso y le da el pase para retirarse.
"Te voy a dejar a la puerta" le dije hoy.
"Bueno" me sonrió.
Más lento que nunca, buscando un pedazo de cada segundo, caminamos hasta la salida. Que ganas de tomarle la mano, la cintura, el rostro y besarla. Pero detrás un guardia celoso y copuchento nos franquea el caminar, sumada la cámara de vigilancia. Abre la puerta y me abraza.
"Hablamos mañana"
Baja los escalones y no vuelve a aparecer.
Jack realmente se llama John. Y hoy develo su verdadero nombre porque quizás en los proximos capítulos no aparecerá más.
viernes, 20 de noviembre de 2009
Capítulo 32: Al principio, quizás...
Recuerdo que al principio estaba volcado a aceptar su personalidad y actitud. Sin lugar a dudas no es igual a todas las demás, pero...
El jueves fui, de forma extraordinaria, a Tottus. Hubo un cambio importante a nivel de configuración del sistema de balanzas, así que Yoselyn necesitaba de mi ayuda. Llegué media hora antes de la citación, precavido para vestirme y arreglarme. Venía desde DUOC, Providencia. Bordié el supermercado por su flanco norte y un llamado detuvo mi andar. Era Yessenia.
"Hola"
"Hola" y me recibió con un frío beso en la cara.
?¿
Devolvamonos un mes y medio atrás. Nuestra segunda cita y la recibo con un beso en la cara ¿Qué ocurrió? Se molestó notoriamente. Me excusé que era segunda vez que nos veiamos y que, sinceramente, no sabía como saludarla.
Volvamos al presente. Si le hubiera dicho que el saludo fue totalmente una acción nefasta, quizás se habría defendido con la excusa de que estabamos afuera del super y quizás que otras cosas; que no le gusta besarme estando cerca del trabajo o que le cuesta ¿A estas alturas del juego, aún tengo que tomarla como excusas validas?
"¿Vienes a trabajar?" me preguntó.
"Si" respondí aún descolocado por la situación "¿Tú ya te vas?"
"Obvio" respondió sonriendo nerviosa ¿Por mí? Ahora y en ese momento no supe que pensar.
Y nos despedimos ¿De beso en la cara? Ni siquiera en la cara.
Y la extraña sensación queda. La amargura te recorre la gargante y ¿Qué tienes que responder al "¿Cómo están?"? "Bien. Pero a ella, aunque dice quererme, no es capaz de saludarme de beso en la boca cuando estamos cerca del super"
Llegué al baño. Me cambié. Marqué mi entrada y me dirigí a la oficina.
Allá, como siempre, tuve mi rato de conversa con mi jefa y le conté lo sucedido. Me aconsejó diciendo:
"La Yessi es como yo. Cuando quiere demasiado algo, lo oculta"
Creo que ya no es tiempo de ocultar nada.
Y el teléfono sonó. Yoselyn contestó.
"¿Todavia no te vai? Pensé que te habias ido... ¿Vas a subir?...Ah!... Sí, está aquí... Bueno, chao" y me pasó el auricular. Me fruncí de seño, no sabiendo que podía ser. Contesté y del otro lado ella habló.
Bien, okey, lo acepto, se devolvió y fue capaz de llamar. Fue un estremecimiento corporal completo escuchar su voz. Por un rato hablamos y regaloneamos un poco, algo que me encanta. Quizás nos juntariamos hoy. La necesitaba mucho hoy. Y no hubo llamada. Es más, estuvimos en el mismo edificio por unos minutos, y quizás nunca supo que estuve tan cerca de ella.
Son esas situaciones las que me enrarencen. No hablamos en toda la semana y más encima no se aprovechan esos cruciales momentos ¿Les importará? Al principio, quizás era aceptable, pero ahora (?) ya no puedo pasarlo tan por alto.
¿Exagero? No sé que pensar ¿Se escuda? Si lo hace, ya es tiempo de abrir se un poco más ¿Le cuesta? Espero que pronto empiece a hacer un esfuerzo por cambiar su actitud, porque a veces, sin ser algo tan grave, dudo de la dirección de todo esto.
