Ignacio me despertó de los reprimidos sueños antes del alba. Bajo lo que había sido la recuperación de un viernes hasta las doce, un sábado hasta las cuatro de la madrugada y un domingo hasta las dos, escuché que me decía que me llamaban. Me quité las calidas tapas de encima y en boxers y polera bajé a contestar. Su voz no era la misma del sábado. No, no estaba difonico. Estaba triste, herido, aguantando. Me relató que lo vío por primera vez y sintió como si un tren de carga le hubiera pasado por encima. Que ella no pudo disimular algo de incomodes. Que sus padres preguntaron quién era aquel joven embestido sobre la moto, y mintiendoles les dijo que no sabía. Pero en realidad sí sabía. Sabía que él era el novio oficial. Sabía que él era la gran trava entre los dos. Una piedra. Sabía que él era por quién sufría, y ni siquiera le había escuchado la voz. Sabía que él era el causante de tantos meses de incertidumbre, esperando en lo que se había convertido su propio infierno de esperanzas y amarguras. Él era todo el enjambre de preguntas y miedos. Era la simple excusa para que ella no le dijera "sí".
Creo que se bajò y no quiso mirar si el saludo fue de beso en la boca. No quería mas punzadas a lo que le queda de alma.
"Ayer me acosté tarde esperando que te conectaras" me dijo afligido.
"Ayer me quedé apoyando a Yessenia hasta el cierre. Llegue como a las doce, güeón. Y lo único que quería era acostarme" me excusé.
"Quería sólo hablar con alguien. Me sentí demasiado mal" me dijo.
"Te entiendo"
"¿Qué onda ella?"
"Yo, de verdad, que ya no puedo entenderla" le contesté rendido.
¿Qué fue lo que ocurrió? Quizás es una prueba más. Una dura y ardua prueba ¿Podrá aguantar?
El viernes fue algo así como de ensueño. En la tarde fuimos al cine a ver una película que superó expectativas. Luego vino el momento de poner los puntos sobre las "i" y un pedazo de tiempo en la historia para quedarnos cerca de la plaza. Pero sin duda, lo mejor de todo fue que no quería que me fuera.
Lo peor, a veces, es controlar las ansias cuando estamos trabajando. Es facíl sentir y pasarla bien, pero cómo hacer cuando llega el segundo en que lo único que se quiere es que la gente desaparesca. Bueno, eso es lo que siento yo ¿Y ella? Ella es un crucigrama difícil de resolver. Me cuesta, a veces, saber si abrasarla o tomarle la mano. Si decirle algo o sólo callar. Si besarla o tan sólo mirarla. Fue así como nuestra segunda cita (?) se concretó para el día viernes. Cuando me la topé la besé en la cara y Troya ardió. Se molestó porque no la había saludado de beso en la boca. Si supiera que me pasé la mañana entera tratando de saber que le molestaría o agradaría más.
"Que feo" me dijo riendo. Y tuve que sacear la sed de ambos.
El mall, al principio, lo recorrimos como amigos, tanteando terreno dudativos y conociendo más a fondo la vida de ambos. En la oscura y vacía sala de cine fue un enrredo de cariños y tomadas de mano, de miradas que el otro nunca correspondió. Y a la salida, recorrimos el mall abrazados.
Todo va en afán de sentir y pasarla bien, de no pensar y cuestionarse. Pero lo del beso en la cara le quedó dando botes toda la noche, y tierna me preguntaba que por qué lo había hecho.
Peor fue lo de anoche. Por querer probar un poco, amenacé con retirarme temprano del supermercado, pero me detuvo. Que genial fue escuchar su voz al pedirme que me quedara hasta el cierre con ella, que la acompañara ¿Para qué? Que mierda importa. Sólo lo dijo y eso me bastó para devolverme y seguirla de allá para acá mientras trabajaba. Lo terrible fue tenerla para mí en la oficina, observandola sacar los informes de venta y lo que respecta a CMR, y respetar al lugar en donde estabamos y quizás a su opción de sólo estar y no liberar lo que tenía dentro.
Camino a casa, en el taxi, acordamos en silencio vernos el viernes que viene, y ya la semana parecía muy larga. Decir que parecerá un siglo es de maricón. Ojalá que no la empiece a sentir así.
Vio donde vivía como yo lo hice el viernes, y en realidad no sé que habrá pasado por su cabeza.