miércoles, 30 de junio de 2010

Capítulo 56: Aguas Calmas

Cuando la agitación de las situaciones se detiene en el exterior, la conexión con el interior es más rápida y facil de conseguir. Las aguas vuelven a calmarse, pero siempre cuidando y vigilando que esto no sea más que una pantalla.


Cuando me senté en el paradero, el aire se detuvo a mi rededor cuando recordé aquella tarde cruzando solo aquel lugar. Un frío y electrificante escalofrío me azotó como ola brava a un roquerío debil, y se coló entre medio de todos mis huesos. Los ojos se me aguaron por completo, y pedí por calma y temple. Había sucedido otra vez. Había vuelto otra vez. La señora que se abrigaba del frío mañanero con una parce acolchada blanca, no notó en lo más mínimo mi impresión por el falta descubrimiento.

No puede ser.

Procuré olvidarme del tema y de nunca más darle ni siquiera una vuelta, pero estaba ahí, riéndose de mí, diciendome que una vez más había fallado y que su estancia sería eterna. Llegó la micro y frenó al frente de mi posición. Saqué la billetera y me subí para partir al centro.


Fue hace aproximadamente dos semanas que el borde contrario a la vereda de la avenida apareció enfundado en una manta plástica, procurando darle una tono de privacidad a los trabajos de construcción que comenzarían a desarrollarse. Las Lomas, por su franco norte, es bordeada por extensos kilómetros de pradera hinospita y de una alta población vegetal. La zona está protegida por metros y metros de una reja improvisada de palos y alambres. Es un lugar intransitable desde Casas Viejas hacia acá, ya que un canal impide el paso, sumado al frondoso e inaccesible borde de árboles y arbustos que recorren de oeste a este todo el territorio. Sin embargo, hace do semanas, tres contenedores albergadores de oficinas, una retroexcavadora y muchos obreros se tomaron las dependencias vacías de la pradera virgen y comenzaron con desconocidos planes de construcción.


Sin embargo, una sección de este territorio si es transitado por pobladores del conjunto de condominios. La calle que nos conecta con la civilización ofrece un recorrido de quince minutos, como ya he dicho en ocaciones anteriores, hasta el paradero más próximo. Pero existe un paradero que está más cerca y que sólo se puede llegar vía la pradera. Para esto se debe acceder por un viejo portón de madera derrivado para poder ingresar. Luego se recorren unos metros y se llega a una peligrosa curva, la cual torce la dirección hacia Las Vizcachas. Tambien es utilizada por personas que quieren llegar más rapido hacia Casas Viejas, pero de esas vías no tengo conocimiento presencial. En fin. Fue hace unos siete o seis meses que, quizás ahogado por el atrazo y la hora, decidí irme por el "atajo" y llegar más rapido al paradero más próximo. Estaba cruzando los pocos metros que se deben alcanzar, cuando algo me obligó a detenerme. Era de tarde y un sol omnipotente alumbraba todos los rincones de la infinita y verduzca pradera, la cual parecia perderse en las faldas de Los Andes. Era aquella sensación que percibia cuando una videncia atacaba mi mente, pero esta vez venía con algo distinto. No era una videncia, si no algo distinto en el lugar. Una extraña presencia. Pensé que era algo maquinado por mi imaginación buscando crear una buena e interesante historia, las cuales escaseaban desde hace un tiempo. Pero aquello, invicible y poderoso, estaba ahí obligandome a detenerme.


El jueves pasado llegué a esos de las once horas a Las Lomas y bajo la noche fría y silenciosa, me dispuse a bajar rápido para llegar a casa. Pero tuve que detenerme al ver que, cuando la calle se aplana nuevamente, desde una camioneta con un inmenso logotipo de una sigla que rezaba: P.D.I., bajaba un escuadron de seis detectives, embestidos en cazacas azules, con la misma sigla estampada en la espalda. Parecían ser jovenes, y si no llevaran la cazaca y no se hubieran bajado de aquella gigantesca camioneta, hasta habría pensado que eran universitarios. Una de ellos, una mujer de mirada cauta y simple, tomó su lujosa cámara fotográfica y captó la imagen de un inocente grifo amarillo apostado al borde de la vereda.

Era obvio que algo grave había ocurrido. Quizás un asesinato. El contigente marcó una presencia demasiado fuerte, pero tal situación no fue percibida por los pobladores de los condominios, ya que a esas horas de la noche las calles se encontraban totalmente desocupadas.

Pasé al frente de ellos, tratando de escuchar qué era lo que hacían, pero desarrollaban labores bajo un hermético silencio.

En casa nadie sabía nada. Tampoco me tomaron mucho en cuenta cuando les conté. Pero el tema se volvió un misterio cuando al otro día, viernes, las labores obreras en la pradera estaban totalmente detenidas, y no era por el partido de Chile en el mundial, si no porque carabineros se encontraba en el lugar haciendo quizás que cosas.


Alguien había muerto ahí. No sé cómo lo supe ni tampoco si había sido recientemente o hace tres mil años, pero no podía pensar en otra cosa. La presencia había logrado revolver mi mente y darme esa respuesta. Concluí que todo era una estupidez y le eché la culpa a mi falta de ingenio para escribir o quizás a un posible cuadro de desesperación por sentarme frente al computador y no tener palabra que teclear en el Word. Emprendí la marcha y decidí olvidarme del momento.


En la noche del viernes apareció un retén de carabineros apostado en el lugar donde la noche anterior los bebés de la P.D.I. habían estado fotografiando a un grifo que no tenía como atestiguar. Adentro parecía estar sentado en el asiento del piloto un joven carabinero. Quizás recíen había ingresado a las filas de la comisaría de la plaza de Puente Alto, y tal carácteristica le había sido de ayuda para vigilar durante toda la noche tal vez que cosa que habían encontrado. Por un momento, riendome de mi mismo, pensé que habían encontrado una nave extraterrestre en medio de la pradera. Jacka había estado contento.

No me sorprendió encontrarme con el retén en la mañana del sábado. Tampoco cuando volví con mi viejo de haber de vuelto el celular que no le gustó ese mismo día en la noche. Pero si existía una cuota de curiosidad por su presencia ¿Qué cuidaba tan celosamente aquel vehículo de la ley?.

La respuesta llegó ayer al mediodía. No se sabe muy bien, pero por parte de la voz de los vecinos existen dos versiones. La primera habla acerca de un craneo encontrando en las faenas de construcción al borde del canal. Y la segunda se acerca a la presencia del cuerpo de una persona joven, la cual no se sabe si es hombre o mujer. De tiempo y fechas no se sabe nada.

