viernes, 19 de marzo de 2010

Capítulo 47: Cuando Quiera Otra Vez

Cuando la vida te quiere batear, batea.

A menos de un año de haber entrado a un hospital, nuevamente lo volvía hacer cargando el bolso de un familiar mío. Tuvimos que esperar un poco, mientras mirabamos las paredes que encerraban aquellos escasos metros cuadrados con personas y algunas sillas apostadas en los rincones para poder sentarnos. Lo curioso fue hayar cada centimetro de las murallas rayadas con mensajes, mensajes que nunca habi visto "Javita, tus tíos te estamos esperando 15/08/10" "Sabastian, ya po', nace rápido, todos tus primos te estamos esperando 06/07/08" Y muchos escritos como estos se desplegaban por donde la mirada se dirigiera. Derepente mi mamá volvió por la puerta que había desaparecido y nos llamó. A su encuentro, se hayaba en compañia de una guardia, la cual custodiaba la entrada hacia otra sala del edificio hospitalario. Nos chequeó confirmando la información entregada por mi madre y nos permitió el paso.
"Tú, Simoncito, vas a tener que esperar allá ¿Bueno?" le dijo mi vieja al conchito de la familia.
Mi hermano no pareció entender bien y sólo se despidió con un cariñoso beso en la boca y un sentido abrazo.
"¿Y por qué no puede ir con nosotros?" pregunté.
"Después del terremoto, no dejan subir niños al edificio. Es en caso de cualquier nueva emergencia" respondió la guardia.
¿Nueva emergencia? La idea no me gustó ¿Subir?... ¿A qué piso subiriamos?
"Acompañame, Gustavo" me dijo mi madre y yo la seguí, bajo la penosa mirada de Simón sentado desde una silla.
Sinceramente, odio los hospitales. La última vez que estuve en uno fue a los seis años, cuando me operaron de las aneroides y las amidalas. No me gusta el olor de la anestesia ni del yeso, tampoco del guante de la mano del doctor que te revisa la muela picada. Al ir caminando, comenzó a abordarnos la oscuridad de pasillos interminables y oscuros, con rebotes de voces provenientes de no sé dónde, encontrandonos con puertas que daban a mujeres tiradas sobre camillas, con ambas piernas bien separadas, apoyadas sobre soportes de un escalofriante metal. Odio los malditos hospitales. Doblamos en un pasillo hacia la izquierda, siguiendo a una enfermera que no habia notado que nos sucedia en el recorrido de aquel tetrico laberinto, hasta las puertas de un viejo ascensor. Presionó el botón de llamado y esperamos. Esperamos. Esperamos. Hasta que el sonido de la caja transportadora nos avisó que era el momento de entrar. Fueron cinco altos y lentos pisos los que subimos, para llegar hasta el pasillo de genicologia. Por suerte, el cuarto donde mi mamá se quedaria estaba al frente del ascensor. Entramos a un cuarto grande y limpio, como aquellos dormitorios de casas angustias, con un cielo que casi no se podia obseravar de lo amplio y alto que estaba.
"Quedese en esta cama" nos indicó la enfermera y desaparecio tras la puerta de acceso. Según mi vieja, dijo que traería sábanas y frazadas para hacer la cama. Yo no la escuché.
Fue a mitad del año pasado cuando presentó los primeros dolores, pero como toda señora que se cree moderna, no les hizo mucho caso y no se revisó, mientras que en la televisión repiten una y otra vez que cualquier indicio de dolor en zonas tan delicadas como el útero debe ser chequeado por un especialista. Fue a tres meses de que terminara el año cuando se revisó y el diagnositico fue un poco preocupante. Tenía quistes y un gran mioma en su útero y trompas. Tenía que operarse, y quizá sacarse el vientre. Le dieron fecha para la primera semana de Enero, pero nunca la llamaron. Ayer, 18 de Marzo del presente, aquejada de dolores incontrolables, se presentó temprano, y con motivo de urgencia, al hospital. Horas más tarde ya se estaba cambiando su ropa de vestir por el camisón de dormir en el baño del pasillo del piso cinco de Maternidad, mientras que una mujer vestida de rojo, con penetrante mirada y un liso pelo rubio llegaba hasta la cama de mi madre, mientras que yo veía como la preparaban.
"¿Ya llegó mi paciente?" preguntó
Su voz era destructivamente sexy, y me pregunté por qué mi mamá no me había que su genicologa no era la vieja gorda y edionda que yo me imaginaba que era. Bueno, nunca se lo dije. Apretó una carpeta contra su pecho y se giró a observarme.
"¿Usted es el hijo?"
"S-si"
"¿Cuántos años tiene su mamá?"
Maldita pregunta. En fracción de segundo recordé que mi vieja nació el sesenta y cinco, y que al setenta y cinco tenía diez, y que al ochenta y cinco tenía veinte, que al noventa y cinco tenía treinta, que al dos mil cinco tenía cuarenta, y como aún no estamos a Septiembre, tiene cuarenta y cuatro.
"Cuarenta y cuatro" respondí.
Ella anotó en su carpeta. Luego se retiró y no apareció más.
Mi mamá llegó vestida en un camisón que nunca le habia visto.
"¿Y ese?"
"Me lo compró tu papá cuando supuestamente me iban a hospitalizar, en Enero"