El jueves fui, de forma extraordinaria, a Tottus. Hubo un cambio importante a nivel de configuración del sistema de balanzas, así que Yoselyn necesitaba de mi ayuda. Llegué media hora antes de la citación, precavido para vestirme y arreglarme. Venía desde DUOC, Providencia. Bordié el supermercado por su flanco norte y un llamado detuvo mi andar. Era Yessenia.
"Hola"
"Hola" y me recibió con un frío beso en la cara.
?¿
Devolvamonos un mes y medio atrás. Nuestra segunda cita y la recibo con un beso en la cara ¿Qué ocurrió? Se molestó notoriamente. Me excusé que era segunda vez que nos veiamos y que, sinceramente, no sabía como saludarla.
Volvamos al presente. Si le hubiera dicho que el saludo fue totalmente una acción nefasta, quizás se habría defendido con la excusa de que estabamos afuera del super y quizás que otras cosas; que no le gusta besarme estando cerca del trabajo o que le cuesta ¿A estas alturas del juego, aún tengo que tomarla como excusas validas?
"¿Vienes a trabajar?" me preguntó.
"Si" respondí aún descolocado por la situación "¿Tú ya te vas?"
"Obvio" respondió sonriendo nerviosa ¿Por mí? Ahora y en ese momento no supe que pensar.
Y nos despedimos ¿De beso en la cara? Ni siquiera en la cara.
Y la extraña sensación queda. La amargura te recorre la gargante y ¿Qué tienes que responder al "¿Cómo están?"? "Bien. Pero a ella, aunque dice quererme, no es capaz de saludarme de beso en la boca cuando estamos cerca del super"
Llegué al baño. Me cambié. Marqué mi entrada y me dirigí a la oficina.
Allá, como siempre, tuve mi rato de conversa con mi jefa y le conté lo sucedido. Me aconsejó diciendo:
"La Yessi es como yo. Cuando quiere demasiado algo, lo oculta"
Creo que ya no es tiempo de ocultar nada.
Y el teléfono sonó. Yoselyn contestó.
"¿Todavia no te vai? Pensé que te habias ido... ¿Vas a subir?...Ah!... Sí, está aquí... Bueno, chao" y me pasó el auricular. Me fruncí de seño, no sabiendo que podía ser. Contesté y del otro lado ella habló.
Bien, okey, lo acepto, se devolvió y fue capaz de llamar. Fue un estremecimiento corporal completo escuchar su voz. Por un rato hablamos y regaloneamos un poco, algo que me encanta. Quizás nos juntariamos hoy. La necesitaba mucho hoy. Y no hubo llamada. Es más, estuvimos en el mismo edificio por unos minutos, y quizás nunca supo que estuve tan cerca de ella.
Son esas situaciones las que me enrarencen. No hablamos en toda la semana y más encima no se aprovechan esos cruciales momentos ¿Les importará? Al principio, quizás era aceptable, pero ahora (?) ya no puedo pasarlo tan por alto.
¿Exagero? No sé que pensar ¿Se escuda? Si lo hace, ya es tiempo de abrir se un poco más ¿Le cuesta? Espero que pronto empiece a hacer un esfuerzo por cambiar su actitud, porque a veces, sin ser algo tan grave, dudo de la dirección de todo esto.
lunes, 16 de noviembre de 2009
Capítulo 31: Infiernillo
Estoy en la maquinación de una nueva histora relacionada con el fin del mundo. En la historia, un chileno es elegido entre las 16 billones de personas que habitan el planeta para elegir a un millón, los cuales sucederan la existencia de la raza humana. El relato se centra en él y en el criterio que toma para elegir a ese millón de personas. Paralelamente, comienza a cumplir un sueño que añoraba con concretar, e irrefutablemente, internandome en los pensamientos y sentimientos del personaje, me hice la misma pregunta.
