martes, 27 de octubre de 2009

Capítulo 28: Fuerzas

¿Qué es fuerza? ¿Es una energia? ¿Es lo que permite que el planeta rote alrededor del sol? ¿Es lo que produce el quiebre del capullo al nacer la mariposa? ¿Es lo que me deja aplastar con mi mano al mosquito estupido que choca contra mi pantalla? ¿What is? ¿A man?
Creo que es dificíl de contestar las miles de interrogantes. Sólo sé que si aquello existiera, me ha abandonado por completo.
Mary tiene razón, es una responsabilidad demasido grande y pesada sonreir siempre y tener una palabra, porque es tanto lo que se entrega que no queda nada para uno mismo. Siento que mi alma duerme sin sesar, agotada de tanto levantar a otras que amenzan con caer. Los atardeceres ya no saben al mismo sabor que de hace unas semanas. Y nisiquiera su sonrisa me puede hacer volver de esto tan oscuro.

¿Es mala? Creo que sí cuando un hombre decide dejar una bomba átomica sobre una ciudad llena de personas que ni siquiera en la vida lo conocieron. Cuando un hombre decide cargar su brazo de fuerzas y abofetear a su mujer, a la que le prometió lealtad y respeto alguna vez. A veces la fuerza se vuelve suficiente para que el hombre pueda olvidar que al lado de uno hay otro con los mismos derechos. Se vuelve tan destructible y eficaz como para quitarle a una persona las ganas de vivir. Es una energia cambiante e uniforme, capaz de transtornar historias por completo. Pero el humano insiste con seguir y no medir la concecuencias.
¿Qué ocurrería si algún día, con la misma fuerza que se mata a una mosca, un ser totalmente desconocido comenzara a aplastarnos con su poder? ¿Por qué no? Una mosca nunca piensa, en su eterno y calculado volar, que una desesperada mujer acabará con su vida porque simplemente rondaba zumbante la carne del almuerzo.
No puedo explicar qué es fuerza. Tampoco puedo decir a donde fue. Sólo sé que me tiene aquí, cuestionandome hasta el aire que respiro, nublandome un poco más la mirada del mañana, pensando que Yessenia podría ser la última mano que me coja en este eterno caer hacia la nada. Sin embargo, estoy convencido de que no puedo valerme de los demás para obtenerla. Sé que todos buscan en la voz del otro encontrar las fuerzas para seguir, pero yo no puedo seguir absorbiendo de esa valiosa energia, que a veces no se sabe entregar.

Sólo quiero que llegue el deseado domingo en la noche. Salir de dos arduos días de trabajos y chocarla con un beso. Escuchar su silencio y sus temores. Cada vez se acerca más. Cada vez me atrae más hacia algo que nadie nunca me ha entregado. Claro. Toda persona entrega algo distinto.

jueves, 22 de octubre de 2009

Capítulo 27: Días son Días

Esto lo escribí ayer. Ayer me sentía mejor que ahora ¿Por qué? Porque ahora debería ir al paradero para encontrarme con Yessenia, escuchando el MP4 de Simón, sonriendo a cada paso, viendo como La Ballena se asoma detrás de las casas apegadas una al lado de la otra. Pero ahora nada esa mierda. Estoy sentado frente al computador, escuchando la banda sonora de "Bastardos sin Gloria", acordandome más de ella ¿Por qué? Puta que hací preguntas. Porque esta película la vi con ella, abrazados en una vacía sala de cine ¿Haciendo qué? Comenzando algo. Entonces ahora la tarde cae y me pregunto ¿Queda algo de esa ilusión? ¿Puede ser lo bastante genial la vida para que cuando llegue el sábado, suba a mi oficina y me pida, aunque sea, un poco de consideración? ¿Estoy actuando lo bastante pendejo? Ojalá estés leyendo esto Mary.

