jueves, 8 de octubre de 2009

Capítulo 23: Play

Y presionamos play.

Monica se compró una Sprite. Compartió unas risas, y derepente, mirando la hora en su celular, se puso de pies y con cara de horror se excusó de que era muy tarde y se fue.
No queriamos que se fuera, pero a la vez queriamos estar solos. A ella no le gusta ir a la disco, a mí sí. Ella no estudia, yo sí. No le gusta bailar, a mí sí. Le gusta leer, a mí tambien. Le encanta ver peliculas hasta tarde, a mí igual. Y fue una extraña mezcla la que fuimos formando a medida que haciamos que el nivel de la cerveza bajara en nuestro vasos. Reímos mucho recuerdo, pero no eran tantas las miradas sostenidas Siente.
Cuando nos dimos cuenta que ya no quedaba nadie, decidimos salir hacia el centro dePuente Alto y caminar por un momento, contemplar el filmamento estrellado quizás o conocernos un poco más. La cuestión fue que decidí hacerle caso al evangelista y sentir un poco a ese calor interno que tanto le gustaba revolotear.
Me aguantó que orinara detrás de un kiosko, y es que ya era mucho los minutos que llevaba aguatandome, y mi pequeña y debil vegija no pudo más ¿Qué más podía hacer? ¿Tomar el colectivo e irme? ¡Nunca!.
Nos sentamos en el borde de la entrada de un local cerrado y siguimos jugando a las mentiras, hasta que decidío hacerme jaque mate.
"Ya po, Omar ¿Qué vamos a hacer? Nos quedamos aquí por algo" dijo tajante y desafiante.
En ese momento el planeta enteró se quedó en silencio. Ni siquiera los grillos se atrevieron a decir palabra alguna. Y... bueno, no me quedó de otra. Me acerqué lento y quizás cariñoso y la besé. Que raro fue sentir a ese calor estacionarse y enfriarse como un tempano. Me aferró con sus brazos y yo la tomé por la cintura. Fueron unos segundos demasiado geniales. Algo que aún no puedo explicar, como tampoco he podido explicar los muchos primeros besos que he dado en mi vida. Pero ella, en sus ojos, portando ese ángel que la hace tan diferente a las demás, se mostraba tan sencilla y nerviosa. Cuando cedimos, se cobijo en mi pecho y una pequeña sonrisa se asomó, y aquel escalofrío del que el evangelista me habló, me sacudió calido y pacífico.

Han sido días buenos, ajetreados, pero buenos. Decidí apretar "play" y seguir. Ya era hora. De nada servía revolcarme con los recuerdos y angustiarme con el futuro que no puedo ver. Y es que todo ha sido diferente desde que conocí al evangelista. Me ha enseñado mucho. Eran, tal vez, las palabras que necesitaba escuchar para poder seguir, más ahora que tengo esta "misión" entre mis manos ¿Misión? Estoy seguró de que si él leyera estas líneas, me estaría jusgando y retando, diciendome: "Tratas de entender todo, pero no sabes sentir" Bien, entonces yo le podría decir que sé que esto es para mí y que es una ayuda que estoy recibiendo, pero ¿Es ayuda dejarme sentir todo esto?
Me habla de Dios y de que es un mensajero. Sinceramente, al principio no le creía absolutamente nada. Hasta aquella noche.
"Atrevete a sentir ese calor dentro de ti. Cree lo que te está sucediendo"
Creo que me acosté tarde, habiendo vivido nuestra tercera conversación. "Sentir" era la palabra que me robotaba como piedra ardiendo dentro de la tetera en que se había convertido mi cabeza. Recuerdo que un sueño increible, algo que nunca había sentido, o que por lo menos llevaba meses sin sentir un cansancio así, me invadió al tocar con mi nuca la almuhada. Trataba de mantener los ojos abiertos, pero me fue imposible y me dejé llevar. Comencé a sentir. Me acomodé de costado hacia la pared de mi pieza, cuando vi a una mano blanca y a la vez brillante rozarme el rostro y empezar a acariciar el brazo ¿Me asusté? Para nada, es más, una paz increible, o tal vez producto del cansancio que no dejaba moverme, me impidió gritar o hacer cualquier tipo de reclamo. Luego fueron las piernas; sentía como si flotaran o mejor dicho, sentí que algo se escapaba de ellas a traves de los poros, y luego fue el cuerpo entero. Hasta que entré en un sueño. Era parte de un círculo de tres hombres. Los tres estabamos sentados en sillas, en donde una aparecía vacía. Eso, hasta el momento en que un hombre, que aún no sé decir si estaba sentado en mis piernas o salió dentro de mí, se puso de pies y se sentó en aquella silla. Los tres se miraron sonrientes y algo conversaron, algo que no pude escuchar.
"Espero que algún día puedas entender lo que viviste" fue lo único que me dijo el evangelista al otro día cuando le conté.

Han sido días de temple, de mirar desde lejos y aproximarme en silencio a las situaciones, para no equivocarme. Daniela me agregó otra vez, sin proposito aparente. Jack vendrá el domingo. Y mañana saldré con Yessenia el cine. Ganas de escribir me faltan, y es que siento que algo en mí sucedió, algo que mantiene mi mente ocupada en otras cosas, buscando o esperando recibir las lluvias que crearan un oceano de sorpresas y nuevos conocimientos. Espero estar preparado para esto que se aproxima con una velocidad desesperante.