Nos sentamos dentro de mi cuarto de estudio. En la red buscamos donde ir y nada nos convenció. Así que nos arropamos con gorros y parcas y salimos hacia el centro de Puente Alto. Caminamos bajo una noche nublada y burdeo, amenazante de lluvia en el aire, cargada de recuerdos y posibles "quizás". Al llegar a la cima de la loma, te giras y puedes ver el espectacular show de un gigantesco enjambre de luces parpadeantes, insertado bajo la esplendorosa Cordillera De Los Andes.
"¿Y dónde está?" me preguntó
"Detras de esa negrura" le dije, apuntando hacia la pared de oscuridad que delimitaba el fin de las luces amontonadas.
Tomamos una micro vacia. Nos sentamos en silencio y tratamos de no cruzar palabra, sólo con el objetivo de no querer hablar de los temas acometidos las últimas semanas.
Decidió dejar todo hasta donde estaba. Así de simple. Admito que no fue de lo mejor la sensación al leer su correo eléctronico, pero tambien se virtió en mí un sentimiento de tranquilidad. En realidad, me dio las armas para por fin decidirme a olvidarla por completo. Tan difícil no será, ya que entre nosotros no hubo mucho. Quizás lo único que puedo agradecerle es que gracias a ella y su aparición en mi vida, supe que lo que más buscaba mi alma hace algunos años era confianza de verdad.
"La dejamos hacer mucho al principio, y eso la dejó hacer y deshacer ahora. No maduró nunca. Nadie le dio presión"
A las doce de la noche, nos encontramos en la última mesa del pub rockero que encontramos tirado por ahí. El lugar de dos piso estaba atestado de metaleros, punks y normales, alulando en medio de la penumbra de la baja iluminación que dejaba ver a dos metros de la frente. Todos se desparramaban en las mesas que seccionaban al local, siendo participes de diferentes celebraciones, las cuales hacían una gran y sola conmemoración de viernes por la noche, desatando una ahogante bullicia. El aire denso no dejaba respirar bien, así que lo único que podíamos hacer era beber el jarro de terremoto que habíamos comprado.
Al principio miramos como reconociendo el entorno, tal vez con la sensación que querer encontrarse con alguien, tamborilleando con las manos sobre las piernas la música metal que se expandía por todo el lugar.
"Esta bueno" deciamos, tratando de convencernos de que no podiamos optar a nada más.
"Piola" es la calificación cincuenta cincuenta.
A una semana de su desición y a casi tres de la mía, no podiamos rebuscar más los temas; el partido del sábado, los padres y las torres gemelas, eran temas que morían tras cinco minutos de darle algunas vueltas.
"Creo que de alguna forma se equivocó. Tal vez encontraste esa persona que te daba una confianza ciega, pero imaginate hubiera resultado lo de ustedes" me dijo.
No me puede imaginar la situación.
"Yaaa" le dije con la pera apoyada en mi mano.
"Quizás igual hubiera ocurrido algo que habría quebrado la confianza" se defendió.
Gracias a mi idea solidificada en frente, me dejé envolver por una risa que estoy seguro le molestó.
"Quizás" le seguí el juego "Pero estoy seguro de que me lo hubiera dicho altiro"
"Pero a pesar de toda esa mierda de lo que pasó, igual todavia no la olvidas" me dijo, logrando tocar aquel doloroso punto.
Esbosé una falsa sonrisa, sin contestarle nada, demostrandole que en parte tenía razón.
"Toda situación que se dé a mi lado, me recuerda a ella. Cuando veo a una pareja jugando en el metro..." y me fue inevitable recordar cuando tratabamos de que el otro chocara con cualquier cosa cuando caminabamos por las calles de Santiago "Cuando una pareja se mira fija y se dicen cosas hermosas al odio" Las mañanas en el Santa Lucia "Y todo lo que pueda suceder. Era, y tal vez es perfecta. Sabe como tocar cada punto debil de mí. Sabe como llegar a donde nadie puede llegar. Disfrutaba cuidarla cuando enfermaba. Son miles de güeas que nadie nunca más en esta vida me va a poder dar, entonces ¿Cómo chucha quieres que a dos semas de haber cortado contacto ya la haya olvidado?"
Un silencio envolvió el rededor de nuestros timpanos. Cayó en el respaldo de su silla, sin saber que responder.
"¿Entonces?" contraatacó.
Miré al techo, un poco agotado del tema.
"Sé quebró la confianza" le dije.
"Pero para ella debe haber sido difícil"
"Sí. Completamente entendible. Pero cuanto le costaba confiar en mí. Nunca habría rompido todo por eso que estaba pasando" contesté.
Unos vasos del jarrón de litro y medio y el alcohol ya comenzaba a moverme un poco el mundo. El pub parecía estar mas lleno aún.
