Aprendí a mentir de una forma perfecta una tarde que demoró en fallecer junto a Pablo. Tenía un carrete de un primo aquel viernes, el problema que trababa nuestras ideas de ir era que su primo vivía en Melipilla, a una hora de Santiago, y yo aún era un nunar de mis viejos con mis dieciséis años. Así que ideamos un plan lleno de trampas e imposibles formas de ser descubierto, y no puedo mentir, el sabor de estarlo ejecutando hacia vibrar mi paladar de exquisitez, borrando de mi cerebro todo vestigio de algo que le llaman conciencia. Es una delgada línea que se quiebra cuando algo se quiere alcanzar, cualquier cosa, no importa el precio. A esa edad el experimentar la adrenalina de ir lejos de casa ya era algo.
Le dije a mis padres que iriamos donde Andrea, ya que su casa quedaba relativamente cerca. El permiso me fue concebido de inmediato. El único error que cometimos fue haberle contado a Jack, y de ahí un montón de sucesos casi nos delatan. Fue a horas de emprender el viaje hacia Melipilla, cuando mi mamá, estando yo en compañía de Pablo, entra al living con un rostro de extrañesa.
"¿Por qué la mamá de Jack me dice que van a ir a carretear a Melipilla? ¿Qué pasa?" me preguntó.
Y un valde de agua fría nos cayó encima. Pablo quedó totalmente petrificado al escuchar la voz de mi madre interrogarnos con calculo y frialdad. Sin embargo, siendo yo el niño entre los tres, una tranquilidad me invadió y gracias al agua derramada, mi mente logró idear un instantaneo y nuevo plan.
Mi giré hacia Pablo rendido y le dije:
"¿Digamosle la verdad?"
A mi amigo se le desorbitaron los ojos, tratando de decirme con su último suspiro que si decía lo que queriamos hacer me castigarian de por vida.
"Lo que pasa, vieja" le dije a mi madre "Es que le dijimos a Jack que ibamos a ir donde el primo de Pablo, en Melipilla, porque si le deciamos que el carrete es donde Andrea, iba a querer ir, y mañana él trabaja y no quiero que se achaque por eso"
"¿Pero por qué no me dijiste antes para yo haber sabido?" mi mamá se había tragado la falsa historia por completo.
Esa misma noche viajamos a Melipilla.
Ya no quería nada. No quería saber nada. Frío y calculador me encargué de que nadie supiera a donde iba aquella noche. Quería desaparecer para no saber más de nada. Para todos iba a ir a..., pero en realidad fui a.... Aquella noche ocurrió algo que sólo uno sabe. Supe que era de verdad ejecutar un malvado plan y provocar un dolor invisible. Al otro día desperté en un colchón tirado en una pieza, con mi conciencia tan liviana como una pluma, sonriendole a sus cabellos dorados. Sentía la extraña sensación de haber lamido el contorno de la maldad pura, pero era algo que no iba conmigo. Esa noche sólo la considero como un lapsus en mi vida, así como un aprendisaje eterno ¿Hasta dónde podemos llegar?