lunes, 19 de octubre de 2009

Capítulo 26: "No quiero que te vallas"

El final de año escolar de Ignacio es algo parecido a lo que le ocurrió a la selección chilena los últimos dos mundiales. En esta epoca ya tenemos que empezar a sacar la calculadora y a resarle a algun santo para poder pasar al proximo nivel, porque si el año academico terminara mañana, mi hermano estaría repitiendo por tercera vez un curso.
Entonces me siento y trato de contar hasta diez, viendo, gracias al informe de notas, que tiene rojo matemáticas e historia, e ingles está peligrando, promediando con los otros ramos un cinco uno. Trato de imaginarme el rostro de mi padre apuntandole con el dedo, gritando hasta romperse la garganta lo que le ha gritado los últimos cinco años de su vida a final de año, a mi madre llorando y la cena de Navidad arruinada ¿Se puede hacer algo? Tenemos un periodo más de pruebas para subir los rojos, sumado a las pruebas semestrales, que gracias a Dios y al Diablo, valen por dos notas más. En resumen, tendríamos que ganar todos los partidos que vienen y pasariamos al mundial. Chile ya lo hizo.
Subí a la pieza de mis viejos y abrí la puerta.
"¿Vamos a estudiar?" le pregunté. Leía el libro mensual.
"Si" me respondió con su maldito e irritante carácter.
"Quiero saber todas las fechas del periodo de pruebas que te quedan, y el de las semestrales igual ¿Me oiste?" le pregunté tajante.
"Sí"
"Vamos a pasar de curso" y le tendí la manó. Él me la dío con fuerzas.

Y cuando lo nuestro es un neto secreto, Alejandra parece oler lo que ocurre. Yessenia y yo ya hemos tenido dos ataques por parte de su naturaleza incisiva y venenosa, casi agresiva. Es de esas mujeres que les gusta ser o parecer un sex simbol. Juega a la seducción con mis compañeros de trabajo. Parece un gata en celo, tan ardiente que sus pelos y labios se erizan de un rojo camersí. Pero a mí no me produce ninguna cosquilla. Para Yessenia le es indeferente.
Fue hace un fin de semana cuando quiso dar la primera estocada. Centro de Servicio es aquel lugar en donde enfurecidos los clientes llegan a plantar los reclamos en la cara. Ahí estabamos los dos conversando, cuando llegó Alejandra.
"Ya po, Omar ¿Cuando me vas a dar un besito?" me preguntó con aquel tono de voz suave y un tanto pornografico.
"Nunca" le contesté sonriendo íronico, posicionandome al lado izquierdo de Yessenia.
"Pucha" protestó "Tú eres el único aquí que no me quiere dar un besito" fingiendo un puchero.
"Es que yo no soy igual que los demás" me defendí.
"Sí sé" se rindió "Tú aquí eres como INTOCABLE"
Juro haber escuchado aguantar una carcajada a Yessenia. Yo sólo alcé una ceja. No podía caer en su juego.
¿El segundo golpe? El sábado que recíen pasó. Trato de no ir solo a almorzar. Indiscutiblemente no puedo ir con Joselyn, mi jefa. No podemos dejar la oficina abandonada. Monica tampoco podía ir. Sus relevos estaban almorzando a esa hora. Y que decir de Yessenia. Estaba apoyando a Monica. Tuve que ir a la suerte de la compañía. Fue entoncesque me enteré cuando llegué al casino quienes serían mis acompañantes de almuerzo. Arnaldo; el nuevo supervisor de cajas. Erica; supervisora de cajas. Y al final de la lista, la manzana podrida; Alejandra. Me senté en paz, sonriendo, disfrutando con ellos el seco pollo asado. Hasta que la gata rasguñó.
"Omar ¿Sabes lo que dice de ti en el baño de las mujeres?" preguntó agresiva.
"No" contesté, esperando que de su boca saliera cualquier cosa.
"Dice 'Omar y sus conquistas'" declaró.
El pedazo de pollo que me tragaba se quedó estacionado a mitad de mi garganta, y yo no podía respirar.
"Y hay una larga lista" siguió.
Traté de no escupirle en la cara, menos de pensar en quien podría haber escrito eso. Sin embargo, no creo que haya sido casualidad, unos dos puestos más allá Anita fingía comer su almuerzo, ya que sus ojos se desorbitaban hacia donde nosotros estabamos. Y al volverme a contestarle a Alejandra, procuré no pensar que ella habia sido ¿Por qué ella? Porque después de un estupido desliz en su departamento, tratando de olvidar a Daniela (maldita noche), juró que podiamos tener hasta nietos. Frente a mi negativa se encargó de ponerme el cartel de mal hombre, argumentando que yo había jugado con sus sentimientos. Pero aún así, aquello había ocurrido hace ya unos cinco o cuatro meses. Tiempo ya ¿Por qué habría de escribir eso? Quizás quiere que Yessenia dude de mí, ya que sé muy bien que su mejor amiga nos vio juntos en la plaza de Puente. Ahora, refiriendonos al tema en cuestión, soy sincero al decir que el cartel de... ¿"Galán"? No me queda, en absoluto. Después de Anita, vino Nathalia, y estoy seguro que de eso nadie supo. El tema de las relaciones inter-colegas está muy penalizado dentro del supermercado por parte del administrador. Lo mío con Yessenia tambien está muy bien guardado. Entonces... ¿Con qué fin ponen eso?
No fue lo peor. Terminé de almorzar y bajé a sala. Yessenia, tan tierna y especial, me pidió que la acompañara hasta el casino. No dudé en hacerlo. Lamentablemente, cuando subiamos la escalera hacia el segundo piso, Alejandra, en compañia de Anita, custodiaban el fin de la hilera de peldaños. Y la gata no dudó en zarpar sus garras.
"¿Si o no, Anita, que en el baño está rayado 'Omar y sus conquistas'?" le preguntó.
Y Anita, al igual que una traidora arrepentida, en una voz muy suave y baja, como de victima, le contestó.
"Sí"
Lo dijo por segunda vez, y en compañia de Yessenia ¿Para qué?