"Odio cuando todo se da vuelta, cuando aparece la gota que rebalsa el vaso, y lo único que puedo es escuchar a Dios pidiendome calma.
Ayer Jack estaba tan mal, que a veces logra hacerme arrepentir de mi decisión de haberme ido del Puelche. Mary tuvo dos semanas para el olvido. Romina está afectada por el quiebre con su ex. Hace unos días discutí con Isabella, por Messenger Maldito Messenger. Ahora lo odio. E Ignacio no anda de lo mejor debido a su pequeña perdida de cabello. Todo alrededor mío se ha venido infectando, envenenando, desde un tiempo hacia acá. Y yo, estupido de creer que todo va bien en mi vida, los aconsejos, trato de darles luz, de darles un respiro ¿Por qué? Porque soy el imbecil más grande del Universo al pensar que no puedo tener un día de aquellos.
En la mañana, por ingresar mal una puta palabra, obtuve un cuatro en una prueba que deberia haber sido un siete seguro. Durante el medio día, buscando el archivo de un trabajo que hace unas tres semanas le había enviado a mi profesora de Emprendimiento, me encuentro con la cruel sorpresa que en el e-mail que le había enviado el trabajo de mi grupo, no había adjuntado ningun archivo. Este condoro, hoy supe, significó un uno para todos directo al libro. Y ahora espero ansioso que Yessenia se conecte ¿Y con qué me encuentro? Con la parte llena de estrés de Yessenia.
Sí, si sé que las parejas deben conocerse en todas sus facetas, pero no sé si es bueno hacerlo tan pronto. Fue un manojo de enredos, de frases y preguntas, lo que terminó posponiendo con fecha indeterminada la junta de mañana y de regalo, de broche oro para el día de hoy, una fría despedida por su parte. Y lo único que puedo es escuchar la voz de Maryberta "Sabrás si de verdad maduraste cuando sepas afrontar con tranquilidad un fuerte problema que te pille descolocado". Sin embargo este problema no es fuerte o grave, pero no es de esos que se deben afrontar en los comienzo de la relación ¿O sí?
Bien. Me estoy tratando de tranquilizar y hacer esto, escribir, que es la mejor medicina para mis nervios. Trato de epnsar en Mary y en la promesa que le hice "Dejame hacerte sentir orgullosa de mi. Si hablo con ella nada va a pasar" Y sigo sin entender como me puede conocer tan bien. No entiendo. Nos hemos visto una sóla vez en la vida, y pensar que en otra ocasión traté de engrupirmela. Aún así sabe cómo, cuando y qué decir, en el momento exacto ¿No será una bruja? Y fue hace 24 hrs. cuando me dijo "Ella te puede pillar mal parado" Y yo el muy idiota, dandomelas de superman, juro que nada me puede hacer.
Estoy escuchado música y me acuerdo cuando se desconectó. Le manifesté mi desconciertó a Jack, traté de pasar un archivo al MP4 y no pude. Sonriendo sinicamente, apagué mi nueva pantalla y el modem de Internet, y al intentar apagar el computador, al demorarse en hacerlo me hizo colapsar. Fuí y desenchufé el cable de poder.
Y entre más busco entenderlas, menos respuestas obtengo, sabiendo que buscar es una estupidez, tanto como yo.
Que pase lo que tenga que pasar"

Ahora me siento mejor... un poco mejor. Es que en verdad me gusta y sería demasiado tragico que todo acabara. Sería, y no es de paranoíco, la segunda en menos de tres meses con la que las cosas no salen bien.
Lo único que me contenta ahora es que Ignacio entendió a cabalidad la materia de ángulos, viendo una luz de esperanza en lo que respecta a la salvación de su año escolar

lunes, 19 de octubre de 2009

Capítulo 26: "No quiero que te vallas"

El final de año escolar de Ignacio es algo parecido a lo que le ocurrió a la selección chilena los últimos dos mundiales. En esta epoca ya tenemos que empezar a sacar la calculadora y a resarle a algun santo para poder pasar al proximo nivel, porque si el año academico terminara mañana, mi hermano estaría repitiendo por tercera vez un curso.
Entonces me siento y trato de contar hasta diez, viendo, gracias al informe de notas, que tiene rojo matemáticas e historia, e ingles está peligrando, promediando con los otros ramos un cinco uno. Trato de imaginarme el rostro de mi padre apuntandole con el dedo, gritando hasta romperse la garganta lo que le ha gritado los últimos cinco años de su vida a final de año, a mi madre llorando y la cena de Navidad arruinada ¿Se puede hacer algo? Tenemos un periodo más de pruebas para subir los rojos, sumado a las pruebas semestrales, que gracias a Dios y al Diablo, valen por dos notas más. En resumen, tendríamos que ganar todos los partidos que vienen y pasariamos al mundial. Chile ya lo hizo.
Subí a la pieza de mis viejos y abrí la puerta.
"¿Vamos a estudiar?" le pregunté. Leía el libro mensual.
"Si" me respondió con su maldito e irritante carácter.
"Quiero saber todas las fechas del periodo de pruebas que te quedan, y el de las semestrales igual ¿Me oiste?" le pregunté tajante.
"Sí"
"Vamos a pasar de curso" y le tendí la manó. Él me la dío con fuerzas.