Fue la última vez que visité Duao, un pequeño pueblo ubicado a 5 horas de Curico, dirección oeste. En dos gigantescas camionetas, fuimos hijos, tíos, padres y abuelos hasta el fin de la tierra, en donde termina el borde costero, cortado drasticamente por la cadena de cerros que separa a aquellos pueblos de la civilización. Son miles de kilometros de arena solitaria y fina, custodiada por el inmenso Pacifico, moldeando el paisaje de un color café, el cual se mezcla con el verde azulado del profundo y enfurecido mar. Sus pesadas y devastadoras aguas se colan con violencia entre los interiores de las rocas que no dejan ver más allá del misterioso norte. Sumido en el silencio, sintiendo que el inmenso cielo te aplasta, es vertiginoso mirar hacia el norte y ser absorbido por la sensación de que la teoria del fin del planeta se hace realidad. La Tierra se corta y cae en cientos de tenoledas de agua hacia el mundo de los dragones que esperan a los valientes que se atreven a explorar más allá. Mi padre quiso ir más allá.
Me tomó de la mano y subimos la montaña de rocas y arena de mar, en una pendiente que en muchas ocaciones nos amenazó con lanzarnos vacío abajo.
Ya arriba, quedar extasiado por la espectacular vista es decir poco. Se podían ver hasta los pueblos más lejanos, sus casas montadas una sobre otra, bordeando los cerros y aferrandose con miedo a la orilla del mar, creando una mezcla de verdes de todas tonalidades. El océano podía ser percibido hasta donde se torna oscuro de profundidad y densidad, creando en el centro del pecho las ganas de querer poseerlo para volverse el ser más poderoso del mundo.
Comenzamos a surcar un estrecho camino de tierra en dirección hacia el desconocido norte, el cual era franqueado por una hilera de arboles de todas las especies, evitando la demencia de querer caer al mar. Y al otro lado, miles de héctareas de cosechas que ahogaban todo lo que separaba a los pueblos costeros de Curico, absorbían por completo la energia del sol, el cual nos acompañó durante todo el camino.
"Es un lugar maravilloso, Jack" trataba de convencerlo "No hay absolutamente nada. Eres sólo tú y el planeta"
"¡Que genial!"
"Necesitamos de algo así" le escribí, siendome inevitable recordar lo polarizado del año que ya moría "Esa paz nos va a hacer bien"
Recuerdo que fue tan repentino el momento en que el bosque y las cosechas desaparecieron, y nos topamos de frente con un nuevo y virgen borde costero, que el tiempo pareció realentelizarse. La orilla del mar serpenteaba oscura atraves de la arena hasta perderse en un roquerío, el cual envolvía con sus peligrosas garras a un navío fantasma. Con olas de hasta tres metros, el océano parecía gritarle a la humanidad su pena y desilución por todo el sufrimiento que se vivía en cada rincón de la Tierra. Fue un momento inolvidable para mí. Y creo recordar que no me quería ir.
"Ningun problema, primo" me dijo Jonathan "Tú sabes que puedes venir para acá cuando quieras"
"¿Crees que haya problema de acampar unos días en Infiernillo? Sabes bien que siempre he querido volver" le dije.
"No" negó "Será bacan volver allá"
En el momento que el sol eclipsaba su omnipotente figura con la fuerza del horizonte, los mayores decidieron volver. Ahora recuerdo que esa fue la última vez que mis pies tocaron las desconocidas tierras de Duao e Infiernillo, el verano antes de comenzar mi amorío con Alejandría. Infiernillo me vio partir sin ninguna experiencia en el cuerpo, sólo con la inocente mentalidad de niño. Acababa de cumplir quince años. Y ahora volveré a él ya habiendo superado todos los baches que, sin lugar a dudas, él me puso como pruebas.
Fue la última vez que visité Duao, un pequeño pueblo ubicado a 5 horas de Curico, dirección oeste. En dos gigantescas camionetas, fuimos hijos, tíos, padres y abuelos hasta el fin de la tierra, en donde termina el borde costero, cortado drasticamente por la cadena de cerros que separa a aquellos pueblos de la civilización. Son miles de kilometros de arena solitaria y fina, custodiada por el inmenso Pacifico, moldeando el paisaje de un color café, el cual se mezcla con el verde azulado del profundo y enfurecido mar. Sus pesadas y devastadoras aguas se colan con violencia entre los interiores de las rocas que no dejan ver más allá del misterioso norte. Sumido en el silencio, sintiendo que el inmenso cielo te aplasta, es vertiginoso mirar hacia el norte y ser absorbido por la sensación de que la teoria del fin del planeta se hace realidad. La Tierra se corta y cae en cientos de tenoledas de agua hacia el mundo de los dragones que esperan a los valientes que se atreven a explorar más allá. Mi padre quiso ir más allá.