Nos costó despedirnos, como siempre ocurre. Un abrazo largo, con sensaciones reprimidas. Un ping-pong con el "chao" o miles de besos en la ventana de conversación del Messenger. Cerré el celular y su voz lentamente se desvaneció por la pieza. El silencio se apoderó de todo y vino el fuerte remezón al pecho. Que ganas de que hubiera estado conmigo en circunstancias totalmente diferentes, apoyando de otra forma. No sé como agradecerle que hubiera estado conmigo pegada toda la tarde al teléfono. No sabe que es todo lo que produce al decir "hola" desde el otro lado, ese "hola" tan particular. Si supiera que muero por tan sólo tenerla unos segundos como nuestros sentimientos dicen que quieren estar.
Ojalá pudiera recordar el momento en que empecé a amarla como a nada, para devolver el tiempo y volver a sentir como todo eso hace "clic"

martes, 16 de marzo de 2010

Capítulo 46: Para allá y para acá

He pensado y he llegado a la conclusión que si por miedo a enfrentarte a esto nuevo y desconocido me quitaste "eso", yo de a poco te puedo ir quitando "esto" que tanto te encanta. Y no tendrías cara para pedir que te dé de "esto", porque tú ya no me das de "eso". Entonces pasará el tiempo y te darás cuenta que extrañas mucho "esto" y días más tardes querrás de "eso", entonces tal vez llegues a pedir de "eso" y "esto".
Tardes Negras.

