viernes, 9 de abril de 2010

Capítulo 48: La Verdad

La verdad es que estoy aterrado. No tengo memoria de haber sentido lo que siento ahora, ni siquiera aquella noche de viernes, en el parque Uruguay. Esa vez era rabia, y estoy seguro de haber presenciado peores sensaciones de ira en mí. Ahora es un extraño nudo que me recorre el estomago y el pecho, a veces llegando a rascarme la garganta, sumiendome en días de oscuridad, aunque el sol irradie con fuerzas la faz de los lugares que recorro. Las voces en las combinaciones de metro, atestadas de personas preocupadas de sus vidas, parecen más distantes, y el camino de regreso a casa es mil millones de horas más extenso que el año pasado.
Dudo, realmente, aunque digan que los sentimientos de amor hacia las personas siempre son diferentes, de haberme enamorado de Daniela, o de haber querido a Dennisse. Esto me tiene totalmente destruido. Se vuelve literal la falta de aire. Los despertares en medio de la madrugada son más agitados y más solitarios, ahogados por esa oscuridad que tan sólo su voz era capaz de disipar.
"Quizás algunos problemas en el trabajo o muchas tareas en el instituto" me dijo mientras me revisaba la garganta.
"No"
"¿Problemas en la casa o con la polola?"
Y la pelicula del miercoles pasa por el frente de mi vista. Ese fatidico y suicida momento en que la micro llegó y ella no se quiso soltar. No sé de donde mierda saqué las fuerzas para posar mis manos sobre su vientre y arrancarmela de encima. Le di la espalda y para no ser victima del margen de error, corrí hasta la pisadera del bus. Desde ahí no la he vuelto a ver.
Y a los recuerdos y los deseos frustrados, se suman las terribles cefaleas que me diagnosticó el doctor, los mareos constantes y las nuevas nauseas. Las ganas de despertar a su lado me hunden en el barro negro de sus miedos y su orgullo.

¿Qué tan grande es la Providencia para volcar todo lo que está sucediendo?