jueves, 5 de noviembre de 2009

Capítulo 29: Solos

¿Sabes? Ha pasado más de un mes desde el primer beso. Más de tres semanas desde aquella tarde en el cine. Más desde de dos semanas en la plaza de Puente. Mas de una del amanecer en su auto. Y han pasado algunos días desde que ya no la veo. La recuerdo todo el día, sintiendo vivo aquel nuevo sentimiento que aún no puedo explicar.
El martes, después de bebernos un pitcher, comer algunas papas y hablar del pasado, le ofrecí llegar hasta Tobalaba y recorrer la Línea 4 completa hasta estación Plaza Puente Alto. Como nunca, ya empezando a acostumbrarme, aceptó.
Antes de subirme al vagón, sintiendo ese particular olor a metal en la nariz, por un momento temí de ser capturado por recuerdos y momentos, de en algun momento llegar a sentir su aroma recorriendome caliente el cuello. Ella no sabía de ese miedo, así que procuré mostrarme comodo y feliz de la jornada que terminaba. Dejé mi chaqueta que tanto le gusta colgada de un pasamanos, la mochila en la esquina del convoy y la rodeé con mis brazos, y muerto de terror, la miré a los ojos... Y fue totalmente diferente que con las otras. No estaban esos ojitos de gato color pardos, aquellos pigmentos rojizos en sus mejillas, esa sonrisa de niña rendida e inocente Ella igual le tiraba los calzones. Eran sólo sus ojos eternos, sus cabellos castaños oscuros, su boca diminuta y su mirada de mujer. No había alucinaciones ni aromas, o tal vez los recuerdos de una escena similar.
"Te quiero" le susurré al oido, sintiendo ese estremecimiento de decirlo sin ninguna pistola en la cabeza obligandote a gritarlo.
Eramos los dos en aquel largo y silencioso tren, lleno de caricias y ganas, corriendo sin parar hacia el sur, hacia donde pertenecemos. Quizás el cercano vivir hace de lo suyo. Y la beso sin pensar en un futuro, en hijos, en una casa, en que ella me acompañará a algun lugar. La beso y la abrazo porque ella está ahí, en ese momento, disfrutandome en aquel segundo real, no pensando que tal vez el lunes o el proximo mes vamos a estar haciendo lo mismo. Me besa y saborea mis labios porque nada más en el mundo nos puede hacer tan felices. Así de simple. No hay explicaciones. Es tan facil como tratar de meterse en la mente del otro y tratar de buscar el punto que explota al deslizar en forma exacta las manos entre los pelos, sin dejar de respirar, sin abrir los ojos, tan sólo viviendo al otro, no en el futuro.
"Ojalá todos desaparecieran"
"Tu mente puede hacer eso" me dijo.
Y no puedo aguatarme frente a su boca.
"Vamos el sábado"
"No. No quiero ver caras largas" me dijo