martes, 2 de marzo de 2010

Capítulo 44: 8,8

Recuerdo que sentí que John me despertaba con desesperación. Mi papá le decía a Simón que despertara. Camilo decía todos los garabatos habidos y por haber. La cama se azotaba con fuerzas descomunales de un lado a otro. La casa crujia con un poder que nunca habia sentido. Podía escuchar a los perros de mis vecinos ladrando con desesperación, y en la lejania de Casas Viejas a otros canes en igual situación. Las puertas y ventanas se estremecían dentro de sus marcos. Al levantarme, la oscuridad y el vaivén de la casa me desorientó. En realidad no asimilaba bien lo que pasaba. Corrí hasta la puerta de la pieza y me afirmé, junto a John y Camilo, del marco de ésta, mientras que bajo de nosotros se producía uno de los cinco terremotos más poderosos de la historia de la humanidad.
Aferrado al marco y jurando no soltarme, logré sentir que mis brazos se estremecian con desenfreno. Parecia que no iba a parar, y el pasar de los segundos hacia más intenso el choque de las masas de tierras provenientes de las impredecibles placas tectonicas.
"¿Por qué no para?" recuerdo que me pregunté, sin embargo no hubo respuestas.
Hasta que los dos minutos de terror llegaron a su fin. El vaivén cesó y el ruido desapareció, dando paso a las preguntas y los gritos de mujeres multiplicandose por todo el rededor.
"Fue un terremoto" decretó mi papá "Bajen con Simón" nos dijo a nosotros, mientras él se vestía. La oscuridad hacia difícil la acción de tomar las prendas tiradas en el suelo. Sin embargo, y a pesar de los dos litros de cerveza en el cuerpo, recordaba muy bien que habia tirado los bluejeans a los pies de la cama.
"Fue fuerte, güeón" me dijo John, riendose por los nervios.
"No paraba nunca" le dijo yo.

Al llegar a la planta madre de la casa, el crujido de vidrios bajo mis zapatillas acusó la caida de un florero desde la mesa del comedor. La oscuridad aportaba su cuota de terror a la situación que estaba en pañales. Busqué mis audifonos para encender la radio en mi celular, en el momento que mi viejo se disponía a salir, situación que yo no entendia.
"Voy a buscar a tu mamá" me dijo.
Con todo lo sucedido, había olvidado que mi madre se estaba quedando donde Daen, para cuidar a Isabella, la hija de ésta, y sin lugar a dudas el fuerte movimiento telurico debería haberla despertado.
"Yo me quedo con los chiquillos acá" le dije a mi papá.
"Yo quiero ir" le dijo Simón aferrandose a su pierna. No era el momento de discuterle al menor de nosotros tres.
"Vamos" le dijo mi papá y sus cuerpos se sumieron en la oscuridad de la noche.

"... según confirmación por parte de la ONEMI" decia el locutor de la radio Cooperativa por el altoparlante de mi celular. Con John y Camilo nos encontrabamos afuera, en el jardín de la casa, escuchando la radio, atento a lo sucedido "... el movimiento percibido a las 3:34 de la madrugada, fue de 8,8 en la escala de Reisther, con una duración de dos minutos aproximadamente. Este fuerte terremoto tuvo como epicentro la ciudad de Concepción, especificamente a noventa kilometros al norte de Concepción"
"¡Concepción!" exclamé "Mary"
Era increible. Hace una hora y media estuvimos hablando con ella y hace poco minutos había vivido la experiencia de estar a kilometros del epicentro. Recuerdo que desconecté el auricular y en compañia de John, traté de comunicarme con ella.