Llegúe y le pregunté al guardia:
"Vengo a entregar el pase provisorio y a pedir el mío"
"En esa fila" me índico.
"Gracias"
Quizás hacían unos treinta grados a la sombra.
Algunos de los integrantes de la cola venían desde Iquique a validar su pase escolar para el transporte público, y yo ya estaba medio chato después del tramite de la matrícula en el DUOC. Cuando llegué a la ventana me atendió una mujer de unos treinta y tantos, sonriente y calida, con su rostro lleno de pecas y un amarrado pelo castaño.
"Hola. Le cuento. El año pasado se me perdió el pase y al pedirlo me dieron uno provisorio. Ese falló a la semana y me pasaron otro. Entonces me dijeron que cuando éste caducara, viniera a pedir aquí el mío"
"Su carnet, por favor"
Cuando te dicen eso, quedas con la extraña sensación de que no escucharon nada de la preparada explicación. Abrí mi billetera y le pasé el carnet con mi foto de quince años. Es un asco. Frunciendo un poco el seño, como queriendo entender todo lo que veía en la pantalla del computador, la señorita comenzó a ingresar mis datos para terminar con el tramite.
"¿Tú no hiciste el tramite acá?" me preguntó
Te dije que aquí no hice la petición, si no que vine a pedir el repuesto al pase provisorio malo.
"No, lo hice al frente"
"Entonces tienes que ir allá a buscar tu pase"
No dije nada. Sólo le sonreí sinicamente y le recibí mi carnet. Crucé Eliodoro Yañez hasta la otra oficina de distribución de la tarjeta nacional estudiantil, en donde jovenes se agrupaban en dos filas, comandados por un señor de camisa y pantalón ajustado.
"Hola, vengo a de volver mi..."
"En esa fila, por favor"
"Gracias"
El tipo, que las hacia de guardia, informante y sabelo todo, hacia pasar de a cinco personas por fila. Hizo primero pasar a la otra fila, en donde los jovenes venían recién a hacer el tramite para sacar el nuevo pase escolar, y luego nos hizo pasar a nosotros. Unos veinte minutos en la fila y la señora del módulo número diez me hace pasar.
"Hola. Vengo a buscar mi pase"
"Su pase provisorio y su carnet" me dijo estirando su mano enjollada en dos anillos.
Y la misma canción. Miró mi carnet e ingresó el rut, y nuevamente la frunción de cejas ¿Qué mierda pasaba ahora?
"Este pase no es tuyo"
"Lo que pasa es que el provisorio que me dieron por el que vine a sacar falló y me pasaron ese" le expliqué con una paciencia forzada.
"Lo que pasa es que éste está a nombre de otra persona" dijo.
Ahí fuí yo el que arqueó las cejas ¿Otra persona? Ahora eran ellos los que tenían el enredo administrativo, pero mejor quise esperar. No me servía de nada ponerme a cuestionar su administración, si ella nuevamente se volcó sobre su computador para tratar de resolver el problema.
"Esperame un poquito" me dijo y se levantó de la silla en dirección a donde no sé chucha.
Estuve ahí, observando como los jiles que estaban veinte puestos más atrás en la fila llegaban y se llevababan en menos de dos minutos su pase. Se demoró alrededor de cinco minutos en volver.
"Espera ahí, debajo del reloj, y va a venir mi jefa a atenderte" me dijo.
Supuse que su jefa se había quedado con mi carnet y con el sospechoso pase provisorio, perteneciente quizás de quién, porque la señora no me entregó nada. Estuve unos siete minutos mirando videos musicales desde un plasma clavado en una esquina de la sala, hasta que llegó la estupenda jefa. Una mujer de unos veintinueve años, rubia, de tes blanca y una considerable estatura me atendió toda sonriente.
"Omar, tienes que ir a pedir el pase que nosotros te dimos al frente (oficina donde habia estado hace unos minutos), traerlo y nosotros te damos el tuyo" me dijo.
"Ya ¿Tengo que hacer la fila otra vez?" le pregunté neutro. A ella ni loco le habría levantado la voz.
"No, pasas directo al módulo en donde te atendieron. Acompañame para pasarte un papel" me dijo.
La seguí por un pasillo aledaño hasta una oficina. A una secretaria le pidió un pequeño papel, más pequeño que el tamaño del carnet y escribió en él su nombre y la fecha de hoy. Era un papel que me salvaba de hacer nueeeeeevamente la fila y llegar directo a retirar mi pase. Crucé nueeeevamente Eliodoro Yañez y llegué hasta donde la señorita que me atendió al principio de esta tortuosa historia.
"Hola, me mandaron otra vez para acá" le dije ya un poco serio y con la voz gruesa "Me dijeron que tenía que retirar aquí el pase que ellos me pasaron, yo devolver éste y así me pasaran el mío"
"Pase a los módulos entonces"
Estoy seguro que esta noche, si no hablo con Yessenia, tendré pesadillas con los módulos.
Me dirigí hasta el asiento de un escritorio en donde una joven me esperaba. Le explique toda la pelicula y al final se paró y se dirigió a otro lobulo. Unos minutos de extasis rabica más y creí que iba a estallar. La loquilla llegó y me pasó el pase provisorio malo.
"Con éste vas al frente y pides el tuyo"
"Gracias" le dije.
Sentía que se acercaba el final.
Crucé por tercera vez la puta y maldita calle. Ahora habían más güeones afuera, y filas más largas, pero yo llegué y le mostré el papelito con el nombre de la jefa y me dejó pasar.
Cuando salí, no dudé en ir a ese local de completos que siempre veíamos con los chiquillos. Quise saber que tal era la mano de las cocineras así que pasé a comprarme un italiano. Era tan grande como las ganas de tener una usi semiautomatica con balas infinitas para dar de muerte a unas cuantas secretarias.