Yo sólo trataba de quitarme la imagen de todos esos hombres y mujeres vestidos con trajes de una pieza, color blanco, y mascarillas que le cubrían todo el resto, sumado a los gorros higenicos, todos diseccionados por el borde del canal, entremedio de los árboles que hacían más laboriosa la jornada, buscando u observando quizás qué cosas. No podía creer que finalmente sí era un muerto el que aquella tarde trató de decirme algo, pero soy eceptico frente al tema, y aunque ya lo haya vivido, trato de pensar en que fue sólo una mera coincidencia.

lunes, 28 de junio de 2010

Capítulo 55: Pruebas Aprobadas

Es extraño cuando los hechos y los sucesos encajan de una forma tan perfecta, que entre si logran desencajarse de forma sobrenatural. Llegan oportunidades y lo único que se sabe es estar con los ojos bien despiertos y al primer intento de acercamiento, se zarpan las garras y es mejor derrivar todo los que se estaba creando y evitar lo que posiblemente creemos que sucederá. ¿De qué sirve? No entiendo el miedo que se le tiene a los sucesos furtuitos o a los buenos momentos ¿Tan acostumbrado se está a sufrir? Creo que deberías darle la chance a que la vida transcurra de forma normal y no pensar que todo se desenvolverá con un desenlace premeditado.

Sinceramente no me gusta su arma, pero es un arma al fin y al cabo. Se filtra casi de manera invicible donde nadie imagina que pueda llegar y logra rescatar información desde el interior de las intimidades que su corazón y su mente tratan de entender de forma.
Si es verdad todo lo que me dijo, sería una gran decepción que se maquinó de forma calculada un plan para inventarnos una realidad alterna.

El primer encuentro fue en un cruce de calles. Ella se acercó a Jack y lo atajó con un abrazo.
Isabella me observó con una sonrisa nerviosa, esperando a que yo dijera algo o quizá queriendo ver mi reacción. Pero yo estaba demasiado seguro del periodo vivido junto a María, y la primera fase de verdadero y falso tenía que aprobarla sin ningún inconveniente. Y así fue. Se informaron en qué lugar podrían vender cigarros y se alejaron. Ella caminó en dirección a capturar la mano de su novio, el cual se escondía bajo la oscuridad de la noche que se congelaba con el correr de los segundos. Jack llegó a nuestra posición y caminó en dirección opuesta a donde nos teniamos que dirigir, la misma dirección que había tomado el grupo de ella. Noté que se había puesto nervioso, quizás por mí y mi reacción al encuentro, sin embargo no contaba con mi movimiento.
Isabella y Camila lo siguieron.
"¿Para dónde vas, Jack?" le pregunté tomando las riendas del momento "Marcelo vive para el otro lado" le dije apuntando hacia la dirección que había seguido el bando contrario.
Se halló descolocado y disculpandose por su desinteligencia, los tres me siguieron el paso.
Sin apurarnos caminamos tras el grupo que procuró que no los alcanzaramos, y no porque todos caminaran a una considerable velocidad, si no porque ella apuró el paso para no toparnos en dirección y que así todos la siguieran.
Decidí jugar a su juego de hostilidad y darle la sensación de que su actitud de alguna forma me distraía o me hacía pensar mejor en lo que iba a hacer.
Llegaron, obviamente, primero que nosotros y al parecer no avisaron nuestra pronta llegada, ya que la puerta de entrada se cerró de golpe. En ese momento no entendí la actitud tan extraña de sus movimientos. No podía adivinar qué quería.
Golpeé la puerta y la hermana menor de Marcelo salío a saludarme con un fuerte abrazo y un largo beso. Adentro voces de impresión acusaron mi llegada, ya que desde hace alrededor de un año que no visitaba aquella casa en donde me aprecian de buena manera. Para ganar tiempo observando quienes me esperarian para saludar, hice que los chicos entraran primero y así yo poder tantear terreno. Nos topamos con un living repleto de miradas atentas. Todos conocían la historia y de igual manera en silencio esperaban el encuentro, encuentro que no llegaría. Detrás de Camila, saludé a la madre de Marcelo con otro largo y apretado abrazo. Luego me dirigí a algunas tías de Marcelo y vino el momento decisivo. Había una fila de personas esperandome pegada a la escalera que llevaba al segundo piso, la cual llegaba hasta la cocina. La primera persona que esperaba a que le estrechara la mano era el novio de ella. Un tipo de mi misma altitud, de un corte de pelo más recortado por los lados que el mío, poseedor de unos lentes que le cortaban la cara de oreja a oreja y una mirada, estoy seguro, tan analizadora como la mía. Su voz tronó a la misma intencidad que la mía. Ambos, sin lugar a dudas, sabíamos que habíamos sido poseedor de la misma mujer, y se volvió entretenido por un momento vivir por primera vez aquella situación. Luego saludé a una compañera de instituto y su hermana. Me topé con un beso la cara de le hermana mayor de Marcelo. Hice lo mismo con una prima de él y cuando llegó el momento en que eran escasos los metros para decirle "hola... tanto tiempo" de una forma cordial y el living se quedó en silencio, ella optó por esquivar el saludo. En esa fracción de segundo en que tu mente busca alguna acción para apantallar el momento incomodo, supe que su indeferencia no era justificada y que de igual modo me daba lo mismo. Había pasado la prueba y lo había echo con creces. No corté el rumbo para denotar aún más su ordinariés y me dirigí a saludar al anfitrión de la casa: Marcelo.

¿Después? Después, sin proponermelo, al haber poca gente, nos convertimos en el grupo centro de la fiesta, con Marcelo dentro de nuestras filas. Esto terminó por desarticular su presencia y por motivos que desconosco y no me interesan, se retiró a dormir. Junto a los míos, capeando el frío de la noche más fría según el noticiero de mediodía, estuvimos bailando, tomando y mandandonos unos golepados de tequila bajo el fervor de una noche que no podré olvidar, y no exactamente por aprobar la prueba, si no por empezar otra.

