A veces hay situaciones que te dejan una sensación de asco en la garganta por unos buenos días. Sacarse una mala nota después de haber estudiado mucho, terminar con la polola o mandarse un condoro pesado son algunas de las excusas para andar con la cara mala y mandar todo a dónde le ocurra caer. Pero no hay peor situaición como la que te deja la sensación de sentir que todo el mundo se te viene en encima; cuando no encuntras respuestas ni nadie que te escucha.
Todo empezó el sábado recién pasado. Debutaba como encargado de informática los fines de semana, reemplazando a Joselyn, mi jefa. Fue una mañana tranquila en la grata y coqueta compañía de Carmencita, la encargada de Pricing(carteles). Durante la jornada sólo tuvimos un pequeño problema con la impresora, la cual imprimía el verde como amarillo. Comprenderás que el logo de Tottus es un setenta y cinco por ciento verde, y los carteles que le había pedido don Luis venían cargados del logo. Así que decidí limpiar los cabezales de la impresora y tema resuelto. El administrador necesitaba seis impresiones del número uno, el número dos y el número tres, pega que tuve que hacer yo, ya que Carmencita cumplía horario a la una de la tarde. Resuelto el tema, me encargué de ingresar al sistema los traspasos y los reportes de merma. Aquellos informes debo recibirlos en la mañana, ya que alrededor de las tres los encargados de sección van a buscarlos para con ellos tener la autorización de los guardias para botar la mercadería en descomposición(merma). Ahora era Monica la que trabajaba al medio día conmigo en la oficina de informática, entreteniéndome como siempre con sus deslices y su perfecto humor irónico. Creo que lo mejor que me pudo haber pasado antes de que comenzara todo fue haber estado con ella, riendo y compartiendo aquella exquisita amistad que tenemos. Todo bien, hasta que entró don Miguel, el jefe de panadería.
"Joven aún" me dijo con aquella despreciativa mirada "La tecnologa me retó por la fecha de caducida de la hallulla y el pan baget. Me dijo que sólo tenía que tener un día de duración, y hay una balanza que tiene hasta tres días registrado en el zato" Dejate de güebiar y anda a arreglarme el problema.
"Ya" le respondí "Yo voy a ver el asunto y le informo" Hace días que me andaí buscando. Me va a encontrar y eso no va a ser bueno
"Pero trate de solucionarlo rápido, porque después la tecnologa me lecea a mí" insistió.
"Después de que termine de hacer los informes de merma" contraataque.
No me dijo nada. Sólo se giró y entre dientes masculló "Chit, y ni siquiera tiene lista las mermas"
Fue el puto comienzo. De ahí hasta el domingo en la noche no pararían de ocurrir.
Don Luis, el administrador, llegó a eso de las cinco de la tarde del sábado a preguntarme por el tema de los números.
"Ya están listos" le dije entregandole los números ya recortados de las hojas nodrizas.
"¿Seis?" se preguntó desconvencido "Sabes qué, necesito... haber" y empezó a sacar cálculos con la mente, mirando hacia el techo como si ahí se encontran las respuestas a sus multiplicaciones "Necesito cuarenta y ocho de cada uno"
¡¿Cuarenta y ocho?! "Ya" le respondí.
"¿Tienes el formato en el computador?" me preguntó.
"Sí, eso está listo"
"Ya. Entonces sacame cuarenta y ocho de cada uno y se los pasas a Exequiel" me ordenó.