Y cuando lo nuestro es un neto secreto, Alejandra parece oler lo que ocurre. Yessenia y yo ya hemos tenido dos ataques por parte de su naturaleza incisiva y venenosa, casi agresiva. Es de esas mujeres que les gusta ser o parecer un sex simbol. Juega a la seducción con mis compañeros de trabajo. Parece un gata en celo, tan ardiente que sus pelos y labios se erizan de un rojo camersí. Pero a mí no me produce ninguna cosquilla. Para Yessenia le es indeferente.
Fue hace un fin de semana cuando quiso dar la primera estocada. Centro de Servicio es aquel lugar en donde enfurecidos los clientes llegan a plantar los reclamos en la cara. Ahí estabamos los dos conversando, cuando llegó Alejandra.
"Ya po, Omar ¿Cuando me vas a dar un besito?" me preguntó con aquel tono de voz suave y un tanto pornografico.
"Nunca" le contesté sonriendo íronico, posicionandome al lado izquierdo de Yessenia.
"Pucha" protestó "Tú eres el único aquí que no me quiere dar un besito" fingiendo un puchero.
"Es que yo no soy igual que los demás" me defendí.
"Sí sé" se rindió "Tú aquí eres como INTOCABLE"
Juro haber escuchado aguantar una carcajada a Yessenia. Yo sólo alcé una ceja. No podía caer en su juego.
¿El segundo golpe? El sábado que recíen pasó. Trato de no ir solo a almorzar. Indiscutiblemente no puedo ir con Joselyn, mi jefa. No podemos dejar la oficina abandonada. Monica tampoco podía ir. Sus relevos estaban almorzando a esa hora. Y que decir de Yessenia. Estaba apoyando a Monica. Tuve que ir a la suerte de la compañía. Fue entoncesque me enteré cuando llegué al casino quienes serían mis acompañantes de almuerzo. Arnaldo; el nuevo supervisor de cajas. Erica; supervisora de cajas. Y al final de la lista, la manzana podrida; Alejandra. Me senté en paz, sonriendo, disfrutando con ellos el seco pollo asado. Hasta que la gata rasguñó.
"Omar ¿Sabes lo que dice de ti en el baño de las mujeres?" preguntó agresiva.
"No" contesté, esperando que de su boca saliera cualquier cosa.
"Dice 'Omar y sus conquistas'" declaró.
El pedazo de pollo que me tragaba se quedó estacionado a mitad de mi garganta, y yo no podía respirar.
"Y hay una larga lista" siguió.
Traté de no escupirle en la cara, menos de pensar en quien podría haber escrito eso. Sin embargo, no creo que haya sido casualidad, unos dos puestos más allá Anita fingía comer su almuerzo, ya que sus ojos se desorbitaban hacia donde nosotros estabamos. Y al volverme a contestarle a Alejandra, procuré no pensar que ella habia sido ¿Por qué ella? Porque después de un estupido desliz en su departamento, tratando de olvidar a Daniela (maldita noche), juró que podiamos tener hasta nietos. Frente a mi negativa se encargó de ponerme el cartel de mal hombre, argumentando que yo había jugado con sus sentimientos. Pero aún así, aquello había ocurrido hace ya unos cinco o cuatro meses. Tiempo ya ¿Por qué habría de escribir eso? Quizás quiere que Yessenia dude de mí, ya que sé muy bien que su mejor amiga nos vio juntos en la plaza de Puente. Ahora, refiriendonos al tema en cuestión, soy sincero al decir que el cartel de... ¿"Galán"? No me queda, en absoluto. Después de Anita, vino Nathalia, y estoy seguro que de eso nadie supo. El tema de las relaciones inter-colegas está muy penalizado dentro del supermercado por parte del administrador. Lo mío con Yessenia tambien está muy bien guardado. Entonces... ¿Con qué fin ponen eso?
No fue lo peor. Terminé de almorzar y bajé a sala. Yessenia, tan tierna y especial, me pidió que la acompañara hasta el casino. No dudé en hacerlo. Lamentablemente, cuando subiamos la escalera hacia el segundo piso, Alejandra, en compañia de Anita, custodiaban el fin de la hilera de peldaños. Y la gata no dudó en zarpar sus garras.
"¿Si o no, Anita, que en el baño está rayado 'Omar y sus conquistas'?" le preguntó.
Y Anita, al igual que una traidora arrepentida, en una voz muy suave y baja, como de victima, le contestó.
"Sí"
Lo dijo por segunda vez, y en compañia de Yessenia ¿Para qué?