Y cuando voy a cambiar el estado de relación es facebook, no se cayó internet, no se pegó el computador, no hubo una llamada intermediaria, tan sólo se produjo el apagón nacional del 14 de Marzo.

lunes, 15 de marzo de 2010

Capítulo 45: Más vale lo que vuelve

Volvieron los mensajes de textos y los saludos en el muro de ambos. Es extraño. Pensé que todo lo que me ha pasado me iba a hundir más, pero el regreso de Isabella me renovó por completo las energias. El viernes, cuando se completaba la segunda semana después del terremoto, nos encontramos en una casa compartiendo un ron-cola, mientras que ella se fumaba un cigarro y yo me reía de las interminables bromas del mejor amigo de Natalia. Está todo bien, aunque los oidos sigan atentos a si las latas del cobertizo del jardin suenan. Ya era demasiado el tiempo que llevaba sin carretear y demasiadas las horas con el pecho todo apretado de angustia. Necesitaba olvidar, y más que nada, necesitaba sentir ese lazo invicible para los demás, ese que me mantiene unido a Isabella. Durante la tarde me llamó para conversar, y me llenó de alegria el ver el visor de mi teléfono y saber que habiamos hablado alrededor de una hora y quince minutos. Nos dimos fuerzas y tratamos de mirar de forma objetiva todo lo que estaba pasando. Doce horas más tarde conversabamos del momento de la catastrofe observando la panoramica de la Maestranza de San Bernardo que ofrecia el departamento ubicado en el quinto piso de aquel alto edificio. Nos tomamos unas fotos, como en los tiempos del Monserrat.



Se escuchó un desajustado golpecito en la puerta, como la cola nerviosa de un perro, y al abrir, entró la pequeña Bela, sonriendo como si hubiera echo alguna travesura.
"Pasó un camión por afuera de mi casa, Omar" nos contaba con asombro "Y toda mi casa de movía"
Y luego entró mi mamá, abrazada por mi viejo, llorando y desconsolada. Simón se abalanzó sobre sus hombros y la abrazó. El momento lo había vivido sola junto a Bela, teniendo completo desconocimiento de lo que nos había ocurrido a nosotros. Su llanto justificaba la angustia de no haber estado con los suyos. Me levanté de la silla y la abracé, tratando de demostrarle que yo estaba bien, ya que cargo con el cartel de tenerle terror a estos tipos de evento.
Las horas pasaron volando llamando a todos lados. John aún no sabia de los suyos y yo no podía contactarme con Isabella ni con Maria. Por la radio se podía percibir la sensación del desastre, desastre del cual no tendria noción hasta la noche de aquel sábado. Sin embargo, aquí en los condominios la única agitación que habia era de algunas dueñas de casa llorando y uno que otro vehiculo saliendo hacia el exterior. Gracias a la luz de la luna, pudimos chequear los rededores y saber que ninguna casa había sufrido daño estructural. Por esto y por la paz que a ratos se apoderaba del lugar, nunca nos imaginamos lo que verdaderamente ocurrió a nivel país, hasta que por la radio se informó del primer muerto, y minutos más tarde, el desplome de un edificio en Concepción.