lunes, 14 de junio de 2010

Capítulo 54: La Distancia

Las relaciones de cualquier tipo son capaces de hacer que los mapas y distancias desaparezcan. Con un mensaje o una llamada los kilómetros de tierra que separan a unos de otros quedan sumidos a nada. Cientos de kilos de cable telefónico convierten una risa nerviosa en el enlace que se sobrepone al espacio y al tiempo, permitiendo que ambas almas puedan saludarse desde muy cerca.
En el principio, cuando supe que el lugar donde viviría tenía tan sólo una calle de entrada y salida que nos conectaba con otras poblaciones y el centro de la comuna, una sensación de desconexión primitiva me ahogó. La salida recorre de este a oeste todo el frente de los condominios, sube por una loma y se pierde en la cima hacia la costa. Sumado a que mi viejo compró la casa en los condominios más alejado de la avenida-conexión, llegar a poder optar por un transporte hacia el centro costaba una caminata, calurosa y agoviante los veranos, fría y mojada los inviernos, de quince minutos. Todo esto resultaba frustante al momento de querer verse con alguien, porque de líneas telefonicas no se supo hasta el mes de ocupación.
Desde aquellos primeros días de adaptación han pasado más de dos años. Ojalá pudiera decir que todo ha sido lindo y facil... ojalá. No niego que hubo un momento, quizá unos once meses, en que contar con alguien al otro lado de la línea o al otro lado de la pantalla me dejó resistir el olor penetrante de la oscura soledad. Podía poseer la distancia y pulverizarla en mi mano sin mayor resistencia. Una talla o un te quiero bastaban, y podía llenarme de un catalizador que permitía moverme durante seis días sin parar. Nada puede destruirlo a uno cuando se tiene la total seguridad que desde el otro extremo del cable habrá alguien que con ansias desea escuchar que estuviste acostado todo el día viendo tele. Y si la lluvia arrecia, se tiene el teclado y la pantalla, el Reproductor con una lista interminable, y casi quince dedos para poder decir que se extraña y que no sería mala idea juntarse pasado mañana.
"Siempre he querido el traslado" me dijo una vez fumando de su cigarro.
"¿Sirve de algo escapar?"
"No es escapar. Yo no quiero arrancar para que se olviden de mi nombre y de todas las cosas que se hablan de mí. Quiero irme porque siento que aquí no tengo por quién quedarme..."
Le habría preguntado si se habría quedado por mí, pero mejor di paso al silencio. Y pensé que la maquinación de aquella idea era producto de malas decisiones y que casos como esos no vería nunca más cerca de mí.
Ahora la propuesta es tan seductora como cercana ¿Cómo no? Es difícil respirar al llegar a la casa. El teléfono está de adorno petrificado sobre la mesa del desayuno. Gritos se pueden sentir a toda hora del día. Voces de un niño claman por paz y entendimiento, pero nadie nunca escuchará, porque se esmeran por sonar más fuerte y no por encontrar una solución al problema. Duermen a menos de un metro, pero sus almas se encuentran a millones de años luz de distancia. Se apuntan con el dedo y hacen que llueva furia y dolor sobre todo el lugar, lluvia de agua negra que oscurece más todo los rincones de esto que alguna vez se llamó hogar. Y correr se vuelve casi un anhelo.
La Distancia crece a cada respiro y momento. Todo pude ser más fácil, pero todo va para atrás. Y se puede convencer de querer buscar otros caminos, pero no los hay. Entonces te quieres detener, cuando te has detenido hace ya un buen tiempo y no te habías dado cuenta. Es en ese crudo y frío momento en que se entiende que en algún punto de la historia te descuidaste por un segundo y todo se fue a la mierda. Se pierden personas de un valor incalculable por no haber sido capaz de esperar un poco más y haber dado la suficiente confianza para que pudieran decirte en qué fallaste. Es en ese momento que la línea telefónica y el teclado se convierten en un recuerdo que te golpea cada vez que los utilizas para hacer un tramite o una tarea, y no para hacer una llamada o conversar con alguien.
Creo que es humano tomar las decisiones equivocadas, y es más humano aún aprender de ellas, pero creo que es algo inhumano soportar todo lo vivido. Sé que en algún momento esto tenía que pasar, el vivir ese instante en que se quiere renunciar a todo y presionar el gatillo. Pero cuesta demasiado existir sin la luz que te ilumina el alma y el día. Porque estoy seguro que ningún otro instante me devolverá esas albas, los abrazos o las horas conversando por celular, derrotando los kilómetros, sabiendo que sin ellos la vida sería demasiado complicada.
Había escuchado decir a personas: "Estuve pa' la caga en ese tiempo. Hice güeas que nunca hice y sufrí más que la chucha. Lloraba todos los días..." Y pensaba Pobre de ellos que les cuesta superar los malos momentos. Porque yo sabía que los malos ratos se olvidan al otro día, pero esto en mí lleva ya demasiado tiempo, y me desespero al no poder encontrar la forma de liberarme de él y de recuperar todo lo que perfeccionaba los ocasos.
Todo tipo de relaciones y entendimiento, de templanza y felicidad... TODO, en estos instantes, se encuentra demasiado lejos. Sólo deseo ese tiempo de descanso...

Parte Final

Entró y nuevamente se encontró con Alexander dentro de la oficina. Pero esta vez su desplante no era el de un desconocido. En su mirar lograba transmitir el acuse de recibo de la intimidad que existía entre los dos. María no quiso pensar que Alex estaba curado o que el tiempo había retrocedido hasta la última mañana que lo vio sentado y trabajando. Sin embargo su sonrisa era de aquella lejana mañana perdida en el olvido.
"¿Usted de nuevo aquí?" comenzó a actuar María.
"No tienes para que seguir fingiendo, jefa" le dijo Alexander sonriendo de la emoción del esperado encuentro.
Un calor recorrió de pies a cabeza a la encargada de sistemas, sintiendo como la sonrisa de su empleado y amigo se colaba entre sus huesos hasta el alma. No le quedaba dudas de que había vuelto.
"Alex" logró susurrar y lo abrazó con todas sus emociones, tratando de entender que había ocurrido exactamente para que él pudiera recordarla.
"Volví, María. Volví" repetía Alexander rompiendo en un ahogado llanto.

"... Nunca se pudo reponer" relataba María, recordando los duros meses después de la forzada partida del analista de sistemas "... Nicole te seguía a todos lados, observando todo lo que hacías y todo lo que no hacías, convirtiendo de tu vida una esperanza para la suya. Todos tratamos de aconsejarle que te superara y que supiera que nunca jamás ibas a volver a verla como algo más que una persona que camina cerca de ti. Pero nadie pudo contra su elección. Ella, mientras te seguía a escondidas, esperando en algún momento que pudieras recordar, buscaba la forma más segura de hacer que recordaras todo lo que habías olvidado"
"¿Habló con Andrea?" interrumpió Alex.
"Con ella y tu amigo. También habló con tu padre para apoyar tu regreso a Loy's" declaró María.
"Pero si mi encuentro con Loy's fue producto de un impulso mío. Ellos no lograron que yo me interesara en esta empresa" refutó Alexander.
"Eso nadie puede entenderlo, Alex. Tu encuentro y atracción por Loy's fue un golpe de suerte para el plan de tu regreso. Estaba estipulado inferirte interés por la empresa de otro modo"
Sería un misterio para el recuerdo. Y le fue imposible no alegrarse por las ansias de su regreso y de que todo siguiera desarrollándose como debería haberlo echo sin la intervención del accidente. Un pequeño empujoncito para el egoísta destino.
"Ahora debemos cambiarte el contrato para que..."
"No, María" le interrumpió Alexander, portando en su rostro un sentimiento de templanza "Es mejor que sólo tu y yo sepamos que pude recordar todo lo ocurrido sin haber sufrido daño alguno, como lo había pronosticado el doctor. Ya se han forzado mucho las cosas par que yo esté aquí. Seguir aprovechandose de que nadie ha notado la intervención de ustedes para que todo esto ocurriera..." dijo arqueando las cejas y apuntando hacia el cielo "... nos puede jugar en contra"
"Pero yo te quiero de vuelta..."
"Ocupa el mismo método que utilizaste la vez que me combocaste a sistemas. Pruebame, enseñame otra vez y dame el contrato"
"¿Y Nicole?"
Alexander sonrió al recordar el temperamento de Nicole. Lo había ocupado contra él cuando se encontraron en los casilleros, y ella no le había dicho precisamente que no se conocían. En realidad le había dicho ¿Cómo no eres capaz de recordarme? Todo se filtró por el brillo encolerizado de sus ojos, pero Alex no había notado la excusa para tanta impotencia.
"Es un nuevo comienzo para mí. Será bueno para los dos volver al origen y desde ahí partir otra vez" dijo decidido Alexander.

