lunes, 8 de noviembre de 2010

Capítulo 86: Costumbre

"Qué pasó?" me preguntó David.
Miré por el pasillo hacia a la otra sala de Burdeos. Le pasé el ticket a la niña que hacía las chorrillanas. Lo miré a él. Estaba nervioso como el niño que le sacó quince lucas al papá de la chaqueta.
"No sé cómo pasó... tan sólo sé que pasó y que no siento ningún tipo de arrepentimiento" empecé.
No sabía como decirle.
David me miraba atonito, creyendo que le diría que había dejado a alguna mina embarazada.
"Omar, qué chucha pasó?" volvió a preguntar.
Miré nuevamente hacia la mesa en donde Jack, Marlene, Nadia y Daniela esperaban la chorrillana. Ella, sus ojos pardos, se encontraron y me sonrió.
Me giré hacia David y le dije:
"Engañé a la Dani"
"Mentira" balbuceó.
"El viernes pasado salí con Marlene a un carrete. Ese carrete funó y nos fuimos a otro. Y estaba esta mina, güeón. Te lo juro que no sabía que era hasta que estaba dandole un beso" le dije.
Y lo miré con sentimiento de exquisita culpa.
"Pero no me arrepiento"
"Qué vas a hacer?" me preguntó.
"Ahí está la chorrillana" dijo la cocinera.
Tomé el plato y comencé a caminar lento hacia la mesa.
"Hice algo que nunca prometí hacerle a nadie. Es una auto-ley. Y lo hice sólo porque esto está podrido, y porque ella está aquí creyendo en algo que no existe. Terminaré con ella. No hoy. Porque hoy es mi cumpleaños. Cumplo diecinueve, y ella no se merece pasarla mal hoy. Hoy le sonreiré, le diré que la quiero, y después de Navidad dejaré todo hasta donde debería haberlo dejado hace mucho tiempo" le dije.
Este momento tenía que contarlo en este blog. No me lo quería llevar al otro.

Los mineros tuvieron que salir con lentes especiales para no dañarse la vista por el efecto de la costumbre a la oscuridad. Si el sol o cualquier otro tipo de luz les daba en los ojos, podían sufrir de ceguera. Y es chistoso que algo tan necesario les pudiera hacer mal.
Cuando opositores a algún gobierno protestan dejando de comer por semanas, no pueden volver a comer normalmente cuando desisten de su movimiento. Y no puden porque simplemente su organismo se acostumbró a vivir sin lo necesario para vivir.
Entonces se puede decir que la costumbre es como una droga intangible. Estamos tan aferrado a algo que un cambio o una mutación de ese algo nos descoloca, y no somos capaces de asimilar la nueva forma de ser de ese algo. Ni siquiera si salimos de algo malo para dejarnos envolver por algo bueno.

Jack, después de mucho tiempo, está en la luz. La oscuridad duró una eternidad para él. Casi dos años. Y ahora sale el sol. Qué hace? Se esconde como un vampiro que se calcina bajo la luz. Arranca como la presa de su captor. El estar con Isabella como siempre había querido lo tiene un tanto descolocado.
Hoy me contaba que estaba tan acostumbrado a lo que vivió, que estar donde está ahora no le permite asimilar que ya tiene lo que quería. Así de simple. Estuvo tanto tiempo en la oscuridad, que ahora la luz parece ser una suerte de pesadilla. Le dije que no tenía que forzar las cosas. Es obvio que le va a costar asumir que todo ya terminó, porque en algún instante decidió aferrarse a lo que tenía, a lo único que lo unía con Isabella. Porque ese cuarto oscuro en algún momento fue su unico hogar. El problema ahora es cómo abandonarlo.

Quizá nos guste acostumbrarnos a las cosas. Se vive más tranquilo. Más comodo. Le fingimos una realidad a nuestros sentimientos por alguna causa que se vuelve omnipotente. Nos volvemos parasitos de un sistema. Pero cuando el sistema ya no entrega eso malo que nos hace vivir, y el agua vital llega a nuestra boca, igualmente podriamos morir.
Es divertido. Me hace reír. Sin embargo parece ser algo cotidiano y normal, como le pasó a los mineros o a los comuneros mapuches con sus huelgas de hambre.
El secreto está en ser lo suficientemente maduros para acostumbrarnos a lo nuevo.

Ayer estaba dandome mil vueltas en la cama. Llovía con ímpetu afuera. Entonces el perro de la casa de atrás, ese que avisa que va a temblar, empezó a ladrar. Me quedé quieto para sentir si la pieza se movía. Mis viejos y los enanos dormían. La oscuridad ahogaba mi pieza. Derepente la puerta empezó a oscilar intermitentemente dentro de su marco. Se sacudía como si alguien quisiera botarla.
"Okey. Es sólo un temblor. No habrá otro terremoto. Sólo es una replica. Es la tierra moviendose... las placas. Sí. Las placas. Las jodidas placas se estan reacomodando después de la fiesta que tuvieron allá abajo"
Me repetí la misma frase hasta que paró. El perro dejó de ladrar. Yo me tranquilicé. Me acosté y traté de dormir. La lluvia chocaba fuerte contra mi ventana. El silencio se hizo de todo el lugar. Y la puerta otra vez comenzó a vibrar. Es lo único que avisa que está temblando. Me quedé en donde estaba y traté de sentir el piso moviendose, pero de eso nada.
Hoy en la mañana entré a la página web del instituto de geología de Estados Unidos. Los tengo como favoritos en el Firefox para, después de un temblor, revisar la lista de los temblores recientes que han habido en todo el mundo. La lista tiene la información de el país y localidad en donde fue el sismo, la profundidad, la medición de la potencia en la escala de Richter y su ubicación longitudinal. La lista estuvo plagada de items en donde aparecían localidades sureñas del país los dos meses posteriores al terremoto.
"Tembló ayer" le dije a mi mamá, buscando el temblor en la lista de Latest Earthquakes in the World, mientras me tomaba mi leche con café.
"Enserio? No sentí nada" me dijo extrañada.
Y fue cuando algo me hizo buscar en la lista otra vez.
"Imposible" susurré.
"A qué hora?" me preguntó.
"No... Parece que me equivoqué" le dije.
En la lista no había ningún temblor registrado. El último en Chile había sido hace tre días. Un 5.2 en Atacama... muy lejos de aquí para hacer vibrar la puerta de mi cuarto.