En realidad el siguiente paso se puede dar sólo si entiendes la decisión. Aunque la respuesta sea devastadoramente negativa o paradisiacamente positiva, el entenderla te permite seguir. Yo he seguido, miles de veces. He dado vueltas páginas que se resistían al hecho. He dejado atrás a supuestos sueños, a supuestas personas importantes. Y todo gracias al entendimiento de la respuesta. Clara y precisa. Da lo mismo el peso de la situación o de lo feliz que te hacía. Las cosas se acaban y punto.
Hoy quisiera entender. Y eso aún me tiene aquí.
Me di cuenta de la verdad y el momento me pilló mal parado sobre ella. Me estaba mirando con la mano como vicera. El sol golpeaba fuerte la costa. Y esperó a que yo cediera o perdiera. E inutilmente negué con la cabeza. Notó el gesto y se abalanzó sobre mí para tratar de sacarme la información, pero procuré no decir nada y convertir su misión en un fracaso. Es mejor contemplar el mar y esperar. Lo de ahora ahora, y lo de más adelante más adelante.
Estabamos los treinta y tantos esperando afuera del laboratorio I-25, nerviosos y en silencio la mayoria. Sebastián estaba bajo ese mutismo catastrofico previo, envuelto en la sensación de que, como para casi todos, aquel examén era el último disparo de la pistola. Y lo era. Ambos estabamos a punto de echarnos el ramo o de terminarlo y egresar. Durante el fin de semana estudiamos conectados por Messenger, resolviendo dudas, revisando otras pruebas y las configuraciones del Packet Tracer: el simulador de red que prueba nuestros conocimientos. Sin embargo, si algo iba mal, Sebastián se sentaría al lado mío para juntos poder salir del apuro en el caso que las cosas se complicaran. Yo tan sólo podía repasar una y otra vez las decenas de comandos que me solicitarían para hacerme acreedor del título de egresado. Fue en eso que salió, desde la mítica I-25, Agüero, el profesor del ramo. Con lista en mano, empezó a llamar por orden alfabetico a los de la primera sección. Nosotros perteneciamos a la segunda. Y a cada nombre, la cara del nombrado se desmonoraba y entraba buscando algún asiento desocupado. El pasillo se fue desocupando de a poco y el silencio se fue haciendo más pesado. Junto a nosotros también estaba el Fumarola, otro compañero que estaba en la misma situación que nosotros, y que en realidad era la del curso entero.
La lista se acabó y quedaron dos puestos desocupados. Llamó entonces a los de la segunda sección. Llamó al primero y entró un tipo que no recuerdo su rostro y ni sabía quién era. Llamó al segundo y no estaba. Llamó al tercero para llenar el último puesto que quedaba, pronunciando mi apellido. Sebastián me miró con cara de "No, perro. No te vallaí. No puedo terminar esta güeá sin vo" Y yo lo miré con cara de "Por lo menos vo vaí a morir acompañado. Yo voy a morir como al perro atropellao, que lo tiran a un lado de la calle"
Jack llamó inusualmente temprano la mañana del sábado.
"Mi hermano habló con la hermana de Isabella... al parecer se cayó de la moto y está en la casa, en cama"
Al principio la noticia no me causó la impresión que requería lo que realmente habia sucedido. Isabella ya tenía una caída en la motocicleta de velocidad de Felipe, entonces la nueva mas o menos no me preocupó
"Llamala para cachar como está"
"Bueno"
Me senté al final, al lado de unos tipos con nombres raros, en medio de un curso lleno de rostros desconocidos. Estaba sólo, como el primer día. Entré a Fundamentos de Telecomunicaciones 15 minutos tarde aquel lunes. El curso estaba lleno, y yo no tenía muchas intenciones de empezar lo iniciado. Pero ese fue el comienzo, la partida. Y no pararía hasta completar todos los creditos y niviles... Oh no! Estaba recordando todo lo que había vivido durante los tres años de carrera. Se supone que uno recuerda todo en un segundo cuando está a punto de morir. Yo no quería morir. No me quería quedar ahí.
"Bien, muchachos. Atentos. Hay una carpeta compartida en red. Abranla. Ahí está el examén" dijo Agüero y se sentó frente a su Mac.
Todos comenzaron a ingresar a la red a buscar el archivo. Y ahí estaba, como un ícono más, pero no era cualquier ícono.
Estoy seguro que todos lo abrieron casi al mismo tiempo el archivo, porque después de un largo silencio, lo único que se escuchó en la I-25 fue un largo:
"Uuuuh"
Ignacio se azotaba con fuerzas en los brazos de mi madre. El tiempo pareció detenerse. Mi viejo lo tomó de la cabeza y lo dio vuelta para que botara la espuma acumulada en su boca. Se supone que no volvería a ocurrir, pero ahí estaba, reviviendo antiguos fantasmas, iluminando viejas pesadillas. De repeten su mirada, la única parte de su cuerpo que puede controlar, busca el auxilio de los que miramos atonitos, pero no podemos hacer nada.
"Omar, ve a llamar a un taxi. Tenemos que llevarlo a la posta" me dijo don Omar.
Era una monstruosidad de examén. Para los entendidos, tenía para configurar 7 routers, 6 switchs, 2 servidores y 10 computadores. La prueba simulaba una conexión de red entre la región Metropolitana y la zona sur del país. La configuración era extensa y casi interminable. Además del calculo de dos VLSM's. Para no caer en depresión, cerré el archivo y respiré.
