jueves, 23 de septiembre de 2010

Capítulo 72: Las Cosas que Tocan

¿Hablé alguna vez de Josefa? ¿No? No lo recuerdo bien. Si no lo hice, es el momento preciso para hablar de ella.
No recuerdo exactamente hace cuanto tiempo fue, pero por esos días ya empezaba mi historia con Camila. Aún eran jornadas frías y las mañanas parecían ser el grito del sol que no se podía ver. Jack me mandó un mensaje en donde con expectación me contaba que una admiradora desconocida le había enviado flores a la universidad en donde él trabajaba. Ahí empezó la historia del extraño personaje, que hasta las últimas horas de hoy jueves 22 de Septiembre aún causa estragos en la vida del grupo.
Las rosas no venían con identificación alguna o un seudonimo, tan sólo se las dejaron encargadas en recepción a su nombre. Nada más. Y entonces me acuerdo que traté de recordar en qué película alguna osada mujer había decretado tal acto, encontradome sumido en resultados negativos. Era primera vez que escuchaba que una joven enviaba flores al hombre que idolatraba, porque era obvio que Isabella no había sido.
El hecho causó intriga por saber quién le había enviado las flores a mi amigo. La respuesta llegó una semana después. Jack fue atrapado por una joven de mirada tierna y pelo rojo natural, de estatura media y un cuerpo envidiable por muchas. "Exquisita" creo que fue el calificativo ocupado. Yo sólo me pude encajar la imagen de la mina que no quiebra un huevo, mimada por papi y mami y con un futuro asegurado hasta en tres vidas más. Su nombre era Josefa, tan tierno como el borde de sus curvas, pero tan inolvidable como el recuerdo del plan que se traía entre manos. Le declaró a Jack ser la jovencita que había comprado las flores y que se sentía locamente atraida por él de una forma inexplicable. Quizás la chica perfecta para olvidar todo el dolor vivido junto a Isabella. Tal vez el comienzo de una vida más plena. Pero mi amigo no es capaz de concebir la idea de estar con otra mujer. En sus sueños sólo hay un nombre más tierno que el de Josefa. Así que para la osada muchacha, con un desplante muy deseable, hubo como respuesta un rotundo "no". Sin embargo, tal negativa no la descolocó, es más, le dio la fuerza para seguir al lado de Jack mientras recibiera las embestidas de lo que en ese momento era una negra relación junto a mi amiga y las hagallas para trazar un plan que juró destruiría todo.
Yo la conocí al mes después. Me agregó como amigo a facebook y luego como contacto en messenger. Sinceramente me absorbió por completo su forma de hablar y el modo de ver los problemas del día a día. Aunque sabía que Jack no quería estar con ella, me contaba que esperaría tranquila el momento en que "las cosas cayeran por su propio peso" y sería ese el momento en que aparecería para ver si había un lugar para ella en el mesquino corazón de Jack. Admiré y hasta adoré su coraje y valentía, su temple y paciencia para hacer las cosas, sensaciones que en ningun momento me dejaron pensar que su llegada habia sido la instalación de una bomba de tiempo.
Por otra parte, Isabella odiaba de pies a cabeza la situación de su aparición. Sus celos le valieron fuertes discusiones con Jack y quién les habla.
Josefa era algo parecido a un ángel. Un ser de corazón bondadoso, que tan sólo se había enamorado de la persona equivocada.
Fue entonces, que hace dos meses, desapareció. Sólo hizo luces de vida un día que con Jack fuimos al cine y al parecer nos vio en el patio de comidas del mall Plaza Vespucio. Pero desde ahí, no volvio a conectarse ni a encontrarse con Jack. Y como el agua sigue fluyendo, durante ese periodo de tiempo Isabella y mi amigo lograron reencontrar la forma de llevar un amorío mas calmado y simple. La niñita linda parecía haberse esfumado de nuestras vidas. Hasta hace dos semanas.
Josefa se contactó con la hermana de Felipe, hecho que nos descolocó a los tres. Isabella la interceptó y la increpó mediante mensajes por facebook. Jose se los respondió, invitandola a dejar a Jack, que las cosas que estaba haciendo no estaban bien y le dejó caer todo un discurso moralista y ético.
Fue un momento tenso. Yo estaba en la pega ese día y mi amigo me contactó al celular.
Sin embargo, el critico instante quedó ahí. Josefa no amenazó con hacer nada. Unicamente se contactó con la hermana del cabo.
Hasta que dejó, una semana después, caer la bomba y desatar millones de preguntas en torno a su persona. Primero que nada, contar que Jack e Isabella estaban juntos no le sirvió de nada, así que todo su macabro y bizarro plan valió muy poco. Sin embargo, sirvió para buscarla como persona en una base de datos gracias a contactos de mi amiga, y así descubrir que su nombre no existe en Chile. Sí, Josefa Dawson Quinteros no era ciudadana de la Republica de Chile. Entonces ¿Quién le había enviado las flores a Jack? ¿Quién había hablado conmigo por messenger? ¿Quién le había dicho a la hermana de Felipe que Isabella está con Jack? Fue una lluvia de interrogantes, sumadas las cientos de dudas de la veracidad de las declaraciones de mi amigo. Y es que son decenas las teorias del por qué Jack podría haber inventado a Josefa. Pero más allá de todo, es más grande la confianza y pesa más la hipotesis de que la muy perra se acercó a él con un plan en la mente desde antes de mandarles las flores.
Entonces quedaba quemar la última bala. Josefa Dawson estudiaba enfermería en la universidad Santo Tomás, lugar donde mi amigo trabaja. Jack fue hoy en la mañana a buscar su paradero en la base de datos de la escuela, encontrandose con el mismo resultado que Isabella. Su nombre no figuraba en ninguno de los cinco años de carrera.
La niñita de universidad con nariz respingadita, como le dice Isabella, simplemente nunca existió. No hay Josefa. Fue un personaje inventado por alguien ¿Para qué? Si fue para tratar de separar a Isabella y Jack, fue una total perdida de tiempo.

