martes, 8 de junio de 2010

Cuarta Parte

Dennisse, "secreto" no es por ti. No te preocupes. No habría puesto semejante mensaje sabiendo que lees el blog. Aquí la cuarta parte. Espero te acorte más las horas.

Quedaba un cupo en el lineal de cajas del departamento de electrodomesticos y línea blanca. Después de la entrevista con el subadministrador del área y la que resultó ser la encargada del departamento de personal, aquella misteriosa mujer que apareció de la oscuridad esa noche que Alex dejó su curricuulm vitae en el cajón, y de decir que Loy's le genereba una inexplicable atracción, fue derivado a la atención de una caja de pago en el gigantesco y vibrante edificio de electrónica. La practica inicial, antes de atender solo la caja registradora, la haría en compañia de Elmer, el hiperactivo y sonriente empleado del área de electro. Tal practica duraría una semana, pero a Alexander la bastaron sólo dos días para aprender el total funcionamiento del equipo con el cual trabajaría.
"Amigo, yollevoaquí seismeses y nuncahabía visto quealguienaprendiera tanrápido elfuncionamiento de unacaja" le dijo Elmer el día que lo vio atendiendo solo, con esa rapidez en sus palabras que tanto lo caracterizaba.
"Yo tampoco entiendo, Elmer" le dijo Alexander.
"¿Estás seguro que quieres empezar solo?"
"Totalmente"
El subadministrador y el supervisor de turno fueron avisados al tercer día de practica de que Alexander ya estaba disponible para abrir solo una caja.
"Es la confianza del novato" le dijo el subadministrador, con esa sonriza plasmada en su cara que parecía esculpida con un sincel, queriendo decir "Perderás mucho dinero y querrás renunciar la semana que viene"
"No es confianza. Es algo más" le dijo Alex completamente seguro de lo que decía.
Fue así que, saltandose todo tipo de protócolo, al tercer día Alexander recibió su sencillo y su clave secreta para manejar su caja resgistradora.

En el principio, todo fue bien. El estudiante y ahora cajero del área de electro de la multinacional Loy's ya no sentía esa presencia persiguiendole hasta el baño. Se sentía pleno y cómodo en su lugar de trabajo, y tales sentimientos se moldeaban por el trato de sus pares y jefes, la calidez de los rincones por donde se desplazaba y el recibimiento que le daba a las personas cuando se atendían en su caja. Todo era más de lo que esperaba y eso lo tenía contento, a demás de no sentir aquella extraña presencia observandole. Durante las horas que pasaba en la universidad contaba los minutos para salir y tomar la bendita micro que alguna vez decidió tomar, la que lo hizo llegar hasta donde ahora estaba. Pero sin lugar a dudas lo que más lo contentaba era que, hasta antes de aceptar la invitación de Elmer a almorzar al casino de todos los departamentos, no había perdido ningún peso de su caja. Era el único empleado en todo Loy's que de los tres meses que llevaba trabajando no había perdido dinero. Llegó a pensar que tal atracción era la llamada de su destino diciendole "Tú eres el heredero de Loy's. El hijo perdido del dueño de este edificio que caga plata"
Pero tanta felicidad nunca está destinada a durar tanto. El casino central, el cual es opcional ocupar, estaba totalmente lleno. El murmullo de todos los empleados de los cuatro departamentos era terrible. Desde que pisó la primera baldosa dentro de ese mar de gente, mesas, sillas y bocas hablando, Alexander prometió nunca más ir a almorzar al casino central. Adoraba más la intimidad del casino de su departamento.
"¡Vamosahacerlafila!" le gritó Elmer.
Sí, era necesario gritar para poder escucharse entre tanta risotada y el sonido de los cubiertos chocando. Tambien era necesario pedir disculpas a cada paso que se daba, porque paso que se daba era un roce o choque seguro con alguién, y lo que menos quería Alex era que lo acusaran de depravado o piscopata. Sin embargo, le dio lo mismo que pensarían de él hasta que vio la interminable fila para recibir los alimentos, la cual era conformada por cajeros, guardias, personal de aseo, supervisores y miles de cargos más que Alexander no conocía.
"¡¿Por qué acá?!" le preguntó a Elmer, sabiendo que su voz se había escuchado poco o casi nada.
"Porque los domingo no viene la cocinera de los casinos de los departamentos" le contestó Elmer pausadamente.
Obviamente era el primer domingo trabajando de Alex.
"Ahí está" escuchó un susurro en su oído.
Se giró de golpe aterrorizado y con su oído alerta. Estaba segurísimo de que se referían a él, pero nadie lo miraba.
Tiene que ser mi imaginación o el rebote de las voces en éste maldito lugar.
Recogió su bandeja y cuidando de que el vaso de jugo no se volcara sobre su plato de fideos, buscó con desesperación junto a Elmer un puesto desocupado. Fue en ese momento que la angustia de sentir que algo lo observaba lo comenzó a abordar lentamente. Era como si sintiera que sus pasos volvían a ser vigilidos con esmero de no perderlos de vista. Trató de enfocarse en no caer de la banca al encontrar un lugar en todo ese alboroto y de no sentir que ese asfixiante algo lo volvía a acosar. Pero le fue imposible. La conversación con cajeros de los otros tres departamento no le permitió apartar la sensación de que nuevamente lo observaban.
"No puedo creerlo"
Escuchó que volvían a decir, y esta vez se giró más rapido, buscando atrapar a los ojos invisibles que lo miraban. Pero se llevó una negra sorpresa al toparse con una mirada de recelo por parte de una mujer que, al notar que también la miraba, se volvió nuevamente hacia el grupo de trabajadoras que la acompañaban. Obviamente no podía ser ella quién hablaba de él. Estaba demasiado lejos para poder escucharla. Se giró hacia sus fideos, ya tibios, y buscó olvidarse.