Luego de incontables intentos por comunicarnos con nuestros familiares y amigo, llegó la resignación. Lo ocurrido era demasiado grande y potente, por lo mismo sería muy difícil tomar contacto con el exterior. Decidimos ir a dormir para que las horas pasaran más rapido, a demás, al otro día tenía que ir a trabajar. Pero nadie durmió. Creo que hubieron replicas del terremoto cada cinco minutos, las que fueron de una considera magnitud. Tal situación nos impidió cerrar los ojos.

martes, 2 de marzo de 2010

Capítulo 44: 8,8

Recuerdo que sentí que John me despertaba con desesperación. Mi papá le decía a Simón que despertara. Camilo decía todos los garabatos habidos y por haber. La cama se azotaba con fuerzas descomunales de un lado a otro. La casa crujia con un poder que nunca habia sentido. Podía escuchar a los perros de mis vecinos ladrando con desesperación, y en la lejania de Casas Viejas a otros canes en igual situación. Las puertas y ventanas se estremecían dentro de sus marcos. Al levantarme, la oscuridad y el vaivén de la casa me desorientó. En realidad no asimilaba bien lo que pasaba. Corrí hasta la puerta de la pieza y me afirmé, junto a John y Camilo, del marco de ésta, mientras que bajo de nosotros se producía uno de los cinco terremotos más poderosos de la historia de la humanidad.
Aferrado al marco y jurando no soltarme, logré sentir que mis brazos se estremecian con desenfreno. Parecia que no iba a parar, y el pasar de los segundos hacia más intenso el choque de las masas de tierras provenientes de las impredecibles placas tectonicas.
"¿Por qué no para?" recuerdo que me pregunté, sin embargo no hubo respuestas.
Hasta que los dos minutos de terror llegaron a su fin. El vaivén cesó y el ruido desapareció, dando paso a las preguntas y los gritos de mujeres multiplicandose por todo el rededor.
"Fue un terremoto" decretó mi papá "Bajen con Simón" nos dijo a nosotros, mientras él se vestía. La oscuridad hacia difícil la acción de tomar las prendas tiradas en el suelo. Sin embargo, y a pesar de los dos litros de cerveza en el cuerpo, recordaba muy bien que habia tirado los bluejeans a los pies de la cama.
"Fue fuerte, güeón" me dijo John, riendose por los nervios.
"No paraba nunca" le dijo yo.

Al llegar a la planta madre de la casa, el crujido de vidrios bajo mis zapatillas acusó la caida de un florero desde la mesa del comedor. La oscuridad aportaba su cuota de terror a la situación que estaba en pañales. Busqué mis audifonos para encender la radio en mi celular, en el momento que mi viejo se disponía a salir, situación que yo no entendia.
"Voy a buscar a tu mamá" me dijo.
Con todo lo sucedido, había olvidado que mi madre se estaba quedando donde Daen, para cuidar a Isabella, la hija de ésta, y sin lugar a dudas el fuerte movimiento telurico debería haberla despertado.
"Yo me quedo con los chiquillos acá" le dije a mi papá.
"Yo quiero ir" le dijo Simón aferrandose a su pierna. No era el momento de discuterle al menor de nosotros tres.
"Vamos" le dijo mi papá y sus cuerpos se sumieron en la oscuridad de la noche.

"... según confirmación por parte de la ONEMI" decia el locutor de la radio Cooperativa por el altoparlante de mi celular. Con John y Camilo nos encontrabamos afuera, en el jardín de la casa, escuchando la radio, atento a lo sucedido "... el movimiento percibido a las 3:34 de la madrugada, fue de 8,8 en la escala de Reisther, con una duración de dos minutos aproximadamente. Este fuerte terremoto tuvo como epicentro la ciudad de Concepción, especificamente a noventa kilometros al norte de Concepción"
"¡Concepción!" exclamé "Mary"
Era increible. Hace una hora y media estuvimos hablando con ella y hace poco minutos había vivido la experiencia de estar a kilometros del epicentro. Recuerdo que desconecté el auricular y en compañia de John, traté de comunicarme con ella.