"Esto es tuyo. Ha sido tuyo desde que pisaste esta güeá de instituto. Sólo ordenate, como lo haces cuando haces el aseo en la casa. Sólo hacele doble clic otra véz y calcula los dos vlsm's" me dije.
El tipo al lado mío estaba boquiabierto. El resto estaba en un mutismo total Nadie sabía por donde partir. El problema era que había poco tiempo para configurar tanto. Abrí el archivo otra vez y la misma cantidad de dispositivos estaba ahí.
"¿Qué esperabas? ¿Creiste que al cerrarlo, se iban a borrar un par de routers?"
Tomé las dos ip's de red y comencé a calcular.
Calculas ambos vlsm's me llevó unos diez minutos. Por calculo de red, se ejecutan 4 operaciones mátematicas. Encontrar el exponente óptimo para la cantidad de subredes que se necesitan. El resultado dividirlo por 256 y luego multiplicarlo por 256. Calcular la máscara y seguir con la siguiente red. Cualquier distracción equivalía al mal calculo de una red y al desplazamiento de todas las ip's para las demás. O sea, si tenía un sólo error en el vlsm, el porcentaje del simulador no subiría.
Ya listas las casi doce redes, comencé a ingresar los comandos y las ip's calculadas. El porcentaje, el cual parte en 0, se elevó a 6 en un ingreso de a lo menos tres comandos. Había empezado, pero el tiempo era escaso. Pero era un paso. Así que decidí no mirar el porcentaje, hasta haber ingresado todo lo que conocía.
Las coincidencias y la noche los querían solos... solos para decirse con caricias que es un poco difícil decír hasta luego y que momentos como aquel en donde por unos minutos fueron unos locos serían dificiles de olvidar. Él quiso decir que nunca había estado así en el asiento trasero de un taxi. Ella no quiso decir que moría de verguenza. Lo único que querían era que el frío se encerrara lejos en la Cordillera, porque en los momentos de pausa les era complicado manternese de pies mientras temblaban del hielo que les impedía respirar con tranquilidad.
"Dejeme ver cuanto lleva" me dijo de repente Agüero.
No noté el momento en que se paró a mi lado. Paré de configurar y fui a la ventana del porcentaje. Llevaba un 43%.
"¿Cuanto necesitai?" me preguntó.
"Un 70%"
"¿Creí que podaí?"
"Si la redacción de las instrucciones estuviera mejor escrita y mas entendible, haría el 100%. Pero parece un crucigrama la güeá" le reclamé.
"Sí sé. Están muy enredadas las explicaciones. Hace lo que puedas" me dijo, dandome la palmadita en el hombro.
Quedaba poco tiempo, y ya había ingresado lo que salía por inercia de mis dedos. Lo innato. Lo que era un juego para mí. Lo demás lo tendría que deducir de las instrucciones, las cuales estaban en un texto que repetía cada cinco líneas lo mismo. Una maraña de ordenes. Muy ambiguo. Una perdición para la lectura. Más aún si el nerviosismo y la ansiedad por seguir ingresando comandos me comía el cuerpo entero.
No había nada más por hacer. Tratar de entender era lo único que podía hacer, así que leí las instrucciones que quedaban y seguí ingresando comandos.
"Es por que la querí po'"
"Pero sólo la quiero. No sé por qué duele tanto esta güeá. No entiendo por qué me llenó tanto el que llevaramos una relación tan simple y de niños. Al principio hubo intimidad, pero después decidimos abortar esos momentos y vivir cada segundo. Y se supone que eso aburre o se vuelve rutinario, pero no para mí. Adoré cada momento y cada instante después de haber hablado. Me entiendes?"
"Pero si esa güeá es la raja, Omar. Esa güeá es lo mejor que te puede pasar en la vida y no podí encontrar eso tan facil" dijo, sorbiendo de su cerveza.
Y ahí estaba, sobreviviendo. Lo último de mí para el mundo.
"Jovenes, dejen de escribir. Por favor, muestrenme la pantalla del porcentaje cuando llegue a sus puestos" decía Agüero, el cual venía desde el principio de la sala chequeando computador por computador cuales eran los porcentajes obtenidos.
Yo no paraba de ingresar las instrucciones que había alcanzado a leer y a entender. No había visto el porcentaje desde que se había parado a mi lado y la ventana decía "43%". No había sido capaz de mirar, porque temía de que el no ver que no subiera, me derrumbara y me quedara con ese porcentaje, el cual equivale como nota 1,2 o un 1,4, creo. Y yo necesitaba un jodido 70%. Pero ya no podía intentar 15 minutos más. El profesor estaba a mi lado, esperando a que yo le mostrara la pantalla del porcentaje.
"¿Cuanto sacaste?" escuché que le preguntaba el tipo de mi lado a otro compañero.
"40%, güeón ¿Tú?"
"35%" decía con voz agonica.

"Señor Chávez, muestreme su porcentaje" me dijo Agüero.
Lo miré y creo que le sonreí. Miré la pantalla y con el cursor le hice clic a la barra en donde estaba el porcentaje, pero no quise mirar. El ingeniero pedagogo se inclinó para ver y anotó el porcentaje en una hoja al lado de mi nombre, y luego continuó con los otros estudiantes.
Mirar era terminar con todo o empezar con algo. Sólo tenía que girar la cabeza. En ese momento deseé que estuvieras ahí.
Me giré y vi la barra.
El porcentaje era...
FIN :)