No me di cuenta cuando el sol ya había dejado su posición en medio de la cita, de los gestos y los silencios que daban paso a esuchar como las almas hablaban... no, no lo noté y fue extraño, pero qué importa el no entender. Creo que esto mismo se lo dije. Ahora estaba oscuro y hacía demasiado frío, algo así como el frío que se coló entre nuestros seres la primera noche, la dulce y exquisita primera noche. Se calla para dar paso a la expectación y a la contemplación del encanto del otro. Las personas pasan y el mundo se vuelve insignificante, insignificamente como el sonido y el aire. Son sólo los dos bajo esa mezcla de temblores disimulados y risas que no se entienden. Pero qué mejor que no entender y sentir. No pensar.
Me dijo que se había apoyado y que el sueño lo absorbió. ¿Quién relata que se quedó dormido en una micro? Sólo alguien que quiere disimular que el haber apoyado la cabeza sobre el vidrio de la ventana y ver al sol eclipsar con el montón de cables, árboles y casas había sido un momento desgarradoramente doloroso. Y yo lo vi. Se apoyó y logró descargar la sensación de muerte y sus ganas de saltar al vacío hacia su rededor. Quise buscar un tema para poder desconectarlo de ese infierno que le lleva el alma a realidades inimaginables para nuestro intelecto, dejando por caritativo el cuerpo inerte, que mantiene su mirada suspendida y dirigida hacia algún punto en el vacío, pero qué tema te saca de encima las ganas de tocar el cuerpo tibio y suave de la persona que se ama con todo lo que tenemos y poseemos, y a la vez cuando se está pensando que es otra la persona que desliza sus labios húmedos sobre esa zona del cuerpo que era de uno. No apoyó la cabeza adueñado por un cansancio inventado. Apoyó la cabeza porque el dolor de no saber qué hacer si en ella lo tiene totalmente desmoralizado y porque no entiende que el ver a otras parejas de la mano por la calle, felices y sonrientes, es la utopía que sueña cada noche antes de cerrar los ojos. Pero nosotros sólo apoyamos la cabeza o guardamos silencio. No se llora ni en público ni frente a un amigo. Eso es ley. Las lágrimas son para la noche o para el espejo.
Sin embargo, quisiera poder saber por qué es tan terco, por qué todas la situaciones que ha vivido no le dan a entender que perdió por completo su dignidad y que ya nada se puede hacer. Es como el borracho que lo echan de un bar por desordenado, pero vuelve a la media hora, creyendo que no volveran a echarlo, porque cree que su dinero importa. Y quizás importa, pero al rato el dueño lo vuelve a echar porque hay otros borrachos más ordenados y que gastan más que él. Así de simple. Pero quién le puede decir a un borracho que no entre a donde venden lo que le da una falsa o pasajera felicidad... Nadie, lamentablemente nadie. Entonces estoy seguro que no conoce de extremos y límites. Ya nada importa. Lo único que sí es importante es volver a sentir el corazón vivo al verla y sentir el dulce aroma de sus pelos, porque es por eso que él moriría y volvería a nacer.
Quisiera algún día nunca haberme topado con él, y así en su vida nunca habría aparecido ella... pero por más que se desee el bienestar de los demás, no es uno el que controla los hilos de las coincidencias. Causa y Consecuencia. Una ecuación tan inevitable como el día y la noche.
Espero que en algún momento deje de pensar en los demás y en lo que les pueda pasar, y comience a pensar en él.