domingo, 4 de julio de 2010

Capítulo 57: Un Domingo Cualquiera

Habian solicitado la impresión de un informe en tiempo real de cuanto era lo que llevaba vendido el supermercado. Eran ya las ocho. En una hora más marcaría mi salida y tomaría el colectivo hacia Las Lomas. Pero como dicen por ahí: uno propone y.... El supervisor de los guardias pasó corriendo desarmado por el lado mío escalera abajo, agitado por alguna situación en desarrollo. Sinceramente devolverme a ver algo que es común en el trabajo de ellos (algún güeón robando) y, en consecuencia, en el trabajo diario de nosotros, no tenía ningún tipo de interés. Continué caminado escalera arriba, dirección a mi oficina, cuando voy pasando por el pasillo oscuro, fuera la oficina de seguridad, y veo en ésta a dos carabineros acaparados sobre las dos pantallas LCD's que mostraban a unos de los fornidos y cerrados guardias externos tratando de apagar un fuego que se estaba produciendo en la entrada principal al super.
"Yo voy y tú terminalo" dijo uno de los uniformados, un hombre revalsante de grasa y mirada dudativa, que bajó por la escalera en dirección a la salida. El otro carabinero, más delgado pero con el mismo debil carácter, se sentó en una silla y siguió escribiendo sobre una ancho y largo libro. Vi en la pantalla de la cámara domo apostada en la entrada como el guardia ya había apagado el fuego, y continué caminando con mira al informe pedido.
Un corcircuito en el sistema de apertura de la puerta electrónica pensé, pero estaba garrafalmete equivocado.
Llegué al "maestro", tecleé el 1, luego el 2 y después el 9, presioné enter y la impresora emitió el informe. Bajé a centro de servicio. La gente ya había desocupado el local. La postal ni se comparaba a la del patio lleno de personas enardecidas por comprar y querer llegar a casa. Había sido un puto-largo-día. Y no quería terminar aún. Por radio le pedí la úbicación a don Gustavo para entregarle el informe.
"Casino" respondió.
¿Casino? Eso quedaba exactamente al otro extremo del que ahora era un larguisimo supermercado, para luego subir una escalera y llegar a donde estaba sentado don Gustavo, tomandose un cafecito con un pan con chancho y dos cuchilladas de mantequilla. Sonreiría y me diría "Execelente, capitán" y luego sorbería un poco de su café, el cual tenía que estar humeando de calientito. No,definitivamente mis piernas me obligaron a quedarme y algo dentro de mi cabeza dijo "Que él venga por el informe"
Y fue cuando un saco de no sé qué calló sobre el ventanal poniente del supermercado. Todas las miradas de los cajeros que se encontraban trabajando, más a las de los curiosos, y poco a poco, asustados clientes, me dio a entender que algo fuera de lo común pasaba afuera. En eso dos guardias externos, hombres embestidos en chalecos antibalas y armados con lumas, pasaron a una alta velocidad corriendo como gazelas hacia el exterior. Un murmullo de horror se hizo de la sala de venta y miradas más atentas buscaban tras el traicionero reflejo del gigantesco panel de ventanales ver como un guardia trataba de reducir a un tipo de pelo corto y rojizo, vestido con una chistosa parca fuccisa de los 80'.
"Siga atendiendo" le tuve que ordenar a una cajera que boquiabierta sostenía un cuarto de jamón, mientras que su clienta esperaba a que digitara el resto de la mercadería.
La tensión bajó cuando llegaron los dos guardias externos y golpeando en las piernas al detenido, hicieron que cayera al suelo. Luego desaparecieron en dirección hacia la entrada. Todo siguió normal, como si el hamster nuevamente se subiera a su ruedita y volveria a dejar escapar ese ruido que denotaba la falta de grasa o aceite en el engranaje. El murmullo generalizado descendió a un tono neutro y yo me acerqué a Paulina, la que cuadraba la caja de Monica, para decirle que sí o sí tenía que subir a terminar mi pega pospuesta por el apoyo prestado como supervisor durante el día. Quería sólo llegar a casa y saber que estaba conectada, como No Disponible, pero conectada. Pero de eso nada. Un hombre desgarrandose la voz entró gritando que quería la presencia de carabineros, agazapado sobre tres guardias, protegiendo a los dos que traían arrastrando al detenido golpeado. En ese momento todos, alertados por los gritos tronadores y el ver como traían a un tipo que dejaba una marca de sangre bajo su cuerpo en la ceramica, sangre que brotaba preocupantemente desde su cabeza que colgaba de su cuerpo inconciente.
El tipo desesperado, el cual parecía ser su amigo, gritaba siempre cuidando sus palabras, queriendo demostrar que su origen no era delictual o desde alguna población periferia, auque los "culiaos" y los "conchesumadres" no se los guardó sin ningún tipo de asco. Clamaba por la presencia de un teniente, ya que el estar acompañado por los dos carabineros no lo dejó satisfecho. Fue cuando unos de los guardias, el cual parecía haber participiado de la aprensión, de un puñetazo quiso despertar al hombre que estaba sobre el suelo ¿De dónde sacó semejante idea? No tengo ni la más miníma idea. Lo único que sé es que tal estupidez despertó la desquiciada ira del hombre que con su voz quería dejar evidencia del aprovechamieto de poder y se abalanzó en contra de quién se le cruzara. Unos cuatro guardias tuvieron que calmarlo, mientras que los demás, dos de ellos con sangre y golpes en la cara, se retiraron hacia el subterraneo del supermercado, buscando quitarle tensión al estresante momento.

No queriendo dejar sola a Paulina, nerviosa por los desesperados gritos del hombre que quería que todos supieran que eran universitarios e inocentes, me quedé abajo hasta las nueve, hora en que supuestamente maracaría. Pero con todos los hechos acontecidos, el informe de Los Mas Vendidos y los traspasos que aún no ingresaba, las diez se mostraba como la hora tope para retirarme.

Finalmente carabineros se llevó al tipo agredido, el cual al parecer había rayado los ventanales exteriores y tratado de iniciar el fuego en la entrada principal. En el mismo furgón policial iban los dos guardias que lo habían reducido con fuerza descomunal. Un hecho para pensar que las cosas malas están a la orden del día.

Que asquerosa conclusión.