jueves, 18 de noviembre de 2010

Capítulo 94: Una Simple Coincidencia

Ese día fue hace unos diez años. Una tarde iluminada por un sol que se abría paso por nubes oscuras que hace unas horas habían dejado caer un diluvio de proporciones atómicas. Salimos a ver qué había dejado el paso de la lluvia torrencial, y como siempre, recorríamos la población de norte a sur, en dirección a la iglesia.
Los pasajes estaban silenciosos, vacíos de gente. El aire era húmedo. El cielo se mantenía distante y callado. No recuerdo qué cosas habremos ido conversando, quizás aún estábamos impactados de la potencia del diluvio y el drástico cambio del clima a una tarde que ya se ponía calurosa. Debes en cuando nos juntábamos. No casi siempre. Pero las veces que nos veíamos, jugábamos con mis robots en el living de mi casa. Él tenía doce años, yo diez.
Hasta que llegamos a la calle de la iglesia donde habíamos hecho la primera comunión. Siempre doblabamos hacia el este, hacia Tucapel, pero esa tarde Nueva Imperial se veía hermosa hacia el oeste, hacia donde el sol se mezclaba poderoso con las oscuras y perturbadoras nubes. Así que torcimos dirección hasta la Iglesia.
Recuerdo que el primer disparo me pareció ser el sonido de alguién sacudiendo una alfombra. Me giré sobre el hombro y pude ver una camioneta azul a toda velocidad patinando por el asfalto mojado, zigzagueando por la calle, en dirección al oeste. Tras ella, una camioneta blanca, con un policia de investigación colgado desde una de sus ventanas, disparando su arma en contra del otro vehiculo, el cual se defendía de la misma forma.
Corrimos, corrimos porque eramos las tipicas victimas de balas perdidas, y corrimos porque teniamos que sobrevivir y vivir todo lo que hemos vivido estos últimos años. Una simple coincidencia, la cual nos tenía metido bajo un vehiculo estacionado, escuchando como la camioneta del narcotraficante y la de los ratis pasaban a toda velocidad, disparandose entre si, por nuestro lado.
Y se fueron zigzagueando la calle en dirección hacia el oeste. Nos levantamos, todos sucios de barro, mirandonos atonitos.
"Estaí bien?" me preguntó Jack.
"Si" le dije, exitado por la alucinante situación.
"Se iban disparando" me dijo mirando hacia el horizonte.
"Si" le dije.
Simplemente no lo podiamos creer.
Una simple cuestión de tiempo y sucesos. Sin ser extremistas, estuvimos a punto de morir juntos, pero no ocurrió.

Y ayer el güeón estaba achacado por que está chato de la pega.