

“Chao, cuídate” le dije y me giré hacia la puerta. El primer sol del 2010 golpeaba calcinante y brillante en los ojos.
“Vas a hablar con ella?” me preguntó de repente. Me detuve. Pensé con la cabeza fría, aunque el sol me la estuviera quemando. Me devolví y me acerqué hacia ella.
“Quieres que hable con ella?” le pregunté.
“Es que parece que no tiene las cosas muy claras” se defendió. “Si tú quieres que hable con ella, lo voy a hacer”
Una luz, una luz muy poderosa y blanca. Los ojos arden. La boca sabe a sal y sangre ajena. Tu cuerpo está descontrolado. Hace frío. Un ente borroso entre la luz. Dos entes. Tres entes. Un paño envuelve tu cuerpo. La luz comienza a dispersarse. Los oídos están hinchados. El sonido se esconde. Das vueltas. Y de repente algo te presiona el pecho. No sabes lo que es, pero está ahí, agolpándote energía en los pulmones. No sabes cómo sacarlo. No sabes cómo liberarle. Hasta que se te ocurre abrir la boca y sale. Comienzas a llorar desgarrándote la garganta. Es el comienzo, y algo en tu mente te lo dice, y también te dice que será una lucha incesante, que la vida es una constate batalla y que no te puedes liberar de ella. Aquel momento es una adaptación instantánea y obligada. Estuviste nueve meses formándote, sin saber lo que era el dolor, el miedo, el arrepentimiento, las mentiras, la infidelidad, la traición, la angustia y las ganas de perder. Sólo estuviste ahí, envuelto en calor, creciendo sin saber por qué. Ni siquiera tenías que abrir la boca para comer porque la comida te entraba por un tubo conectado a tu ombligo. Todo era simplemente bello, hasta que llega el momento del comienzo. Sales y lo primero que haces es batallar, sin saber que pelear es lo que tendrás que hacer toda la vida. Ser un sobreviviente.
No tengo memoria del momento en que nací. Nadie lo tiene. Pero a veces deseo poder hacerlo, porque estoy seguro que es el recuerdo vivo del momento más maravilloso en la vida. El momento en que llegamos a ella y la comenzamos a vivir.
Recuerdo que sentí que Jack me despertaba con desesperación. Mi papá le decía a Simón que despertara. Camilo decía todos los garabatos habidos y por haber. La cama se azotaba con fuerzas descomunales de un lado a otro. La casa crujia con un poder que nunca habia sentido. Podía escuchar a los perros de mis vecinos ladrando con desesperación, y en la lejania de Casas Viejas a otros canes en igual situación. Las puertas y ventanas se estremecían dentro de sus marcos. Al levantarme, la oscuridad y el vaivén de la casa me desorientó. En realidad no asimilaba bien lo que pasaba. Corrí hasta la puerta de la pieza y me afirmé, junto a Jack y Camilo, del marco de ésta, mientras que bajo de nosotros se producía uno de los cinco terremotos más poderosos de la historia de la humanidad.
Mil veces me he preguntado cómo terminar el blog sin ser demasiado tedioso en un resumen demasiado largo. Creo que sólo basta con decir que ha sido un año extraño, lleno de altos y bajos. Mas bajos, por su puesto. Fuimos azotados por un poderoso terremoto y la costa sur del país fue tragada por el mar. Vivimos una verdadera catástrofe. 33 hombres quedaron atrapados en las profundidades de la tierra en el norte, sobreviviendo semanas con pocas provisiones y en la oscuridad de los pensamientos ligados a la muerte. 20 personas encontraron de forma sorpresiva la muerte hace poco en la Autopista del Sol. Bebés fueron olvidados en los autos de quienes los cuidaban. Hijos asesinaron a sus padres. Perros furiosos se comieron a sus dueños... Sí, ha sido un año raro. Sin embargo, más allá de que el país haya vivido un año extraño, nosotros, como individuos, tuvimos que sobrevivir a nuestras propias historias. Nos internamos en caminos lejos del que seguiamos constantemente. Quisimos probar un poco de lo desconocido, y fue un tanto dificíl volver y aprender. Sufrimos, tal vez, como si nunca lo hubieramos hecho y supimos de verdad lo que era estar envuelto en la oscuridad. Quizás tropesamos con la misma piedra una y otra vez. Se luchó por causa perdidas, pero se quiso dar el último respiro, aunque todos nos dijieran que estaba perdido. Escribimos historias que nunca pensamos escribiriamos, y estuvimos de protagonistas en escenas que nunca quisimos relatar. Lo hicimos. Hicimos lo que nunca y apostamos el todo por el todo. Nos equivocamos y aprendimos. Herimos y pedimos perdon. Fue un año de extremos, muy extremos.

Sólo dos cosas. Vive a base de tus sueños y por las ilusiones que lo mantienen vivo. Despierta y levantate cada día por ese sueño que te hace perder la cabeza y no te detengas hasta conseguirlo. Y no dejes de luchar hasta hacerlo realidad. Me lo dijo una vez una persona que ya no sé como está. Y por último, nunca dejes de ser un sobreviviente, pero a la vez vive cada instante regalado y ama la simpleza de la vida. Aún no es tarde.
Estoy a tres días de dar el examen que me hara egresar de técnico en telecomunicaciones. Al final me presento con un promedio 4,2. Nos vemos.