Sensación mas liberadora nunca había sentido en su vida cuando se sentó en la silla de aire apostada frente a su caja registradora. El pequeño y sigiloso movimiento de personas y vendedores a su alrededor, recorriendo los pasillos copados de computadores y equipos de música, le devolvió el alma al cuerpo. Observó el techo blanco y liso del departamento, esperando a escuchar las voces otra vez, pero de eso nada. Se dispuso a ingresar la clave en el teclado para comenzar a anteder, cuando se percató de que todo el sistema de su caja estaba en negro. Antes de mirar la pantalla, atonito por la situación, presionó cuanta tecla se le ocurrió teclear, pero nada de eso sirvió. Tomó el teléfono dispuesto para caso de emergencia o consulta y buscó en una lista pegada al borde de su escritorio el número del departamento que podía encargarse del problema: sistemas. Notó que su supervisor lo miraba ya hace un rato, sabiendo que se estaba preguntando por qué no abría la caja y empesaba a atender. Colgó el auricular y le informó de la situación antes de que preguntara.
"La caja está muerta. Llamé a sistemas y nadie contestó"
"El teléfono de sistemas está malo como hace unas dos semanas" le contestó "¿Puedes ir tú a ver si la encargada puede venir a chequear al problema?"
"Claro" contestó Alexander Si sistemas no está cerca del casino central, no tengo ningún problema.
Llegó al edificio central, el cual está incrustado en medio de la cruz, e ingresó al despampanante y lujoso ascensor. Para su suerte, al lado de la larga lista de botones que permitían ir a todos los pisos (menos al del dueño) estaban dispuestos los nombres de cada departamento. Sistemas quedaba en el quinto.
Cuando llegó y atravesó la puerta que se hayaba irresponsablemente abierta, entró avisando con su voz a la gigantesca oficina de sistemas, la cual ocupaba todo el ancho y largo del piso. Frente a él se desplegaban zumbantes pantallas de computador posicionadas sobre un mueble continuo que se desplegaba por todo el borde de la oficina. En el medio pudo observar la presencia de cuatro racks de red y servidores, identificando sin dudas todos los dispositivos que ocupaban cada compartimiento de los closet, siendo hipnotizado por todas esas verdes y parpadeantes luces que emitían todos los equipos. Ahí el sonido exterior no entraba. Tan sólo se podía percibir el girar de los discos duros y las aspas de los condensadores dentro de los dispositivos servidores. Era un ambiente que hizo que Alexander se olvidara el por qué de su visita, llevandolo a dar un paseo casi inconciente por todo el lugar, en donde observó y analizó cada proceso que se estaba llevando a cabo en cada computadora a través de todo el mueble. Fue entonces cuando dedujo que la presencia lo acompañaba, pero no de forma invaciba y angustiante, si no de forma pacífica y hasta amigable. El momento fue tan extraño como reconfortante, ya que en algunos momentos se sintió totalmente conectado a todo el sistema, llegando a pensar que desarrollaba una habilidad tecnopata Si puedo controlar los computadores, podría conquistar el asqueroso mundo y tener todo lo que quiero. Rió de lo pensado, pero lo guardó pensando que Loy's igualmente era internamente un sistema, un sistema que lo llamaba y perseguia.
Pero todo vestigio de pensamiento desapareció de un momento a otro, cuando se vio sentando en una silla frente a uno de los computadores teclando con alegocía el teclado. Se vio trabajando con otra vestimenta, apurado quizás. No pudo creer lo que veía. Cerró los ojos por un momento y se dijo que al abrirlos no vería a nadie sentado en ninguna silla, menos a él trabajando. Sin embargo, al desplegar sus parpados, él mismo, sonriente y callado, estaba parado al frente suyo observandole.
"Es-esto es imposible" le dijo a su otro él.
"No es imposible. Es inevitable" contestó su otro él.
"¿Eres tú el que me llama, cierto?" le preguntó Alexander.
El otro Alex sonrió y trató de endulsar sus palabras.
"Es decisión tuya si quieres que te llame"
Alexander no entendió.
"Lo que siento que me observa... ¿Eres tú?" le preguntó un tanto perplejo al ver que su otro él no desaparecia de su vista.
"No. Son los demás" contestó el otro Alexander descargando una mirada seria.
"¿Los demás?" preguntó el cajero, sintiendo que se acercaba a la verdad "¿Quiénes?"
"Los que tú hiciste desaparecer" contestó el otro él.
Alexander sintió que un fuego le recorrió las entrañas al escuchar la respuesta. No entendía de quienes le hablaba su otro él. Incluso, ni siquiera sabía si aquel Alexander existía de verdad o sólo era parte de su imaginación. Sin embargo, sentía que en él habían cosas que necesitaba escuchar.
"¿Cómo los hice desaparecer?" preguntó.
"Eso sólo tú lo sabes" contestó el otro Alexander "Pero no te preocupes, no fue culpa tuya. Yo soy el que los quiere hacer volver, pero eso sucederá si tú lo quieres"
"¡Obvio que quiero!" le gritó Alexander desesperado. La idea de haber asesinado a personas de forma inconciente lo aterrorizó.
El otro Alexander le dedicó una sonrisa y desapareció de su vista.