Era casi media noche del mismo Sábado, y mientras me acariciaba, me retaba, diciendome que no me podía preocupar por Alejandra.
"Pero es que igual me da lata que siempre tire tallas cuando estás tú al frente" le dije.
"¿Que tiene, Omar? Yo sé como es Alejandra. La conosco tiempo antes que tú, y sé que le gusta molestar, sobre todo a los hombres" me dijo riendo de mi actitud de niño chico. Ella tiene veintitres.
Estabamos sentados en una banca de una plaza custodiada por hinchas del Colo que celebraban el triunfo, aprendiendo de algo nuevo: el silencio. Es lo que a Yessenia la diferencia de las demás. Cuando me abraza no dice nada, sólo se queda ahí, disfrutando el gesto y el canto de la noche lejana, mientras que una garuga avisaba la proximidad de una lluvia fría. A mí antes no me gustaba el silencio. Recuerdo que a Daniela siempre le preguntaba en qué pensaba, y siempre tenía respuesta. Al principio, la primera vez que Yessenia y yo estuvimos solos, me bastó que me respondiera un tajante "No" al consultarle que pensaba. Me dice que le encanta el silencio y que es genial escuchar mi respiración.
¡Dios! No sabía cuanto me gustaba el silencio. Dejar todo en suspenso y tan sólo disfrutar el que esté ahí, acurrucada entre mis brazos, con su mirada perdida quizás en donde.
Cuando ya notamos que son la una de la madrugada, tomamos camino hacia el paradero de colectivos. Le gusta caminar abrazada a mi dorso y reír de vez en cuando.
"Que es tarde" me dijo "Y tú mañana tienes que trabajar temprano"
"No importa"
"¿Cómo que no importa? Mira, al colectivo le falta un pasajero. Ya, andate" me dijo.
"Ya. Chao" le dije besandola.
Y sin más previo me envolvió con fuerzas hacia ella e impidió mi partida.
"No" me dijo riendo y fueron otros quince minutos más hasta que el otro vehiculo se llenara de pasajeros. Un instante más con ella. Unos segundos más de esto que día a día me gusta más.
"Ya, chica, me voy" le dije despidiendome.
Me giré, pero nuevamente me abdusió hacia ella, al tirar de mi mano. Ahora el beso fue más largo, más lento, pidiendome en cada caricia que detuviera el tiempo alrededor.
"No quiero que te vallas" declaró. A Yessenia le cuests mucho hablar así.
"Entonces me voy contigo" ataqué. Predije que sería dificíl que respondiera, pero como lo hizo con el e-mail, me ganó otra vez.
"Ya po" respondió.
Tuve que detenerme.
"Vamonos para tu casa" seguí.
"Ya po"

viernes, 16 de octubre de 2009

Capítulo 25: Siete mil pesos

Se conectó tarde. Me dijo que me extrañaba y que esperaba con ansias el sábado. Me informó de un cambio de horario en mi entrada de aquel mismo día.
Ya a la una de la madrugada, cuando los contactos conectados escasean y la cama llama a llenarla, abrí el correo electrónico en busca de un último e-mail. En un recuadro amarillo aparecía su nombre, y el título de su mensaje resaba: IMPORTANTE. Pensé que quizás se debía al cambio de horario. Lo abrí y leí estupefacto: Te extraño mucho.......................

Mi vieja barría el patio. Yo disfrutaba de mi nuevo monitor LCD que compré el martes. Me presenté en la tienda de terno, luciendo el cuello de la camisa sobre el del vestón, peinando hacia atrás, mirando despectivo los productos en excivisón, que sobrepasaban las trescientas lucas. Hasta que un vendedor se me acercó.
"Buenas tardes, señor" me saludó "¿Le puedo ayudar en algo?"
"Vengo persiguiendo a ese monitor desde Falabella Providencia" le dije. No pude evitar sentirme igual a Nicolas Cage en 60 Segundos "Me dijeron que aquí tenían once"
"Así es señor"
"¿Te acordaí de la pitufa con esa canción?" me preguntó mi madre.
Escuchaba "Nada va a Pasar".
"No" le dije, recordando de golpe que aquel tema era nuestro.
"Sí" insistió riendo, pensando que le ocultaba algo "Si yo me acuerdo de ese tema con ella po"
"¿Tú? ¿Y por qué?" le pregunté extrañado.
"No sé"
Abrí el Ares y cambié el tema.