"Ningún problema, don Luis"
Las quince hojas, con los ciento veinte número restantes las terminé de imprimir a las nueve de aquel día. Las mermas quedaron todas lista y dejé unos dos traspasos para el día siguiente, día en el cual debería hacer un esfuerzo por ordenarme y finalizar con todo a tiempo. La vez que Joselyn me hizo subir a su oficina, con la noticia de mi ascenso en los labios, una sóla frase me quedó grabada: "Tú te vas a hacer cargo de informática el fin de semana" Aquellas palabras pesaban mucho, y eso hacía que no dejara ningún informe sin hacer para el día lunes ¿La clave para no fallar? Orden, nada más. Informe de ventas, traspasos y mermas en la mañana, antes de ir a almorzar, y en la tarde todo lo que tenga que ver con solución de problemas en cajas y balanzas y el informe de los productos más vendidos. Nada podía salir mal y a las ocho ya estaría marcando mi salida. Pero algo quiso que las cosas no fueran así.
Domingo en la mañana todo normal. Envié el informe de venta del día anterior y lo que llevamos acumulado desde primero de mes. Comenzaron a llegar los traspasos y las mermas, tema con el cual trabajé toda la mañana. Aún así, faltaban secciones que llegaran con sus informes y la hora avanzaba con desenfreno. Cualquier informe que llegara en la tarde atrasaría mi trabajo de aquella jornada Quizás no van a deshechar nada.
Hasta que llegó la hora crítica, la hora del almuerzo, y ni siquiera habían ido por el informe de merma. Ya empezaba a ser extraño.
"Monica, todavía no vienen a buscar las mermas ¿Qué hago?" la llamé a su oficina.
"Vamonos a almorzar no más po" me dijo un tanto indignada "Tú tienes que almorzar. Es lo que corresponde"
Bajé y fuimos al casino del supermercado. Y no podía evitar estar preocupado ¿Qué iba a hacer con esa torre de informes en la oficina? Se supone que lo tienen que ir a buscar para botar todo lo que ya no sirve. Hasta que el jefe de panadería impidió que me introdujera una cucharada de arroz y croceta a la boca.
"¿Están listas las mermas?" me preguntó en un tono de desmerecimiento.
¿Te creí mi jefe, conchetumare? "Rita recién me fue a dejar otro informe cuando venía camino al casino" le respondí ya un poco molesto "Así que cuando terminé mi hora de colación" le recordé "Voy a ir a terminarlos"
Y así había sido. Camino al casino me interceptó la jefa de pastelería, Rita, la que con una cara de por favor no me acuses me dijo que iría a dejarme un informe de mermas bajo la puerta. Le dije que igual era tarde para traspasar un informe, y por eso tendría que hacerlo a la vuelta del almuerzo.
Al volver, lo terminé, y todo bien, hasta que me di cuenta que ya habían sacado algunos de los informes. Anita, la jefa de fiambreria, tenía la clave de acceso a la oficina, al igual que don Miguel. Con dos dedos de frente supe que habían entrado y revuelto los informes hasta encontrar los que les correspondía. Eso era otra cosa que me irritaba, el que entraran y se pasearan como perros por su casa, como si aquella oficina fuera la sala de ventas.
Filo, me olvidé de la situación y empecé a trabajar en el largo informe de los productos más vendido de cada sección dentro del supermercado. También tenía que recortar las quince hojas con nueve números cada una, así que le pedí a Monica que me prestara a Harol para terminar aquella labor. Eran las cinco de la tarde y aún estaba con las mermas. Fue cuando más gotas llegaron a rebalsar el vaso. Rita entró de nuevo a la oficina, con aquella especial risa que la caracteriza, portando en su mano algunas hojas que identifiqué al instante que las vi.
"Rita ¿Más mermas?" le pregunté haciendo pucheros en mi mente.
"Es lo último" me dijo con aquella risa que me impide ponerme pesado.
"Ya" le dije recibiéndoselas.
Más mermas, más minutos y más me atrasaba.
Voy a hablar esta güea con Joselyn. Esto no se va a volver a repetir, era lo único que me podía alentar en aquel momento de ira hirviente, pero tenía que calmarme para no cometer errores Informática es tuya el fin de semana ¿Creí que te la vai a poder? Parece que no, me decía una voz en el fondo de mi cabeza.
