... serenidad propia. El móntón de papeles al lado derecho de la Royal crecía constantemente. Antes de esa extraña experiencia, su rendimiento óptimo había sido de cuatro páginas diarias. En Automoviles Veloces, tres; muchos días sólo dos, sobre todo, antes de terminar...
Noté que alguién venía en dirección contraria subiendo la loma, mirandome con el afán de reconocerme. "¿Es él o no?" tenía que venir preguntandose. Yo elevé disimuladamente la vista, rogando que no fuera ningún vecino para no tener que cortar la lectura. Pero ya no importaba. La había cortado de todos modos. Que mal fanático soy. Era el padrastro de William, un pequeño niño que no golpea la puerta para llamar, si no que abre la ventana del frente, se pasa y llega hasta el living a saludarte. Un tipo de estatura media, gran barriga y una barba "candado".
... Pero dentro de este tenso período, que llegó a su fin con la tormenta del 15 de abril, Paul produjo una media de doce páginas diarias, siete por la mañana y cinco más por la tarde...
No me podía hacer el güeón. El tipo es un hombre sencillo y amable, y más allá que la lectura iba muy interesante, no me haría un daño levantar la vista y saludar.
"Hola" le dije"
"Hola" me dijo, pero no exactamente mirandome a los ojos, si no a Misery; el libro que iba leyendo.
Me desilusionó que no se fijara en mi nuevo corte de pelo. No importa. Ignacio lo haría burlandose cuando llegara a casa.
"¿Qué libro vai' leyendo?" me preguntó desde átras.
Cuando me giré y vi su cuerpo oscuro eclipsando con el sol que se disponía a chocar con La Ballena, creí que era Jesús quién me había llamado. Pero no, era el técnico paramédico el que había detenido mi lectura otra vez. Así una vez me contó cuando se ofreció para llevarme desde el condominio hasta el paradero de la micro.
"¿Y que estudai' tú?" me preguntó, mientras aceleraba en tercera.
"Técnico en Telecomunicaciones"
"Güeniiisima carrera, compadre. Ahí tú vei' las bolaás de las redes, los shatélites y la telefonía ¿shierto?"
"Sí"
"Misery" le dije con el típico gesto de mirar la tapa del libro, aunque te sabes de memoria el nombre.
"De Stephen King. ¡Qué güena! Yo soy fanático de ese güeón, pero FANATICO" dijo, mientras se aprestaba a abrir su mochila.
"A mí igual me gusta" le dije, cubriendo mi hambre desgarradora por leer un trabajo de él lo más pronto posible después de acabar con otro, ya que si él dijo en dos ocaciones seguida que era fanático, sin lugar a dudas debe haber leído todas sus obras. Yo a penas he leído 6 libros de él. Todos un manjar.
"Yo tengo casi todos sus libros, y ahora estoy con éste" me dijo y sacó un montón de papeles parecido a una enciclopedia de historia universal. Era el It, libro que no he leído. Quizás de mil exquisitas páginas. Tenía el grosor de Insomnia, pero no tenía la forma rectangular que tienen todos los libros. No. Éste era extrañamente cuadrado.
Pensé seriamente en dejarlo inconciente, esconder su cuerpo y arrancar con esa belleza, pero me contuve. Misery lloraba en mi mano al ver el tamaño del It. Lo entendía completamente.
"También tengo las péliculas en la casa" Todo un fanático. Si me habría preguntado por Matrix, habría tenido el orgullo de inflar el pecho y decirle "Yo tengo la trilogía. Animatrix. Los documentales de cómo hicieron la trilogía y otros que hablan de la filosofía de Matrix. También tengo el soundtrack completo y el comic" pero estabamos, para mi humillante desgracia, hablando del increible Stephen King. "Shi querí anda un día para la casa y te podí llevar los libros que querai"
Quizás por dos segundos quise abrazarlo y besarlo también. Pero mi conciencia me recordó que era heterosexual, que estaba pololeando con Camila y que algunos segundos atrás se me había cruzado la idea de dejarlo inconciente y correr con el It entre mis brazos.
"Ya po'" le dije.
"Nos vemos"
"Cuidate"
Me dijo una vez que podría estar toda una noche abrazada a mí. Le costo decirlo, sumado al percance que al hacerlo, yo no la escuché. Pero le pedí por favor que me repitiera la frase, y es que cuando habla sólo me fijo en el corte que produce el sonido de su dulce voz en la atmósfera, y como sé que son palabras comparables con un tesoro que a veces se muestra, me estremecen sin proponermelo. Sería una estupidez contestarle que yo también estaría así toda la noche. Prefiero ver sus ojos brillando bajo la noche y su sonriza, esa sonriza que como ninguna tiene la capacidad de decir millones de cosas.
Mirar sus ojos es mirar la puesta de sol soñada. Su alma se muestra violeta tras el resplandor de sus pupilas. No dice nada. Sólo sonríe. Se avergüenza y vuelve a sonreír. No se desangra diciendo cosas que no siente. Su personalidad tiene la destructiva capacidad de dejarte sin aire cuando con la vista te absorbe el alma y la acaricia abrasandote fuerte. Me cobijo en el calor de sus besos y sus caricias, y puedo soñar cuando en la oscuridad nos abrazamos como si el mundo no existiera.
Y pensar que hace un tiempo le pedí dar luces de lo que sentía, sin entender que desde la vez que me dio la mano ya lo hacía, sólo que no necesitaba hablar como las demás. Ella sólo hace que escalofríos me azoten el cuerpo con hacer un movimiento. Nada más. Es el silencio y la belleza de una puesta de sol, de un mar en calma... de un sentimiento absorvente.
La semana se me había hecho demasiado larga. Y es que sin ella el tiempo parece ir más lento, y cuando te abraza y se ríe sin razón las horas parecen el suspiro de un ángel.
Nunca pensé que iba a tener a alguién así a mi lado. Tampoco que iba a volver a querer.
miércoles, 25 de agosto de 2010
martes, 17 de agosto de 2010
Capítulo 65: Siete Días Después
"Me llamó Andrés y me dijo que después del terremoto, la tía lo había llamado y le dijo que estaban bien y que se iban para el cerro" fue la esperanzadora noticia que Fernanda me dio por el celular.
Colgé y le dije.
"Mi tía y mi primo subieron al cerro que está detrás de la casa. Así que tienen que estar bien"
"Que bueno"
Sería el último adiós.
Me subí al colectivo y partió rapido hacia las lomas.
Fueron unos largos siete días después. Todos los canales de televisión se encargaron de reportear la catastrofe que se había llevado la vida de cientos de personas. Desde la mañana hasta la noche la hipnotizante cajuela mostró sin pudor todas las desgarradoras historias de los chilenos que salvaron de ser tragados por el mar, pero que perdieron a un ser querido, viendolo como clamaba por salvación mientras que las aguas se los llevaban hacia la oscuridad del océano enfurecido, agitado. Y la cámara se les queda viendo, hasta que se quiebran y tratan de buscar en el horizonte alguna esperanza que les permita imaginar cómo pararan sus casas otra vez. Era sólo ver pena y dolor. No recuerdo haber escuchado en los primeros tres días alguna palabra de aliento a las personas que sirvieron para sensibilizar al país. Concepción estaba bajo toque de queda por los constantes saqueos que se producían a los gigantes comerciales. Pueblos costeros desaparecieron por completo. El eje del planeta se desplazó en unos grados. No habia agua ni luz. Carreteras cortadas. Fallaron los sistemas de alerta. Chile estaba a la mitad.