La Peñaflor tiene esa melancolía de las micros antiguas. Te aborda por completo, si viajas de noche, el silencio de sus asientos pareados y comodos. Sus ventanas tienen cortinas que permiten aportar más complicidad a un momento de conversación íntimo. Y no son tan bulliciosas como las de ahora. Entonces te puedes perder en el tiempo y tan sólo escuchar lo que el otro tiene que decir. Nosotros la ocupariamos para ir a San Bernardo, pero la liebre debe tener algo que te abre el alma. Porque con cuidado me contó que era lo que a veces en noches de desvelo quisiera cambiar. Yo, sinceramente, esperaba con ansias tal relato, no por morbo, si no por querer brindar apoyo si es que lo necesitaba, en vista de que era algo que la descoloca por completo.
Así que se preocupó de ser detallista y de ir lento, para impedir el asomo de alguna lágrima. Yo sólo esperaba que no ocurriera lo que pasó.
Relato letal, sumidos en la penumbra de los rincones de la Peñaflor. Y no pude decir nada, porque no pude asimilar su dolor, porque no me pude imaginar que sentía dentro de sí. Entonces ¿Qué le puedo decir? ¿De qué modo puedo ayudar? Sin palabras en la garganta, por primera vez, me sentí inserbible. Quizás esperaba algunas palabras, pero no tuve nada para decir. Tal vez la decepcioné y se guardó el amargo momento para no hacerme sentir mal. Y es que lo único que le podía decir era que sentía su dolor, pero iba a sonar tan cliché, que preferí callar. Sólo la pude abrazar y tratar de disimular mi falta de palabras.
Ella sonrió con aquellos labios que se dibujan finos en su rostro suave. Nada más.