A las seis y media, a una hora y media de cumplir horario, llegaron los informes de baja de precio de pastelería y platos preparados, sin embargo, Harol ya había terminado con lo de los números. Le agradecí y le dije que bajara. Dejé de lado el informe de los productos y empecé con la baja de precios. Aún faltaba que empesara con el ingreso de las tablas nutricionales de los productos de pescadería ¿Podía lograrlo? Sí, pero algo quiso que no. A las siete terminé con la baja de precios y alguien entró a la oficina. Obviamente era alguien que conocía la clave Por favor que sea Monica, pero no fue así. Anita, con esa sonrisa de diabla y ojos de abuelita que pide monedas a la bajada del metro, oculta tras esos rayados lentes, se sentó a mi lado, con algo en sus manos que me hizo querer asesinarla en aquel momento.
"Hola"
"¿Como está?"
"Bien" me dijo sonriendo, sin decir nada más. Sabía bien que lo que iba a hacer estaba mal, pero si el maldito imbecil de informática aguantaba todos sus condoros, por qué no llevarlo a esa hora.
"¿Qué trae en la mano?" le pregunté no queriendo aceptar la verdad.
"El traspaso de la Pichanga"
Sí, aquel surtido de sobras de brazos de jamones y quesos. Sí, el traspaso más largo que se hace en todo el supermercado, con una longitud de cuatro hojas, y si son quince productos por hoja, en total vendrían siendo sesenta productos, eso sumado a los pesos de cada producto y más el codigo de destino, da un total de ciento ochenta digitaciones.
No dije nada, sólo extendí la mano y con la rabia haciendome hervir los poros de la piel se lo recibí, mientras que la voz de mi jefa me decía "Trata de que no quede nada sin hacer para el lunes" No, yo me había dicho eso a mí mismo, y era algo que, no importando que tuviera qué hacer, lo iba a cumplir.
Desde las siete hasta las ocho y media ingresé lo que, con urgencia, me había pedido Joselyn: las tablas nutricionales a los zatos de pescaderia. Y de ahí en adelante ingresé el puto traspaso de la pichanga Juro por mi vida que nunca más voy a comer de esta mierda
A las nueve y media, enfundado en mi nueva parca, y con un rostro de mil metros, bajé a sala. El supermercado ya estaba cerrado y las voces de los clientes ya no retumbaban el lugar. Sólo se encontraba Yesenia en la caja de los empleados, terminando su pega.
"Tienes que ponerte pesado y recibir esos informes hasta cierta hora" me dijo después que le conté por qué estaba así. En realidad me aleonó un poco, como me dijo Mary la vez que me prometió hacer que Daniela no me buscara más, y tomé aquella fatidica decisión. Nadie más iba a ser capaz de pasar sobre mí, así que no haría nada más que hablar con mi jefa y pedirle autorización para adquirir más poder sobre los jefes de sección. Así de simple. Si les gusta gritar, vamos a ver si pueden gritar más que yo, y los que me conocen saben que me gusta gritar con mi tronante voz ¡¡¡YA PASÓ LA HORA DE INGRESOS. TRAIGA SUS INFORMES MAÑANA!!!
Para más remate, escuchando los llantos de Pricila por su relación con Bladimir mientras esperabamos la micro, ésta no pasaba nunca. Y para qué hablar de descargarme con mis padres al llegar a casa; ya dormían como dos finos arces. Peor fue esperar que Jack, Isabella o por lo menos Nathalia estuviera conectado en Messenger. La única que me escuchó fue Mary, pero no sirvio de mucho. Así que apagué el computador y me quedé solo con todo ese silencio y oscuridad, esperando tan sólo una cosa... que el teléfono sonara y desde el otro lado ella me dijera "Te amo. Ya no llores más. Mañana va a ser otro día" Fue cuando vino el colpaso y el darme cuenta que ya no estaba. Que difícil fueron aquellos minutos Escuchala, mañana va a ser un buen día. El mundo no se va a acabar