Por mi parte, poco podía entender por qué las imagenes que se escurrian por la pantalla me chocaban con tanta violencia. Veía las historias y a las personas con nada en las manos, y el pecho se me hundía con fuerzas descomunales. Respiraba hondo y procuraba no dejarme abordar por la pena ajena, pero me era totalmente imposible. Quizá y por el sólo hecho de sentir a tajo abierto la catastofre, podía sentir la pena y la angustia de todo un país en mi interior, y no entendía por qué tal recepción de sensaciones. Lo único que quería era que las cosas nunca hubieran ocurrido, pero las placas no podían volver a donde estaban. Así que me encargaba de tomar todo ese montón de malos sentimientos y los guardaba donde mejor quedaran. No podía sufrir por otros.
Siete días después algo dentro de mí se quebró. Era un dolor intenso en el estomago y una sensación de extrema angustia. Y como siempre, en esos largos y negros días, nunca supe que era lo que me azotaba con tanta fuerza. Nunca pensé en la posibilidad de una depresión. No soy propenso a esa estupidez. Tampoco había una base para su desarrollo. Pensé que tal vez era algo que me avisaba que sucedería otra catastrofe. Y es que nunca había sentido algo de tal magnitud en mi cuerpo y mente. Las videncias llegaban de esa forma, pero no con tanta violencia.
Era desesperante no saber que me pasaba. Mi rededor podía sentir mi frustración. Recuerdo que ese sábado terminaba la teletón por Chile. Tambien asimilé la angustia con la situación en que nos encontrariamos si no se llegaba a la meta. Nos habiamos reunido todos los Chávez a almorzar donde mi tía Carmen Gloria. Esa tarde todos tuvimos que escuchar el relato de los Chávez Fuentes. Estaban en Pullehue la noche del terremoto, y tuvieron que arrancar cerro arriba para no ser alcanzados por el mar.
"... cuando estabamos en lo alto del cerro, le tapé las orejas a la Fran para que no escuchara el grito de las personas que el agua se llevaba a nuestro alrededor..." relataba mi tío Juan Carlos.
Mientras me alistaba para juntarme con Yessenia, pensé que era mi imaginación la que generaba pena en mí al mostrarme que hubiera pasado si mis tíos y primas no hubieran escapado.
"Debes calmarte. No debes dejar que lo ocurrido te gane. Sal por la puerta del baño y OLVIDATE" me decía al espejo mientras me enjuagaba la boca con agua.
Cuatro horas después supe que mal había echo en guardarme todo el sufrimiento por lo ocurrido. Quise mostrarme duro frente a la situación que vivimos y no asimilar que todo había sido demasiado destructivo. No fui capaz de verme debil. La imagen de un güeón que se las puede todas fue la pantalla que ocupé para no aceptar que en realidad el terremoto y todas sus consecuencias me habían afectado de sobremanera. Simplemente era mi primera vez sintiendo algo así, un dolor así, y por ningún motivo lo quise aceptar. Preferí tragarme todo y seguir como si nada, pero no viví el duelo que vivía todo mi rededor. Chile entero moralmente estaba en el suelo, y yo no quise estar igual. Pero era inevitable. Tenía que sentir, aunque se me haya caido un misero florero, el dolor del golpe que había dado la naturaleza.
"Me deja aquí, por favor" le dijo al chofer.
Me preparé para bajarme tambien en el repentino destino, pero ella tenía pensada otra cosa.
Se giró y sonriendo, no sé si por nerviosismo u otra cosa, se despidió.
"Chau"
Fue en ese momento que caí en cuenta, cuando se bajó, y algo dentro de mí me dijo "Haber guardado todo no sirvió de nada. TÚ VIVISTE el quinto terremoto más grande de la historia. Fue en tu país. Pasó bajo tu casa"
Días después, cuando con Yessenia todo terminó, le di las gracias por haberse bajado. Me sirvió para buscar en mí y saber qué era lo que me tenía así. Me dejó aceptar la realidad y todo lo vivido.
En diez días más se cumplirán seis meses del terremoto. Miro para atrás en los capítulos y veo como trataba, en codigos, de escribir el doloroso momento. No creo que lo que me pasó a mí no le hayan pasado a otros. Ricardo, un ex compañero de media, me decía que le daba pena escuchar por la radio los relatos de los sobrevivientes. Jack viajó a Concepción a buscar a su hermano y vivió en carne propia la debastación de las olas. Isabella hoy me comentaba que nunca había sentido un dolor igual como al de esos días. Y Camila me contó que se le hacía dificil estar más de cinco minutos viendo las noticias aquellas semanas.
Después de ese seis de Marzo, a parte de bancarme la separación con Yessenia, me distancié de María e Ignacio volvió a sufrir de sus combulsiones. Fueron dos meses para el olvido, para mí y mis cercanos, en todos los ambitos de la vida. El fantasma negro de la catastrofe producía un efecto extraño en las almas. En un momento, sin ser extremista, todo fue oscuridad.
Pero eso ya es parte de la historia en la vida de todos. Chile se levantó, no completamente, pero su gente de norte a sur vive con otra mentalidad el día a día... una mentalidad blanca y positiva. María, que a estas horas duerme en el hospital esperando su cirugia al hombro por un accidente entrenando, fue la percutora de la salvación de nuestra relación. Jack e Isabella encontraron la forma sana de llevar una relación que no fuera sólo dolor. Y yo, a veces me río de aquellos días, sin embargo recuerdo con respeto lo que pasó, sabiendo que nunca olvidaré todo lo vivido. Ya era hora de seguir, seguir de verdad. Sin pantallas.
La vida continua para todos. El jueves me voy a la playa con Camila. Ya llevamos más de un mes. Y siendo sincero, me queda corto decir que estoy contento.
Colgé y le dije.
"Mi tía y mi primo subieron al cerro que está detrás de la casa. Así que tienen que estar bien"
"Que bueno"
Sería el último adiós.
Me subí al colectivo y partió rapido hacia las lomas.
Fueron unos largos siete días después. Todos los canales de televisión se encargaron de reportear la catastrofe que se había llevado la vida de cientos de personas. Desde la mañana hasta la noche la hipnotizante cajuela mostró sin pudor todas las desgarradoras historias de los chilenos que salvaron de ser tragados por el mar, pero que perdieron a un ser querido, viendolo como clamaba por salvación mientras que las aguas se los llevaban hacia la oscuridad del océano enfurecido, agitado. Y la cámara se les queda viendo, hasta que se quiebran y tratan de buscar en el horizonte alguna esperanza que les permita imaginar cómo pararan sus casas otra vez. Era sólo ver pena y dolor. No recuerdo haber escuchado en los primeros tres días alguna palabra de aliento a las personas que sirvieron para sensibilizar al país. Concepción estaba bajo toque de queda por los constantes saqueos que se producían a los gigantes comerciales. Pueblos costeros desaparecieron por completo. El eje del planeta se desplazó en unos grados. No habia agua ni luz. Carreteras cortadas. Fallaron los sistemas de alerta. Chile estaba a la mitad.