La vida no es un regalo. Las oportunidades sí lo son.
FIN

viernes, 11 de junio de 2010

Sexta Parte

Le apagó el televisor y se sentó en el sillón continuo a donde él estaba sentado. Su padre lo observó en silencio, preguntandose qué pretendía al imperdile ver las noticias de medianoche, con la vista oculta tras los lentes que absorbían la luz de la cocina.
"¿Por qué me mentiste?" le preguntó Alexander sintiendo que la garganta se le cortaba en dos.
"No sé de qué hablas" contestó sereno su padre.
"La noche del accidente fui solo a ese pub. Nunca estuve en compañia de compañeros. Nunca bebí un ron-cola. Y nunca salí a contestar el celular" dijo denotando una creciente desesperación al contraer y soltar su pecho al respirar.
Su padre no podía hablar de la impresión, pero no demostraba la expresión del sentimiento. Tan sólo lo observaba en silencio tras el brillo de sus lentes.
Alexander se quebró y dejó que dos lágrimas se deslizaran por sus mejillas. Sin embargo, recordó que tenía rabia por todo el espectáculo montado. Así que tomó la manga de su chaleco y se secó las gotas de impotencia.
"¿Dónde está mi celular?" le preguntó tajante, demostrando en el tono de sus palabras que a como diera lugar conseguería la información.
Su padre, temiendo de lo que pudiera ocurrir al decirle dónde guardaba el celular que el neurologo le dijo que tirara a la basura, respiró hondo y sabiendo que la verdad sería conocida por su hijo le dijo dónde lo escondía.
"Está en mi closet. En el cajón más alto"
Alex se paró de un salto y subió al segundo piso. Se escuchó como se subió a la cama y trajinó entre las sábanas y toallas que ocultaban en el más recóndito rincón de aquel cajón el celular que su padre, sin encontrar explicación a su decisión, había decidido guardar. Alexander bajó, con el celular ya encendido y comenzó a revisar las bandeja de entrada de los mensajes. Para su sorpresa todos los mensajes eran de la desconocida Nicole Siempre estaré para ti. Nunca podré olvidarte. Juntemonos a las ocho en el metro. Gracias por la noche de ayer. Te amo como nunca en la vida amaré a alguien. Y uno que otro mensaje de su amigo Simón brindándole fuerzas por el rompimiento entre los dos desatado la semana anterior al accidente.
Alexander no podía ni siquiera recordar el rostro de Nicole, pero sí sentía en su pecho el calor de su amor destrozado. No podía explicar con palabras aquella lucha interna o esa sensación persiguiéndole a todos lados, no podía, pero sí estaba en él, viva y respirando de todo su ser.
"¿Qué-pasó?" volvió a preguntar.
Su padre le contó que esa mañana que despertó, el neurólogo que lo atendió pidió hablar con él. Lo hizo pasar a una blanca y fría oficina.
"Alexander despertó a hace unas dos horas..."
"¿Está bien, doctor?" le interrumpió preocupado.
"Fue víctima de un accidente en donde su cráneo sufrió una peligrosa fractura. Para su despertar teníamos pronosticados una serie de examenes que nos darían a conocer si había algún tipo de secuela neurologica. Increíblemente, respondió bien todo su sistema motor y de sensibilidad. En esa parte no hay problemas" dijo el neurólogo, dando paso a esa negra y angustiante pausa.
El padre de Alex sintió que alguien le arrancaba el corazón.
"Sin embargo, él no se acuerda de absolutamente nada con respecto al accidente..."
"Pero eso es normal. El golpe fue fuerte" volvió a interrumpir el padre de Alexander.
"Eventualmente, sí. En la mayoría de los accidentes con traumas craneales o cerebrales, el paciente no recuerda lo ocurrido. Pero me preocupó escuchar a Alexander decirme que no recordaba nada, absolutamente nada, de lo que había echo ese día. Fue por eso que le pregunté en qué fecha nos encontrábamos y me respondió un dato erróneo. Él cree que estamos a principios de 2008, cuando en realidad ya estamos a punto de terminar Febrero de 2009"
La sala se sumió en un frío silencio. El daño de la memoria de Alexander era catastrófico.
"¿Y eso es temporal?" preguntó el padre de Alex.
El doctor negó con una seriedad oscura en sus ojos.
"La fractura afectó de lleno la porción de cerebro que conserva la memoria de Alex. Ésta disminuyo en un 33% y no volverá a recuperar el tamaño que tenía. Al ser esto así, él nunca más podrá volver a recordar qué cosas le ocurrieron durante el año que pasó" declaró el doctor.
"Dijo que si te obligabamos a recuperar aquellas memorias, podrías sufrir un sock demasiado fuerte al no poder contener tanta información y posterior a eso sufrir un derrame cerebral... No quería arriesgarme a perder a mi hijo" dijo el padre de Alexander, recobrando la voz quebrada "Así que sin pensarlo dos veces, le pedí orientación y me dijo que reuniera a todo tu círculo social: amigos, familiares y compañeros de trabajo..."
"¿Compañeros de trabajo?" preguntó Alexander dentro de sus supociciones y miles de ideas de qué cosas podrían haber sucedido y vivido ese año olvidado.
"En Mayo de 2008 entraste a trabajar en Loy's" le declaró su padre.
A Alexander le costó recobrar el aliento después de haber escuchado semejante información. Y se contentó al ver las dos primeras piezas del rompecabeza que habían engranado. No era Loy's lo que lo llamaba, si no que alguna memoria perdida en los confines de su cerebro de los meses que había trabajado ahí, y que después del accidente inevitablemente había olvidado.
"Primero fuiste cajero en el departamento de vestuario y luego te reclutaron a la oficina de sistemas"
Tercera pieza que se adhería al rompecabeza. Su paso por la oficina y la sensación de una conexión con aquel lugar no fueron más que el eco de los últimos meses que pasó trabajando como operador en el quinto piso; el departamento de sistemas. Eso quería decir que la mujer que lo había encarado durante la mañana podría haber sido su jefa. Pero eso lo averiguaría más tarde.
"Tuve que hablar con tus compañeros del instituto para montar una salida de viernes cualquiera y para que ellos me ayudaran a realizar los tramites para que cursaras nuevamente el segundo año de tecnólogica médica. Le expliqué a toda la familia lo ocurrido y lo peligroso de develar cualquier tipo de información. Tambien hice lo mismo con Andrea y Simón, los cuales se encargaron de borrar todo tipo de recuerdo de tu paso por Loy's y de tu relación con Nicole. Posteriormente, sabiendo que no podrías recordar que estabas trabajando, me reuní con María, tu jefa, la que estuvo preocupada en todo momento por ti y tu salud, y tuve que informarle que de ella y Nicole no recordarías nada. Fue doloroso para todo el equipo que trabajaba contigo en sistemas no poder volver a verte nunca más por un descenlace tan maldito. Pero la que más sufrió fue Nicole. Ella nunca pudo aceptar tener que perderte así..."
"Pero ella había terminado conmigo" dijo Alex no pudiendo enteder y tratando de recordar su rostro, pero todo intento era en vano.
"Si. Pero las cosas después del accidente fueron distintas para ella. Fue difícil y duro para ella pensar que podías morir a causa del atropello. Estuvo contigo los dos días y las dos noches que estuviste inconciente. Nadie era capaz de sacarla de tu lado. Tu diagnostico nos afectó a todos, pero a ella la derrumbó por completo" declaró el padre de Alex, el cual escuchaba perplejo todo lo que había ocurrido.
Observó nuevamente los mensajes y supo que no se trataba de otro montaje. Todo lo que había sentido y visto se vinculaba directamente con los sucesos a la semana anterior del accidente y con el año olvidado. Ahora sentía que tenía tanto que recuperar. Un hecho que casi le quita la vida le arrebató un año que hasta el momento se veía importante y trascendental, quizás crucial dentro de los periodos relevantes que se viven en algún momento determinado del existir. Y ahora los mismos hechos y circunstancias le daban una oportunidad para recuperar lo perdido.
Sabía bien qué era lo proximo que tenía que ser. Ya recordaba bien el rostro de Nicole, el primer beso, la primera noche juntos y la primera discusión. Pero ya era tarde y el día había sido largo.

