miércoles, 25 de agosto de 2010

Capítulo 66: She

... serenidad propia. El móntón de papeles al lado derecho de la Royal crecía constantemente. Antes de esa extraña experiencia, su rendimiento óptimo había sido de cuatro páginas diarias. En Automoviles Veloces, tres; muchos días sólo dos, sobre todo, antes de terminar...

Noté que alguién venía en dirección contraria subiendo la loma, mirandome con el afán de reconocerme. "¿Es él o no?" tenía que venir preguntandose. Yo elevé disimuladamente la vista, rogando que no fuera ningún vecino para no tener que cortar la lectura. Pero ya no importaba. La había cortado de todos modos. Que mal fanático soy. Era el padrastro de William, un pequeño niño que no golpea la puerta para llamar, si no que abre la ventana del frente, se pasa y llega hasta el living a saludarte. Un tipo de estatura media, gran barriga y una barba "candado".

... Pero dentro de este tenso período, que llegó a su fin con la tormenta del 15 de abril, Paul produjo una media de doce páginas diarias, siete por la mañana y cinco más por la tarde...

No me podía hacer el güeón. El tipo es un hombre sencillo y amable, y más allá que la lectura iba muy interesante, no me haría un daño levantar la vista y saludar.
"Hola" le dije"
"Hola" me dijo, pero no exactamente mirandome a los ojos, si no a Misery; el libro que iba leyendo.
Me desilusionó que no se fijara en mi nuevo corte de pelo. No importa. Ignacio lo haría burlandose cuando llegara a casa.
"¿Qué libro vai' leyendo?" me preguntó desde átras.
Cuando me giré y vi su cuerpo oscuro eclipsando con el sol que se disponía a chocar con La Ballena, creí que era Jesús quién me había llamado. Pero no, era el técnico paramédico el que había detenido mi lectura otra vez. Así una vez me contó cuando se ofreció para llevarme desde el condominio hasta el paradero de la micro.
"¿Y que estudai' tú?" me preguntó, mientras aceleraba en tercera.
"Técnico en Telecomunicaciones"
"Güeniiisima carrera, compadre. Ahí tú vei' las bolaás de las redes, los shatélites y la telefonía ¿shierto?"
"Sí"
"Misery" le dije con el típico gesto de mirar la tapa del libro, aunque te sabes de memoria el nombre.
"De Stephen King. ¡Qué güena! Yo soy fanático de ese güeón, pero FANATICO" dijo, mientras se aprestaba a abrir su mochila.
"A mí igual me gusta" le dije, cubriendo mi hambre desgarradora por leer un trabajo de él lo más pronto posible después de acabar con otro, ya que si él dijo en dos ocaciones seguida que era fanático, sin lugar a dudas debe haber leído todas sus obras. Yo a penas he leído 6 libros de él. Todos un manjar.
"Yo tengo casi todos sus libros, y ahora estoy con éste" me dijo y sacó un montón de papeles parecido a una enciclopedia de historia universal. Era el It, libro que no he leído. Quizás de mil exquisitas páginas. Tenía el grosor de Insomnia, pero no tenía la forma rectangular que tienen todos los libros. No. Éste era extrañamente cuadrado.
Pensé seriamente en dejarlo inconciente, esconder su cuerpo y arrancar con esa belleza, pero me contuve. Misery lloraba en mi mano al ver el tamaño del It. Lo entendía completamente.
"También tengo las péliculas en la casa" Todo un fanático. Si me habría preguntado por Matrix, habría tenido el orgullo de inflar el pecho y decirle "Yo tengo la trilogía. Animatrix. Los documentales de cómo hicieron la trilogía y otros que hablan de la filosofía de Matrix. También tengo el soundtrack completo y el comic" pero estabamos, para mi humillante desgracia, hablando del increible Stephen King. "Shi querí anda un día para la casa y te podí llevar los libros que querai"
Quizás por dos segundos quise abrazarlo y besarlo también. Pero mi conciencia me recordó que era heterosexual, que estaba pololeando con Camila y que algunos segundos atrás se me había cruzado la idea de dejarlo inconciente y correr con el It entre mis brazos.
"Ya po'" le dije.
"Nos vemos"
"Cuidate"

Me dijo una vez que podría estar toda una noche abrazada a mí. Le costo decirlo, sumado al percance que al hacerlo, yo no la escuché. Pero le pedí por favor que me repitiera la frase, y es que cuando habla sólo me fijo en el corte que produce el sonido de su dulce voz en la atmósfera, y como sé que son palabras comparables con un tesoro que a veces se muestra, me estremecen sin proponermelo. Sería una estupidez contestarle que yo también estaría así toda la noche. Prefiero ver sus ojos brillando bajo la noche y su sonriza, esa sonriza que como ninguna tiene la capacidad de decir millones de cosas.
Mirar sus ojos es mirar la puesta de sol soñada. Su alma se muestra violeta tras el resplandor de sus pupilas. No dice nada. Sólo sonríe. Se avergüenza y vuelve a sonreír. No se desangra diciendo cosas que no siente. Su personalidad tiene la destructiva capacidad de dejarte sin aire cuando con la vista te absorbe el alma y la acaricia abrasandote fuerte. Me cobijo en el calor de sus besos y sus caricias, y puedo soñar cuando en la oscuridad nos abrazamos como si el mundo no existiera.
Y pensar que hace un tiempo le pedí dar luces de lo que sentía, sin entender que desde la vez que me dio la mano ya lo hacía, sólo que no necesitaba hablar como las demás. Ella sólo hace que escalofríos me azoten el cuerpo con hacer un movimiento. Nada más. Es el silencio y la belleza de una puesta de sol, de un mar en calma... de un sentimiento absorvente.

La semana se me había hecho demasiado larga. Y es que sin ella el tiempo parece ir más lento, y cuando te abraza y se ríe sin razón las horas parecen el suspiro de un ángel.
Nunca pensé que iba a tener a alguién así a mi lado. Tampoco que iba a volver a querer.