Por mi parte, poco podía entender por qué las imagenes que se escurrian por la pantalla me chocaban con tanta violencia. Veía las historias y a las personas con nada en las manos, y el pecho se me hundía con fuerzas descomunales. Respiraba hondo y procuraba no dejarme abordar por la pena ajena, pero me era totalmente imposible. Quizá y por el sólo hecho de sentir a tajo abierto la catastofre, podía sentir la pena y la angustia de todo un país en mi interior, y no entendía por qué tal recepción de sensaciones. Lo único que quería era que las cosas nunca hubieran ocurrido, pero las placas no podían volver a donde estaban. Así que me encargaba de tomar todo ese montón de malos sentimientos y los guardaba donde mejor quedaran. No podía sufrir por otros.
Siete días después algo dentro de mí se quebró. Era un dolor intenso en el estomago y una sensación de extrema angustia. Y como siempre, en esos largos y negros días, nunca supe que era lo que me azotaba con tanta fuerza. Nunca pensé en la posibilidad de una depresión. No soy propenso a esa estupidez. Tampoco había una base para su desarrollo. Pensé que tal vez era algo que me avisaba que sucedería otra catastrofe. Y es que nunca había sentido algo de tal magnitud en mi cuerpo y mente. Las videncias llegaban de esa forma, pero no con tanta violencia.
Era desesperante no saber que me pasaba. Mi rededor podía sentir mi frustración. Recuerdo que ese sábado terminaba la teletón por Chile. Tambien asimilé la angustia con la situación en que nos encontrariamos si no se llegaba a la meta. Nos habiamos reunido todos los Chávez a almorzar donde mi tía Carmen Gloria. Esa tarde todos tuvimos que escuchar el relato de los Chávez Fuentes. Estaban en Pullehue la noche del terremoto, y tuvieron que arrancar cerro arriba para no ser alcanzados por el mar.
"... cuando estabamos en lo alto del cerro, le tapé las orejas a la Fran para que no escuchara el grito de las personas que el agua se llevaba a nuestro alrededor..." relataba mi tío Juan Carlos.
Mientras me alistaba para juntarme con Yessenia, pensé que era mi imaginación la que generaba pena en mí al mostrarme que hubiera pasado si mis tíos y primas no hubieran escapado.
"Debes calmarte. No debes dejar que lo ocurrido te gane. Sal por la puerta del baño y OLVIDATE" me decía al espejo mientras me enjuagaba la boca con agua.
Cuatro horas después supe que mal había echo en guardarme todo el sufrimiento por lo ocurrido. Quise mostrarme duro frente a la situación que vivimos y no asimilar que todo había sido demasiado destructivo. No fui capaz de verme debil. La imagen de un güeón que se las puede todas fue la pantalla que ocupé para no aceptar que en realidad el terremoto y todas sus consecuencias me habían afectado de sobremanera. Simplemente era mi primera vez sintiendo algo así, un dolor así, y por ningún motivo lo quise aceptar. Preferí tragarme todo y seguir como si nada, pero no viví el duelo que vivía todo mi rededor. Chile entero moralmente estaba en el suelo, y yo no quise estar igual. Pero era inevitable. Tenía que sentir, aunque se me haya caido un misero florero, el dolor del golpe que había dado la naturaleza.
"Me deja aquí, por favor" le dijo al chofer.
Me preparé para bajarme tambien en el repentino destino, pero ella tenía pensada otra cosa.
Se giró y sonriendo, no sé si por nerviosismo u otra cosa, se despidió.
"Chau"
Fue en ese momento que caí en cuenta, cuando se bajó, y algo dentro de mí me dijo "Haber guardado todo no sirvió de nada. TÚ VIVISTE el quinto terremoto más grande de la historia. Fue en tu país. Pasó bajo tu casa"
Días después, cuando con Yessenia todo terminó, le di las gracias por haberse bajado. Me sirvió para buscar en mí y saber qué era lo que me tenía así. Me dejó aceptar la realidad y todo lo vivido.
En diez días más se cumplirán seis meses del terremoto. Miro para atrás en los capítulos y veo como trataba, en codigos, de escribir el doloroso momento. No creo que lo que me pasó a mí no le hayan pasado a otros. Ricardo, un ex compañero de media, me decía que le daba pena escuchar por la radio los relatos de los sobrevivientes. Jack viajó a Concepción a buscar a su hermano y vivió en carne propia la debastación de las olas. Isabella hoy me comentaba que nunca había sentido un dolor igual como al de esos días. Y Camila me contó que se le hacía dificil estar más de cinco minutos viendo las noticias aquellas semanas.
Después de ese seis de Marzo, a parte de bancarme la separación con Yessenia, me distancié de María e Ignacio volvió a sufrir de sus combulsiones. Fueron dos meses para el olvido, para mí y mis cercanos, en todos los ambitos de la vida. El fantasma negro de la catastrofe producía un efecto extraño en las almas. En un momento, sin ser extremista, todo fue oscuridad.
Pero eso ya es parte de la historia en la vida de todos. Chile se levantó, no completamente, pero su gente de norte a sur vive con otra mentalidad el día a día... una mentalidad blanca y positiva. María, que a estas horas duerme en el hospital esperando su cirugia al hombro por un accidente entrenando, fue la percutora de la salvación de nuestra relación. Jack e Isabella encontraron la forma sana de llevar una relación que no fuera sólo dolor. Y yo, a veces me río de aquellos días, sin embargo recuerdo con respeto lo que pasó, sabiendo que nunca olvidaré todo lo vivido. Ya era hora de seguir, seguir de verdad. Sin pantallas.
La vida continua para todos. El jueves me voy a la playa con Camila. Ya llevamos más de un mes. Y siendo sincero, me queda corto decir que estoy contento.
viernes, 13 de agosto de 2010
Capítulo 64: A la Mañana Siguiente
...Decidimos ir a dormir para que las horas pasaran más rapido, a demás, al otro día tenía que ir a trabajar. Pero nadie durmió. Creo que hubieron replicas del terremoto cada cinco minutos, las que fueron de una considera magnitud. Tal situación nos impidió cerrar los ojos...
Mi vieja dijo que la mañana había amanecido rara. Estaba angustiada y decía que aún no podía asimilar lo que había pasado. Sí, era extraño estar ahí, pero la sensación de incomodez sólo la generaba el recuerdo del ruido y los gritos exteriores. Afuera el ambiente estaba calmo. Ya no estaba ese ir y venir de personas que trataban de disimular tranquilidad o el acelerado salir de vehiculos hacia quién sabe dónde. Pero la mañana no era la misma. Mi viejo, más cauto y calculador, sólo se limitó a decir que la atmósfera estaba pesada.
Cuando el celular marcó las nueve, no dudé en encender el calefont y preparar la ducha.
"Hijo, no vallas a trabajar" me dijo mi vieja.
Entendía su angustia y su miedo, sumado al hecho de no saber de los nuestros, pero no la compartía en lo más absoluto. No podía esperar más. Desperté cuando el movimiento ya comenzaba a detenerse. Afuera nada hacia notar el paso de un terremoto. En la casa no se cayó nada. Ni siquiera tenía esos nervios post-temblor. Entonces, no podía ajustarme ni actuar frente a algo que no sentía. Tenía que ir al supermercado. Tenía que ir a trabajar. Era sábado. No por un tembor fuerte cerrarían el Tottus... fue lo que pensé.