Me tomó de la mano y subimos la montaña de rocas y arena de mar, en una pendiente que en muchas ocaciones nos amenazó con lanzarnos vacío abajo.
Ya arriba, quedar extasiado por la espectacular vista es decir poco. Se podían ver hasta los pueblos más lejanos, sus casas montadas una sobre otra, bordeando los cerros y aferrandose con miedo a la orilla del mar, creando una mezcla de verdes de todas tonalidades. El océano podía ser percibido hasta donde se torna oscuro de profundidad y densidad, creando en el centro del pecho las ganas de querer poseerlo para volverse el ser más poderoso del mundo.
Comenzamos a surcar un estrecho camino de tierra en dirección hacia el desconocido norte, el cual era franqueado por una hilera de arboles de todas las especies, evitando la demencia de querer caer al mar. Y al otro lado, miles de héctareas de cosechas que ahogaban todo lo que separaba a los pueblos costeros de Curico, absorbían por completo la energia del sol, el cual nos acompañó durante todo el camino.
"Es un lugar maravilloso, Jack" trataba de convencerlo "No hay absolutamente nada. Eres sólo tú y el planeta"
"¡Que genial!"
"Necesitamos de algo así" le escribí, siendome inevitable recordar lo polarizado del año que ya moría "Esa paz nos va a hacer bien"
Recuerdo que fue tan repentino el momento en que el bosque y las cosechas desaparecieron, y nos topamos de frente con un nuevo y virgen borde costero, que el tiempo pareció realentelizarse. La orilla del mar serpenteaba oscura atraves de la arena hasta perderse en un roquerío, el cual envolvía con sus peligrosas garras a un navío fantasma. Con olas de hasta tres metros, el océano parecía gritarle a la humanidad su pena y desilución por todo el sufrimiento que se vivía en cada rincón de la Tierra. Fue un momento inolvidable para mí. Y creo recordar que no me quería ir.
"Ningun problema, primo" me dijo Jonathan "Tú sabes que puedes venir para acá cuando quieras"
"¿Crees que haya problema de acampar unos días en Infiernillo? Sabes bien que siempre he querido volver" le dije.
"No" negó "Será bacan volver allá"
En el momento que el sol eclipsaba su omnipotente figura con la fuerza del horizonte, los mayores decidieron volver. Ahora recuerdo que esa fue la última vez que mis pies tocaron las desconocidas tierras de Duao e Infiernillo, el verano antes de comenzar mi amorío con Alejandría. Infiernillo me vio partir sin ninguna experiencia en el cuerpo, sólo con la inocente mentalidad de niño. Acababa de cumplir quince años. Y ahora volveré a él ya habiendo superado todos los baches que, sin lugar a dudas, él me puso como pruebas.
lunes, 9 de noviembre de 2009
Capítulo 30: No Caer
Lo que más me ha hecho poderoso en el largo camino de la vida es volver a los origenes después de superado el doloroso y complicado hecho.
Estaba a dos horas de juntarme con Marcelo, e inconscientemente, había tomado el metro hacia el centro a eso de las once de la mañana de hoy jueves. El calor abrasaba a Santiago de forma extenuante y asfixiante, no dejando escapar ningún rincón de la capital que era telespectadora de mi momento crucial. Llegué, de este a oeste, por Providencia, a la esquina del Pasapocca, el cual es custodiado por una bomba de bencina y un sin fin de pequeños locales. Y ahí estaba, silenciosa entre medio de uno que otro kiosko, siendome inevitable frenar un poco el paso.
Teníamos diecisiete y dieciocho años. Tres meses de relación. Todo era tan maravilloso. Todo hasta esa maldita tarde.