Sintió que ya de nada servía vivir. De nada servía seguir respirando dentro del mundo que alguien le había dado como maldición. Tenía unos diez años en aquel entonces. Tal vez cuando entró a la bomba se acordó de su padre enfermo en aquella camilla allá en San Antonio, de su pequeño perro. Con sus dedos llenos de sangre gangrenada y seca buscó en su sucio bolsillo los quinientos pesos que le quedaban, con los cuales se podría haber comprado un pan y una lámina de chanco, albergando un poco de esperanza respecto a la superviviencia diaria, pero de eso nada quedaba. Le pasó el bidón a la vendedora y le pidió que le virtiera quinientos pesos de parafina ¿Qué iba a dudar la vendedora de un niño pobre comprando unos miseros pesos de parafina? Absolutamente nada. Es más, le dio un poco más para asegurarse de que las tablas que iba a quemar por ahí prendieran bien. Cuando tomó el bidón, casi lo suelta al dejarlo caer a la suerte de la inercia, escuchando como sus débiles huesos, faltos de leche preparada por el amor de una brillante madre, crujieron dentro de su brazo.
Salió para ser atrapado por la penumbrosa mano de la noche que sería eterna, en donde a las estrellas se les había olvidado brillar. Las lágrimas comenzaron a enjuagar la tierra de sus mejillas y supo que era el fin, que ya nada ni nadie lo podía salvar. Que equivocado estaba ese niño que cambió mi vida.
Encontró el lugar mas recóndito y escondido del planeta; el interior de un círculo de arbustos malgastados por el otoño y ahí se sentó. Sintiendo que la vida y al aire lo abandonaban, con las últimas fuerzas que producía las migajas que se había comido hace una semana, abrió la tapa del bidón, dispuesto a beberse por completo el contenido. Hasta que algo lo interrumpió. Sus ojos se encontraron con el brillo de algo que se escondía entremedio del pasto verde oscuro, algo que quizás podía decir su nombre ¿Qué importaba ya? Se dispuso a beber el líquido que le quitaría la vida, pero aquel objeto brilló con aún más fuerzas, como la zarza que le habló a Moises hace unos tres mil años atrás. Dejó el bidón a un lado y tomó aquel blanco y brillante papel. Y algo dentro de si le dijo "Abrelo"
Con sus dedos negros de sangre seca abrió el papel, sintiendo como algo lo invadía por completo. El calor volvía a su cuerpo. Y sus ojos se encontraron con algo que en ese momento no pudo explicar. Eran siete mil pesos. Un billete de cinco y dos de mil.

lunes, 12 de octubre de 2009

Capìtulo 24: Aguantar

Ignacio me despertó de los reprimidos sueños antes del alba. Bajo lo que había sido la recuperación de un viernes hasta las doce, un sábado hasta las cuatro de la madrugada y un domingo hasta las dos, escuché que me decía que me llamaban. Me quité las calidas tapas de encima y en boxers y polera bajé a contestar. Su voz no era la misma del sábado. No, no estaba difonico. Estaba triste, herido, aguantando. Me relató que lo vío por primera vez y sintió como si un tren de carga le hubiera pasado por encima. Que ella no pudo disimular algo de incomodes. Que sus padres preguntaron quién era aquel joven embestido sobre la moto, y mintiendoles les dijo que no sabía. Pero en realidad sí sabía. Sabía que él era el novio oficial. Sabía que él era la gran trava entre los dos. Una piedra. Sabía que él era por quién sufría, y ni siquiera le había escuchado la voz. Sabía que él era el causante de tantos meses de incertidumbre, esperando en lo que se había convertido su propio infierno de esperanzas y amarguras. Él era todo el enjambre de preguntas y miedos. Era la simple excusa para que ella no le dijera "sí".
Creo que se bajò y no quiso mirar si el saludo fue de beso en la boca. No quería mas punzadas a lo que le queda de alma.
"Ayer me acosté tarde esperando que te conectaras" me dijo afligido.
"Ayer me quedé apoyando a Yessenia hasta el cierre. Llegue como a las doce, güeón. Y lo único que quería era acostarme" me excusé.
"Quería sólo hablar con alguien. Me sentí demasiado mal" me dijo.
"Te entiendo"
"¿Qué onda ella?"
"Yo, de verdad, que ya no puedo entenderla" le contesté rendido.
¿Qué fue lo que ocurrió? Quizás es una prueba más. Una dura y ardua prueba ¿Podrá aguantar?

El viernes fue algo así como de ensueño. En la tarde fuimos al cine a ver una película que superó expectativas. Luego vino el momento de poner los puntos sobre las "i" y un pedazo de tiempo en la historia para quedarnos cerca de la plaza. Pero sin duda, lo mejor de todo fue que no quería que me fuera.
Lo peor, a veces, es controlar las ansias cuando estamos trabajando. Es facíl sentir y pasarla bien, pero cómo hacer cuando llega el segundo en que lo único que se quiere es que la gente desaparesca. Bueno, eso es lo que siento yo ¿Y ella? Ella es un crucigrama difícil de resolver. Me cuesta, a veces, saber si abrasarla o tomarle la mano. Si decirle algo o sólo callar. Si besarla o tan sólo mirarla. Fue así como nuestra segunda cita (?) se concretó para el día viernes. Cuando me la topé la besé en la cara y Troya ardió. Se molestó porque no la había saludado de beso en la boca. Si supiera que me pasé la mañana entera tratando de saber que le molestaría o agradaría más.
"Que feo" me dijo riendo. Y tuve que sacear la sed de ambos.
El mall, al principio, lo recorrimos como amigos, tanteando terreno dudativos y conociendo más a fondo la vida de ambos. En la oscura y vacía sala de cine fue un enrredo de cariños y tomadas de mano, de miradas que el otro nunca correspondió. Y a la salida, recorrimos el mall abrazados.
Todo va en afán de sentir y pasarla bien, de no pensar y cuestionarse. Pero lo del beso en la cara le quedó dando botes toda la noche, y tierna me preguntaba que por qué lo había hecho.
Peor fue lo de anoche. Por querer probar un poco, amenacé con retirarme temprano del supermercado, pero me detuvo. Que genial fue escuchar su voz al pedirme que me quedara hasta el cierre con ella, que la acompañara ¿Para qué? Que mierda importa. Sólo lo dijo y eso me bastó para devolverme y seguirla de allá para acá mientras trabajaba. Lo terrible fue tenerla para mí en la oficina, observandola sacar los informes de venta y lo que respecta a CMR, y respetar al lugar en donde estabamos y quizás a su opción de sólo estar y no liberar lo que tenía dentro.
Camino a casa, en el taxi, acordamos en silencio vernos el viernes que viene, y ya la semana parecía muy larga. Decir que parecerá un siglo es de maricón. Ojalá que no la empiece a sentir así.
Vio donde vivía como yo lo hice el viernes, y en realidad no sé que habrá pasado por su cabeza.

