Las relaciones de cualquier tipo son capaces de hacer que los mapas y distancias desaparezcan. Con un mensaje o una llamada los kilómetros de tierra que separan a unos de otros quedan sumidos a nada. Cientos de kilos de cable telefónico convierten una risa nerviosa en el enlace que se sobrepone al espacio y al tiempo, permitiendo que ambas almas puedan saludarse desde muy cerca.
En el principio, cuando supe que el lugar donde viviría tenía tan sólo una calle de entrada y salida que nos conectaba con otras poblaciones y el centro de la comuna, una sensación de desconexión primitiva me ahogó. La salida recorre de este a oeste todo el frente de los condominios, sube por una loma y se pierde en la cima hacia la costa. Sumado a que mi viejo compró la casa en los condominios más alejado de la avenida-conexión, llegar a poder optar por un transporte hacia el centro costaba una caminata, calurosa y agoviante los veranos, fría y mojada los inviernos, de quince minutos. Todo esto resultaba frustante al momento de querer verse con alguien, porque de líneas telefonicas no se supo hasta el mes de ocupación.
Desde aquellos primeros días de adaptación han pasado más de dos años. Ojalá pudiera decir que todo ha sido lindo y facil... ojalá. No niego que hubo un momento, quizá unos once meses, en que contar con alguien al otro lado de la línea o al otro lado de la pantalla me dejó resistir el olor penetrante de la oscura soledad. Podía poseer la distancia y pulverizarla en mi mano sin mayor resistencia. Una talla o un te quiero bastaban, y podía llenarme de un catalizador que permitía moverme durante seis días sin parar. Nada puede destruirlo a uno cuando se tiene la total seguridad que desde el otro extremo del cable habrá alguien que con ansias desea escuchar que estuviste acostado todo el día viendo tele. Y si la lluvia arrecia, se tiene el teclado y la pantalla, el Reproductor con una lista interminable, y casi quince dedos para poder decir que se extraña y que no sería mala idea juntarse pasado mañana.
"Siempre he querido el traslado" me dijo una vez fumando de su cigarro.
"¿Sirve de algo escapar?"
"No es escapar. Yo no quiero arrancar para que se olviden de mi nombre y de todas las cosas que se hablan de mí. Quiero irme porque siento que aquí no tengo por quién quedarme..."
Le habría preguntado si se habría quedado por mí, pero mejor di paso al silencio. Y pensé que la maquinación de aquella idea era producto de malas decisiones y que casos como esos no vería nunca más cerca de mí.
Ahora la propuesta es tan seductora como cercana ¿Cómo no? Es difícil respirar al llegar a la casa. El teléfono está de adorno petrificado sobre la mesa del desayuno. Gritos se pueden sentir a toda hora del día. Voces de un niño claman por paz y entendimiento, pero nadie nunca escuchará, porque se esmeran por sonar más fuerte y no por encontrar una solución al problema. Duermen a menos de un metro, pero sus almas se encuentran a millones de años luz de distancia. Se apuntan con el dedo y hacen que llueva furia y dolor sobre todo el lugar, lluvia de agua negra que oscurece más todo los rincones de esto que alguna vez se llamó hogar. Y correr se vuelve casi un anhelo.
La Distancia crece a cada respiro y momento. Todo pude ser más fácil, pero todo va para atrás. Y se puede convencer de querer buscar otros caminos, pero no los hay. Entonces te quieres detener, cuando te has detenido hace ya un buen tiempo y no te habías dado cuenta. Es en ese crudo y frío momento en que se entiende que en algún punto de la historia te descuidaste por un segundo y todo se fue a la mierda. Se pierden personas de un valor incalculable por no haber sido capaz de esperar un poco más y haber dado la suficiente confianza para que pudieran decirte en qué fallaste. Es en ese momento que la línea telefónica y el teclado se convierten en un recuerdo que te golpea cada vez que los utilizas para hacer un tramite o una tarea, y no para hacer una llamada o conversar con alguien.
Creo que es humano tomar las decisiones equivocadas, y es más humano aún aprender de ellas, pero creo que es algo inhumano soportar todo lo vivido. Sé que en algún momento esto tenía que pasar, el vivir ese instante en que se quiere renunciar a todo y presionar el gatillo. Pero cuesta demasiado existir sin la luz que te ilumina el alma y el día. Porque estoy seguro que ningún otro instante me devolverá esas albas, los abrazos o las horas conversando por celular, derrotando los kilómetros, sabiendo que sin ellos la vida sería demasiado complicada.
Había escuchado decir a personas: "Estuve pa' la caga en ese tiempo. Hice güeas que nunca hice y sufrí más que la chucha. Lloraba todos los días..." Y pensaba Pobre de ellos que les cuesta superar los malos momentos. Porque yo sabía que los malos ratos se olvidan al otro día, pero esto en mí lleva ya demasiado tiempo, y me desespero al no poder encontrar la forma de liberarme de él y de recuperar todo lo que perfeccionaba los ocasos.
Todo tipo de relaciones y entendimiento, de templanza y felicidad... TODO, en estos instantes, se encuentra demasiado lejos. Sólo deseo ese tiempo de descanso...