"Necesito ir a comprarle un test de embarazo a una amiga" tapó la verdad.
"Nunca me la habían hecho" delató dolida "Pero para todo hay una primera vez" ironizó.
Tuve que cerrar los ojos para no dejar que el alma se me esfumara en un suspiro y el dolor del recuerdo de dos años de... ¿De qué? Ya no sé.
Le dije que yo la esperaba afuera. Ella me miró penetrante con esa mirada de niña dulce y enamorada, de querer vivir todos sus sueños a cabalidad conmigo Maldita Perra Corrió hasta la entrada de la farmacia y todo empezó.
Agaché la cabeza. Prometí no más lágrimas y no las habría, pero el dolor de no saber que ocurrirá me martiriza a cada instante, a cada respiro. Miré por última vez la puerta por la cual salió sonriendo, agradeciendome de ser tan estúpido. Tan imbécil.
Idiota, el test es para mí ¿Como no cachai? Ojalá que no esté embarazada, porque si es así, a este pendejo te lo cargo a ti
Sé que no pensó en eso, pero en el fondo y el comienzo de su plan, un pedazo de ese ser oscuro había maquinado con aquel pensamiento tan exacto movimiento.
Seguí caminando, pensando en todo lo que sucedió después. Providencia pareció ensancharse encima de todo Santiago, y el camino hasta la pileta que alguna vez no vio amandonos ¿Amandonos? ¡Por favor! Irrefutable fue recordar el amargo adíos.
"¿Me voy?" le pregunté cuando llegó la micro.
Ella asintió dolida por lo hecho.
Te juro que te quiero. Que lo que hice fue sólo porque pensé que serías feliz y que nada te espantaría de mi lado. Has sido, sobre la faz de la Tierra y el resultado de la multiplicación de las trillones de posibilidades que nos reunieron, lo que tal vez siempre mi alma había esperado. Porque quizás si nunca hubiera llegado a Puente Alto, nunca nos habriamos conocido. Tal vez si nunca habría insistido tanto en querer entrar a trabajar donde tú tambien trabajas, nunca, pero nunca, nos habríamos topado en este univeros tan inmeso. Fuiste tú aquella célula que batalló entre millones por una oportunidad en esta vida, y aquí estas, de brazos cruzados junto a mí, observando y preguntandote si puedes confiar, y te prometo que te entiendo a cabalidad, porque desde aquella tarde en esa puta farmacia, yo nunca más logré confiar en ella. Así que sé que si vieras estas palabras de nada te serviria, porque sé y estoy en pleno conocimiento de saber que es que tu confianza se quiebre en mil pedazos y no poder pegar los vidrios rotos... Te quiero.
"Cuidate" le dije besandola.
Ahora pienso que debería haberme de vuelto ¿Pero de qué sirve pensar en eso ahora?
Sólo sé que caer no debo.
A cuatro meses de relación, me relató la tenebrosa verdad y sus intenciones si el test arrojaba positivo. Algo dentro de mí me gritó ¡¡¡DEJALA AHORA!!! Pero yo, reprimiendo a esa voz, sólo pude sonreir y agradecerle.
Que graso error.
Estaba a dos horas de juntarme con Marcelo, e inconscientemente, había tomado el metro hacia el centro a eso de las once de la mañana de hoy jueves. El calor abrasaba a Santiago de forma extenuante y asfixiante, no dejando escapar ningún rincón de la capital que era telespectadora de mi momento crucial. Llegué, de este a oeste, por Providencia, a la esquina del Pasapocca, el cual es custodiado por una bomba de bencina y un sin fin de pequeños locales. Y ahí estaba, silenciosa entre medio de uno que otro kiosko, siendome inevitable frenar un poco el paso.
Teníamos diecisiete y dieciocho años. Tres meses de relación. Todo era tan maravilloso. Todo hasta esa maldita tarde.
"Necesito ir a comprarle un test de embarazo a una amiga" tapó la verdad.
"Nunca me la habían hecho" delató dolida "Pero para todo hay una primera vez" ironizó.