jueves, 8 de octubre de 2009

Capítulo 23: Play

Y presionamos play.

Monica se compró una Sprite. Compartió unas risas, y derepente, mirando la hora en su celular, se puso de pies y con cara de horror se excusó de que era muy tarde y se fue.
No queriamos que se fuera, pero a la vez queriamos estar solos. A ella no le gusta ir a la disco, a mí sí. Ella no estudia, yo sí. No le gusta bailar, a mí sí. Le gusta leer, a mí tambien. Le encanta ver peliculas hasta tarde, a mí igual. Y fue una extraña mezcla la que fuimos formando a medida que haciamos que el nivel de la cerveza bajara en nuestro vasos. Reímos mucho recuerdo, pero no eran tantas las miradas sostenidas Siente.
Cuando nos dimos cuenta que ya no quedaba nadie, decidimos salir hacia el centro dePuente Alto y caminar por un momento, contemplar el filmamento estrellado quizás o conocernos un poco más. La cuestión fue que decidí hacerle caso al evangelista y sentir un poco a ese calor interno que tanto le gustaba revolotear.
Me aguantó que orinara detrás de un kiosko, y es que ya era mucho los minutos que llevaba aguatandome, y mi pequeña y debil vegija no pudo más ¿Qué más podía hacer? ¿Tomar el colectivo e irme? ¡Nunca!.
Nos sentamos en el borde de la entrada de un local cerrado y siguimos jugando a las mentiras, hasta que decidío hacerme jaque mate.
"Ya po, Omar ¿Qué vamos a hacer? Nos quedamos aquí por algo" dijo tajante y desafiante.
En ese momento el planeta enteró se quedó en silencio. Ni siquiera los grillos se atrevieron a decir palabra alguna. Y... bueno, no me quedó de otra. Me acerqué lento y quizás cariñoso y la besé. Que raro fue sentir a ese calor estacionarse y enfriarse como un tempano. Me aferró con sus brazos y yo la tomé por la cintura. Fueron unos segundos demasiado geniales. Algo que aún no puedo explicar, como tampoco he podido explicar los muchos primeros besos que he dado en mi vida. Pero ella, en sus ojos, portando ese ángel que la hace tan diferente a las demás, se mostraba tan sencilla y nerviosa. Cuando cedimos, se cobijo en mi pecho y una pequeña sonrisa se asomó, y aquel escalofrío del que el evangelista me habló, me sacudió calido y pacífico.

Han sido días buenos, ajetreados, pero buenos. Decidí apretar "play" y seguir. Ya era hora. De nada servía revolcarme con los recuerdos y angustiarme con el futuro que no puedo ver. Y es que todo ha sido diferente desde que conocí al evangelista. Me ha enseñado mucho. Eran, tal vez, las palabras que necesitaba escuchar para poder seguir, más ahora que tengo esta "misión" entre mis manos ¿Misión? Estoy seguró de que si él leyera estas líneas, me estaría jusgando y retando, diciendome: "Tratas de entender todo, pero no sabes sentir" Bien, entonces yo le podría decir que sé que esto es para mí y que es una ayuda que estoy recibiendo, pero ¿Es ayuda dejarme sentir todo esto?
Me habla de Dios y de que es un mensajero. Sinceramente, al principio no le creía absolutamente nada. Hasta aquella noche.
"Atrevete a sentir ese calor dentro de ti. Cree lo que te está sucediendo"
Creo que me acosté tarde, habiendo vivido nuestra tercera conversación. "Sentir" era la palabra que me robotaba como piedra ardiendo dentro de la tetera en que se había convertido mi cabeza. Recuerdo que un sueño increible, algo que nunca había sentido, o que por lo menos llevaba meses sin sentir un cansancio así, me invadió al tocar con mi nuca la almuhada. Trataba de mantener los ojos abiertos, pero me fue imposible y me dejé llevar. Comencé a sentir. Me acomodé de costado hacia la pared de mi pieza, cuando vi a una mano blanca y a la vez brillante rozarme el rostro y empezar a acariciar el brazo ¿Me asusté? Para nada, es más, una paz increible, o tal vez producto del cansancio que no dejaba moverme, me impidió gritar o hacer cualquier tipo de reclamo. Luego fueron las piernas; sentía como si flotaran o mejor dicho, sentí que algo se escapaba de ellas a traves de los poros, y luego fue el cuerpo entero. Hasta que entré en un sueño. Era parte de un círculo de tres hombres. Los tres estabamos sentados en sillas, en donde una aparecía vacía. Eso, hasta el momento en que un hombre, que aún no sé decir si estaba sentado en mis piernas o salió dentro de mí, se puso de pies y se sentó en aquella silla. Los tres se miraron sonrientes y algo conversaron, algo que no pude escuchar.
"Espero que algún día puedas entender lo que viviste" fue lo único que me dijo el evangelista al otro día cuando le conté.