Jack e Ignaco me acompañaron hasta el paradero. En los demás condominios tampoco había indicios de casas con daños estructurales o algún herido. Nada en todas las Lomas te hacía vivir la sensación de estar en medio de una catastofre. Sin embargo, el desajuste traería consecuencias lamentables.
Pensé que por Eyzaguirre hacia abajo podría encontrarme con algo, pero el panorama seguia igual; nada había pasado. Mi mente sólo se extrañaba del día. La mañana sin lugar a dudas estaba extraña ¿Qué tenía de extraño? Eso era inexplicable. Pero el aire pesaba negro en los pulmones.
Fue cuando la micro se detuvo a dos cuadras de Tottus cuando recién unas paredes botadas acusaron el fuerte paso de las eternas ondas subterraneas. Las ruinas del antiguo regimiento quedaron totalmente debastadas. Poco eran los diques que pudieron soportar el vaivén de la tierra. Lo demás, todo estaba en el suelo.
La micro no avanzó. El corte de luz tenía a la esquina de Arturo Prat y Eyzaguirre sin semaforo, y dificilmente un carabinero trataba de controlar el transito. Me bajé y rodeé todo el taco hasta la entrada lateral para empleados. Ahí una guardia gorda de Ares me miró dudativa.
"¿Viene a trabajar?" preguntó mirandome de pies a cabeza.
"Sí" le contesté.
"Hoy no abrirán" me dijo "Puede quedarse a ayudar"
"Bueno" le dije.
"Anotese aquí" dijo pasandome un cuaderno sucio y viejo en donde se desplegaba una lista con la más alta variedad de letras.
No me importó ver una parte del tubo del aire acondicionado en el pasillo del azucar y la sal. Fue un poco chistoso ver todo el pasillo de los shampoos lleno de ellos, al igual que el de los licores, pero me pareció impactante ver mi oficina. Los gabinetes de los tres computadores que controlan el sistema del supermercado(el maestro, el alterno y el subalterno) estaban desencajados de sus posiciones. Las UPS, que facil pesan cincuenta kilos cada una, se deslizaron de sus lugares. El mueble donde guardamos todos los informes e implementos de trabajo quedó desocupado. Planchas del cielo cayeron sobre los escritorios y estaban todos los cajones abiertos. Un desastre total. Habría sido un suicidio haber estado ahí en horas de trabajo. Habría sido un genocidio que el terremoto se hubiera desatado a la hora de once, a eso de las siete, con los pasillos llenos de gente. Creo que por primera vez esa mañana di gracias.
El día lo ocupé para ayudar a limpiar el pasillo de los vinos. Había que "mopear" todo para dejar despejado. Quitamos las cajas y las botellas rotas y luego con mopas absorbimos todo el licor derramado. Era asqueroso sentir el olor de esa mezcla de vino, caipiriña y ron. Informatica la limpiaría el domingo, cuando mi mente lograra entender por donde empezar la limpieza.
Ya habían pasado más de doce horas desde el momento en que el quinto terremoto más fuerte de la historia de la humanidad se había echo presente en nuestras tierras. Durante el día se habló de posibles tsunamis en la costa y cantidades importantes de muertos. Yo estaba tranquilo. En la mañana me había comunicado con María, con mi Tata y Jack había sido recojido por sus padres. Los míos estaban en casa y las Lomas seguia igual de apacible.
Pero las cosas eran tan inevitables como lo vivo que estaban. La tranquilidad y la parsimonia duró hasta el momento en que llegué del trabajo y abrí la puerta. Lo primero que vi cuando entré fue la escena de la caleta de Duao totalmente destruida. Mi padre inmutable estaba sentado en el sillón de tres cuerpos, mirando neutro lo que las noticias mostraban. Mi madre, con una expresión de horror en la cara observando desde la cocina como el paso de tres gigantescas olas se había echo completamente de todo el borde costero Mauino. Era el lugar donde había vacacionado por cinco días a fines de Enero con Jack e Isabella. Ahí vivían los tíos de mi viejo.
"¿Hay muertos?" pregunté rompiendo el denso ambiente.
"Shhht" exclamó mi papá.
Mi mamá no dijo nada.
Mi mente de golpe se ajustó con la tragedia. Una angustia me atravesó de arriba hacia abajo, y un miedo terrible se apoderó de todo mi ser. Me mareé, teniendo que agarrarme a la silla. Los dos no se percataron de mi crisis. El televisor seguía mostrando a todo Duao debastado.
"¿Llamaste a mi mami, papá?" le pregunté, ya entrando en desesperación por la latente idea de que nadie se había salvado.
"No" respondió "¿Tienes el número de mi tía?"
Asentí mientras sacaba el celular de mi bolsillo. Me había dado su número el primer día que nos quedamos allá en caso de cualquier percance.
"La voy a llamar"
"Pero si no hay señal, Gustavo" me dijo mi vieja, preocupada de sobremanera.
"No importa. Hay que intentarlo igual"
Lo primero que sonó fue la voz de una mujer grabada que decía que no había señal.
Ahora pienso que lo mejor habría sido escuchar esa grabación, pero luego de quizás cuantos intentos, la línea conectó.
"Ahí tomó" le dije a mi papá.
Ambos me miraron expectantes.
Luego de un instante, otra grabadora se adueñó de la línea, diciendo: "Nuestro cliente se encuentra fuera de cobertura o no se encuentra disponible"
Aquella oración contenía sólo tres opciones. Primero, que efectivamente no estaba al alcance de alguna antena. Segundo, que por motivo del corte de luz no tuvo el tiempo para cargar el equipo. Y tercero, la opción que nadie quiso decir en voz alta, era que el celular lo había apagado algún agente externo... el agua, quizás.
No pudimos contactarnos. Me terminé de lavar los dientes y me puse la chaleca. Bajé y avisé que saldría.
"¿Tienes que necesariamente salir hoy?" me preguntó don Omar.
"Estabamos organizados desde hace días. Quizá los otros días no la pueda ver" argumenté, mientras buscaba mi billetera y el celular.
"Pero es que no está la noche para salir" siguió mi viejo "¿Por qué no te quedas para seguir intentando?"
"Papá, no hay señal para allá. Mas encima mi tía debe tener el celular descargado. No saco nada con quedarme" me defendí.
"¿Pero es que no entiendo cómo puedes salir?" me dijo, diciendo tras palabras que lo ocurrido no me importaba en lo más absoluto.
Si me importaba, tambien me preocupaba y me dolía lo ocurrido, pero no quería demostrarlo. No me necesitaba debil en un momento así.
"Si me quedo y me pongo a llorar, mi tía no va a contestar el celular" le grité y salí.
Aquella noche sería la última de risas y caricias. Todo, alrededor, tenía el tiempo contado
Mi vieja dijo que la mañana había amanecido rara. Estaba angustiada y decía que aún no podía asimilar lo que había pasado. Sí, era extraño estar ahí, pero la sensación de incomodez sólo la generaba el recuerdo del ruido y los gritos exteriores. Afuera el ambiente estaba calmo. Ya no estaba ese ir y venir de personas que trataban de disimular tranquilidad o el acelerado salir de vehiculos hacia quién sabe dónde. Pero la mañana no era la misma. Mi viejo, más cauto y calculador, sólo se limitó a decir que la atmósfera estaba pesada.
