Lo que más me ha hecho poderoso en el largo camino de la vida es volver a los origenes después de superado el doloroso y complicado hecho.
Estaba a dos horas de juntarme con Marcelo, e inconscientemente, había tomado el metro hacia el centro a eso de las once de la mañana de hoy jueves. El calor abrasaba a Santiago de forma extenuante y asfixiante, no dejando escapar ningún rincón de la capital que era telespectadora de mi momento crucial. Llegué, de este a oeste, por Providencia, a la esquina del Pasapocca, el cual es custodiado por una bomba de bencina y un sin fin de pequeños locales. Y ahí estaba, silenciosa entre medio de uno que otro kiosko, siendome inevitable frenar un poco el paso.
Teníamos diecisiete y dieciocho años. Tres meses de relación. Todo era tan maravilloso. Todo hasta esa maldita tarde.
"Necesito ir a comprarle un test de embarazo a una amiga" tapó la verdad.
"Nunca me la habían hecho" delató dolida "Pero para todo hay una primera vez" ironizó.
Tuve que cerrar los ojos para no dejar que el alma se me esfumara en un suspiro y el dolor del recuerdo de dos años de... ¿De qué? Ya no sé.
Le dije que yo la esperaba afuera. Ella me miró penetrante con esa mirada de niña dulce y enamorada, de querer vivir todos sus sueños a cabalidad conmigo Maldita Perra Corrió hasta la entrada de la farmacia y todo empezó.
Agaché la cabeza. Prometí no más lágrimas y no las habría, pero el dolor de no saber que ocurrirá me martiriza a cada instante, a cada respiro. Miré por última vez la puerta por la cual salió sonriendo, agradeciendome de ser tan estúpido. Tan imbécil.
Idiota, el test es para mí ¿Como no cachai? Ojalá que no esté embarazada, porque si es así, a este pendejo te lo cargo a ti
Sé que no pensó en eso, pero en el fondo y el comienzo de su plan, un pedazo de ese ser oscuro había maquinado con aquel pensamiento tan exacto movimiento.
Seguí caminando, pensando en todo lo que sucedió después. Providencia pareció ensancharse encima de todo Santiago, y el camino hasta la pileta que alguna vez no vio amandonos ¿Amandonos? ¡Por favor! Irrefutable fue recordar el amargo adíos.
"¿Me voy?" le pregunté cuando llegó la micro.
Ella asintió dolida por lo hecho.
Te juro que te quiero. Que lo que hice fue sólo porque pensé que serías feliz y que nada te espantaría de mi lado. Has sido, sobre la faz de la Tierra y el resultado de la multiplicación de las trillones de posibilidades que nos reunieron, lo que tal vez siempre mi alma había esperado. Porque quizás si nunca hubiera llegado a Puente Alto, nunca nos habriamos conocido. Tal vez si nunca habría insistido tanto en querer entrar a trabajar donde tú tambien trabajas, nunca, pero nunca, nos habríamos topado en este univeros tan inmeso. Fuiste tú aquella célula que batalló entre millones por una oportunidad en esta vida, y aquí estas, de brazos cruzados junto a mí, observando y preguntandote si puedes confiar, y te prometo que te entiendo a cabalidad, porque desde aquella tarde en esa puta farmacia, yo nunca más logré confiar en ella. Así que sé que si vieras estas palabras de nada te serviria, porque sé y estoy en pleno conocimiento de saber que es que tu confianza se quiebre en mil pedazos y no poder pegar los vidrios rotos... Te quiero.
"Cuidate" le dije besandola.
Ahora pienso que debería haberme de vuelto ¿Pero de qué sirve pensar en eso ahora?
Sólo sé que caer no debo.
A cuatro meses de relación, me relató la tenebrosa verdad y sus intenciones si el test arrojaba positivo. Algo dentro de mí me gritó ¡¡¡DEJALA AHORA!!! Pero yo, reprimiendo a esa voz, sólo pude sonreir y agradecerle.
Que graso error.