Han sido días de temple, de mirar desde lejos y aproximarme en silencio a las situaciones, para no equivocarme. Daniela me agregó otra vez, sin proposito aparente. Jack vendrá el domingo. Y mañana saldré con Yessenia el cine. Ganas de escribir me faltan, y es que siento que algo en mí sucedió, algo que mantiene mi mente ocupada en otras cosas, buscando o esperando recibir las lluvias que crearan un oceano de sorpresas y nuevos conocimientos. Espero estar preparado para esto que se aproxima con una velocidad desesperante.

jueves, 1 de octubre de 2009

Capítulo 22: El Paciente 505

Crucé la hermosa y tranquila Vespucio Norte un poco nervioso. Troté para no ser alcanzado por los vehiculos que a alta velocidad la transitaban "No tienes que pensar, tienes que sentir" IRAM era un poco más lujoso que lo que mostraban las fotos y lo que decía mamá. Su estacionamiento estaba atestado de vehiculos de alto valor y su infrasestructura hacia gala de ser el único instituto de radiocirugia en Chile.
Luego de verme en la puerta polarizada de color marrón transparente, ingresé a un lobby de siete por cinco metros cuadrados, conformado por sillones de esperar y un mesón de atención al público ¿Qué voy a preguntar dónde es? Sólo tengo que mirar las flechas y encontrarlos. Decidido caminé hacia lo que se convirtió en un verdadero laberinto. No, no era un sueño o una pesadilla. Era la realidad misma de aquella tarde del uno de Octubre.

Mis padres tuvieron que firmar, poniendose en los zapatos de Dios, contratos con el instituto de neurocirujia de Chile en el caso de que Ignacio sufriera daño alguno. Se hacían responsables de que su hijo pudiera quedar vegetal para el resto de su vida. Tenía en ese entonces once años. No sé si habrán pensado en eso, pero estoy seguro que las ganas de verlo bien y sano derrotaron a todos los miedos, y firmaron aquellos asquerosos papeles.
¿El problema? Una malformación en el lobúlo izquierdo inferior del cerebro; un nudo de venas que amenazaba atentar contra su corta vida, resguardando en su cartucho un derrame cerebral ¿La solución? Una embolización. Entrarían por la delicada arteria Ingle, ubicada en el costado interior del muslo derecho, subirian por ella hasta el cerebro y desplegarían un "tapón" en las entradas al nudo de venas.
En total serian dos embolizaciones, las cuales sólo cubrirían un 80% de la larga y costosa sanación. Quedaba una tercera, pero algo quiso que el fin llegara de otra forma.

Decenas de carteles con ciento de flechas, indicando miles de pasillos. La cabeza ya empezaba a dolerme al buscar con la mirada a mi padre, a mi madre, a Simón o a Ignacio, recorriendo escaleras que iban hacia todos lados, pasadizos que terminaban donde no sé donde y muchas personas con sus cabezas cubierta por el bello diseño de un paño de hilo.
Cresta.
"Hola, buenas tardes" saludé a la recepcionista "Sabe, mi hermano será sometido a una radiocirguia..."
"¿Ignacio?" me interrumpió descortés.
"Sí" contesté esperanzado.
"Por el final del pasillo, a la derecha. Estan en una sala" me indicó.
"Gracias"
Volví a recorrer el pasillo que había transitado anteriormente, y llegué hasta donde supuestamente estaban. Y al final del pasillo, una sala con persianas cerrradas ¿Ya habían empezado? ¿Estaba ya anestesiado para empezar? ¿Habrá sufrido como lo hizo antes? ¿Qué este nudo en mi pecho? "Siente", me dijo el evangelista. Fue cuando pensé que podía escuchar su corazón.
Lo que dice el evangelista es real.
En ese momento la puerta se abrió y apareció la tranquila imagen de Ignacio. Me fue inevitable recordar el inicio de nuestra trancada relación. Nos llevamos por cinco años de diferencia, y sí, tambien tuvimos muchas diferencias, en donde él siempre ganaba el veredicto de mis padres. Una mañana, luego de que papá saliera a comprar el kilo de pan para el desayuno, nos fuimos a las manos y con o sin querer, lo boté al suelo y su nuca dio de lleno contra el piso, logrando descargar aquel ruido de un martillo chocando contra el asfalto. Aterrado de miedo, viendo que su llanto ahogado estallaría en un agudo grito de dolor, me abalancé sobre él y con fuerzas le tapé la boca, imaginandome como mi padre dejaría caer un ejemplar castigo sobre mí.
"Callate, por favor" le rogaba.
Y lo hizo. Dios, cuanto me ama.