Cuando el celular marcó las nueve, no dudé en encender el calefont y preparar la ducha.
"Hijo, no vallas a trabajar" me dijo mi vieja.
Entendía su angustia y su miedo, sumado al hecho de no saber de los nuestros, pero no la compartía en lo más absoluto. No podía esperar más. Desperté cuando el movimiento ya comenzaba a detenerse. Afuera nada hacia notar el paso de un terremoto. En la casa no se cayó nada. Ni siquiera tenía esos nervios post-temblor. Entonces, no podía ajustarme ni actuar frente a algo que no sentía. Tenía que ir al supermercado. Tenía que ir a trabajar. Era sábado. No por un tembor fuerte cerrarían el Tottus... fue lo que pensé.
Jack e Ignaco me acompañaron hasta el paradero. En los demás condominios tampoco había indicios de casas con daños estructurales o algún herido. Nada en todas las Lomas te hacía vivir la sensación de estar en medio de una catastofre. Sin embargo, el desajuste traería consecuencias lamentables.
Pensé que por Eyzaguirre hacia abajo podría encontrarme con algo, pero el panorama seguia igual; nada había pasado. Mi mente sólo se extrañaba del día. La mañana sin lugar a dudas estaba extraña ¿Qué tenía de extraño? Eso era inexplicable. Pero el aire pesaba negro en los pulmones.
Fue cuando la micro se detuvo a dos cuadras de Tottus cuando recién unas paredes botadas acusaron el fuerte paso de las eternas ondas subterraneas. Las ruinas del antiguo regimiento quedaron totalmente debastadas. Poco eran los diques que pudieron soportar el vaivén de la tierra. Lo demás, todo estaba en el suelo.
La micro no avanzó. El corte de luz tenía a la esquina de Arturo Prat y Eyzaguirre sin semaforo, y dificilmente un carabinero trataba de controlar el transito. Me bajé y rodeé todo el taco hasta la entrada lateral para empleados. Ahí una guardia gorda de Ares me miró dudativa.
"¿Viene a trabajar?" preguntó mirandome de pies a cabeza.
"Sí" le contesté.
"Hoy no abrirán" me dijo "Puede quedarse a ayudar"
"Bueno" le dije.
"Anotese aquí" dijo pasandome un cuaderno sucio y viejo en donde se desplegaba una lista con la más alta variedad de letras.
No me importó ver una parte del tubo del aire acondicionado en el pasillo del azucar y la sal. Fue un poco chistoso ver todo el pasillo de los shampoos lleno de ellos, al igual que el de los licores, pero me pareció impactante ver mi oficina. Los gabinetes de los tres computadores que controlan el sistema del supermercado(el maestro, el alterno y el subalterno) estaban desencajados de sus posiciones. Las UPS, que facil pesan cincuenta kilos cada una, se deslizaron de sus lugares. El mueble donde guardamos todos los informes e implementos de trabajo quedó desocupado. Planchas del cielo cayeron sobre los escritorios y estaban todos los cajones abiertos. Un desastre total. Habría sido un suicidio haber estado ahí en horas de trabajo. Habría sido un genocidio que el terremoto se hubiera desatado a la hora de once, a eso de las siete, con los pasillos llenos de gente. Creo que por primera vez esa mañana di gracias.
El día lo ocupé para ayudar a limpiar el pasillo de los vinos. Había que "mopear" todo para dejar despejado. Quitamos las cajas y las botellas rotas y luego con mopas absorbimos todo el licor derramado. Era asqueroso sentir el olor de esa mezcla de vino, caipiriña y ron. Informatica la limpiaría el domingo, cuando mi mente lograra entender por donde empezar la limpieza.
Ya habían pasado más de doce horas desde el momento en que el quinto terremoto más fuerte de la historia de la humanidad se había echo presente en nuestras tierras. Durante el día se habló de posibles tsunamis en la costa y cantidades importantes de muertos. Yo estaba tranquilo. En la mañana me había comunicado con María, con mi Tata y Jack había sido recojido por sus padres. Los míos estaban en casa y las Lomas seguia igual de apacible.
Pero las cosas eran tan inevitables como lo vivo que estaban. La tranquilidad y la parsimonia duró hasta el momento en que llegué del trabajo y abrí la puerta. Lo primero que vi cuando entré fue la escena de la caleta de Duao totalmente destruida. Mi padre inmutable estaba sentado en el sillón de tres cuerpos, mirando neutro lo que las noticias mostraban. Mi madre, con una expresión de horror en la cara observando desde la cocina como el paso de tres gigantescas olas se había echo completamente de todo el borde costero Mauino. Era el lugar donde había vacacionado por cinco días a fines de Enero con Jack e Isabella. Ahí vivían los tíos de mi viejo.
"¿Hay muertos?" pregunté rompiendo el denso ambiente.
"Shhht" exclamó mi papá.
Mi mamá no dijo nada.
Mi mente de golpe se ajustó con la tragedia. Una angustia me atravesó de arriba hacia abajo, y un miedo terrible se apoderó de todo mi ser. Me mareé, teniendo que agarrarme a la silla. Los dos no se percataron de mi crisis. El televisor seguía mostrando a todo Duao debastado.
"¿Llamaste a mi mami, papá?" le pregunté, ya entrando en desesperación por la latente idea de que nadie se había salvado.
"No" respondió "¿Tienes el número de mi tía?"
Asentí mientras sacaba el celular de mi bolsillo. Me había dado su número el primer día que nos quedamos allá en caso de cualquier percance.
"La voy a llamar"
"Pero si no hay señal, Gustavo" me dijo mi vieja, preocupada de sobremanera.
"No importa. Hay que intentarlo igual"
Lo primero que sonó fue la voz de una mujer grabada que decía que no había señal.
Ahora pienso que lo mejor habría sido escuchar esa grabación, pero luego de quizás cuantos intentos, la línea conectó.
"Ahí tomó" le dije a mi papá.
Ambos me miraron expectantes.
Luego de un instante, otra grabadora se adueñó de la línea, diciendo: "Nuestro cliente se encuentra fuera de cobertura o no se encuentra disponible"
Aquella oración contenía sólo tres opciones. Primero, que efectivamente no estaba al alcance de alguna antena. Segundo, que por motivo del corte de luz no tuvo el tiempo para cargar el equipo. Y tercero, la opción que nadie quiso decir en voz alta, era que el celular lo había apagado algún agente externo... el agua, quizás.
No pudimos contactarnos. Me terminé de lavar los dientes y me puse la chaleca. Bajé y avisé que saldría.
"¿Tienes que necesariamente salir hoy?" me preguntó don Omar.
"Estabamos organizados desde hace días. Quizá los otros días no la pueda ver" argumenté, mientras buscaba mi billetera y el celular.
"Pero es que no está la noche para salir" siguió mi viejo "¿Por qué no te quedas para seguir intentando?"
"Papá, no hay señal para allá. Mas encima mi tía debe tener el celular descargado. No saco nada con quedarme" me defendí.
"¿Pero es que no entiendo cómo puedes salir?" me dijo, diciendo tras palabras que lo ocurrido no me importaba en lo más absoluto.