Tuve que cerrar los ojos para no dejar que el alma se me esfumara en un suspiro y el dolor del recuerdo de dos años de... ¿De qué? Ya no sé.
Le dije que yo la esperaba afuera. Ella me miró penetrante con esa mirada de niña dulce y enamorada, de querer vivir todos sus sueños a cabalidad conmigo Maldita Perra Corrió hasta la entrada de la farmacia y todo empezó.
Agaché la cabeza. Prometí no más lágrimas y no las habría, pero el dolor de no saber que ocurrirá me martiriza a cada instante, a cada respiro. Miré por última vez la puerta por la cual salió sonriendo, agradeciendome de ser tan estúpido. Tan imbécil.
Idiota, el test es para mí ¿Como no cachai? Ojalá que no esté embarazada, porque si es así, a este pendejo te lo cargo a ti
Sé que no pensó en eso, pero en el fondo y el comienzo de su plan, un pedazo de ese ser oscuro había maquinado con aquel pensamiento tan exacto movimiento.
Seguí caminando, pensando en todo lo que sucedió después. Providencia pareció ensancharse encima de todo Santiago, y el camino hasta la pileta que alguna vez no vio amandonos ¿Amandonos? ¡Por favor! Irrefutable fue recordar el amargo adíos.
"¿Me voy?" le pregunté cuando llegó la micro.
Ella asintió dolida por lo hecho.
Te juro que te quiero. Que lo que hice fue sólo porque pensé que serías feliz y que nada te espantaría de mi lado. Has sido, sobre la faz de la Tierra y el resultado de la multiplicación de las trillones de posibilidades que nos reunieron, lo que tal vez siempre mi alma había esperado. Porque quizás si nunca hubiera llegado a Puente Alto, nunca nos habriamos conocido. Tal vez si nunca habría insistido tanto en querer entrar a trabajar donde tú tambien trabajas, nunca, pero nunca, nos habríamos topado en este univeros tan inmeso. Fuiste tú aquella célula que batalló entre millones por una oportunidad en esta vida, y aquí estas, de brazos cruzados junto a mí, observando y preguntandote si puedes confiar, y te prometo que te entiendo a cabalidad, porque desde aquella tarde en esa puta farmacia, yo nunca más logré confiar en ella. Así que sé que si vieras estas palabras de nada te serviria, porque sé y estoy en pleno conocimiento de saber que es que tu confianza se quiebre en mil pedazos y no poder pegar los vidrios rotos... Te quiero.
"Cuidate" le dije besandola.
Ahora pienso que debería haberme de vuelto ¿Pero de qué sirve pensar en eso ahora?
Sólo sé que caer no debo.
A cuatro meses de relación, me relató la tenebrosa verdad y sus intenciones si el test arrojaba positivo. Algo dentro de mí me gritó ¡¡¡DEJALA AHORA!!! Pero yo, reprimiendo a esa voz, sólo pude sonreir y agradecerle.
Que graso error.
jueves, 5 de noviembre de 2009
Capítulo 29: Solos
¿Sabes? Ha pasado más de un mes desde el primer beso. Más de tres semanas desde aquella tarde en el cine. Más desde de dos semanas en la plaza de Puente. Mas de una del amanecer en su auto. Y han pasado algunos días desde que ya no la veo. La recuerdo todo el día, sintiendo vivo aquel nuevo sentimiento que aún no puedo explicar.
El martes, después de bebernos un pitcher, comer algunas papas y hablar del pasado, le ofrecí llegar hasta Tobalaba y recorrer la Línea 4 completa hasta estación Plaza Puente Alto. Como nunca, ya empezando a acostumbrarme, aceptó.
Antes de subirme al vagón, sintiendo ese particular olor a metal en la nariz, por un momento temí de ser capturado por recuerdos y momentos, de en algun momento llegar a sentir su aroma recorriendome caliente el cuello. Ella no sabía de ese miedo, así que procuré mostrarme comodo y feliz de la jornada que terminaba. Dejé mi chaqueta que tanto le gusta colgada de un pasamanos, la mochila en la esquina del convoy y la rodeé con mis brazos, y muerto de terror, la miré a los ojos... Y fue totalmente diferente que con las otras. No estaban esos ojitos de gato color pardos, aquellos pigmentos rojizos en sus mejillas, esa sonrisa de niña rendida e inocente Ella igual le tiraba los calzones. Eran sólo sus ojos eternos, sus cabellos castaños oscuros, su boca diminuta y su mirada de mujer. No había alucinaciones ni aromas, o tal vez los recuerdos de una escena similar.