miércoles, 9 de junio de 2010

Quinta Parte

Cuando se disponía a salir de sistemas, escuchó el aterrador sonido de la puerta siendo cerrada por dentro. Ya nada podía hacer. Tendría que enfrentar a la persona que venía caminando despreocupada con zapatos de taco, meciendo un manojo de llaves en una de sus manos. Alexander posó su vista en la conexión del pasillo que daba a la puerta, rogando a que no fuera otro él el que venía caminando. Y cuando una mujer se detuvo sorprendida por su presencia dentro de la gigantesca oficina, una sensación extraña de alivio y culpa lo abordó. La mujer, de unos veintiocho años, de pelo largo y negro, y color de piel trigeño, esbozó una irónica sonrisa, dispuesta a atacar la presencia de lo que parecía ser un cajero del departamento de electro.
"¿Qué hace usted aquí?" le preguntó.
Alexander sintió que conocía aquella voz. Sí, estaba seguro que era el tono de voz del segundo susurro que escuchó en el casino central aquel mismo día.
"Yo-éste... llamé y como no-no me pude comunicar con nadie, vine a ver si había alguien" contestó un nervioso Alex.
"El personal, a excepción de los subadministradores, el administrador y yo" dijo apuntandose con el dedo índice la encargada de sistemas"no puede ingresar a esta oficina. Si algún proceso es..."
"Interrumpido, puede ocasionar una falla grave al soporte informático de todo Loy's y generar una caída en todo el sistema" completó la frase Alexander, admirado de aquel conocimiento brindado por su mente que parecía conocer todo el sistema.
"Me alegro que lo tenga bien claro" contestó la mujer, la cual no quiso quedarse atrás en la discusión "Ahora, por favor, retirese y espero no tener que volver a verlo por acá"
Alexander, aún sintiendo la rareza de lo dicho, tan sólo se limitó a asentir y salió con la cabeza gacha de la oficina.


Cuando llegó a su casillero en el primer piso del edificio central, aún se sentía patético por la vergonsoza situación vivida con la jefa de sistemas. Decidió que las voces, la sensación de persecución y el verse a si mismo portando otro uniforme eran situaciones que ya habían escapado del límite de lo normal. Tenía que parar con toda esa paranoia y empezar a pensar con la cabeza fría. Se dijo así mismo que no volvería a dejarse envolver por aquellas sensaciones que comenzaban a darle problemas y no hacer casos de ideas descabelladas como sentirse conectado con el sistema de Loy's o la posible existencia de personas que ya no estaban en aquel mundo.
"Permiso" escuchó la voz clara y golpeada del primer susurro percibido por él en el casino central.
Se giró sobresaltado y se encontró con la figura de la mujer que por un momento le había encontrado la mirada en todo ese atestado lugar de almuerzo. De una mirada tenaz y estatura media, se hallaba de brazos cruzados esperando con impaciencia a que Alexander se corriera. El tecnologo se alejó siendo nuevamente acosado por las dudas ¿Por qué su actitud? ¿Era realmente de ella la voz que había escuchado al mediodía en el casino? ¿Lo estaba mirando a él o sólo fue una mera casualidad? Alex no lo pudo dudar dos veces, y antes de hacerlo se preguntó dónde habían quedado las ganas de dejar su demencia atrás.
"¿Nos conocemos?" le preguntó, dejando escapar su voz como un hilo de humo.
La seria y un tanto molesta mujer, se giró y cerrando con fuerzas la puerta de su casillero, le dijo:
"¿Cuanto llevas trabajando en Loy's?"
"Tres meses" contestó él.
"Yo llevo tres años trabajando aquí. Soy cajera en el supermercado. Y si mal no recuerdo hoy fue la primera vez que te vi, y espero no volver tener que hacerlo. Entonces, niño cobarde ¿Crees que nos conocemos?"
Alexander, casi meandose en los pantalones, sólo negó. La mujer, que parecía ser un ser lleno de furia e impotencia, se giró sobre sus pies y emprendió el camino hacia la salida.
Zorra engreída, pensó Alexander, mientras que volvía a terminar otro bochornoso episodio.