A lo lejos se quebró un vaso. Algunas exclamaciones y uno de los cliente comienza a gritar "¡CE ACHE I!" a lo que el local enteró coreó "¡CHI!... ¡ELE!...¡LE"... ¡CHI CHI LE LE, VIVA CHILE" algunos chiflidos y aplausos y la calma de la bullicia volvió a reinar el lugar.
"Ella nunca va a cambiar" le dimos vuelta al tema. La noche avanzaba desenfrenada.
Su rostro se colocó un tanto enrarecido. La herida aún ni siquiera comenzaba a sanar.
"Yo creo que le di algo que nadie nunca le ha dado, pero ese algo no le alcanzó para pensar en estar conmigo. Pero lo peor de todo era el saber que un día estaba conmigo y a al otro..."
Quedamos en que ella nunca iba a cambiar, que fue una dulce pesadilla negra, y que sólo teníamos que seguir con nuestras vidas. Parece que nos encanta darle una y otra vez vuelta al asunto, pero la sucesión de eventos nos está quitando la maña. El gran problema era que la melancolía nos estaba ganando, y nos hacía mostrar más el interior de cada uno. Los deseos se hacían del ambiente entero. Nada nos detenía en nuestra carrera por soñar perfectas realidades.
"Uno sabe cuando la cosa no va" comentábamos ya gesticulando mucho con las manos y el cuerpo, riéndonos más, tratabando un poco más las palabras.
Se quebró una botella "¡GÜEON GÚEON!" se escuchó en todo el lugar. Y un nuevo "CE ACHE I" ahogó la boca de todos los presentes ahí. Nosotros también nos unimos, alzando con fuerzas nuestros vasos con Terremotos parecido a los de Indonesia, aquellos que mataron a miles de personas.
El recuerdo del bingo me aprisionó. La voz de Monica en mi oido al saludarme. Cuando veía dormir a Daniela entre mis brazos. El alcohol hacía ese desgraciado trabajo, traer todo aquello. El problema era que los recuerdos relacionada a ésta última comenzaban a desplasarce de forma lenta por mi cabeza, haciendo lo suyo entre mis entrañas. La vez que nos quedamos solos en el departamento de Pablo. Cuando llegó a mis brazos y comenzó a jugar con sus labios a que querían tocar los míos. Que genial era verla reir enamorada cuando caminabamos por el Forestal.
Y al segundo jarro de Terremoto (no nos queríamos ir) ya nuestras palabras, ideas, opiniones y descripciones filosoficas de lo que vivímos ya no eran del todo caballerosas.
"¡PEN- DE-JA!" le gritaba a toda voz en su cara "¡PEN-DE-JA! Es una pendeja de mierda y no va a cambiar. Te fijaste en una mina que no le importan los demás, sólo ella y su culo"
"¿Y vo?" me gritó él riendo. Era un maldito juego "Ella es la mujer de tu vida y no podí estar con ella"
"Pero la cagó, se mando la media cagada, y eso nunca lo voy a poder reparar en mí" le contesté un tanto apenado, sin embargo no paraba de reír "Así que el tema queda ahí"
La noche se convirtió en lo que no queríamos: ellas.
Salimos chocandonos con disimulo para poder mantener el equilibrio. Antes de entrar, para el "bajón" habíamos acordado pasar a un iluminado negocio de emparedados varios. Así que a tientas, yendo un poco para allá y otro para acá, despues de haber ido al frente a... llegamos al negocio a comernos un exquisito italiano con mayonesa cacera. Ya en esos momentos tratamos de mover la cabeza con más lentitud, ya que la imagen de la visión se va quedando retrasada al final del campo ocular.
Nos levantamos, mientras que timidas gotas avisaban la venida de un horrible tempestad. Los dos acostados escuchando la lluvia chocar en la ventana. Cruzamos Vicuña Makena. Que difícil es el olvido. Llegamos al paradero de colectivos y sin decir nada nos subimos a uno de ellos.
"Buenas noches" nos saludó el chofer.
"Buenas noches" le contesté. Jack había caido durmiendo en su parte del asiento "Lomas de Eyzaguirre. Domicilio" le dije al pagar.
Mil seicientos. Arrancamos bajo la noche que ya comenzaba a llorar ahogada por la melancolía de nuestros recuerdos. Eramos los mejores, nadie nos ganaba.
Al llegar, lo acompañé a fumarse un cigarro. Creo que el viento que bajaba desde Argentina desencadenó un silencio mental en mi mente. Sólo podia contemplar el panorama muerto que mostraba el conjunto de casas bajo la negra noche.
Jack durmió en el colchón viejo de Ignacio al lado de mi cama. Yo caí rendido sobre mi lecho de sueños y días de pasión. Y fue en ese momento que ocurrió algo totalmente espectacular. Comenzó a llover. Lluvia de noche.