"Te quiero" le susurré al oido, sintiendo ese estremecimiento de decirlo sin ninguna pistola en la cabeza obligandote a gritarlo.
Eramos los dos en aquel largo y silencioso tren, lleno de caricias y ganas, corriendo sin parar hacia el sur, hacia donde pertenecemos. Quizás el cercano vivir hace de lo suyo. Y la beso sin pensar en un futuro, en hijos, en una casa, en que ella me acompañará a algun lugar. La beso y la abrazo porque ella está ahí, en ese momento, disfrutandome en aquel segundo real, no pensando que tal vez el lunes o el proximo mes vamos a estar haciendo lo mismo. Me besa y saborea mis labios porque nada más en el mundo nos puede hacer tan felices. Así de simple. No hay explicaciones. Es tan facil como tratar de meterse en la mente del otro y tratar de buscar el punto que explota al deslizar en forma exacta las manos entre los pelos, sin dejar de respirar, sin abrir los ojos, tan sólo viviendo al otro, no en el futuro.
"Ojalá todos desaparecieran"
"Tu mente puede hacer eso" me dijo.
Y no puedo aguatarme frente a su boca.
"Vamos el sábado"
"No. No quiero ver caras largas" me dijo
El martes, después de bebernos un pitcher, comer algunas papas y hablar del pasado, le ofrecí llegar hasta Tobalaba y recorrer la Línea 4 completa hasta estación Plaza Puente Alto. Como nunca, ya empezando a acostumbrarme, aceptó.
Antes de subirme al vagón, sintiendo ese particular olor a metal en la nariz, por un momento temí de ser capturado por recuerdos y momentos, de en algun momento llegar a sentir su aroma recorriendome caliente el cuello. Ella no sabía de ese miedo, así que procuré mostrarme comodo y feliz de la jornada que terminaba. Dejé mi chaqueta que tanto le gusta colgada de un pasamanos, la mochila en la esquina del convoy y la rodeé con mis brazos, y muerto de terror, la miré a los ojos... Y fue totalmente diferente que con las otras. No estaban esos ojitos de gato color pardos, aquellos pigmentos rojizos en sus mejillas, esa sonrisa de niña rendida e inocente Ella igual le tiraba los calzones. Eran sólo sus ojos eternos, sus cabellos castaños oscuros, su boca diminuta y su mirada de mujer. No había alucinaciones ni aromas, o tal vez los recuerdos de una escena similar.
"Te quiero" le susurré al oido, sintiendo ese estremecimiento de decirlo sin ninguna pistola en la cabeza obligandote a gritarlo.
Eramos los dos en aquel largo y silencioso tren, lleno de caricias y ganas, corriendo sin parar hacia el sur, hacia donde pertenecemos. Quizás el cercano vivir hace de lo suyo. Y la beso sin pensar en un futuro, en hijos, en una casa, en que ella me acompañará a algun lugar. La beso y la abrazo porque ella está ahí, en ese momento, disfrutandome en aquel segundo real, no pensando que tal vez el lunes o el proximo mes vamos a estar haciendo lo mismo. Me besa y saborea mis labios porque nada más en el mundo nos puede hacer tan felices. Así de simple. No hay explicaciones. Es tan facil como tratar de meterse en la mente del otro y tratar de buscar el punto que explota al deslizar en forma exacta las manos entre los pelos, sin dejar de respirar, sin abrir los ojos, tan sólo viviendo al otro, no en el futuro.
"Ojalá todos desaparecieran"
"Tu mente puede hacer eso" me dijo.
Y no puedo aguatarme frente a su boca.
"Vamos el sábado"
"No. No quiero ver caras largas" me dijo
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