Se dijo que lo único que le faltaba era que su pase escolar no tuviera saldo. El pitido tras otro y la luz verda le dieron la buena noticia. Se sentó en el asiento más solitario de la micro y plantó su mirada en la calle. Tan sólo quería que el día terminara y nunca más ver a las dos estupidas que lo habían encarado en menos de una hora. Quizás la cosa no iba bien con sus maridos o el sueldo era demasiado bajo quiso pensar. No le gustaba pensar mal de las personas y sus actitudes, menos discutir. Pero sentía que todo aquello había sido totalmente gratis y hasta casual... No fue culpa tuya. Las cosas casuales son las que uno hace o realiza sin tener culpa directa. Y cuando aquel pensamiento se le incrustó en la mente, se sacudió con rabia y se restregó la cara.
"Para de pensar en esa mierda, Alejo" se dijo así mismo y volvió a mirar el exterior ya anochesido.
Sin embargo, tratar de expulsar los hechos poderoso era imposible. Se había visto así mismo, teniendo la sensación que podía ser una visión tangible, y se había dicho que quería recuperar a los que no estaban... ¿Quién no estaba? ¿Qué hecho, del cual no tenía culpa, habia echo desaparecer a esas personas? Y trató de pensar y de generar una lista de ideas. La primera candidata fue la idea de darle vueltas a éste extraño asunto lo que duraba el recorrido en micro hasta su casa. La segunda fue la posibilidad de haber echo algo que hubiera desencadenado inevitablemente en la muerte de un cierto grupo de personas. En ese momento supo que no le haría bien enterarse que era un asesino indirecto. Pero era totalmente factible de que aquellas personas lo estuviera atormentando para que conociera la cruel verdad. Es más, la idea se hacía más pesada al recordar los susurros escuchados en el casino central aquel día. Estaba convencido de que era imposible que tales voces las pudiera escuchar tan claras y limpias en lo que fue el bochorno de gente que había en el comedor. Entonces, si había sido el causal sin culpa de un asesinato multiple ¿En qué momento lo había ocasionado? Y trató de repasar nuevamente el dialogo con el otro él, logrando recordar únicamente Tu no tienes la culpa. Sintió que se desesperaba al percibir la batalla que se libraba en su interior. Las palabras podrían haber sido exclamadas por un mera visión producto de su paranoia, entonces ¿De qué servía darle vueltas al asunto? ¿Y las voces? Quizás eran otro eco más de su locura que poco a poco lo arrastraba a un laberinto oscuro, del cual dudaba la existencia del algún tipo de salida.
Derepente la micro frenó con fuerzas descomunales y tuvo que aferrarse a un pasamanos para no caer. Al frente, un fuego alimentado por el estanque roto de un vehículo colisionado con un poste de luz se desprendía como un demonio enfurecido hacia el cielo. Luces de balizas azules y rojas golpearon la cara de Alexander, el cual se hallaba perplejo observando el espectáculo presente.
"No puede ser" susurró "El accidente"
Se bajó del asiento y tocó reiteradas veces el timbre que avisa que quieres bajarte en el paradero que viene Vamos, chofe, abra la puerta. La verdad no es paciente. El silbido del aire comprimido escapando del sistema hidraulico que permite la apertura de las puertas se apoderó del aire. Alexander bajó y corrió a la pista que iba en dirección contraria a la suya.
"¿Cómo pude ser tan imbecil?"
Un Yaris casi lo volvió a atropellar. Llegó a la otra vereda e hizo detenerse a una micro. Se subió y trató de calmarse. El camino al pub donde había estado bebiendo antes de su accidente quedaba en Providencia. El camino era largo desde La Florida.

Alexander concluyó que su accidente había provocado, posiblemente, la muerte de otras personas. No recuerda haber escuchado de otros heridos la noche de su atropello, pero la idea de que la información haya sido ocultada para que no desarrollara sentimientos de culpas por lo ocurrido se hizo grande.
Un escalofrío le recorrió tibia y lentamente el cuerpo cuando ingresó al pub. Había una música de fondo suave endulsando el ambiente. No era un lugar tan grande como él imaginó alguna vez, pero poseía la no despreciable cantidad de unas veinte mesas y una sistema de luces entre violetas y amarillas que generaban la sensación de estar en ocaso de primavera. Y todo eso, para sorpresa de él, lo recordaba con nitidez, cosa que nunca había conseguido lograr el tiempo después del accidente. Caminó hasta la mesa que había estado sentado aquella noche y se sentó en la misma silla que había ocupado. Había pasado un año y unos meses desde aquella imborrable jornada. Ahora volvía ahí por la verdad.
"Tú" dijo un hombre a su lado, vestido con una camisa negra, pantalones del mismo color y un delantal que le cubría desde la cintura hasta las pantorrillas.
Alexander pareció recordar su rostro de alguna parte. Y trató de buscar en la lista de personas que alguna vez vio en su vida, pero no dio resultado.
"¿Dónde te he visto?" se atrevió a preguntarle.
"Aquí, hace un año más o menos" le dijo el tipo "Yo te atendí la noche del accidente"
Alexander no podía estar más sorprendido. No las buscaba y las piezas de los hechos iban sucediendo sola. Estaba seguro de que aquel mesero debería haber presenciado el accidente de principio a fin, y existiendo la posibilidad que no haya visto el choque en sí, sin lugar a dudas había visto todo lo sucedido después. Si hubieron más muertos, él lo sabía. Pero antes de atacar la hipotesis, se detuvo en otra incognita.
"¿Estaba solo esa noche?" le preguntó al mesero.
"Si. Llegaste y te fuiste solo" contestó sin bacilar el hombre que tomó asiento frente a él.
Alexander pareció desaparecer por la respuesta escuchada. A dos días de despertar, sus compañeros del instituto lo visitaron. Al no recordar nada de lo sucedido, el neurologo que lo atendió le relató cómo había llegado a la camilla en donde estaba ahora. Le dijo que estaba con unos compañeros del instituto bebiendo y que a causa de la borrachera había sido atropellado. Esos compañeros lo visitaron al segundo día de despierto, y le dijeron el por qué de su asistencia al pub.
Pero Alex había ido solo esa noche... ¿Por qué? ¿Por qué le mintieron?
"Llegaste y te serviste un vodka puro"
¿Vodka? No habían sido ron-colas. Dos mentiras en menos de una línea de relato ¿Qué venía después?
"¿Estás seguro que llegué solo?" le volvió a preguntar Alex con la sensación de creer que el mesero se estaba confundiendo.
"Completamente seguro. Tu accidente es recordado por todos aquí" le dijo el mesero apuntando a la barra, en donde una mesera y dos meseros más observaban atentos el díalogo que se sostenía "Te veías un poco apenado, y a veces hablabas solo. Ya en el cuarto vodka comenzaste a golpear la mesa y a maldecir. Notamos que no eras de esos tipos a los que les gusta causar alboroto, así que me senté contigo para tratar de apaciguar tu rabia. Te serví el quinto vaso de vodka y me contaste todo el problema"
"¿Problema?" le interrumpió Alexander atento al relato, no pudiendo recordar un problema en esa fecha que lo haya echo irse solo a tomar a un pub. Esa actitud no era propia de él.
"Lo típico de estos tiempos, amigo: las mujeres. En tu caso era una sóla mujer" dijo el mesero
"¿Una mujer?" se preguntó.
La primera mujer que se le vino a la mente por la cual podría haber tenido problemas en esa fecha era con Stephany, pero con ella las cosas estaban normales ¿Había otra mujer? ¿Otra? Y Alexander en algún momento quiso escapar para no saber por quién lloraba esa noche, pero se detuvo. Era posible que el accidente le hubiera provocado una amnesia que borró todo recuerdo de estar pasando un mal momento con Stephy, ya que también había olvidado por completo el accidente.
"Si. Tu polola" dijo el mesero. Alex confirmó a Stephany "Y ya en el sexto vaso empezaste a tratarla de maraca, de que no sabía lo que quería y te preguntabas gritando por qué las mujeres hacían sufrir a los hombres. En ese momento los demás clientes reclamaron el escandalo y te tuve que sacar..."
Y Alexander anotó la tercera, pero aún no confirmada, tercera mentira. Según sus compañeros, esa noche había salido a contestar el celular, y recordó la conversación con su padre y la incógnita del paradero de su perdido celular.
"Y en ese momento saqué mi celular para llamar a alguien" le dijo al mesero, el cual negó de inmediato con la cabeza.
"Te fuiste llorando por la vereda, todo borracho..."
Y Alexander logró recordar el momento.
Lloraba por amor y la angustia lo estaba matando por dentro. Quería olvidar y nunca más saber de... no era Stephy. Era otra mujer ¿Quién? Caminó por la vereda, sintiendo las nauseas del vodka rajandole el estomago. La loza iba y venía frente a él, obligandole a tantear con sus pies torpes el terreno que no paraba de moverse.
"Llegaste al medio de la avenida, y fue en ese momento que la camioneta te alcanzó" dijo el mesero de fondo en su visión.
Alexander recordó y sintió como la fuerza de la camioneta impactaba su cuerpo sin que nada pudiera evitarlo. Lo asimiló con la sensación de ser atravesado por multiples cuchillos. Su cuerpo, sin conciencia que lo tripulara, se desplazó por el capó y dio de lleno en el parabrisas, para luego elevarse impulsado por la fuerza de la velocidad del vehiculo y caer rodando sobre el asfalto.
Cuando volvio al presente, se vio de pies junto al mesero observando desde la vereda el sitio de los sucesos.
"¿Nadie murió esa noche?" preguntó Alexander, sabiendo que la verdad no se encontraba en esa estupida hipotesis.
"Tú fuiste la única victima de aquella noche. Era tarde y eran pocos los vehículos que a esas horas circulaban por la avenida" dijo el mesero.
"¿En algún momento dije el nombre de mi... polola?"
"Nicole"
Bien, Alex. No te dejes llevar por la impresión de la verdad. Esa noche estabas borracho y era totalmente legal haber nombrado a Stephany por el nombre de otra mujer. Pasa todo el tiempo, hasta cuando haces el amor con la mujer que amas. Pero y por qué le habían dicho que estaba con compañeros. Qué pretendían con decirle que había salido a contestar el celular... ¿Quién era Nicole?
Más respuestas no podía obtener de ese hombre. Le agradeció los minutos brindados y partió rumbo a su casa. Allá papá podía saber todo lo demás... y dónde estaba su celular.

