lunes, 28 de junio de 2010

Capítulo 55: Pruebas Aprobadas

Es extraño cuando los hechos y los sucesos encajan de una forma tan perfecta, que entre si logran desencajarse de forma sobrenatural. Llegan oportunidades y lo único que se sabe es estar con los ojos bien despiertos y al primer intento de acercamiento, se zarpan las garras y es mejor derrivar todo los que se estaba creando y evitar lo que posiblemente creemos que sucederá. ¿De qué sirve? No entiendo el miedo que se le tiene a los sucesos furtuitos o a los buenos momentos ¿Tan acostumbrado se está a sufrir? Creo que deberías darle la chance a que la vida transcurra de forma normal y no pensar que todo se desenvolverá con un desenlace premeditado.

Sinceramente no me gusta su arma, pero es un arma al fin y al cabo. Se filtra casi de manera invicible donde nadie imagina que pueda llegar y logra rescatar información desde el interior de las intimidades que su corazón y su mente tratan de entender de forma.
Si es verdad todo lo que me dijo, sería una gran decepción que se maquinó de forma calculada un plan para inventarnos una realidad alterna.

El primer encuentro fue en un cruce de calles. Ella se acercó a Jack y lo atajó con un abrazo.
Isabella me observó con una sonrisa nerviosa, esperando a que yo dijera algo o quizá queriendo ver mi reacción. Pero yo estaba demasiado seguro del periodo vivido junto a María, y la primera fase de verdadero y falso tenía que aprobarla sin ningún inconveniente. Y así fue. Se informaron en qué lugar podrían vender cigarros y se alejaron. Ella caminó en dirección a capturar la mano de su novio, el cual se escondía bajo la oscuridad de la noche que se congelaba con el correr de los segundos. Jack llegó a nuestra posición y caminó en dirección opuesta a donde nos teniamos que dirigir, la misma dirección que había tomado el grupo de ella. Noté que se había puesto nervioso, quizás por mí y mi reacción al encuentro, sin embargo no contaba con mi movimiento.
Isabella y Camila lo siguieron.
"¿Para dónde vas, Jack?" le pregunté tomando las riendas del momento "Marcelo vive para el otro lado" le dije apuntando hacia la dirección que había seguido el bando contrario.
Se halló descolocado y disculpandose por su desinteligencia, los tres me siguieron el paso.
Sin apurarnos caminamos tras el grupo que procuró que no los alcanzaramos, y no porque todos caminaran a una considerable velocidad, si no porque ella apuró el paso para no toparnos en dirección y que así todos la siguieran.
Decidí jugar a su juego de hostilidad y darle la sensación de que su actitud de alguna forma me distraía o me hacía pensar mejor en lo que iba a hacer.
Llegaron, obviamente, primero que nosotros y al parecer no avisaron nuestra pronta llegada, ya que la puerta de entrada se cerró de golpe. En ese momento no entendí la actitud tan extraña de sus movimientos. No podía adivinar qué quería.
Golpeé la puerta y la hermana menor de Marcelo salío a saludarme con un fuerte abrazo y un largo beso. Adentro voces de impresión acusaron mi llegada, ya que desde hace alrededor de un año que no visitaba aquella casa en donde me aprecian de buena manera. Para ganar tiempo observando quienes me esperarian para saludar, hice que los chicos entraran primero y así yo poder tantear terreno. Nos topamos con un living repleto de miradas atentas. Todos conocían la historia y de igual manera en silencio esperaban el encuentro, encuentro que no llegaría. Detrás de Camila, saludé a la madre de Marcelo con otro largo y apretado abrazo. Luego me dirigí a algunas tías de Marcelo y vino el momento decisivo. Había una fila de personas esperandome pegada a la escalera que llevaba al segundo piso, la cual llegaba hasta la cocina. La primera persona que esperaba a que le estrechara la mano era el novio de ella. Un tipo de mi misma altitud, de un corte de pelo más recortado por los lados que el mío, poseedor de unos lentes que le cortaban la cara de oreja a oreja y una mirada, estoy seguro, tan analizadora como la mía. Su voz tronó a la misma intencidad que la mía. Ambos, sin lugar a dudas, sabíamos que habíamos sido poseedor de la misma mujer, y se volvió entretenido por un momento vivir por primera vez aquella situación. Luego saludé a una compañera de instituto y su hermana. Me topé con un beso la cara de le hermana mayor de Marcelo. Hice lo mismo con una prima de él y cuando llegó el momento en que eran escasos los metros para decirle "hola... tanto tiempo" de una forma cordial y el living se quedó en silencio, ella optó por esquivar el saludo. En esa fracción de segundo en que tu mente busca alguna acción para apantallar el momento incomodo, supe que su indeferencia no era justificada y que de igual modo me daba lo mismo. Había pasado la prueba y lo había echo con creces. No corté el rumbo para denotar aún más su ordinariés y me dirigí a saludar al anfitrión de la casa: Marcelo.

¿Después? Después, sin proponermelo, al haber poca gente, nos convertimos en el grupo centro de la fiesta, con Marcelo dentro de nuestras filas. Esto terminó por desarticular su presencia y por motivos que desconosco y no me interesan, se retiró a dormir. Junto a los míos, capeando el frío de la noche más fría según el noticiero de mediodía, estuvimos bailando, tomando y mandandonos unos golepados de tequila bajo el fervor de una noche que no podré olvidar, y no exactamente por aprobar la prueba, si no por empezar otra.