Si me importaba, tambien me preocupaba y me dolía lo ocurrido, pero no quería demostrarlo. No me necesitaba debil en un momento así.
"Si me quedo y me pongo a llorar, mi tía no va a contestar el celular" le grité y salí.
Aquella noche sería la última de risas y caricias. Todo, alrededor, tenía el tiempo contado
martes, 10 de agosto de 2010
Capítulo 63: El Ser Rojo
Cuando se comienza algo, nunca imaginas que durante el tiempo que recorres el camino desde la partida sucederan cosas que cambian para mejor o peor las situaciones dentro de ese proyecto. Recuerdo cuando Monica me entrevistó para ocupar un puesto de cajero partime. Es imposible que en el momento en donde se relata por qué quieres ocupar el cargo, se sepa que un año más tarde ella y yo ibamos a tener una fuerte discusión en el subtarraneo debido a lo que me ocultó. Tampoco podía imaginar que su mejor amiga sería mi futura jefa. Menos que quizá iba a ocupar un cargo de su mismo nivel.
El miercoles pasado Joselyn me pidió cubrir el día miercoles. Tenía que realizar el papeleo para reveservar su nueva casa. Adivinen dónde. En el conjunto de condominios Lomas de Eyzaguirre. Una llamada por parte de la caja de compensación la invitó a tener en cuenta una opción más para poder elegir dónde compraría su nuevo hogar. Cuando entraron a la casa piloto, el mismo modelo en donde yo vivo, quedaron totalmente estupefactos y se sintieron comodos y acogidos por esas cientos de toneladas de concreto y fierro. La decisión la tomaron al instante. El cambio de casa fue fechado para Octubre, cuando hiciera un poco más de calor.
Hoy pasé antes de ir por Simón a preguntarle la hora de entrada del día sábado.
"Entro a las 3 ¿Cierto?"
"A las dos y media" me dijo.
"Bueno"
"Te llamé con la mente" me dijo de repente.
¿Con la mente? Quería hablar algo conmigo. Se volvio algo grave o quizás importante cuando me hizo subir a la oficina. Sinceramente me asusté al pensar que me había mandado un condoro de proporciones y que don Luis quería mi cabeza sobre su escritorio.
"¿Qué hice ahora?" le pregunté entre risas y lamentos.
"Puras cagaás po' Omar. Todos ustedes me tienen chata" dijo mientras subía las escaleras, pero al instante rió.
No entiendo por qué su sonriza pareció ser una inyección de una droga demasiado relajante.
"Entonces..."
"Pasa y sientate" me dijo con una templaza que nunca había visto en sus ojos.
Ahora el miedo provenía desde otras opciones generadas por mi imaginación. Sin lugar a dudas tenía una noticia en su garganta y no habría podido aguantarse hasta el sábado.
"Omar, me voy a Contraloria" dijo sin anestesia.
En la oficina, por unos segundos, sólo se escucharon los procesadores los switchs girando a altas velocidades.
Joselyn es algo más que la amiga de Monica... es algo más que mi jefa. Fue un apoyo en los momentos en que no los tenía, y su experiencia frente a la vida me sirvió en demasía cuando alguna vez me quise rendir. Me vio sonreir y caer... y tambien vio levantarme otra vez. Fue quince mil horas de sermones y catedras de consejos para que ni siquiera pensara en dejarla. Porque sí, en algún momento pensé en partir de Tottus, pero ella me hizo ver el por qué no podría irme.
Su partida al departamento de Contraloria arrastraba muchas cosas, cosas que me incluían tambien.
"¿Por qué?" le pregunté con una neutralidad seca en mi voz.
"Porque llevo cinco años en informática. Quiero hacer otras cosas. Y además el tema de las lucas" dijo "Asi que vas a tener que trabajar en la semana si es que todo sale bien" dijo dejando un hilo de suspenso.
"Pero si eso era obvio. Carmen a fin de años se va con prenatal y voy a tener que subir a treinta horas para cubrir su ausencia" le dije.
"Es que no vas a subir a partime de treinta horas. Lo más posible, Omar, es que quedes como encargado" dijo.
No pude decir nada. Nunca, en los diez meses que llevo como asistente de fin de semana, nunca había pensando en ocupar el cargo de Joselyn. El departamento bajo su gobernación se mueve demasiado bien. Nadie nos cuestiona, es más, hasta nos respetan por lo que hacemos. Y no se necesita de una constante supervisión externa para que hagamos nuestro trabajo. Su partida, si se llega a concretar, significaría un evento casi cataclismico en la empresa. Todos la identifican como la jefa de informática. Verla en otro papel será o sería muy complicado.
"Lo hablé con don Luis. Él igual teme de que yo me valla de la oficina. Nos calificaron muy bien en la semana por parte de la central y tiene miedo de que las cosas funcionen mal si me voy" dijo.
Me lo esperaba. Don Luis confía demasiado en la labor de mi jefa, por lo mismo se despreocupa del departamento de sistema. Entiendo su temor a que nosotros nos volvamos otra carga.
"A demás, Omar, tú has estado frente a dos grandes crisis a nivel informático aquí en el super. Por experiencia y contingenica tení' el cuero para ocupar el cargo. Tambien tienes conocimiento. Sólo tendrías que aprender del ritmo que se lleva en la semana, que es garrafalmente diferente al de fin de semana. Y yo te enseñaré todo lo que sé"
Wow! Los secretos del sistema. El por qué del orden y el exito de la solución de problemas cuando ocurre algo. La idea me abordaba por completo, pero quise ser cauteloso. Joselyn seguía siendo la jefa de informática.
"Bueno. Hay que ver qué pasa" dije.
"Si. Pero el traslado es seguro. Así que empieza a hacerte la idea de que serás jefe"
El otro día con Camila hablamos de los sueños y las pesadillas. Peliroja tiene la capacidad de acordarse de todas las cosas que sueña con una detallismo extraordinario. Cuando terminó de relatarme sus tres pesadillas, caché que yo no tenía el recuerdo de ninguna.
"¿Tampoco uno que hayas tenido muchas veces?"
Me quedó sólo negar con la cabeza.
Me asomé por la ventana de mi pieza. El panórama es un terreno que se extiende hasta el río Maipo. Hay mucha vegetación y está extrañamente oscuro. Había un gran fuego cerca de la casa, como si hubieran formado una fogata con muchos palos y ramas. Una llama roja y naranja se agitaba con violencia en la base y una cola de humo gruesa y oscura se elevaba como una gran pitón hacia el cielo. Personas se acercan y luego escapan. No sé por qué escapan y eso me angustia. Trato de gritar pidiendo información, pero la voz no me sale o ellos no me escuchan. El fuego se apaga de repente y todos se dispersan por el terreno, ocupando todos los rincones, con linternas, buscando algo. No sé qué buscan y más me desespero.
"¿Qué pasa?" pregunta mi papá.
"Cayó un ser rojo desde el cielo" le contesta una vecina "Hay muchos secrestos aquí. Nunca deberían haber venido"
Trato de buscar al ser rojo, pero ni los vecinos ni yo lo podemos encontrar. Me abordó la sensación de que ya estaba entre nosotros.