martes, 8 de junio de 2010

Cuarta Parte

Dennisse, "secreto" no es por ti. No te preocupes. No habría puesto semejante mensaje sabiendo que lees el blog. Aquí la cuarta parte. Espero te acorte más las horas.

Quedaba un cupo en el lineal de cajas del departamento de electrodomesticos y línea blanca. Después de la entrevista con el subadministrador del área y la que resultó ser la encargada del departamento de personal, aquella misteriosa mujer que apareció de la oscuridad esa noche que Alex dejó su curricuulm vitae en el cajón, y de decir que Loy's le genereba una inexplicable atracción, fue derivado a la atención de una caja de pago en el gigantesco y vibrante edificio de electrónica. La practica inicial, antes de atender solo la caja registradora, la haría en compañia de Elmer, el hiperactivo y sonriente empleado del área de electro. Tal practica duraría una semana, pero a Alexander la bastaron sólo dos días para aprender el total funcionamiento del equipo con el cual trabajaría.
"Amigo, yollevoaquí seismeses y nuncahabía visto quealguienaprendiera tanrápido elfuncionamiento de unacaja" le dijo Elmer el día que lo vio atendiendo solo, con esa rapidez en sus palabras que tanto lo caracterizaba.
"Yo tampoco entiendo, Elmer" le dijo Alexander.
"¿Estás seguro que quieres empezar solo?"
"Totalmente"
El subadministrador y el supervisor de turno fueron avisados al tercer día de practica de que Alexander ya estaba disponible para abrir solo una caja.
"Es la confianza del novato" le dijo el subadministrador, con esa sonriza plasmada en su cara que parecía esculpida con un sincel, queriendo decir "Perderás mucho dinero y querrás renunciar la semana que viene"
"No es confianza. Es algo más" le dijo Alex completamente seguro de lo que decía.
Fue así que, saltandose todo tipo de protócolo, al tercer día Alexander recibió su sencillo y su clave secreta para manejar su caja resgistradora.

En el principio, todo fue bien. El estudiante y ahora cajero del área de electro de la multinacional Loy's ya no sentía esa presencia persiguiendole hasta el baño. Se sentía pleno y cómodo en su lugar de trabajo, y tales sentimientos se moldeaban por el trato de sus pares y jefes, la calidez de los rincones por donde se desplazaba y el recibimiento que le daba a las personas cuando se atendían en su caja. Todo era más de lo que esperaba y eso lo tenía contento, a demás de no sentir aquella extraña presencia observandole. Durante las horas que pasaba en la universidad contaba los minutos para salir y tomar la bendita micro que alguna vez decidió tomar, la que lo hizo llegar hasta donde ahora estaba. Pero sin lugar a dudas lo que más lo contentaba era que, hasta antes de aceptar la invitación de Elmer a almorzar al casino de todos los departamentos, no había perdido ningún peso de su caja. Era el único empleado en todo Loy's que de los tres meses que llevaba trabajando no había perdido dinero. Llegó a pensar que tal atracción era la llamada de su destino diciendole "Tú eres el heredero de Loy's. El hijo perdido del dueño de este edificio que caga plata"
Pero tanta felicidad nunca está destinada a durar tanto. El casino central, el cual es opcional ocupar, estaba totalmente lleno. El murmullo de todos los empleados de los cuatro departamentos era terrible. Desde que pisó la primera baldosa dentro de ese mar de gente, mesas, sillas y bocas hablando, Alexander prometió nunca más ir a almorzar al casino central. Adoraba más la intimidad del casino de su departamento.
"¡Vamosahacerlafila!" le gritó Elmer.
Sí, era necesario gritar para poder escucharse entre tanta risotada y el sonido de los cubiertos chocando. Tambien era necesario pedir disculpas a cada paso que se daba, porque paso que se daba era un roce o choque seguro con alguién, y lo que menos quería Alex era que lo acusaran de depravado o piscopata. Sin embargo, le dio lo mismo que pensarían de él hasta que vio la interminable fila para recibir los alimentos, la cual era conformada por cajeros, guardias, personal de aseo, supervisores y miles de cargos más que Alexander no conocía.
"¡¿Por qué acá?!" le preguntó a Elmer, sabiendo que su voz se había escuchado poco o casi nada.
"Porque los domingo no viene la cocinera de los casinos de los departamentos" le contestó Elmer pausadamente.
Obviamente era el primer domingo trabajando de Alex.
"Ahí está" escuchó un susurro en su oído.
Se giró de golpe aterrorizado y con su oído alerta. Estaba segurísimo de que se referían a él, pero nadie lo miraba.
Tiene que ser mi imaginación o el rebote de las voces en éste maldito lugar.
Recogió su bandeja y cuidando de que el vaso de jugo no se volcara sobre su plato de fideos, buscó con desesperación junto a Elmer un puesto desocupado. Fue en ese momento que la angustia de sentir que algo lo observaba lo comenzó a abordar lentamente. Era como si sintiera que sus pasos volvían a ser vigilidos con esmero de no perderlos de vista. Trató de enfocarse en no caer de la banca al encontrar un lugar en todo ese alboroto y de no sentir que ese asfixiante algo lo volvía a acosar. Pero le fue imposible. La conversación con cajeros de los otros tres departamento no le permitió apartar la sensación de que nuevamente lo observaban.
"No puedo creerlo"
Escuchó que volvían a decir, y esta vez se giró más rapido, buscando atrapar a los ojos invisibles que lo miraban. Pero se llevó una negra sorpresa al toparse con una mirada de recelo por parte de una mujer que, al notar que también la miraba, se volvió nuevamente hacia el grupo de trabajadoras que la acompañaban. Obviamente no podía ser ella quién hablaba de él. Estaba demasiado lejos para poder escucharla. Se giró hacia sus fideos, ya tibios, y buscó olvidarse.