Era casi media noche del mismo Sábado, y mientras me acariciaba, me retaba, diciendome que no me podía preocupar por Alejandra.
"Pero es que igual me da lata que siempre tire tallas cuando estás tú al frente" le dije.
"¿Que tiene, Omar? Yo sé como es Alejandra. La conosco tiempo antes que tú, y sé que le gusta molestar, sobre todo a los hombres" me dijo riendo de mi actitud de niño chico. Ella tiene veintitres.
Estabamos sentados en una banca de una plaza custodiada por hinchas del Colo que celebraban el triunfo, aprendiendo de algo nuevo: el silencio. Es lo que a Yessenia la diferencia de las demás. Cuando me abraza no dice nada, sólo se queda ahí, disfrutando el gesto y el canto de la noche lejana, mientras que una garuga avisaba la proximidad de una lluvia fría. A mí antes no me gustaba el silencio. Recuerdo que a Daniela siempre le preguntaba en qué pensaba, y siempre tenía respuesta. Al principio, la primera vez que Yessenia y yo estuvimos solos, me bastó que me respondiera un tajante "No" al consultarle que pensaba. Me dice que le encanta el silencio y que es genial escuchar mi respiración.
¡Dios! No sabía cuanto me gustaba el silencio. Dejar todo en suspenso y tan sólo disfrutar el que esté ahí, acurrucada entre mis brazos, con su mirada perdida quizás en donde.
Cuando ya notamos que son la una de la madrugada, tomamos camino hacia el paradero de colectivos. Le gusta caminar abrazada a mi dorso y reír de vez en cuando.
"Que es tarde" me dijo "Y tú mañana tienes que trabajar temprano"
"No importa"
"¿Cómo que no importa? Mira, al colectivo le falta un pasajero. Ya, andate" me dijo.
"Ya. Chao" le dije besandola.
Y sin más previo me envolvió con fuerzas hacia ella e impidió mi partida.
"No" me dijo riendo y fueron otros quince minutos más hasta que el otro vehiculo se llenara de pasajeros. Un instante más con ella. Unos segundos más de esto que día a día me gusta más.
"Ya, chica, me voy" le dije despidiendome.
Me giré, pero nuevamente me abdusió hacia ella, al tirar de mi mano. Ahora el beso fue más largo, más lento, pidiendome en cada caricia que detuviera el tiempo alrededor.
"No quiero que te vallas" declaró. A Yessenia le cuests mucho hablar así.
"Entonces me voy contigo" ataqué. Predije que sería dificíl que respondiera, pero como lo hizo con el e-mail, me ganó otra vez.
"Ya po" respondió.
Tuve que detenerme.
"Vamonos para tu casa" seguí.
"Ya po"