Desperté un poco agitado. Me contentó sentir que recordaba con detalles la pesadilla, pero la angustia de no saber bien qué era ese ser rojo aún me apretaba el pecho. Fue cuando escuché la percusión de una escopeta en el terreno que está entre el condiminio vecino y el río. Sí, el terreno existe y alguien disparaba. Se escuchó un nuevo disparo y el sonido retumbo en todo el rededor. Busqué no mezclar la agitación de mi subinconciente con la realidad. Era obvio que alguien cazaba conejos a esas horas de la madrugada, ya que los guardias que cuidaban el terreno habían sido retirados hace un mes. Imposible era que alguien quería cazar al ser rojo.
martes, 3 de agosto de 2010
Capítulo 62: El Rededor
No sé si está enamorada, pero María está viviendo una nuevo ciclo amoroso con un practicante de ju jitsu (no sé si está bien escrito) de la academia en donde ella tambien entrena. Su nombre, paradojicamente, es Felipe y en estos momentos se encuentra acá en Santiago, preparandose para el circuito nacional de la rama que comienza en una semana.
¿Cómo partió? Como parten todas las conquistas. Se conectaron mediante los horas de entrenamiento, dandose cuenta en poco tiempo que habían demasiadas cosas en común.
María, desde que la conocí, se ha caracterizado por ser una mujer de un penetrante y poderoso carácter, dificíl a veces de tratar cuando de debatir se trata. Su personalidad le permite sin intervenciones tener el control de su vida y de las situaciones que la rodean. Entonces siempre cuando hablamos de la pareja ideal, la suya se compone de una sóla caracteristica: debía hacerla perder el control. Felipe fue y es eso.
¿Cómo siguió? Con momentos normales e inolvidables. Por lo que recuerdo, después del training se quedaban horas conversando, dandose cuenta que las personalidades de ambos eran muy similares, y que con el pasar de los días ella se acordaba menos de Mauro, su actual pareja en ese momento.
La suma de las horas de entrenamiento, las horas soñandolo, las horas en Messenger y los años esperandolo, dio como resultado la decisión de que él parecía ser el hombre del cual nunca se aburriría de sus abrazos.
Yo estaba contento. Parecía ser un buen güeón, hasta que aparecieron los puntos que lo convertían en el principe que de noche se convertía en un ogro.
"¿Querí una cerveza?" me preguntó.
Asentí.
Llegó con una botella individual y una plato con maní.
"Deberías probar con ese fondo" me dijo sorbiendo de su botella.
Ciclié la opción y en la parte central superior de la ventana apareció un mensaje que resaba "Configuración Aplicada"
Volví a la página del blog y presioné F5. La página se actualizó y mostró la fotografia deseada. En ese momento una ventana de Messenger se abrió. Ambos mirandonos leímos. Tuvimos que reír. El nick del contacto era Bufonalcuadrado.
Valparaiso fue la ciudad elegida para la celebración del regreso de Jack e Isabella. Suene como suene, ambos volvieron. Con un ron-cola y la ya vital cajetilla de cigarros de mi amigo, me contó del exquisito y vivido fin de semana en la quinta región. Al llegar al terminal de la ciudad portuaria, eligieron quedarse en una hostal úbicada frente al muelle principal. Me contó que era una de esas casas antiguas, de madera rigida, llena de aire oceánico y tres pisos de altura. La pieza tenía baño privado, agua caliente y televisión por cable. Pero lo mejor de todo era la priveligiada vista del puerto entero y el espectaculo que ofrecía de noche aquel inmenso monte de luces viviente. Sin lugar a dudas un fin de semana de ensueño. Todo lo que Jack e Isabella querían.
Felipe vive en un departamento en la ciudad de Concepción. Eso sonó lindo, hasta que María me dijo por qué no lo era tanto. El tipo vive con su novia. Lo más feo era que con ella lleva una considerable cantidad de tiempo. Al principio a mi amiga no le pesó la situación. Podía sobrellevar el conocimiento de que por las noches el hombre del cual se aferraba cada día más dormía con otra mujer. Total, él le entregaba muchas cosas en el tiempo que estaban juntos. Eso, hasta que se dio cuenta que la situación le pesaba, y tambien el que no pudiera estar con él como su corazón quería. Fue en ese momento en que empezó a sufrir y desmoronarse frente a cada discusión y los momentos de riesgo que tuvo que pasar para que no los pillaran juntos. María se desconectó del mundo y de sus principios. Bajó sus notas en la univeridad, entre otras cosas. Cambió el switch al pensar que el niñito que le hacía mil shows donde se le antojara, podía cambiar.
Sinceramente me asusté. Por momentos dejé de percibir a la mujer de tan letal carácter que había conocido hace tres años atrás y comencé a escuchar el dolor de una joven que había perdido completamente las riendas de la situación. Felipe, sin proponerselo, la controlaba a su regalada gana.
No entiendo por qué no le aconsejé tener cuidado. Es más, me alegré de que hayan pasado esos tres inolvidables días. La pasan bien juntos y eso le hace bien a Jack. Rién de estupideces todo el día y no se hacen problemas por tonteras. Viven y eso a la larga produce dulces sensaciones. Pero el domingo no duraría hasta la eternidad. Tenían que volver y nuevamente esperar, esperar a que todo valla bien, tan bien como empezó y que no vuelva a suceder lo que sucedió.
Desde hace días que no veía a Jack así, riendo porque sí. Las cosas se empiezan a equilibrar al rededor.
Las veces que hablamos, siempre me preguntaba si había salido, con quién y a donde. Obviamente, en las últimas respuestas, un nombre tiene que habersele grabado de tanto que lo nombré. También tuvo que empezar a sacar sus propias conclusiones. Sólo faltaba preguntar.
Jack estaba al lado, casi exitado de ver lo que escribían desde el otro lado. Yo reía por la situación.
"¿Estás andando con la Cami?" preguntó
Con Jack reímos a carcajadas.
"¿Le vas a responder?" me preguntó.
"Me da lata decirselo por aquí"
"Omar, terminaste una relación por teléfono" me dijo íronico, mientras iba por más maní.
"Tenía quince años, güeón" le respondí.
Miré la ventana y teclié la respuesta.
En ese momento la conversación se detuvo.
"Tiene que estar pa' la cagá" me dijo Jack, comiendo manís por la ansiedad.
"Na' quever, güea" le respondí, extrañado por el tiempo que demoraba en responder "Esto es un mero tramite"
La cuestión fue que se desmoronó en felicitaciones. ¿De qué procedencia? Poco importó.
"Pucha, se le ocurrió justo ahora saber qué era de mi vida. Quiero desconectarme para ir a ver a mi mami" me quejé.
"Despidete po'" me dijo Jack.
"Sí. Ya me aburrió su cuestionario" le dije "Cuidate. Nos vemos. Chao"
María se pegó el porrazo. Era lo que le faltaba. Las sospechas de que no era la única se hicieron fuertes. Fue por eso que optó por no ser más la arrastada y volver a capturar su personalidad. Decidió dejar de esperar sentirse querida y empezó a quererse ella misma. Dejó de sufrir por ser la segunda. Volvió a comprar su dignidad por algo mejor. Sin embargo, no lo dejará solo. Felipe sufre de depresión por los anabolicos que consume.