Los estaban haciendo esperar en una delgada pieza, provista de sillones de cuero comodos y lujosos.
"Aquí dejan descansar a los pacientes después de la quimioterapia" me explicó mi madre.
El ambiente era pesado, el aire estaba denso. Nada podía penetrar ahí. Costaba esbosar una sonrisa.
Hasta que llegó el doctor. No le entendí su apellido, aunque lo dijo lento. Era un hombre alto y barbón, con una cabellera arreciada por la vejez. Ojos humildes y manos huesudas. Se sentó al frente y comenzó a convencernos de lo que iba a suceder.
"Bueno, la embolización es una solución efectiva al instante, pero a largo plazo comienza a lavarse, a despegarse, por así decir. En cambio, la radiación actua de forma lenta, pero al pasar del tiempo es totalmente efectiva y para siempre. Ocurre que ésta actua a un nivel celular, comenzado a" Y comenzó a buscar en el aire la palabra precisa "A cerrar esa zona, a..." No estaba conforme con su descripción de médico con trayectoria "A fundir" le ayudé "Exacto. Entonces es algo que es irreversible. La radiación no tiene reversa"
Me acordé de los documentales de Chernovil, de los bebés que nacían desformes, de las mujeres con escaras en la cara y el cuerpo. Un desastre. Ignacio iba a ser sometido a un mini Chernovil.
"Para tener exactitud y no disparar con margen de error" seguían explicando el doctor paltón "Fijaremos esta corona en su craneo mediante cuatro tornillos ¿Ya? Y este aparato, que es toda una maravilla, nos permitirá conocer la ubicación exacta y precisa de la malformación que afecta a Ignacio. Luego de hacer el escaner, una computadora realiza los cálculos y nos da la información de su ubicación. Para tranquilidad de todos y de la tuya" le dijo a Ignacio, el cual lo observaba con una extraña tranquilidad que yo no podía entender. Iban a atornillarle una corona al craneo ¡AL CRANEO! ¿Cómo podía estar de esa forma? "Te vamos a inyectar anestesia local, así que lo único que te va a doler va a ser el pinchazo en el mate y nada más. Luego de eso, te vamos a atornillar los cuatro pernos, que son super chiquititos y después la corona. Obviamente te vas a sentir extraño por el peso, pero no te tienes que preocupar de nada. Esperamos una media hora y luego te irradiamos.
Esto lo llevamos mucho tiempo haciendo aquí en Chile, así que no tienen que estar nerviosos" declaró "Tú eres el paciente 505" le dijo a Ignacio.
A continuación de la explicación, vino una ronda de preguntas, de la cual Ignacio no participó. Mantenía esa postura de paz y tranquilidad, y yo seguí sin entender.
Siente.
"¿Tú tienes alguna pregunta?" le preguntó el radiocirujano. Juro que pensé que preguntaría por su vida, por secuelas, pero nada de eso.
"¿Se me van a notar los orificios después?" preguntó tierno.
Con mi mamá cruzamos una mirada de complicidad. Era Ignacio y su look.
"Unas heridas durante unos días, pero después van a sanar" contestó impresionado el médico.
Fue cuando un lujoso celular comenzó a sonar en su bolsillo. Era el neurocirujano que llegaba con una hora y media de retrazo. Salió a encontrarlo y el nerviosismo cayó. Salimos igualmente y sólo nos quedó esperar la hora.
Cuando llegó, fue el instante en que todo se borró. Un abrazo de hombres; golpeado y frío, y un "Nos vemos en la noche. Tranquilo ¿Ya?" Simón se abalanzó sobre su cuello y lo besó reiteradas veces. Aunque no sabía bien a que iba, sentía la angustia de Ignacio, por eso su actitud. Fue cuando dos enfermeras, más bajas que él, lo redearon y lo conducieron por otro pasillo más. Se metió las manos en los bolsillos de sus black jeans con diseño, lució sus zapatillas Nick Shock y caminó con desinteres y tranqulidad hacia el fin de la pesadilla.