Sensación mas liberadora nunca había sentido en su vida cuando se sentó en la silla de aire apostada frente a su caja registradora. El pequeño y sigiloso movimiento de personas y vendedores a su alrededor, recorriendo los pasillos copados de computadores y equipos de música, le devolvió el alma al cuerpo. Observó el techo blanco y liso del departamento, esperando a escuchar las voces otra vez, pero de eso nada. Se dispuso a ingresar la clave en el teclado para comenzar a anteder, cuando se percató de que todo el sistema de su caja estaba en negro. Antes de mirar la pantalla, atonito por la situación, presionó cuanta tecla se le ocurrió teclear, pero nada de eso sirvió. Tomó el teléfono dispuesto para caso de emergencia o consulta y buscó en una lista pegada al borde de su escritorio el número del departamento que podía encargarse del problema: sistemas. Notó que su supervisor lo miraba ya hace un rato, sabiendo que se estaba preguntando por qué no abría la caja y empesaba a atender. Colgó el auricular y le informó de la situación antes de que preguntara.
"La caja está muerta. Llamé a sistemas y nadie contestó"
"El teléfono de sistemas está malo como hace unas dos semanas" le contestó "¿Puedes ir tú a ver si la encargada puede venir a chequear al problema?"
"Claro" contestó Alexander Si sistemas no está cerca del casino central, no tengo ningún problema.
Llegó al edificio central, el cual está incrustado en medio de la cruz, e ingresó al despampanante y lujoso ascensor. Para su suerte, al lado de la larga lista de botones que permitían ir a todos los pisos (menos al del dueño) estaban dispuestos los nombres de cada departamento. Sistemas quedaba en el quinto.
Cuando llegó y atravesó la puerta que se hayaba irresponsablemente abierta, entró avisando con su voz a la gigantesca oficina de sistemas, la cual ocupaba todo el ancho y largo del piso. Frente a él se desplegaban zumbantes pantallas de computador posicionadas sobre un mueble continuo que se desplegaba por todo el borde de la oficina. En el medio pudo observar la presencia de cuatro racks de red y servidores, identificando sin dudas todos los dispositivos que ocupaban cada compartimiento de los closet, siendo hipnotizado por todas esas verdes y parpadeantes luces que emitían todos los equipos. Ahí el sonido exterior no entraba. Tan sólo se podía percibir el girar de los discos duros y las aspas de los condensadores dentro de los dispositivos servidores. Era un ambiente que hizo que Alexander se olvidara el por qué de su visita, llevandolo a dar un paseo casi inconciente por todo el lugar, en donde observó y analizó cada proceso que se estaba llevando a cabo en cada computadora a través de todo el mueble. Fue entonces cuando dedujo que la presencia lo acompañaba, pero no de forma invaciba y angustiante, si no de forma pacífica y hasta amigable. El momento fue tan extraño como reconfortante, ya que en algunos momentos se sintió totalmente conectado a todo el sistema, llegando a pensar que desarrollaba una habilidad tecnopata Si puedo controlar los computadores, podría conquistar el asqueroso mundo y tener todo lo que quiero. Rió de lo pensado, pero lo guardó pensando que Loy's igualmente era internamente un sistema, un sistema que lo llamaba y perseguia.
Pero todo vestigio de pensamiento desapareció de un momento a otro, cuando se vio sentando en una silla frente a uno de los computadores teclando con alegocía el teclado. Se vio trabajando con otra vestimenta, apurado quizás. No pudo creer lo que veía. Cerró los ojos por un momento y se dijo que al abrirlos no vería a nadie sentado en ninguna silla, menos a él trabajando. Sin embargo, al desplegar sus parpados, él mismo, sonriente y callado, estaba parado al frente suyo observandole.
"Es-esto es imposible" le dijo a su otro él.
"No es imposible. Es inevitable" contestó su otro él.
"¿Eres tú el que me llama, cierto?" le preguntó Alexander.
El otro Alex sonrió y trató de endulsar sus palabras.
"Es decisión tuya si quieres que te llame"
Alexander no entendió.
"Lo que siento que me observa... ¿Eres tú?" le preguntó un tanto perplejo al ver que su otro él no desaparecia de su vista.
"No. Son los demás" contestó el otro Alexander descargando una mirada seria.
"¿Los demás?" preguntó el cajero, sintiendo que se acercaba a la verdad "¿Quiénes?"
"Los que tú hiciste desaparecer" contestó el otro él.
Alexander sintió que un fuego le recorrió las entrañas al escuchar la respuesta. No entendía de quienes le hablaba su otro él. Incluso, ni siquiera sabía si aquel Alexander existía de verdad o sólo era parte de su imaginación. Sin embargo, sentía que en él habían cosas que necesitaba escuchar.
"¿Cómo los hice desaparecer?" preguntó.
"Eso sólo tú lo sabes" contestó el otro Alexander "Pero no te preocupes, no fue culpa tuya. Yo soy el que los quiere hacer volver, pero eso sucederá si tú lo quieres"
"¡Obvio que quiero!" le gritó Alexander desesperado. La idea de haber asesinado a personas de forma inconciente lo aterrorizó.
El otro Alexander le dedicó una sonrisa y desapareció de su vista.