"Angeles como vo' quedan pocos" le dije "Sólo te pido que te cuides"
"Soy la única que se interesa por su bienestar. Tengo que estar con él y encarrilarlo al camino" me contestó.
Argumentó que su pareja es un maldito murcielago chupa sangre y que la familia no lo pesca desde hace mucho. Conosco bien a María para dudar en ayudarlo. Sobre toda las cosas, aún lo sigue queriendo.
Yo sólo puedo estar desde el otro lado del cable de internet para cuando quiera descargar el dolor por las embestiduras de la cambiante actitud del peleador.
¿Cómo partió? Como parten todas las conquistas. Se conectaron mediante los horas de entrenamiento, dandose cuenta en poco tiempo que habían demasiadas cosas en común.
María, desde que la conocí, se ha caracterizado por ser una mujer de un penetrante y poderoso carácter, dificíl a veces de tratar cuando de debatir se trata. Su personalidad le permite sin intervenciones tener el control de su vida y de las situaciones que la rodean. Entonces siempre cuando hablamos de la pareja ideal, la suya se compone de una sóla caracteristica: debía hacerla perder el control. Felipe fue y es eso.
¿Cómo siguió? Con momentos normales e inolvidables. Por lo que recuerdo, después del training se quedaban horas conversando, dandose cuenta que las personalidades de ambos eran muy similares, y que con el pasar de los días ella se acordaba menos de Mauro, su actual pareja en ese momento.
La suma de las horas de entrenamiento, las horas soñandolo, las horas en Messenger y los años esperandolo, dio como resultado la decisión de que él parecía ser el hombre del cual nunca se aburriría de sus abrazos.
Yo estaba contento. Parecía ser un buen güeón, hasta que aparecieron los puntos que lo convertían en el principe que de noche se convertía en un ogro.
"¿Querí una cerveza?" me preguntó.
Asentí.
Llegó con una botella individual y una plato con maní.
"Deberías probar con ese fondo" me dijo sorbiendo de su botella.
Ciclié la opción y en la parte central superior de la ventana apareció un mensaje que resaba "Configuración Aplicada"
Volví a la página del blog y presioné F5. La página se actualizó y mostró la fotografia deseada. En ese momento una ventana de Messenger se abrió. Ambos mirandonos leímos. Tuvimos que reír. El nick del contacto era Bufonalcuadrado.
Valparaiso fue la ciudad elegida para la celebración del regreso de Jack e Isabella. Suene como suene, ambos volvieron. Con un ron-cola y la ya vital cajetilla de cigarros de mi amigo, me contó del exquisito y vivido fin de semana en la quinta región. Al llegar al terminal de la ciudad portuaria, eligieron quedarse en una hostal úbicada frente al muelle principal. Me contó que era una de esas casas antiguas, de madera rigida, llena de aire oceánico y tres pisos de altura. La pieza tenía baño privado, agua caliente y televisión por cable. Pero lo mejor de todo era la priveligiada vista del puerto entero y el espectaculo que ofrecía de noche aquel inmenso monte de luces viviente. Sin lugar a dudas un fin de semana de ensueño. Todo lo que Jack e Isabella querían.
Felipe vive en un departamento en la ciudad de Concepción. Eso sonó lindo, hasta que María me dijo por qué no lo era tanto. El tipo vive con su novia. Lo más feo era que con ella lleva una considerable cantidad de tiempo. Al principio a mi amiga no le pesó la situación. Podía sobrellevar el conocimiento de que por las noches el hombre del cual se aferraba cada día más dormía con otra mujer. Total, él le entregaba muchas cosas en el tiempo que estaban juntos. Eso, hasta que se dio cuenta que la situación le pesaba, y tambien el que no pudiera estar con él como su corazón quería. Fue en ese momento en que empezó a sufrir y desmoronarse frente a cada discusión y los momentos de riesgo que tuvo que pasar para que no los pillaran juntos. María se desconectó del mundo y de sus principios. Bajó sus notas en la univeridad, entre otras cosas. Cambió el switch al pensar que el niñito que le hacía mil shows donde se le antojara, podía cambiar.
Sinceramente me asusté. Por momentos dejé de percibir a la mujer de tan letal carácter que había conocido hace tres años atrás y comencé a escuchar el dolor de una joven que había perdido completamente las riendas de la situación. Felipe, sin proponerselo, la controlaba a su regalada gana.
No entiendo por qué no le aconsejé tener cuidado. Es más, me alegré de que hayan pasado esos tres inolvidables días. La pasan bien juntos y eso le hace bien a Jack. Rién de estupideces todo el día y no se hacen problemas por tonteras. Viven y eso a la larga produce dulces sensaciones. Pero el domingo no duraría hasta la eternidad. Tenían que volver y nuevamente esperar, esperar a que todo valla bien, tan bien como empezó y que no vuelva a suceder lo que sucedió.
Desde hace días que no veía a Jack así, riendo porque sí. Las cosas se empiezan a equilibrar al rededor.
Las veces que hablamos, siempre me preguntaba si había salido, con quién y a donde. Obviamente, en las últimas respuestas, un nombre tiene que habersele grabado de tanto que lo nombré. También tuvo que empezar a sacar sus propias conclusiones. Sólo faltaba preguntar.
Jack estaba al lado, casi exitado de ver lo que escribían desde el otro lado. Yo reía por la situación.
"¿Estás andando con la Cami?" preguntó
Con Jack reímos a carcajadas.
"¿Le vas a responder?" me preguntó.
"Me da lata decirselo por aquí"
"Omar, terminaste una relación por teléfono" me dijo íronico, mientras iba por más maní.
"Tenía quince años, güeón" le respondí.
Miré la ventana y teclié la respuesta.
En ese momento la conversación se detuvo.
"Tiene que estar pa' la cagá" me dijo Jack, comiendo manís por la ansiedad.
"Na' quever, güea" le respondí, extrañado por el tiempo que demoraba en responder "Esto es un mero tramite"
La cuestión fue que se desmoronó en felicitaciones. ¿De qué procedencia? Poco importó.
"Pucha, se le ocurrió justo ahora saber qué era de mi vida. Quiero desconectarme para ir a ver a mi mami" me quejé.
"Despidete po'" me dijo Jack.
"Sí. Ya me aburrió su cuestionario" le dije "Cuidate. Nos vemos. Chao"
María se pegó el porrazo. Era lo que le faltaba. Las sospechas de que no era la única se hicieron fuertes. Fue por eso que optó por no ser más la arrastada y volver a capturar su personalidad. Decidió dejar de esperar sentirse querida y empezó a quererse ella misma. Dejó de sufrir por ser la segunda. Volvió a comprar su dignidad por algo mejor. Sin embargo, no lo dejará solo. Felipe sufre de depresión por los anabolicos que consume.
"Angeles como vo' quedan pocos" le dije "Sólo te pido que te cuides"
"Soy la única que se interesa por su bienestar. Tengo que estar con él y encarrilarlo al camino" me contestó.
Argumentó que su pareja es un maldito murcielago chupa sangre y que la familia no lo pesca desde hace mucho. Conosco bien a María para dudar en ayudarlo. Sobre toda las cosas, aún lo sigue queriendo.
Yo sólo puedo estar desde el otro lado del cable de internet para cuando quiera descargar el dolor por las embestiduras de la cambiante actitud del peleador.
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